EN/CLAVE POÉTICA: UN ENCUENTRO CON LA POESÍA DEL DECIR (3)
José Carlos De Nóbrega
Enrique Mujica (1945) nació en San Juan de los Morros. Este guariqueño es profesor titular de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Carabobo. Fue vicerrector académico de la Universidad Rómulo Gallegos. Su obra poética ha recibido recompensas tales como el III Concurso Literario de la Facultad de Ciencias de la Educación de la U.C. (1972), el premio José Rafael Pocaterra por Las Formas del Verano (1978) y el de la Bienal Mariano Picón Salas (1998) por Tintas Quemadas. A ambos títulos se suman los poemarios Cada vez más ausente (1975), Ejercicios para el olvido (1979), Intentos (1979), En un simple movimiento de lo infinito (1981), Fondo y Espuma (1980), Vaquería (1992), Vigilia de los metales (2004), POEMAS DEL DECIR (2005) y las colecciones Obra Poética 1970-2000 (2001) y Antología poética 1970-2008. El volumen que comprende su “Obra Poética” de treinta años, coincidió por fortuna con el trigésimo aniversario de la revista POESÍA, en la cual ha participado activamente. Esta vasta obra trae necesariamente consigo una fructuosa relectura de sus poemarios, enclavados en lo paradojal del acto poético: descifrar el mundo para hacerlo más complejo y asombroso. La voz poética desdice desde el inicio la unidimensionalidad y la chatura del mero formato escrito; por ejemplo, constatamos en títulos como Las Formas del Verano y Vaquería una hermeneútica del paisaje sin un ápice de ruido y barroca pirotecnia. En síntesis, Enrique Mujica apuesta por los contenidos concretos de la Poesía, fundados en la mirada atenta y originaria de la belleza de las cosas. La Poesía no es un ejercicio lingüístico presuntuoso, más bien nos emparenta en la contemplación emotiva y visceral de nosotros mismos contrapuestos a un mundo cotidiano pero inédito, dispuesto a ser develado y seducido. Concebir el poema desde imágenes poderosas que recreen al mundo, en la ausencia de viles dispositivos retóricos, sólo conduce a la poesía del decir. La militancia poética no será condicionada jamás por la urgencia apresurada y estandarizada del momento político o artístico, mucho menos mediatizada por alcabalas partidistas y/o estéticas. La Poesía del Decir es compulsión por la vida que conversa con el Otro y, por ende, consigo misma. El discurso poético cobra una transparencia sin par, antítesis irreconciliable de grises veladuras neblinosas que extravíen a hacedores y lectores en una daltónica comparsa.
Otro tanto a su favor lo constituye su obra como narrador. Respecto a la novela Acento de Cabalgadura (reeditada en 2009), quisiera destacar, entre sus numerosas virtudes, tres grandes rasgos a saber: su discurso transgenérico ajeno a abstrusas maromas excéntricas; la simplicidad y riqueza de su musical inventario léxico; y la interiorización del paisaje por vía de la metáfora viva que juega con la filosofía de las artes y los oficios de nuestros campesinos, sin la necesidad de lanzarle peos al Diablo. El discurso narrativo funde la novela y el cuento en la impune vinculación del arte con la vida. Nos suena a los cuentos de la llanura y el habla en octosílabos que ennoblecen las faenas del campo, amenizan las noches de parranda y construyen el dilatado imaginario campesino. El volumen de cuentos Cartel de Feria, publicado recientemente por la editorial El Perro y la Rana, increpa duramente a la artificialidad postmoderna en el oficio de contar una historia que nada dice; el conjunto completa un ejercicio descarado de antiliteratura y sabrosura oral que convive felizmente con el ciudadano anónimo de a caballo, de a pie o de a transporte público urbano.
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