El segundo bloque o grupo de voces, siguiendo a Izacyl Guimarâes Ferreira –en el caso de Antonio Cándido, el tercero-, a considerar en una panorámica de la poesía actual de Brasil, lo constituye la denominada Generación del 45. Sus representantes más notables, como se ha señalado reiteradas veces, son los poetas Joâo Cabral de Melo Neto (Recife, 1920-Rio de Janeiro, 1999) y Lêdo Ivo (Maceió, Alagoas, 1924). Algunos críticos distraídos han etiquetado a esta generación en tanto continuidad del postmodernismo; si reparamos los rasgos esenciales de su discurso poético, no es difícil reconocer su desencuentro con las propuestas modernistas más audaces y radicales. Por ejemplo, no convalidan la ruptura estridente con el pasado; no conciben el ataque iconoclasta contra figuras tales como Euclides Da Cunha o Joaquim Machado de Assis en la prosa, o el dar la espalda al género poético del soneto. Asumió, en consecuencia, una actitud combativa contra los maestros de 1922 y 1930: “Con su culto a lo paisajístico y a lo folclórico, y su formalismo superficial y perentorio susceptible a petrificarse en las estilizaciones, los modernistas brasileños no esconden su penuria ontológica” (Lêdo Ivo, 2004b: p. 707). Lo cual le granjearía a este conglomerado acusaciones y epítetos despectivos: anacrónicos, pasatistas, formalistas y elitescos. Insurgirían como los verdugos de la generación que le antecedió, de la misma forma que los modernistas se comportaron respecto al parnasianismo y el simbolismo. Se trata entonces del traspaso de las cuentas por pagar sin dar concesión a la moderación, mucho menos a la diplomacia; es el ejercicio implacable de la crítica, sin ningún tipo de miramientos, paradójicamente causante de la evolución y el vigor de la poesía brasileña actual. Se vislumbra la impronta de Caín, subyace esa persistencia obsesiva en la insomne revisión crítica de sus mismos pasos.
Se nos antoja oportuno este juicio crítico del poeta Felipe Fortuna (en Melo Neto, 2002):
“Al criticar las facilidades que la revolución modernista produjo, los poetas de la Generación del 45 no querían sólo restaurar la forma, sino también el asunto de la poesía, haciéndolo clásico, más elevado y culto, vinculándolo a un vocabulario de tendencias espiritualistas y filosóficas. De allí que muchos críticos hayan preferido términos como neoclasicismo, neoparnasianismo y antimodernismo, para definir un movimiento retrógrado de reacción” (p. XII).
Se puede inferir incluso una lectura política de tal rivalidad, pues el movimiento modernista fue aupado y financiado por la burguesía paulista emergente; Lêdo Ivo (2004b) habla indistintamente de los “parques industriales o artísticos y literarios”. Sus miembros gozaron el raro privilegio de visitar Europa, mientras que la gran mayoría de sus compatriotas desfallecía de hambre, paludismo y analfabetismo. Por otra parte, la literatura del nordeste de Brasil, con los novelistas José Lins do Rego y Jorge Amado al frente, amén de la poesía de Ivo y Melo Neto, proviene de un ámbito rural muy precario bajo el yugo de los Coroneles o Señores de la Tierra: “era una forma de sujeción económica que mucho recuerda de hecho, la situación de los siervos de la gleba en el Medioevo” (Cavalcanti y Vilaça, 1999: p. XV).
Cruzados en pos de la vindicación de la forma, en el rigor y vigor sentenciados por Lêdo Ivo, renegaron la comodidad del verso libre y el humorismo juguetón excesivo de la camada anterior. Sin embargo, no dejaron atrás el discurso metapoético, la preocupación por generar un pensamiento propio en torno al oficio, el sentido y el rumbo de la poesía. La lección de poesía de Joâo Cabral de Melo Neto es un ejemplo admirable: marcada por la intemporalidad, el relativo deslastre del exotismo brasileño que favorece su objetividad y realismo, sin desvincularse del entorno. He aquí las últimas estrofas:
3. La lucha blanca sobre el papel
que el poeta evita,
lucha blanca donde corre la sangre
de sus venas de agua salada.
La física del miedo percibida
entre los gestos diarios;
miedo de las cosas jamás posadas
pero inmóviles – naturalezas vivas.
Y las veinte palabras recogidas
en las aguas saladas del poeta
y de que se servirá el poeta
en su máquina útil.
Veinte palabras siempre las mismas
de las que conoce el funcionamiento,
la evaporación, la densidad
menor que la del aire.
(De Nóbrega, 2008b).
El despojamiento del texto poético nos conduce a una antítesis de la verborrea, las metáforas gratuitas y un intimismo metafísico que decae en un monólogo egoísta. En éste y otros textos como Psicología de la composición, Melo Neto manifiesta una preocupación sentida por la teoría y ulterior factura del poema, heredada directamente de Carlos Drummond dee Andrade. Es más, en la correspondencia entre ambos el discípulo reniega de la atmósfera surrealista de su primer libro Piedra de Sueño (1942), a favor de un ejercicio más despojado, contenido, racional y responsable de la palabra: “lo que me gustaría es hablar en un lenguaje más comprensible de ese mundo del que los periódicos nos dan noticias todos los días, y cuya bulla llega hasta nuestra puerta” (Melo Neto, 2002: p. XV). En el libro O engenheiro (1945) se confirma el discurso metapoético, esta vez asumido con mayor seguridad y conciencia. Felipe Fortuna define el ars poética de Melo Neto con suma precisión, esto es en tanto sueño dirigido: “A partir de entonces, Joâo Cabral de Melo Neto considerará el poema como un objeto de naturaleza racional, como construcción lúcida, muchas veces organizada y serial, contra los terrores de la producción impensada” (Melo Neto, 2002: p. XX). En otras palabras, constituye un ejercicio de ingeniería poética:
La luz, el sol, el aire libre,
envuelven el sueño del ingeniero.
El ingeniero sueña cosas claras:
superficies, tenis, un vaso de agua.
El lápiz, la escuadra, el papel;
el dibujo, el proyecto, el número:
el ingeniero piensa el mundo exacto,
el mundo que ningún velo cubre.
(El ingeniero, fragmento, en Melo Neto, 2002: p. 13, traducción de Ángel Crespo).
Sin embargo, el tema social y local no se deja de lado; varía el enfoque pues, más allá del nacionalismo exótico y fundacional de Pau-Brasil, hay una tendencia inequívoca a la tierra de origen y a la consideración del prójimo, el campesinado del Nordeste de Brasil. Tenemos dos poemarios importantes: O câo sem plumas (1950) y Morte e vida severina (1955). El estado de Pernambuco es protagonista de los poemas sin apelar a un lirismo desenfadado ni a una evocación nostálgica y efectista. Es un ejercicio de historia local que exhibe a una sociedad anacrónica producto del ciclo económico y la cultura del azúcar: El Coronel o señor del ingenio controlándolo todo, desde la explotación del producto hasta el mercado electoral; los retirantes o desplazados por la terrible sequía y la esterilidad de la tierra del Sertón, el hambre y la desesperanza; el éxodo campesino encarnado en Severino, personaje colectivo víctima de un modo de producción medieval que persistió desde la colonia hasta 1945. Extraemos de la estructura dramática de Morte e vida severina –auto de Navidad pernambucano, considerado por la crítica el texto social por excelencia de la poesía brasileña- el siguiente parlamento:
-Como aquí la muerte es tanta,
sólo es posible trabajar
en esas profesiones que hacen
de la muerte oficio o bazar.
Imagine que otra gente
de profesión similar,
farmaceúticos, sepultureros,
doctor de anillo en el anular,
remando contra la corriente
de la gente que baja al mar,
retirantes al contrario,
suben del mar para acá.
Sólo los rozados de la muerte
compensan aquí el cultivar,
y cultivarlos es fácil:
simple cuestión de plantar;
no se necesita limpiar,
abonar ni regar;
los estiajes y las plagas
nos hacen prosperar más;
y dan lucro inmediato;
ni es preciso esperar
por la cosecha: se recibe
en la misma hora de sembrar.
(Melo Neto, 1982: páginas 84-85, la traducción es nuestra).
La obra de Joâo Cabral de Melo Neto, en síntesis, es una de las piedras fundamentales que sostiene el templo de la poesía contemporánea brasileña. Cerremos esta consideración, de momento, con unas palabras del poeta brasileño Felipe Fortuna: “Revolucionada o no, la obra poética de Joâo Cabral de Melo Neto representa la etapa más importante para unir la libertad de expresión alcanzada por el Modernismo, y las experiencias formales que se iniciaron a partir de los años cincuenta” (Melo Neto, 2002: p. XLVIII). No está de más leer con devoción su obra y reseñarla en la comunidad de lectores de la América de habla española.