POESÍA Y MENSAJE SOCIAL
Armindo Trevisan
Traducción y nota de José Carlos De Nóbrega
I
Condición imprescindible para hacer poesía social: el humor. Por definición la poesía social pretende ser eficaz. Ahora, la eficacia difícilmente armoniza con la poesía. Es por así decir anti-poesía. El poeta social tiende a influir directamente en la historia, persuadido de que tiene en las manos un arma. ¿Más que arma? La poesía, en última instancia, es un "racimo de " en la expresión de Gaston Bachelard. Se destinan esas imágenes a llevar al hombre más allá de su círculo habitual de preocupaciones e intereses. La metáfora quiere decir, precisamente, trascendencia de indicación, de objeto, de visión. Por relacionarse con la parte emocional del hombre, la poesía tiene que ver con sus sueños. Ningún sueño es inocente. Todo sueño anuncia alguna cosa, se refiere a determinada necesidad vital, insatisfecha en la vigilia, o dejando de ser satisfecha en vigilia. Por tanto la poesía es utópica, sin relacionarse propiamente con el tiempo y el espacio de la vigilia, pero sí con el tiempo y el espacio de la vida, que son mayores. Imaginar que cuando se sueña se está fuera de la realidad es imaginar que el sueño nos excluye de la vida. Con humor, pues, es posible realizar poesía social, una vez que la ficción (fingimiento) completa la vida, sugiriéndole cosas de cuya posibilidad ésta jamás sospechara. La imaginación, fuente principal de la poesía, es el reino de lo imposible hic et nunc, no de lo imposible en sí. La imaginación, por el contrario, existe porque existe lo imposible.
II
Cuando un poeta escribe un poema social se localiza en el espacio y en el tiempo. Abdica de la utopía, en una tentativa extrema -y a priori fracasada- de influir en la historia. El poema se convierte, realmente, en un arma para él. El poeta quiere producir determinado efecto, no sólo emocional como actual. No se limita a labrar el corazón, esperando que un día la semilla fructifique en acciones eficaces; el poeta, en ese caso, quiere inducir el corazón a la acción. Al menos intencionadamente, el poema social se reafirma en la praxis. ¿Como conciliar, entonces, el lado teórico de la poesía con el lado práctico de la misma, puesto que la poesía se caracteriza, justamente, por la distancia crítica que la metáfora introduce? Para haber poesía importa operar una ruptura en el mundo intelectual ordinario; es necesario insertar una imagen mediadora en la vida psíquica. Más allá de eso, la naturaleza formal de la poesía, digamos su morfología exige determinados elementos que no se adaptan con la practicidad y eficiencia del lenguaje ordinario. Poesía es lenguaje extraordinario. En ese caso, ¿se puede hablar poéticamente permaneciendo dentro de los límites de lo ordinario?
III
La poesía puede apuntar a la acción indirectamente. Ella es una emoción revivida en la tranquilidad.Por lo tanto, todo poema posee una finalidad, si es que se puede emplear tal término en sus connotaciones prácticas. El poema quiere ordenar las emociones, no las acciones. Indirectamente ordena también éstas, pues las emociones son resortes de nuestra actividad en todos los sentidos. El humor nos recuerda que el poeta es no sólo un artista (teórico), mas una personalidad ética (un moralista). Por lo tanto, en la médula del poema late una vocación política. El poema, juntamente con todo lo que el hombre realiza, se relaciona con su estar-en-el mundo, con su intervención en el mundo. Un poema, por más poema que sea, participa del mundo de su autor. Y algo en conexión con la naturaleza global del hombre. Aunque la naturaleza específica del poema sea utópica, su realidad humana general no lo es. El poema es una acción inserta en el contexto de otras acciones, demarcadas por lo ético. Lo ético (poco importa lo que se entienda por esta noción, en términos de credo o ideología) gobierna las demás acciones, sometiéndolas al objetivo supremo. La poesía, por estética que sea, posee una dimensión ética, esto es, política. En última instancia, debe servir a los fines supremos de la personalidad, manteniendo su carácter de acción autónoma.
IV
El poeta social deberá ser, obligatoriamente, humilde. Por lo menos, de la humildad del humor que consiste en tener los pies sobre la tierra. ¿Qué es un poema? Una cosa alada que no puede transformarse en un león o elefante. Si el poeta quiere ser eficaz, sea hombre de acción. La praxis de la poesía es la de la acción directa. Si el poeta social quisiere ser eficaz tendrá que comprender que su eficacia nada tiene que ver con la eficacia inmediata. Una metáfora no se destina a mover un gatillo; puede ayudar a moverlo. En la medida en que un poema se pretende eficaz, se niega como poema. En la medida en que se acepta poema, se torna eficaz. Aparentemente desligado de la historia, el poema introduce en ella por la conspiración del silencio y de la ruptura del lenguaje.
V
El carácter específico de la poesía no la exime de responsabilidad. Una de ellas, la de ensuciarse las manos. Sin embargo consciente de su ineficacia, el poeta debe situarse dialécticamente entre la acción y la contemplación. Entre la teoría y la praxis. Su praxis es teórica, su teoría posee vocación práctica. Por lo tanto, su lucha con las palabras consiste en trerlas para lo cotidiano. Lo cotidiano, por definición, es práctico. ¿Cómo, entonces, conciliar la distancia psíquica de la poesía con la inmediatez de las opciones urgentes? Es ahí que se sitúa la poesía social. El poeta social es una especie de herrero que martilla el hierro en brasa, consciente de que éste se enfriará. Su punto de llegada, el mito. Invierte el proceso de fabricación poética: en vez de abastecerse del arsenal mitológico, extrae mitos de la vida prosaica. En la medida en que obtiene éxito, su poesía contribuye para la elucidación de la conciencia del tiempo. Su poesía es impura por necesidad solidaridad.
Armindo Trevisan (Santa Maria, Rio Grande do Sul, 1933). Poeta brasileño y Doctor en Filosofía por la Universidad de Fribourg, Suiza. Ejerció la docencia en las áreas de Historia del Arte y Estética, Universidad Federal de Rio Grande do Sul, entre 1973 y 1986. Además de la poesía, ha incursionado en el ensayo y la crítica de arte. Entre sus poemarios tenemos: Cuerpo a cuerpo (1973), El herrero armonioso (1978), Antología poética (1986), La danza del fuego (1995) y Oraciones para el nuevo milenio (1999).