Tuesday, December 25, 2012

LEDO IVO (1924-2012): CONFESIONES DE UN POETA

En un humilde homenaje al poeta Ledo Ivo (Maceió, Brasil, 1924-Sevilla, 23 de diciembre de 2012), les ofrecemos nuestra traducción de este texto maravilloso tomado de su autobiografía "Confesiones de un Poeta".




Confesiones de un poeta

Ledo Ivo



I



El viento vagabundo



No estimo a los analistas, ni a los psicoanalistas ni a todos aquellos que, movidos por intenciones terapéuticas, se abalanzan sob...re los males de las almas, despojando a las criaturas de lo que ellas poseen en lo más secreto y substancial de su ser, que son sus neurosis y obsesiones, sueños y obstinaciones, reduciéndolos a piscinas vacías. Pero, aquella noche en Portland, Oregon, la conversación, en la acogedora casa extranjera, ennoblecida de observaciones y confidencias respecto a la variada naturaleza humana. Un viento proveniente de Alaska me olfateaba como un perro glacial. Entonces, conté a un especialista atento el sueño que me sigue, o persigue, desde la infancia.

Conté mi sueño con la salvedad de ignorar si naciera de la realidad o pasara de la ensoñación a la vida abierta. En ese sueño, que se repite bajo incontables variaciones, como un motivo conductor de una composición musical, soy un niño o un hombre en procura de algo que jamás será encontrado, una vez que despierto siempre en los alrededores del descubrimiento. Un episodio de la infancia, por cierto real, lo nutre: aquella noche en que, en una feria, me le extravié a mi padre y, en medio del llanto, viví minutos de aflicción, por cuanto a mi vuelta los carruseles corrían y las luces de la rueda gigante fulguraban entre lágrimas. El instante dramático se multiplica en la memoria adúltera que la guarda y reinventa. Pequeño, más de una vez me encuentro perdido en la fiesta ruidosa, entre rostros permutables que me miran fijamente o pasan sin prestarme atención. Estoy en un chorro, sobrevolando Nueva York, pero Nueva York no existe. Vago entre calles barrocas; contemplo palacios de vidrio que protegen los gestos infantiles de burócratas diáfanos; me acerco a dos navíos podridos en las lagunas natales, bajo la imprecación de gaviotas perturbadas por mi curiosidad; subo escaleras en espiral que me conducen a la torre truncada del farol que iluminó mi infancia. Pero cuando creo estar cerca de distinguir lo que busco —un lugar, una mujer, una concha, la metáfora que consagra la abolición de la muerte— mi mano levantada es la de alguien que despierta, en el gesto desconsolado de apartar una oscuridad prematura.

El Doctor en almas humanas acogió mi sueño y me sorprendió con su diagnóstico. Al contrario de eventuales pasantes, siempre inclinados a interpretarlo como un parto reiterado de la incertidumbre y la inseguridad, vio en él el obsesivo síntoma íntimo de una búsqueda.

Mi sueño significaba la lucha de un hombre en procura de su personalidad. A su entender, yo no era una criatura perdida o insegura, o extraviada del Padre Celestial (hipótesis de un amigo católico), y sí el ser que se busca a sí mismo. La sentencia exacta o falaz, esclarecía uno de los problemas que más me perturbaran, desde la adolescencia hasta la madurez: el de mis límites.

Al llegar a Recife, para las primeras aventuras literarias, lo que más me impresionó fue la limpidez de las señales estéticas de un principiante que habría de ser uno de los más grandes poetas de nuestra lengua. Joao Cabral de Melo Neto comenzaba y terminaba nítidamente. Todo, en él, ostentaba la exactitud de un cuchillo. Con certeza en el cuchillo sólo la lámina de su lucidez contundente tenía el brillo de una locura mallarmeliana, que lo obligó, cierta fecha, a un aislamiento en el que contemplaba “jardines enfurecidos”. (Es sorprendente, también, que sus incontables críticos y exégetas no se hayan detenido, todavía, delante de esa arista visionaria de poeta que celebró “la servidumbre de las ideas fijas”, prefiriendo navegar sólo una de sus dos aguas). Mas regresemos un momento de aquel primer encuentro de dos jóvenes poetas que, precisamente porque eran diferentes y antagónicos, con sus estéticas que se repelían y se desencontraban, podían caminar juntos. En cuanto Joao Cabral mantenía sus alucinaciones bajo el control de un albo sol de aspirina, automedicándose al punto, y conocía la extensión de sus tesoros, produciendo poemas como el molino produce agua, yo era todo incertidumbre y torbellino, abundancia y desperdicio, secuestrado por una turbulencia de mí mismo desprovista de flechas y contornos.

Yo temía que mis dones eventuales me extraviasen. A mi rueda, no eran pocos los que me etiquetaban de esparcido y veían con mal ojo mi futuro poético. Era necesario contestar el canto matinal, vigilar al importuno visitante nativo, represando las aguas tumultuosas de la vocación y convirtiendo el torrente en el andén —o lo mismo, ¿quién sabe?— de una estación central.

Hoy, acostumbro preguntarme si lo conseguí, ya que los críticos más juiciosos, semejantes a los exploradores que se conforman con la punta del iceberg, aman aludir en mí el virtuosismo y la pericia formal. Y me pregunto si esa proeza —tal vez guiada menos por la voluntad sedienta de la afirmación de que por el instinto creador que, a lo largo de la vida, va mutando de lo abstracto a lo concreto— no tendrá erradicada algunos segmentos valiosos o, estancando fuentes vivas, impuso silencio a una alta verdad que sólo podría ser dicha a través del abuso o del exceso. Pienso, a veces, que en la flor invisible seguro faltan algunos pétalos, que yo no supe proteger de la intemperie. Tengo pesares de lo que no fui, de lo que dejé de ser.

Mi ambición, en la mañana de los primeros versos tuertos y de la prosa balbuceante, era crear un recipiente formal que me contuviese por entero, en una melodía durable. Yo era el llamado a establecer el espacio de mi entereza sin el sacrificio de las máscaras deseosas de exhibirse, de todos los yoes que se suceden con sus imprecisiones prestigiosas y metafísicas engendradas por la brisa, de todas las letras del amor y de la alegría.

¿Habré cumplido mi promesa? Es lo que pregunto a las estatuas de la noche, al viento vagabundo y las colinas, a los emblemas del día, a la vaga transgresora que desafía el desorden bellísimo del mar.

En vez de calmarme, con sus preguntas, me tupió de interrogantes. Así, no pertenezco al linaje de los que tienen respuesta para sus semejantes. Antes bien, soy de la familia espiritual de los que sólo tienen preguntas y, con su constelación de incertidumbres íntimas, sólo saben indagar y sembrar dudas.

En la fiesta bullente de las letras y la vida, soy de nuevo el niño perdido y reencontrado que se busca a sí mismo entre rostros indiferentes, cierto que sólo esa búsqueda tendrá el poder de transformarlo en lenguaje.

Thursday, December 13, 2012

UN HOMENAJE SENTIDO A VICENTE GERBASI. José Carlos De Nóbrega

Los jornaleros en cambote posando por y para Gerbasi


Salmos Compulsivos

UN HOMENAJE SENTIDO A VICENTE GERBASI

José Carlos De Nóbrega

Del 14 al 16 de noviembre de 2012, se desarrolló en Valencia, la de Venezuela, las IV Jornadas de Creación Literaria en homenaje al poeta Vicente Gerbasi. Agradecemos a sus organizadores –entre ellos Tannia García, Andrés Palencia, Daniel Oliveros, Leonardo Useche y Fabiana Viloria, amigos y alumnos nuestros en la Universidad de Carabobo- la invitación y la deferencia para con este cronista compulsivo. Celebramos a estos muchachos el diálogo abierto y entusiasta en torno a voces poéticas fundamentales del país como Teófilo Tortolero, Reynaldo Pérez Só, Hanni Ossott, Enriqueta Arvelo Larriva y, por supuesto, Vicente Gerbasi. La precariedad de recursos económicos no restó humanidad, alegría ni pasión poética a este carísimo encuentro con el poeta oriundo de Canoabo (nos preguntamos aún cuándo la Universidad de Carabobo se encargará de la edición de la obra completa de Gerbasi, más allá de bautizar con su nombre una Sala de la Feria del Libro local). Lamentablemente, disculpen nuestra obsesiva insistencia, el medio universitario regional y nacional se encuentra infiltrado por funcionarios indolentes y poetas de medio pelo que reverencian al Poder por un plato de sobras presupuestarias. Recordemos que este año a la revista Zona Tórrida le fue inducido un estado de coma para excluir al equipo de redacción del momento, ello en un ejercicio de mezquindad e intolerancia sin par, lo cual nos lleva a diagnosticar la muerte cerebral y coronaria del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la Universidad de Carabobo.

Retomando una senda más generosa y amorosa respecto al Decir Poético, participamos el jueves 15 en la ponencia a tres voces (las de Rocío Jiménez, Luis Alberto Angulo y la mía) titulada Los Espacios Cálidos: El paisaje en la poesía carabobeña, y en el conversatorio Los Colores Ocultos: una aproximación a la vida y obra de Vicente Gerbasi (en este caso, compartimos la conversa con Francisco Moreno y la profesora María Consuelo Bianchi). El evento, en su totalidad e implicaciones, nos permitió convocar a Gerbasi no sólo como actor literario continental sino también como simpático ser humano. Su gran poema Mi Padre, el Inmigrante (1945), es un eslabón imprescindible en la configuración del discurso poético fundacional en Venezuela. Acompaña a las Silvas americanas de Bello, a Vuelta a la Patria de Pérez Bonalde, a la Silva Criolla de Lazo Martí, al contrapunteo épico de Florentino y el Diablo de Alberto Arvelo Torrealba y a los altos picos poéticos de Ramón Palomares, Enriqueta Arvelo Larriva y Ana Enriqueta Terán. Siguiendo al poeta Luis Alberto Angulo, las voces poéticas se encuentran en la celebración y la contristación mutuas, no en el egotismo ni en el doble discurso. Al mismo tiempo, el texto en cuestión forma parte del Homenaje al Padre en la poesía venezolana: no es difícil evocar poemas conmovedores de Palomares, Tortolero, Pérez Só, Pepe Barroeta, Angulo y Caupolicán Ovalles enmarcados en tal línea temática. Por supuesto, el establecimiento de un diálogo paisajístico que vincula a Canoabo y a Vibonatti, revela la particular interiorización del paisaje en la obra de Vicente Gerbasi, plena de efectos de luz y color que nos retrotrae las intensas e interesantes propuestas plásticas de Armando Reverón y Manuel Cabré. La aldea –venezolana e italiana- como motivo poético nos conduce a un jardín delicioso, sucedáneo si se quiere del Paraíso bíblico o la Arcadia grecolatina, que a su vez vindica el discurso híbrido de nuestro mestizaje con sus virtudes y equívocos históricos.

No podemos obviar que la “atemporalidad” de la poesía no descansa en la evasión del tiempo histórico que le toca vivir al poeta; por el contrario, prevalece el ojo crítico y estético que reconviene el despropósito del siglo preñado de injusticia y explotación. Gerbasi lo argumenta en el caso del poemario Tirano de Sombra y Fuego (1955): “Primero, porque el Tirano Aguirre es una vivencia: él pasa todas las noches cerca de Canoabo, por las Sabanas de Aguirre, sale en fuegos fatuos, en caballos con sus jinetes por medio de la calle, los relámpagos caen y lo destruyen (…) No es un libro histórico, es un libro mítico. Ahora bien, cuando empecé a escribirlo lo primero que pensé fue en Pérez Jiménez. También nombro a Gómez en el poema”. Es evidente que el diálogo intrahistórico va ligado a la esencia del Decir Poético: la transparencia de la voz no sólo apuesta por la apropiación del objeto poético en su belleza contradictoria y paradójica, sino también en el grito rebelde y libertario. La aniquilación del Discurso del Poder involucra la vinculación de la Poesía con una vida digna e iluminada que va de adentro hacia afuera.

Don Francisco Moreno nos contó que por efecto de un “adverso” milagro, el guayabito cómplice del Vicente niño había retoñado para que ardiera la nostalgia de parientes, amigos y lectores años después. Este franco y sentido diálogo sobre Gerbasi que convocó a jóvenes y viejos por igual, se anotó otro tanto a favor, pues la relectura de los nuestros no agota su obra –en el cansancio de los malos lectores y peores críticos- sino más bien la vivifica con mayor intensidad en la memoria y en un presente esperanzador. Ya nos lo canta/refiere el camarada y el poeta: “Te amo, infancia, te amo / porque eras pobre como un juguete campesino, / porque traías los Reyes Magos por la ventana”. Sólo nos resta invitarlos a la celebración de los Reyes Magos en Canoabo el domingo 6 de enero de 2013, apertrechados con la munición de boca que es la poesía de Vicente Gerbasi.

Monday, December 10, 2012

FRENTE CULTURAL 16-D. Un documento para la lectura comprensiva y reflexiva de la problemática cultural del estado Carabobo



FRENTE CULTURAL 16-D



Con un gobierno Chavista, en Carabobo debe iniciarse un proceso político de cambios que ponga fin al desprecio de lo popular, a la exclusión, que abra nuevas expectativas en demanda de un salto cualitativo que llene de pueblo todos los espacios como fórmula para, pacíficamente, separar a la élite burguesa carabobeña de la representación del Estado. El protagonista de este momento es el pueblo de Carabobo que dará el impulso necesario para permanecer en el poder, ello enmarcado en la categoría necesaria denominada democracia participativa.



Los sectores populares, en alianza consentida con la clase media, tienen una condición humana, social y cultural que ha sido relegada y ofendida desde el gobierno regional por la dinastía Salas Rohmer, por lo que la gestión cultural en Carabobo no seguirá siendo la falsa vitrina de las élites oligarcas de la región, puesto que serán sustituidas por propuestas programáticas eficientes y de calidad emanadas del colectivo.



Es necesario consolidar día a día el proceso de liberación nacional hacia el socialismo. Desanudar las ataduras que fijaban a Venezuela de los intereses del gran capital del Imperio Yanqui no es cualquier cosa, como tampoco lo es asumir la dirección del proceso educativo, de nuestro ejército y la defensa nacional, los servicios públicos fundamentales, la administración directa del petróleo y otras riquezas, la salud. Un triunfo electoral en Carabobo es para garantizar el cumplimiento del segundo plan socialista de la nación contemplado en sus cinco grandes objetivos históricos que son los objetivos de la vida de quienes suscribimos estas cuartillas.



Desde el tiempo de la cuarta república la Escuela de Teatro Ramón Zapata, la Escuela de Arte Arturo Michelena, la Escuela de Música Sebastian Echeverría Lozano, la Escuela de Folklore Benito Galarraga, los Liceos Pedro Gual, Núñez, Sanabria y otros, están en completo abandono, son una ruina cultural; el Teatro Municipal de Valencia y Puerto Cabello son expresiones de ineptitud, se impone fortalecer y darle programación a estos centros. Debemos crear al menos cuatro grandes Escuelas de Artes y Oficios para estimular y apoyar el pensamiento crítico y creador de la juventud venezolana: una para servir a la Gran Valencia; la segunda para los municipios Puerto Cabello y Mora; la tercera para el eje de Guacara, San Joaquín y Mariara y, la última, para servir a los municipios Bejuma, Montalbán y Miranda. Desde aquí no sólo las bellas artes y la literatura se fortalecerán y expandirán, sino también el aprendizaje de tareas agropecuarias para incorporar a la juventud a su medio ambiente.



El nuevo gobierno regional debe unificar y fortalecer la actividad cultural, debe poner fin al derroche de los dineros públicos en las relaciones públicas de la élite cultural burguesa y a la hipocresía de sus actores culturales. Debe contribuir a unificar la acción cultural de los institutos de educación superior públicos y privados y de los diferentes municipios donde se conquiste el respeto y se den oportunidades a todas las expresiones culturales sin excepción, teatro, cine, poesía, danza, pintura, música, canto, pues todas estas expresiones son el corazón excluido y ofendido por las élites culturales burguesas que tanto elogian al gobierno de los Salas. A tal respecto, es menester la contraloría sociocultural asumida por los colectivos culturales de la región, contrapeso y antípoda de la burocracia ineficiente.



Que sirva este documento para la comprensión de la realidad política y cultural de Carabobo. Que sirva también para delinear las políticas de asistencia social a los intelectuales que viven en Carabobo por cuanto si bien es cierto que el hecho cultural es un hecho espiritual, también es material y debe garantizar a los artistas el pan y sus instrumentos de trabajo.



Carabobo es un Estado abatido culturalmente por lo que se debe dar un gobierno popular para las masas, libre de corrupción, de amiguismos, un gobierno regional enmarcado en los cinco grandes objetivos históricos. Valencia, como los demás municipios, debe recuperar su casco histórico para que de nuevo sea un centro cívico grato, de convivencia que incida sobre la calidad de vida de sus habitantes.



Debemos prolongar el triunfo electoral del 7-O, con el venidero 16-D, debe producirse un encadenamiento perfecto de triunfos con nuevos paradigmas, con una nueva interpretación de la realidad cultural carabobeña que fortalezca el modelo de inclusión y mayor eficiencia.



En la Escuela Argimiro Gabaldón, 27 de octubre de 2012.







 RED DE ESCRITORES SOCIALISTAS

 GRUPO ENRIQUETA ARVELO LA RIVA

 ESCUELA DE FORMACION ARGIMIRO GABALDON

 TALLER DE POESIA ANA ENRIQUETA TERÁN

 FUNDACIÓN SALVADOR ALLENDE

 RED BOLIVARIANA DE ARTISTAS PLÁSTICOS

 FRENTE NACIONAL DE CREADORES Y CREADORAS SOCIALISTAS

Sunday, December 02, 2012

NOSTALGIAS DE LA CALLE LARGA: UNA PROPUESTA TRANSGENÉRICA Y POÉTICA DE LA NOVELA. José Carlos De Nóbrega

                             General Román Delgado Chalbaud

NOSTALGIAS DE LA CALLE LARGA: UNA PROPUESTA TRANSGENÉRICA Y POÉTICA DE LA NOVELA.
José Carlos De Nóbrega.

-¡Remad, remad fuerte y apresurémonos! ¡El muy brujo del mar le está sonriendo a un chubasco! Siento la marejada en el movimiento del timón y la tempestad en mis heridas. Honorato de Balzac: Jesucristo en Flandes.

Raimundo se formula de dónde emana la tristeza y entiende y adquiere su carcajada. Pablo de Rokha: El descubrimiento de la alegría.

No nos queda duda alguna: Nelson Guzmán edifica su primera incursión novelística, “Nostalgias de la Calle Larga” (Fundarte, 2012), desde su obra poética misma –de la cual destacan los poemarios “Contertulios” (2003), “Ráfagas de Olvido” (2004) y “Muecas de Tiempo” (2007)-. No sólo anticipa la temática de esta novela, sino el tratamiento poético del lenguaje. Se puede conversar, entonces, sobre un abordaje del tema histórico –en especial el episodio del Falke y el Porteñazo- a partir de la calidad contingente y enriquecedora del discurso poético. Hay un trizado frenético y deliberado de las formas convencionales del quehacer historiográfico. El mural o mosaico narrativo no se apoya en el realismo historicista, ni en el maniqueísmo propagandístico del manifiesto político-social, vicios propios de los discursos desangelados y didácticos de una literatura que no dice nada ni transgrede la esencia impía del Poder. La desilusión ideológica no es un envilecedor pretexto para el triunfo del conformismo y el reacomodo político, estético y social; revisemos a tal respecto la patética panfletaria más reciente de Emeterio Gómez, Teodoro Petkoff o Milagros Socorro. Por el contrario, el fracaso de las Gestas del Falke, el Porteñazo o el Carupanazo prefigura rebeliones por venir; esto es el advenimiento accidentado pero sostenido del Poder Popular. No obstante el naufragio en un mar de melancolías, toda visión y praxis libertarias apuntan a la deconstrucción del Castillo burgués, por supuesto, para forjar un estadio superior de la conciencia social. El lirismo de esta Samba Triste –o Joropo Triste, si copiamos a Billo-, nos conduce a la asunción de una postura crítica y política no exenta de contradicciones y digresiones: La historia debía dispensar a todo hombre de estos extravíos, al final no quedaba otra, había que escribir la historia de alguna manera y esa era la mía, la tuya, la de todos. Esta propuesta, también metatextual, no es presuntuosa, mucho menos objeto falso. Estriba en el compulsivo frenesí del texto amoroso: Juana Gallo una de las putas más viejas de la ciudad contó en su exilio que si aquellos generales hubiesen logrado triunfar hubiese buscado con uno de ellos una alianza sexual definitiva. Senil, metida entre las brumas de la demencia y de la vejez evocaba las glorias del Falke (sic, se nos refiere casi sin respirar). Pablo de Rokha, extravagante y anárquico, confiesa que la tristeza del sexo mordisquea la palabra extraviada en la memoria.

“Nostalgias de la Calle Larga” no obvia los antecedentes de la novela venezolana y latinoamericana de la contemporaneidad. Despojada de muecas culteranas, parricidas o exhibicionistas, nos invita a la revisita de sus grandes frescos (Carlos Fuentes, García Márquez, Scorza) y milagrosas instalaciones centradas en el poema objeto (Salvador Garmendia, Arlt o la poesía inmanente en la obra narrativa de Orlando Araujo y, en especial, la de Armas Alfonzo). El mosaico o collage novelístico reivindica la polifonía y el discurso dialógico enclavado en el monólogo interior, pues las voces de las figuras históricas (Román Delgado Chalbaud, Pedro Elías Aristiguieta, Arévalo Cedeño y la severísima presencia de Juan Vicente Gómez) conviven comunitaria y paritariamente con el bullir lírico y conmovedor de esos personajes “menores” –ficticios o no- que todavía nos encantan y contentan (Manuel Martín, Liduvina, Cándida o Palmiro). La técnica narrativa no obedece al culto propio de la personalidad autoral, ni al fetichismo que se esconde detrás de los artificios del estilo. El fluir contingente y dialéctico de la conciencia, amén de la resbaladiza consistencia de las ensoñaciones, se integran en este encabalgamiento febril de voces que se regodean, contristan e incluso fornican en este homenaje agridulce a la Nostalgia. El inicio mismo de la novela, por fortuna, nos lo confirma sin apelar al irrespetuoso y onanístico ejercicio de la simulación: La mansedumbre de tu pelo seguía rasguñando el pasado. Nadie supo que tu mirada surcaba dos épocas. El porvenir se había mezclado en tu anciano proyecto de vida. El tiempo, expresado en forma de recio viento de piedemonte seguía camuflando tus dolores. Se trata de la voz agónica de Carmen, cuyo tenesmo amoroso y lúbrico por Manuel Martín se mimetiza en la asepsia del alcohol, el formol y las naves blancas y ponzoñosas del hospital. Por otra parte, Manuel se fue consumiendo en el denso despecho de la derrota: cuerpo y alma ajados por la mala y sórdida prisión. Sin embargo, la lectura excede el limitado mas necesario formato textual; esto es el tránsito dinámico que va del oficio de difuntos al jolgorio alcohólico y achocolatado del Día de los Muertos en México. La embriaguez y el hartazgo gástrico confunden las voces de los vivos y los muertos, de allí los pasos torpes y dubitativos de esta danza salvaje: La niebla de su tiempo continuaba convocándolo a batallas inmarcesibles, pero el asunto estaba en que yo residía aquí y contemplaría otras suertes y vicisitudes que deberían volver. ¿No nos recuerda este pasaje la precariedad del discurso historiográfico –si se desvincula de la vida misma- implícita en “Aura” de Carlos Fuentes? Los espantos y los espíritus chocarreros nos acechan aún, pues persisten sus fuentes infecciosas: la injusticia y la impunidad. Por lo que la decepción ideológica, la desesperanza y la irreverencia picaresca son los síntomas de la bipolaridad que aqueja a los venezolanos. La Calle Larga no es sólo la locación simbólica donde los cumaneses pasean su desobediencia y la amargura de la utopía postergada: Constituye un punto de encuentro para la majadera vocación por la libertad que nos reconcilia con Cruz Salmerón Acosta, Andrés Eloy Blanco y José Antonio Ramos Sucre.

La pasión oceánica de Nelson Guzmán, hecha verso y prosa, en lo multidimensional de la escritura transgenérica, o por qué no del oficio poligráfico, descansa también en la interiorización del paisaje sucrense. Se copia en el alma el alma del paisaje, tal como lo propone Salmerón Acosta en el soneto “Cielo y Mar”: Y pienso con obscuro pesimismo, / que mi ilusión está sobre un abismo / y cerca de otro abismo mi esperanza. La refundación poética de Cumaná oscila entre el cataclismo histórico y los sismos físicos que no han logrado doblegarla. Claro está, la tensión preside la relación amorosa y problemática del entorno marítimo y sus habitantes: La Calle Larga olía a cadáveres, a frambuesas y a dátiles (…) La derrota de la Calle Larga era el síndrome del retroceso, bajo la intolerancia todo era posible (…) La Calle Larga cuando el terremoto del 29 se llenó de peces, el mar perdió sus estribos y vino a comerse a la ciudad. Por supuesto, la reescritura del paisaje se intensifica en una diáspora física y existencial, patente en el desvarío de las voces endemoniadas en espacios como el Petare expresionista de Bárbaro Rivas, o la ciudad de París desquiciada por la prosa ebria de Bryce Echenique o correspondida por la condición felina de Cortázar. Encontramos una conexión con Conrad, Homero y la poesía de Ledo Ivo –sobre todo los grandes poemas que recrean su Maceió natal- y la del venezolano Freddy Hernández Álvarez impregnada de la salitrosa luz lúcida de Reverón. Incluso, Rufino Blanco Fombona se suma al desconsuelo que le provocó el martirologio del Falke: Se insurge uno a la idea de que todo haya desaparecido en un instante. Mientras se confirma la noticia de esta desgracia, permítase a la amistad adolorida una duda esperanzada: ¡quién sabe!

Otra de las aristas que se desprenden de su corpus narrativo, consiste en su inquebrantable vocación popular. Observamos que el boxeo, el habla y la música rocolera latinoamericana se insertan en el vínculo de lo culto y lo popular, de manera que el lírico discurso narrativo se fortalece en la diversidad del léxico. El decir apuesta a lo que Pablo Antonio Cuadra denominó Épica Desmitologizada: La conversa exteriorista, sin fuegos fatuos ni arrebatamiento barroco, propende a exaltar los íconos del fervor popular. La escuela boxística cumanesa de Hely Montes que crió a Alfredo Marcano, a Pedro y Antonio Gómez, soporta en la memoria el drama que comprende el auge y la caída de estos héroes dignos por siempre de nuestro afecto. El boxeo, si lo sabrá Nelson, está aferrado paradójicamente al desarraigo ontológico de los latinoamericanos: Palmiro amaba el deporte de las orejas de coliflor, un día caminó la ciudad de Cuimaná, estaba despoblada, en silencio. El destino le había ganado el último combate al Cruz Martín Marcano. Por tal razón, los combatientes del Falke, los boxeadores y cantantes como Gardel, Jaramillo y Lavoe se acompañan en la Colmena sediciosa y disociada que es nuestra mestiza condición: Éramos una ciudad fantasma, con abismos y sonidos de mar.



En Caracas, la odalisca que detesta a los sepultureros indolentes, el Día de los Difuntos del mes de noviembre de 2012.