I
POESIA: APROXIMACION AL AMPARO DE LA ESTRIDENCIA.
“Sólo una hora más en silencio
el tiempo para firmar mi nombre en tu cuello
dejarte una marca, tatuaje enfermo
antes que todos vuelvan a hablar de dinero.
Porque cuando se acabe la fiesta
la tribu estará sedienta
será el momento del baile
de los languis” (lánguidos).
Cerati, Bosio, Ficichia y Sais (Los Languis, quinto surco del Disco Compacto “Doble Vida”, Soda Stereo, 1988, Sony Music).
“-¿De qué manera se ha servido del mito Carlos?
-El mito Carlos nos ha sido bastante útil para amedrentar al enemigo y ha servido para recaudar fondos para la revolución, especialmente por la OLP y Fatah”.
Carlos Ilich Ramírez Sánchez en “Feriado”, domingo 11 de octubre de 1998, número 796, página 27.
En cierta ocasión un alto funcionario universitario decretó la muerte definitiva del libro a manos de la iconografía bullente de los Personal Computers, justificando así su negativa a la edificación de la Biblioteca Central de nuestra Universidad. Aún desconocemos si le hacía una concesión al Imperio de los Nerds –consumación presentida por y resentida de Bill Gates-, o si significaba una desalentadora y naif realización de la predicción de Hegel que es la muerte del arte literario por intoxicación espiritual: “Así la vida interior triunfará sobre el mundo exterior: triunfará de tal modo, que el mismo mundo exterior proclamará la victoria de aquél, con la cual la apariencia exterior se hundirá en ausencia de valor”. Unos cuantos años atrás, cuando las computadoras IBM asemejaban escaparates con un gran ojo que giraba bidimensionalmente, el rector Alejandro Zahlout había intentado fallidamente abortar una revista poética que desde 1971 editaba la Universidad de Carabobo. Tal manifestación de la medianía intelectual sumó, paradójicamente, la anuencia de un grupo de escritores interesados en la muerte de tal publicación. Hoy, más de setenta números después, la revista POESÍA goza de una poco común buena salud dada la precariedad de nuestro tiempo: encrucijada de la nostalgia del populismo centra y cepalista y de la sumisión ciega a un proceso insincero de globalización promovido por los centros de poder.
Si tenemos en consideración que a la fecha (agosto de 2006) cuenta ya con ciento cuarenta y dos números editados en un período de siete lustros, es harto curioso que aquel atentado en su contra –además de ser promovido por una autoridad de la propia institución auspiciante- constituya el punto que parte por algo más de la mitad dicho intervalo. Afortunadamente, el equipo de redacción encabezado por el poeta Reynaldo Pérez Só –sin apelar a ruidosas demostraciones de protesta- logró encauzar para aquel entonces (mediados de los años ochenta) una adecuada campaña en los medios de comunicación escritos que impidió la desaparición de la revista POESÍA. Se conjuraron las malsanas intenciones exógenas y endógenas de una grey pseudopolítica e intelectual con un éxito poco frecuente en el medio cultural y universitario nacional.
Pese a la cercanía de hechos tales como el fracaso de la guerra de guerrillas incubada en los sesenta en Venezuela, del Mayo Francés del 68 y su prolongación en el movimiento de renovación académica de nuestra Alma Mater, la revista POESÍA revela –no sólo en el momento de su fundación, sino a lo largo de su devenir histórico- la tensión entre la tradición y la renovación de la expresión poética más allá de la estridencia militante y excluyente de los manifiestos y las declaraciones de principios. Por tal razón, no se justifica ni la constitución rígida de grupo poético alguno con el que se pretende aún involucrar a los poetas Reynaldo Pérez Só, Alejandro Oliveros, Teófilo Tortolero y Eugenio Montejo, sus fundadores, ni mucho menos un pliego que soporte tal espejismo. Por lo tanto, la denominación “Grupo de Valencia” es una etiqueta cómoda a los efectos de inventariar inútilmente el fluir poético de la ciudad. Por supuesto, no podemos obviar la creación del grupo denominado “Azar Rey” (1960, integrado por Teófilo Tortolero, José Miguel Villarroel París y Eugenio Montejo) como preludio del encuentro de los poetas que fundarían la revista una década más tarde. A pesar que desde sus inicios cuenta con el auspicio de la Universidad de Carabobo, la revista POESÍA –hoy uno de sus más valiosos activos, valga la categoría contable- sigue persistiendo en su rechazo y combate al concepto de cartapacio académico que ha asolado a gran parte de las publicaciones literarias de nuestras universidades.
El respeto a esta directriz se ha mantenido de manera inalterable e incondicional a lo largo de las gestiones de los rectores Gustavo Hidalgo (1984-88), Elis Mercado (1988-92), Ricardo Maldonado (1992-96) y (2000-04), Asdrúbal Romero (1996-2000) y María Luisa de Maldonado (2004-08, en curso). “Aunque la ignorancia y la mezquindad, de vez en vez, tocan a la puerta”, como lo manifestara Pérez Só al periodista Alfredo Fermín (1), las autoridades universitarias antes citadas han comprendido a cabalidad la importancia de la revista en el concierto poético no sólo nacional, sino continental y mundial incluso. Han dado un sólido espaldarazo institucional a la preservación de la revista POESÍA en tanto patrimonio universitario y producto cultural con calidad de exportación. Traigamos a colación algunos hechos: el rector Elis Mercado obstruyó el paso y el acceso indiscriminado a las apetencias de una agrupación estudiantil –de fines inconfesables- que pretendía tomar sus páginas guiados por un afán propagandístico y proselitista (revival anacrónico del realismo socialista); el rector Asdrúbal Romero y sus sucesivos directores de Cultura, Domingo Alfonso Bacalao y Laura Antillano, han respaldado denodadamente también a POESÍA, al punto de proveer el financiamiento de un proyecto derivado de la publicación misma: EDICIONES POESÍA, sello editorial que expande notablemente el radio de acción de su trabajo y contribución al panorama de la poesía venezolana del último cuarto de siglo (a la fecha ha publicado dieciséis títulos de poetas venezolanos). Más allá de la inmediatez de la lucha política y electoral dentro de la universidad, el rector Ricardo Maldonado y su director de Cultura Octavio Acosta persistieron en el estímulo a POESÍA, entre otras manifestaciones de apoyo destaca la reedición de los primeros nueve números de la revista para beneplácito de sus lectores y amigos.
El filólogo y escritor Rafael Osuna, respecto al estudio de la revista literaria, advierte: “En primer lugar, hay que hacer el análisis estructural de la revista considerada como artefacto (el subrayado es nuestro): esto es, hay que dejar testimonio de sus fundadores, redactores y colaboradores, de su formato y de sus tipos de letra y espacios, de su tirada y financiación, de la sede de su administración, su precio y su impresor”(2), interpretación de los datos mediante. Este trabajo no posee pretensiones cientificistas (de por sí nos espanta la connotación epistemológica de la categoría “análisis estructural”) sino más bien aproximativas y especulativas como corresponde al género ensayístico. Teniendo como antecedente algunas de las más importantes publicaciones venezolanas de este siglo, quizá se pudiese entender nuestra intención ya esbozada desde el inicio mismo. La revista Válvula en su número único de enero de 1928 se consideró a sí misma “la espita de la máquina por donde escapará el gas de las explosiones del arte futuro”, es evidente la referencia al movimiento futurista; Mariano Picón Salas, en el primer número de fecha noviembre de 1938, describió a la Revista Nacional de Cultura en tanto azada y pala del positivismo, siendo la tonalidad más conservadora que el caso anterior, “Cuando no podíamos convencer a los vivos, dialogábamos con los muertos”; el poeta Pablo Rojas Guardia refiere la identidad polimórfica de Viernes “de una ‘peña’ (...) cordial pero intrascendente, hicimos un ‘grupo’ (...) interventor de la cultura”, siendo a la vez rosa de los vientos y mesa para compartir el pan y el vino. Por su parte, Rayado sobre el Techo ratificó en su segundo manifiesto “su militancia con una peripecia donde el artista y el hombre se jueguen su destino hasta el fin”, es el escándalo materializado en la exposición de huesos y carne cruda a la intemperie del momento. Nos interesa la objetualización de la revista poética por vía del juego del lenguaje, allende su aspecto físico y técnico: indagar, como decía Baudrillard, en el choque de la racionalidad del objeto con la irracionalidad de las necesidades que éste pretende satisfacer. Es la tensión habida entre dos de las definiciones o posiciones en torno a la función de la Poesía: “Una de las funciones de la Poesía había consistido siempre en hacer lo que Wittgenstein considera aquí imposible: ‘incorporar objetos a las palabras’ más que ‘hablar de ellos’ ” (3).
Al disertar sobre la poesía venezolana de los setenta, Alejandro Oliveros se había referido al espíritu majadero –en la acepción del Bolívar moribundo en Santa Marta- y utopista de los años sesenta citando un ejemplo, el “Llamado de Caracas” (1965), “porque creemos profundamente en la Poesía: porque ésta, como el amor, es y hace la unión de los contrarios y contiene y reúne todos los credos, razas o discrepancias, propugnamos la confraternidad mundial de los poetas por encima de todas las diferencias locales”. La frase es una cita cuasi textual del Quijote: “porque de la caballería andante se puede decir lo mesmo que del amor se dice: que todas las cosas iguala”. Más adelante, Oliveros diagnostica acertadamente el entorno histórico y poético que rodeó la creación de la revista POESÍA, “En períodos de gran optimismo el poeta tiende a descuidar los aspectos formales del poema, está empeñado en decir cosas, en hacer pública su solidaridad con el porvenir. Por el contrario, cuando la utopía se fractura y el futuro aparece nada despejado, el poeta se concentra en la forma. El asunto ya no es tan importante. No es mucho lo que tiene que comunicar. Sólo su desengaño y su melancolía” (4). La arenga salvaje se deshace en la boca como las bellotas del Quijote, esta vez bastante amargas, “porque las bellotas que le dieron le trujeron a la memoria la edad dorada, y antojósele hacer aquel inútil razonamiento a los cabreros”. Escena y escenario que a su vez se nos antojan la fracasada exportación de la revolución cubana por el Che a los campesinos bolivianos en los años sesenta.
De esta lectura pertinente y madura del momento, de carácter sorprendente pues los poetas fundadores eran mayoritariamente unos “muchachos”, POESÍA establecería sus cimientos como una reacción desprovista de la espectacularidad anterior que contraría las tendencias y deformaciones poéticas de los sesenta –salvo notables excepciones de las que destacan Ramón Palomares, Juan Calzadilla, Rafael Cadenas, Alfredo Silva Estrada, Hesnor Rivera y Juan Sánchez Peláez-: las connotaciones épicas y grandilocuentes en lo temático y estilístico, el gregarismo poético de las proclamas y los manifiestos como legitimación y asalto del poder, la indigestión de corte surrealista y sobre todo el decir poco en dilatados y yermos espacios. Así, como lo dice Pérez Só, “Sin darnos cuenta se fue introduciendo la posibilidad del poema corto”: del formalismo “naturalista”, ¿se puede decir minimalista?, como lo define Oliveros, que rescatara la capacidad aprehensiva y vinculante del lenguaje poético a contracorriente de las piruetas crípticas de la perdición experimentalista y de la aridez expresiva de la mal llamada poesía comprometida (una notable excepción es el compromiso humano y la limpidez conversacional de la poesía de Ernesto Cardenal). Esta actitud se puede resumir en el canto de Antonio acompañado por el rabel, no por el apocalíptico tañir de las trompetas:
Porque si has mirado en ello,
más de una vez habrás visto
que me he vestido en los lunes
lo que me honraba el domingo.
Entonces el compromiso se traduce en una actitud responsable, superando en silencio los desvaríos propios de la orgía académica y de la desilusión ideológica. Elude el festivo optimismo del raciocinio puro y la indigencia de lo que llamó el teólogo Dietrich Bonhoeffer “de todo fanatismo ético”. En el primer número de POESÍA, se había publicado un esclarecedor texto de René Daumal, “Poesía Negra y Poesía Blanca”, que nos confirma tal imperativo: “(...) Por eso: ¡Silencio! Máquina. ¡Funciona y calla! ¡Silencio a los juegos de palabras, a los versos memorizados, a los recuerdos acumulados fortuitamente; silencio a la ambición, al deseo de brillar –pues sólo la luz brilla por sí misma-, silencio a la adulación a sí mismo, a la compasión de sí mismo, silencio al gallo que cree que hace que el sol se levante! Y el silencio aleja las tinieblas, el germen comienza a brillar, iluminando, no iluminado! (5). La revista POESÍA constituye un espacio para el largo trabajo poético, apegada a un estricto criterio de excelencia no acorde con el entorno clientelar de la institución universitaria que la había cobijado. A lo largo de sus numerosas páginas, se aprecia su desconfianza por las modas literarias y el desdén por el gregarismo bohemio traducido en nefastos versos garrapateados en las servilletas de las tabernas. Amparar esta publicación poética en el claustro universitario significó un ejercicio de previsión e inteligencia del poeta Alejandro Oliveros: “en esto, fue inteligente, visionario, pues al dejar la revista POESÍA en la Universidad de Carabobo, nos permitía que fuésemos ahondando en una continuidad sin par, de lo que se espera que sea una revista literaria” (6). Por lo tanto, y a Dios gracias, se excluye de los dos extremos más notorios de la actividad intelectual en nuestro país: la genuflexión cobarde ante el bipartidismo (recordemos que en muchos casos la izquierda gobernó nuestras universidades más como concesión del establishment que proposición renovadora) y la amarga y solitaria marginalidad producto del resentimiento político. POESÍA se ha desenvuelto en medio del dispendio presupuestario y la disolución política de la Venezuela saudita de mediados de los setenta y los ochenta que afectó con reciedumbre a las universidades públicas; es de hacer notar que en su tránsito a la excelencia se había adelantado en dos décadas a la mismísima universidad que hoy intenta adecuarse a las necesidades de nuestro tiempo haciendo énfasis en la responsabilidad.
Al respecto, el profesor y poeta Douglas Bohórquez Rincón –en un bien ponderado ensayo sobre la revista- manifiesta que ante “El tono de desencanto y de frustración que parece ser el clima de esta década del setenta, POESÍA responde con un optimismo moderado, fundado en la rigurosidad, en el criterio de excelencia creadora, en la constancia y la pasión por la poesía” (7). Más allá del optimismo y la moderación, agregaríamos la asunción de una actitud escéptica y prudente no sólo respecto a los malentendidos y las lecturas desafortunadas que inspiró la evidente crisis del vanguardismo literario y político, sino al curso inmediato de los acontecimientos que sumirían al país en la embriaguez desarrollista del boom petrolero a partir del año 1973. Más adelante, Bohórquez complementa esta percepción con atinada concisión: “(...) Hay en POESÍA un cierto deseo más o menos bien delineado de separarse, de tomar distancia frente a los modelos de la vanguardia literaria europea, francesa particularmente (dadaísmo y surrealismo en especial), tan caros a grupos y revistas de la década del sesenta como Sardio y Rayado sobre el Techo y un intento a la vez de recuperar o retomar ya en una perspectiva crítica a autores, movimientos y formas de la poesía europea, asiática, norteamericana y latinoamericana poco conocidas o un poco olvidadas o marginales” (8). Tal conducta se puede definir como la desacralización del recurrente mito de la Edad de Oro, de las Saturnales celebradas por Virgilio a lo que denominó Octavio Paz “la primera irrupción deliberada de la poesía en el arte cinematográfico” cuando se refirió al film L’ Age d’ or de Luis Buñuel, consagración del espíritu subversivo del Amor Loco. Si bien POESÍA no optó por la utopía marxiana (más bien el dogma por vía de la ortodoxia) ni por la rebelión surrealista, mucho menos se dejaría seducir por el apetitoso banquete al que llamaba el insurgente Capitalismo de Estado como todo buen Paterfamilias. Su trajinar no merecería entonces ni estruendosos aplausos ni adhesiones entusiastas de buena parte de sus contemporáneos, más ocupados en erigir la también mítica República del Este con sus fáciles subsidios y agregadurías culturales asignadas a dedo por la Cancillería.
NOTAS.
(1) Foro Dominical con Reynaldo Pérez Só, por Alfredo Fermín, Diario El Carabobeño, domingo 20 de julio de 1997, Valencia, página A-7.
(2) Rafael Osuna: Sociología de la pequeña revista literaria, en la revista Predios, número 5, abril de 1994, página 7.
(3) Michel Hamburguer: La Verdad de la Poesía, Fondo de Cultura Económica, 1991, México, páginas 241 y 242.
(4) Alejandro Oliveros: Un Ejercicio de Ruptura: Poesía Venezolana de los 70, Diario El Carabobeño, domingo 18 de mayo de 1998, Valencia, página A-12.
(5) René Daumal: Antología Mínima, traducción a cargo de Teresa Sosnowski, Suzanne Gay y Carlos Pacheco, en Poesía, número 100, enero de 1994, página 25.
(6) Foro Dominical con Reynaldo Pérez Só, por Alfredo Fermín, opus cit, página A-7.
(7) Douglas Bohórquez: Poesía: Más allá de las irreverencias (Tradición y Renovación), en Poesía, números 116/117, diciembre de 1997, página 77. Este trabajo ya se había publicado en Cahier du Criccal.
(8) Douglas Bohórquez: opus cit, página 79.
POESIA: APROXIMACION AL AMPARO DE LA ESTRIDENCIA.
“Sólo una hora más en silencio
el tiempo para firmar mi nombre en tu cuello
dejarte una marca, tatuaje enfermo
antes que todos vuelvan a hablar de dinero.
Porque cuando se acabe la fiesta
la tribu estará sedienta
será el momento del baile
de los languis” (lánguidos).
Cerati, Bosio, Ficichia y Sais (Los Languis, quinto surco del Disco Compacto “Doble Vida”, Soda Stereo, 1988, Sony Music).
“-¿De qué manera se ha servido del mito Carlos?
-El mito Carlos nos ha sido bastante útil para amedrentar al enemigo y ha servido para recaudar fondos para la revolución, especialmente por la OLP y Fatah”.
Carlos Ilich Ramírez Sánchez en “Feriado”, domingo 11 de octubre de 1998, número 796, página 27.
En cierta ocasión un alto funcionario universitario decretó la muerte definitiva del libro a manos de la iconografía bullente de los Personal Computers, justificando así su negativa a la edificación de la Biblioteca Central de nuestra Universidad. Aún desconocemos si le hacía una concesión al Imperio de los Nerds –consumación presentida por y resentida de Bill Gates-, o si significaba una desalentadora y naif realización de la predicción de Hegel que es la muerte del arte literario por intoxicación espiritual: “Así la vida interior triunfará sobre el mundo exterior: triunfará de tal modo, que el mismo mundo exterior proclamará la victoria de aquél, con la cual la apariencia exterior se hundirá en ausencia de valor”. Unos cuantos años atrás, cuando las computadoras IBM asemejaban escaparates con un gran ojo que giraba bidimensionalmente, el rector Alejandro Zahlout había intentado fallidamente abortar una revista poética que desde 1971 editaba la Universidad de Carabobo. Tal manifestación de la medianía intelectual sumó, paradójicamente, la anuencia de un grupo de escritores interesados en la muerte de tal publicación. Hoy, más de setenta números después, la revista POESÍA goza de una poco común buena salud dada la precariedad de nuestro tiempo: encrucijada de la nostalgia del populismo centra y cepalista y de la sumisión ciega a un proceso insincero de globalización promovido por los centros de poder.
Si tenemos en consideración que a la fecha (agosto de 2006) cuenta ya con ciento cuarenta y dos números editados en un período de siete lustros, es harto curioso que aquel atentado en su contra –además de ser promovido por una autoridad de la propia institución auspiciante- constituya el punto que parte por algo más de la mitad dicho intervalo. Afortunadamente, el equipo de redacción encabezado por el poeta Reynaldo Pérez Só –sin apelar a ruidosas demostraciones de protesta- logró encauzar para aquel entonces (mediados de los años ochenta) una adecuada campaña en los medios de comunicación escritos que impidió la desaparición de la revista POESÍA. Se conjuraron las malsanas intenciones exógenas y endógenas de una grey pseudopolítica e intelectual con un éxito poco frecuente en el medio cultural y universitario nacional.
Pese a la cercanía de hechos tales como el fracaso de la guerra de guerrillas incubada en los sesenta en Venezuela, del Mayo Francés del 68 y su prolongación en el movimiento de renovación académica de nuestra Alma Mater, la revista POESÍA revela –no sólo en el momento de su fundación, sino a lo largo de su devenir histórico- la tensión entre la tradición y la renovación de la expresión poética más allá de la estridencia militante y excluyente de los manifiestos y las declaraciones de principios. Por tal razón, no se justifica ni la constitución rígida de grupo poético alguno con el que se pretende aún involucrar a los poetas Reynaldo Pérez Só, Alejandro Oliveros, Teófilo Tortolero y Eugenio Montejo, sus fundadores, ni mucho menos un pliego que soporte tal espejismo. Por lo tanto, la denominación “Grupo de Valencia” es una etiqueta cómoda a los efectos de inventariar inútilmente el fluir poético de la ciudad. Por supuesto, no podemos obviar la creación del grupo denominado “Azar Rey” (1960, integrado por Teófilo Tortolero, José Miguel Villarroel París y Eugenio Montejo) como preludio del encuentro de los poetas que fundarían la revista una década más tarde. A pesar que desde sus inicios cuenta con el auspicio de la Universidad de Carabobo, la revista POESÍA –hoy uno de sus más valiosos activos, valga la categoría contable- sigue persistiendo en su rechazo y combate al concepto de cartapacio académico que ha asolado a gran parte de las publicaciones literarias de nuestras universidades.
El respeto a esta directriz se ha mantenido de manera inalterable e incondicional a lo largo de las gestiones de los rectores Gustavo Hidalgo (1984-88), Elis Mercado (1988-92), Ricardo Maldonado (1992-96) y (2000-04), Asdrúbal Romero (1996-2000) y María Luisa de Maldonado (2004-08, en curso). “Aunque la ignorancia y la mezquindad, de vez en vez, tocan a la puerta”, como lo manifestara Pérez Só al periodista Alfredo Fermín (1), las autoridades universitarias antes citadas han comprendido a cabalidad la importancia de la revista en el concierto poético no sólo nacional, sino continental y mundial incluso. Han dado un sólido espaldarazo institucional a la preservación de la revista POESÍA en tanto patrimonio universitario y producto cultural con calidad de exportación. Traigamos a colación algunos hechos: el rector Elis Mercado obstruyó el paso y el acceso indiscriminado a las apetencias de una agrupación estudiantil –de fines inconfesables- que pretendía tomar sus páginas guiados por un afán propagandístico y proselitista (revival anacrónico del realismo socialista); el rector Asdrúbal Romero y sus sucesivos directores de Cultura, Domingo Alfonso Bacalao y Laura Antillano, han respaldado denodadamente también a POESÍA, al punto de proveer el financiamiento de un proyecto derivado de la publicación misma: EDICIONES POESÍA, sello editorial que expande notablemente el radio de acción de su trabajo y contribución al panorama de la poesía venezolana del último cuarto de siglo (a la fecha ha publicado dieciséis títulos de poetas venezolanos). Más allá de la inmediatez de la lucha política y electoral dentro de la universidad, el rector Ricardo Maldonado y su director de Cultura Octavio Acosta persistieron en el estímulo a POESÍA, entre otras manifestaciones de apoyo destaca la reedición de los primeros nueve números de la revista para beneplácito de sus lectores y amigos.
El filólogo y escritor Rafael Osuna, respecto al estudio de la revista literaria, advierte: “En primer lugar, hay que hacer el análisis estructural de la revista considerada como artefacto (el subrayado es nuestro): esto es, hay que dejar testimonio de sus fundadores, redactores y colaboradores, de su formato y de sus tipos de letra y espacios, de su tirada y financiación, de la sede de su administración, su precio y su impresor”(2), interpretación de los datos mediante. Este trabajo no posee pretensiones cientificistas (de por sí nos espanta la connotación epistemológica de la categoría “análisis estructural”) sino más bien aproximativas y especulativas como corresponde al género ensayístico. Teniendo como antecedente algunas de las más importantes publicaciones venezolanas de este siglo, quizá se pudiese entender nuestra intención ya esbozada desde el inicio mismo. La revista Válvula en su número único de enero de 1928 se consideró a sí misma “la espita de la máquina por donde escapará el gas de las explosiones del arte futuro”, es evidente la referencia al movimiento futurista; Mariano Picón Salas, en el primer número de fecha noviembre de 1938, describió a la Revista Nacional de Cultura en tanto azada y pala del positivismo, siendo la tonalidad más conservadora que el caso anterior, “Cuando no podíamos convencer a los vivos, dialogábamos con los muertos”; el poeta Pablo Rojas Guardia refiere la identidad polimórfica de Viernes “de una ‘peña’ (...) cordial pero intrascendente, hicimos un ‘grupo’ (...) interventor de la cultura”, siendo a la vez rosa de los vientos y mesa para compartir el pan y el vino. Por su parte, Rayado sobre el Techo ratificó en su segundo manifiesto “su militancia con una peripecia donde el artista y el hombre se jueguen su destino hasta el fin”, es el escándalo materializado en la exposición de huesos y carne cruda a la intemperie del momento. Nos interesa la objetualización de la revista poética por vía del juego del lenguaje, allende su aspecto físico y técnico: indagar, como decía Baudrillard, en el choque de la racionalidad del objeto con la irracionalidad de las necesidades que éste pretende satisfacer. Es la tensión habida entre dos de las definiciones o posiciones en torno a la función de la Poesía: “Una de las funciones de la Poesía había consistido siempre en hacer lo que Wittgenstein considera aquí imposible: ‘incorporar objetos a las palabras’ más que ‘hablar de ellos’ ” (3).
Al disertar sobre la poesía venezolana de los setenta, Alejandro Oliveros se había referido al espíritu majadero –en la acepción del Bolívar moribundo en Santa Marta- y utopista de los años sesenta citando un ejemplo, el “Llamado de Caracas” (1965), “porque creemos profundamente en la Poesía: porque ésta, como el amor, es y hace la unión de los contrarios y contiene y reúne todos los credos, razas o discrepancias, propugnamos la confraternidad mundial de los poetas por encima de todas las diferencias locales”. La frase es una cita cuasi textual del Quijote: “porque de la caballería andante se puede decir lo mesmo que del amor se dice: que todas las cosas iguala”. Más adelante, Oliveros diagnostica acertadamente el entorno histórico y poético que rodeó la creación de la revista POESÍA, “En períodos de gran optimismo el poeta tiende a descuidar los aspectos formales del poema, está empeñado en decir cosas, en hacer pública su solidaridad con el porvenir. Por el contrario, cuando la utopía se fractura y el futuro aparece nada despejado, el poeta se concentra en la forma. El asunto ya no es tan importante. No es mucho lo que tiene que comunicar. Sólo su desengaño y su melancolía” (4). La arenga salvaje se deshace en la boca como las bellotas del Quijote, esta vez bastante amargas, “porque las bellotas que le dieron le trujeron a la memoria la edad dorada, y antojósele hacer aquel inútil razonamiento a los cabreros”. Escena y escenario que a su vez se nos antojan la fracasada exportación de la revolución cubana por el Che a los campesinos bolivianos en los años sesenta.
De esta lectura pertinente y madura del momento, de carácter sorprendente pues los poetas fundadores eran mayoritariamente unos “muchachos”, POESÍA establecería sus cimientos como una reacción desprovista de la espectacularidad anterior que contraría las tendencias y deformaciones poéticas de los sesenta –salvo notables excepciones de las que destacan Ramón Palomares, Juan Calzadilla, Rafael Cadenas, Alfredo Silva Estrada, Hesnor Rivera y Juan Sánchez Peláez-: las connotaciones épicas y grandilocuentes en lo temático y estilístico, el gregarismo poético de las proclamas y los manifiestos como legitimación y asalto del poder, la indigestión de corte surrealista y sobre todo el decir poco en dilatados y yermos espacios. Así, como lo dice Pérez Só, “Sin darnos cuenta se fue introduciendo la posibilidad del poema corto”: del formalismo “naturalista”, ¿se puede decir minimalista?, como lo define Oliveros, que rescatara la capacidad aprehensiva y vinculante del lenguaje poético a contracorriente de las piruetas crípticas de la perdición experimentalista y de la aridez expresiva de la mal llamada poesía comprometida (una notable excepción es el compromiso humano y la limpidez conversacional de la poesía de Ernesto Cardenal). Esta actitud se puede resumir en el canto de Antonio acompañado por el rabel, no por el apocalíptico tañir de las trompetas:
Porque si has mirado en ello,
más de una vez habrás visto
que me he vestido en los lunes
lo que me honraba el domingo.
Entonces el compromiso se traduce en una actitud responsable, superando en silencio los desvaríos propios de la orgía académica y de la desilusión ideológica. Elude el festivo optimismo del raciocinio puro y la indigencia de lo que llamó el teólogo Dietrich Bonhoeffer “de todo fanatismo ético”. En el primer número de POESÍA, se había publicado un esclarecedor texto de René Daumal, “Poesía Negra y Poesía Blanca”, que nos confirma tal imperativo: “(...) Por eso: ¡Silencio! Máquina. ¡Funciona y calla! ¡Silencio a los juegos de palabras, a los versos memorizados, a los recuerdos acumulados fortuitamente; silencio a la ambición, al deseo de brillar –pues sólo la luz brilla por sí misma-, silencio a la adulación a sí mismo, a la compasión de sí mismo, silencio al gallo que cree que hace que el sol se levante! Y el silencio aleja las tinieblas, el germen comienza a brillar, iluminando, no iluminado! (5). La revista POESÍA constituye un espacio para el largo trabajo poético, apegada a un estricto criterio de excelencia no acorde con el entorno clientelar de la institución universitaria que la había cobijado. A lo largo de sus numerosas páginas, se aprecia su desconfianza por las modas literarias y el desdén por el gregarismo bohemio traducido en nefastos versos garrapateados en las servilletas de las tabernas. Amparar esta publicación poética en el claustro universitario significó un ejercicio de previsión e inteligencia del poeta Alejandro Oliveros: “en esto, fue inteligente, visionario, pues al dejar la revista POESÍA en la Universidad de Carabobo, nos permitía que fuésemos ahondando en una continuidad sin par, de lo que se espera que sea una revista literaria” (6). Por lo tanto, y a Dios gracias, se excluye de los dos extremos más notorios de la actividad intelectual en nuestro país: la genuflexión cobarde ante el bipartidismo (recordemos que en muchos casos la izquierda gobernó nuestras universidades más como concesión del establishment que proposición renovadora) y la amarga y solitaria marginalidad producto del resentimiento político. POESÍA se ha desenvuelto en medio del dispendio presupuestario y la disolución política de la Venezuela saudita de mediados de los setenta y los ochenta que afectó con reciedumbre a las universidades públicas; es de hacer notar que en su tránsito a la excelencia se había adelantado en dos décadas a la mismísima universidad que hoy intenta adecuarse a las necesidades de nuestro tiempo haciendo énfasis en la responsabilidad.
Al respecto, el profesor y poeta Douglas Bohórquez Rincón –en un bien ponderado ensayo sobre la revista- manifiesta que ante “El tono de desencanto y de frustración que parece ser el clima de esta década del setenta, POESÍA responde con un optimismo moderado, fundado en la rigurosidad, en el criterio de excelencia creadora, en la constancia y la pasión por la poesía” (7). Más allá del optimismo y la moderación, agregaríamos la asunción de una actitud escéptica y prudente no sólo respecto a los malentendidos y las lecturas desafortunadas que inspiró la evidente crisis del vanguardismo literario y político, sino al curso inmediato de los acontecimientos que sumirían al país en la embriaguez desarrollista del boom petrolero a partir del año 1973. Más adelante, Bohórquez complementa esta percepción con atinada concisión: “(...) Hay en POESÍA un cierto deseo más o menos bien delineado de separarse, de tomar distancia frente a los modelos de la vanguardia literaria europea, francesa particularmente (dadaísmo y surrealismo en especial), tan caros a grupos y revistas de la década del sesenta como Sardio y Rayado sobre el Techo y un intento a la vez de recuperar o retomar ya en una perspectiva crítica a autores, movimientos y formas de la poesía europea, asiática, norteamericana y latinoamericana poco conocidas o un poco olvidadas o marginales” (8). Tal conducta se puede definir como la desacralización del recurrente mito de la Edad de Oro, de las Saturnales celebradas por Virgilio a lo que denominó Octavio Paz “la primera irrupción deliberada de la poesía en el arte cinematográfico” cuando se refirió al film L’ Age d’ or de Luis Buñuel, consagración del espíritu subversivo del Amor Loco. Si bien POESÍA no optó por la utopía marxiana (más bien el dogma por vía de la ortodoxia) ni por la rebelión surrealista, mucho menos se dejaría seducir por el apetitoso banquete al que llamaba el insurgente Capitalismo de Estado como todo buen Paterfamilias. Su trajinar no merecería entonces ni estruendosos aplausos ni adhesiones entusiastas de buena parte de sus contemporáneos, más ocupados en erigir la también mítica República del Este con sus fáciles subsidios y agregadurías culturales asignadas a dedo por la Cancillería.
NOTAS.
(1) Foro Dominical con Reynaldo Pérez Só, por Alfredo Fermín, Diario El Carabobeño, domingo 20 de julio de 1997, Valencia, página A-7.
(2) Rafael Osuna: Sociología de la pequeña revista literaria, en la revista Predios, número 5, abril de 1994, página 7.
(3) Michel Hamburguer: La Verdad de la Poesía, Fondo de Cultura Económica, 1991, México, páginas 241 y 242.
(4) Alejandro Oliveros: Un Ejercicio de Ruptura: Poesía Venezolana de los 70, Diario El Carabobeño, domingo 18 de mayo de 1998, Valencia, página A-12.
(5) René Daumal: Antología Mínima, traducción a cargo de Teresa Sosnowski, Suzanne Gay y Carlos Pacheco, en Poesía, número 100, enero de 1994, página 25.
(6) Foro Dominical con Reynaldo Pérez Só, por Alfredo Fermín, opus cit, página A-7.
(7) Douglas Bohórquez: Poesía: Más allá de las irreverencias (Tradición y Renovación), en Poesía, números 116/117, diciembre de 1997, página 77. Este trabajo ya se había publicado en Cahier du Criccal.
(8) Douglas Bohórquez: opus cit, página 79.