Premio Nacional del Libro 2006, capítulo centro occidental, a la mejor página web (otorgado por el CENAL)
Thursday, December 15, 2011
LAS CELESTIALES: UNA PARODIA DE LOS DISCURSOS AUTORIZADOS.José Carlos De Nóbrega
LAS CELESTIALES: UNA PARODIA DE LOS DISCURSOS AUTORIZADOS
José Carlos De Nóbrega
El padre parecía una capitular de oro; yo, junto a él, una insignificante minúscula impresa en tinta roja. José Rubén Romero: La vida inútil de Pito Pérez.
La agudeza literaria de Miguel Otero Silva se exhibe sin freno en dos de sus obras más disímiles entre sí: Tenemos la incendiaria parodia del discurso católico que es Las Celestiales, con sus Santos asaeteados por la coprolalia popular, y la aproximación poética a la figura de Jesucristo vertida en el texto novelístico de La piedra que era Cristo (no podemos olvidar el impactante monólogo de la cabeza cortada de Juan el Bautista que escarnece la banalidad impía del rey Herodes). Ambos textos no sólo refieren el espíritu rojo y ateo de su autor (rebatido hoy por el insulso desencanto burgués de su hijo, Miguel Henrique, pésimo editor y peor editorialista del diario El Nacional), sino el apetito descarado del escritor por desmontar los discursos autorizados que sustentan el Poder vertical, mezquino y usurero que tritura sin clemencia a las mayorías. La literatura acomete la labor profética de promover e instaurar a cómo dé lugar la justicia social. Ya lo manifiesta ese vagabundo y borracho de Pito Pérez: ¡Pobre de los pobres! Yo les aconsejo que respeten siempre la ley, y que la cumplan, pero que se orinen en sus representantes. Por supuesto, la ley hecha carne en la lucha revolucionaria de a de veras, no la propuesta por los grandes laboratorios de la propaganda periodística, historiográfica e ideológica que pretenden pervertirla y envilecerla. El discurso diabólico, como ocurre con el habla salvaje y primaria de los niños y los locos, es un recurso insoslayable para atacar y poner en evidencia la fragilidad y la corrupción de un orden de cosas bizarro que ha invadido a los templos y las academias: La política de ultratumba, con sus cielos de algodón y sus infiernos carbonizados –no entendemos aún por qué la burocracia eclesiástica nos quita la sala de espera que es el purgatorio-, engorda las finanzas vaticanas y protestantes, amén de proveer de carne fresca a curas y obispos pedófilos; nuestras universidades autónomas, experimentales o paralelas coinciden en la tercerización laboral de docentes y empleados y la cosificación del conocimiento a expensas de los intereses de grupos de poder. La Iglesia está penetrada por la politiquería más árida, en tanto que las academias son el detritus de organizaciones religiosas que hacen acólitos con su verborrea terrorista y macabra. Es justa y necesaria la lucidez satánica para ir a contracorriente del imperio de la lasitud vital.
Este gran rosario inverso, integrado por 25 coplas picantísimas y prevaricadoras, tuvo dos ediciones: la primera de 1965, firmada con el pseudónimo doble de Iñaki de Errandonea (alias Miguel Otero Silva), Sacerdote Jesuita, como compilador y comentarista, además de Fray Joseba Escucarreta (alias Pedro León Zapata), S.J., en tanto ilustrador que caricaturiza a santos y mártires. Fue una bomba que estalló simultáneamente en la meritita cara de la histérica feligresía y en las barbas remojadas de la anquilosada jerarquía católica. Valga la desaprobación del Cardenal José Humberto Quintero: No está de sobra advertir que ese libro, en el que de propósito se ataca a la Religión y a las buenas costumbres y se hace mofa de los santos, se halla por ello mismo comprendido en la publicación del canon 1.399 del Código de Derecho Canónico. La segunda edición data de 1974, Ediciones de José Agustín Catalá, la cual agrega un prefacio de Miguel Otero Silva en carne y hueso que simula una apología exquisita de tan vituperado texto diabólico. Las Celestiales constituye un ejercicio transgenérico a la par de referentes notables como Borges, Bioy Casares e incluso Héctor Murena: La copla, destacada en negritas y caracteres gigantes, se fusiona con la prosa dialógica que se regodea en la impostura, el humor negro y una apasionada óptica crítica de la Historia de la Iglesia Católica. El Papado es la alcabala religiosa que tan sólo merece un jalón de papada aparejado con la carcajada del vulgo: Al Papa Ruperto Doce / ni lo menciona la Historia, / porque se cagó una noche / en la Silla Gestatoria. En este fetiche, nada que ver con la estupenda silla de Van Gogh, queda al descubierto el culo y los cojones del Papa electo, pues el colegio cardenalicio debe templar las dos bolitas para evitar que otra Juana la Papisa escarnezca tan sagrada institución machista. Fetichismo y escatología van de la mano en lo que toca a la crítica del catolicismo, a los fines de configurar un intervalo estético y apóstata que nos retrotrae a Rabelais, el Decamerón de Boccaccio y Pasolini, el Nazarín de Galdós y Buñuel, el Satiricón de Petronio y Fellini e incluso el crucifijo inverso del cura Carlos Borges que lame y eyacula el voluptuoso cuerpo femenino. Qué decir de los prejuicios y mitos urbanos que aún despierta la orden jesuítica, suponemos entonces una dulce venganza de parte de ambos coautores: Hiciste lo que quisiste, / San Ignacio de Loyola, / pero quisiste ser Papa / y te pisaste una bola.
LA PUNTUALIDAD DEL VENEZOLANO: ENTRE EL MITO Y LA ANARQUÍA. José Carlos De Nóbrega
LA PUNTUALIDAD DEL VENEZOLANO: ENTRE EL MITO Y LA ANARQUÍA
José Carlos De Nóbrega
No es que he llegado tarde: ustedes llegaron demasiado temprano. Héctor Lavoe, el Rey de la Puntualidad (valga la paráfrasis).
Hace mucho tiempo que desconfiamos de la caracterización de las personas por vía del gentilicio y la idiosincrasia: Sea apología o descrédito, tal juicio apunta a lo Standard, al lugar común y –en consecuencia- a la simplificación del pensamiento. Por ejemplo, contrastemos dos ópticas que fracasan en el tratamiento del mismo asunto: esto es el mito de la pureza de la raza en nuestro medio (muy a pesar de la tolerancia y afabilidad del venezolano). Por un lado, se afirma que nuestro mestizaje es una tara genética que ha traído consigo la impuntualidad, la flojera, la improvisación y una disposición dionisíaca al bochinche (jurunguen, a tal respecto, el fofo corpus teórico de la antropóloga neonazi Beatriz de Majo, discípula del CEN de AD). Tan sólo se salvarían nuestras mujeres, acreedoras de premios de belleza y deudoras del bisturí famélico de Osmel Sousa. Cruzando la calle en dirección a la acera opuesta, pensadores de la izquierda venezolana insisten que la inmigración europea de los años cincuenta respondió a una política pérezjimenista de blanqueamiento racial (lo cual implica la confortabilidad de las teorías conspirativas en la consideración de los fenómenos sociales). ¿Qué decir de los desplazados, políticos o no, por el acoso del fascismo y el hambre durante la guerra y la postguerra? El único blanqueamiento político-racial admisible es el de Barack Obama, heredero de la saga tejana de los Bush. Por supuesto, atribuimos el blanqueamiento literal de Michael Jackson al influjo maternal -¿filicida?- de Diana Ross y Elizabeth Taylor. Es menester la prevención respecto a las líneas simplistas del pensamiento, pues son un sucedáneo de la sociedad esclavista que persiste en promover la infelicidad (como se sabe, la tercerización laboral es uno de sus productos más recientes). Así ocurre con la tan divulgada y escarnecida impuntualidad de los venezolanos, un pretexto que añora a la godarria zahiriendo impíamente al pardaje, clase a la cual pertenecemos y que se desternilla de la risa ante las afectadas maneras de los defenestrados amos del valle y sus estúpidos apólogos.
La impuntualidad del venezolano es proverbial, colindante con la cotidianidad y la mitología urbana. ¿Tal vicio tiene su origen en nuestra condición mestiza o en la esencia misma de un orden de cosas que se nos impone sin piedad? Mientras que Beatriz y sus cachimbos anglosajones pontifican nuestra parda indisciplina, observamos que masas de venezolanos madrugan para acudir a sus centros de trabajo y de estudio. Muy a pesar del desmadre urbanístico que desemboca en el colapso, la ineficacia del sistema de transporte privado por obra y gracia de su cartelización (amén de las debilidades del Metro) y el despropósito político encaramado en el autobús del progreso, esa masa trabajadora es susceptible de ser retratada en su precariedad y belleza por un arte comprometido (a contracorriente del panfleto).
La burocracia moderna venezolana, en especial la criada a expensas del manguareo adeco-copeyano, ha sido una dispensadora de ineficiencia, impuntualidad y villanía: Posee la odiosa patente de la cultura de los números, esto es repartir 20 tickets numerados para atender a tan pírrico grupo de personas en una jornada y someter a la gran mayoría a la vacuna impuesta por gestores corrompidos. Mientras la masa ciudadana espera su turno a la intemperie, los funcionarios llegan en el impune ejercicio del retardo comentarios insulsos y hablillas mediante. No vale nada madrugar, dado el infierno de cuello blanco que aún nos espera en ciertas dependencias.
Obviamente, es un imperativo deslastrarnos del modo de producción capitalista que nos reseca y explota a más no poder: Se nos va el tiempo en la plusvalía que nos arrebatan, no sólo en su forma económica sino en la estragada condición física y mental del cuerpo (respecto al imperialismo, tenemos que tan sólo ha cambiado la tecnología armamentista, la práctica colonial hoy es incluso peor que la del siglo XIX; pregúntenle a Obama, Sarkozy o Berlusconi). La acumulación del capital no olvida ni perdona: No hay siquiera cortos plazos para la autorrealización de la clase trabajadora, lo cual es harto indignante. Ustedes me increparán: ¿Quién carrizo es este polemista compulsivo que pontifica contra el orden establecido? Un obrero de la educación y la escritura que mañana viernes debe hacer un desayuno-almuerzo-merienda a las 5 am, a los fines de completar una negrera jornada de trabajo en la Universidad y luego en el liceo. Sin embargo, hacemos de tripas corazón para escribir textos que bordean el anarcotrostkismo, la poesía y la compulsión por la vida. Como dice Joaquín Sabina, de las dos majas de Goya me gusta la misma que tú.
Thursday, November 10, 2011
25 POEMAS: UNA REEDICIÓN EN LOS AFECTOS. José Carlos De Nóbrega
25 POEMAS: UNA REEDICIÓN EN LOS AFECTOS
José Carlos De Nóbrega
canta
pues el río está solo
Reynaldo Pérez Só
Es grande nuestro contentamiento a raíz de la afortunada reedición de 25 poemas (2011) de Reynaldo Pérez Só por parte de Fundarte, no obstante sus casi 29 años de edad: Su transparencia y vitalidad persisten todavía en la terquedad más impune. Para aquel entonces (1982), disfrutábamos a los 18 años Demián y El Lobo Estepario de Hermann Hesse, así como también Última luna en la piel de Orlando Chirinos (volumen de cuentos publicado igualmente por Fundarte). Es una colección poética solar, de una luz clarísima hasta el enceguecimiento que nos remite a un maestro como Armando Reverón o, mejor aún, a un mago de la objetualidad plástica llamado Mario Abreu. Ahora sí sé por qué se me antoja un poemario ligado a la literatura de formación o bildungsroman: Hallamos muchos textos llenos de frescura y lozanía (estoy pleno / de sol y corro / entre campos / crece el árbol crece / en mi vista) que conviven con otros pocos más duros (he dejado que la muerte / me socave / no he hecho nada), siendo estos últimos un puente para un libro puntual como Matadero (1986).
Efectivamente, 25 poemas es un magnífico libro de transición: ratifica el inicio asombroso que significó Para morirnos de otro sueño (1971), amén de completar la evolución de su discurso patente en Tanmatra (1972) y Nuevos Poemas (1975). El poema 5 apela tan sólo a dos adjetivos para aproximarnos a la sensualidad, esto es a la poesía que se apoya en lo tocable: el árbol / y el algodón de la cama // la puerta / entornada // que voy entrando / de cuerpo // en la puerta misma / en el árbol que veo / con el suave algodón. El Decir, inmediato y austero, puede forjar así nomás imágenes sinestésicas y placenteras en la ausencia de la estridencia formal y metafórica: hincamos el diente en la piel toda pelusa del durazno, sin piedad ni mea culpa. Los siete primeros poemas simulan la creación del mundo: Además de su carnalidad, tenemos el Acto de Fe consecuente (cuando el sol no / existe / otro sol camina / y hace día // en la lluvia yo creo / yo creo en la tierra / que crezco) e incluso un lúcido Apocalipsis del séptimo día con su arrebatamiento –el juego del escondite- y ulterior epifanía (hace sueño en el campo / es apenas / sol / sueño como soñar hasta tarde / pequeño / terrón para apretarse en la mano // si hay viento y si hay / volarás / campo húmedo / de la lluvia). Nos basta acompañar –en curiara- a los ríos, ello en la indecible presencia de la muerte día a día: no miento otro muerto / me toca // no diré nada / nada. Sólo es posible confrontar y convivir con la muerte en la abyecta cotidianidad de las luces y sombras.
EN MEDIODÍA supone el corpus adosado a la semana de la creación: el elogio de la luz que arropa y ennoblece al objeto poético, comparte el mundo con la punzante duda de índole religiosa –en tanto modo de vida que se opone al discurso de Poder de rituales y misterios-. Permítasenos citar casi todo este poema perturbador e inquietante: señor si fueran tus / labios / si fueran tus labios // esa calle y su paso / se fue y se repite // una noche pondría / en mi almohada / no el mar ni los bosques // las montañas y la / vuelta / hacia la misma calle / no se entrega a / la muerte / oh animal mío / señor / tus labios? No en balde sus dos versiones –nos referimos a la primera y segunda edición del poemario bajo el sello de Fundarte-, la fractura del verso por vía del encabalgamiento, sumada al porrazo de la anáfora, recrean contundentemente y sin remilgos retóricos la experiencia y la agonía de forcejear con la muerte (por supuesto, en pos de una bendición en suspenso). Sin embargo, nos conmueve hasta el tuétano de huesos astillados esta otra interrogante, dramática y amorosa, que increpa al paisaje interiorizado: tú que tienes cuerpo / hierba / adónde iré a parar / pequeña / adónde?
Si de algo se precia este libro, es de su corporeidad enclavada en la contingencia y la cruda inmediatez de la voz poética. Una unidad de conjunto apolínea y fundamentalista sólo conduce a Paraísos artificiales, esto es la antesala del despropósito egótico y académico que pretende encorsetar a la Poesía misma. He aquí otra muestra a contracorriente: será que existe / otro cuerpo // un viento más perfecto / que este / que ha movido la puerta // no debe importarme que tengo / ganas de caminar / verdaderamente ganas.
En Valencia de San Desiderio, viernes 14 de octubre de 2011.
Sunday, November 06, 2011
RECITAL POÉTICO EN EL INSTITUTO DE TECNOLOGÍA DE VALENCIA, MARTES 15 DE NOVIEMBRE DE 2011, 9 AM
Recital Poético en el Instituto Universitario de Tecnología de Valencia
Fesha y hora: Martes, 15 de noviembre · 9:00 am - 12:00 m
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Lugar: Instituto Universitario de Tecnología de Valencia , La Manguita, entre la UPEL Valencia y la Zona Educativa del estado Carabobo
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Creado por José Carlos De Nóbrega
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Más información He aquí la siguiente invitación:
El próximo martes 15 de noviembre de 2011, a las 9 am., la Coordinación de Extensión y Cultura del Instituto Universitario de Tecnología de Valencia realizará, en su salón de seminarios, una lectura de poesía. Ente los poetas invitados figuran: Vielsi Arias, Juan Medina, Luis Alberto Angulo, Reynaldo Pérez Só y Enrique Mujica. La presentación de estos poetas estará a cargo del escritor José Carlos De Nóbrega.
Monday, October 31, 2011
CICLO DE CHARLAS "NOVIEMBRE DIABÓLICO, 2011" DEL GRUPO LI PO Y EL GRUPO LITERARIO ENRIQUETA ARVELO LARRIVA
Están cordialmente invitados a participar en el Ciclo Noviembre Diabólico, una serie de conversatorios dedicados a estudiar la presencia del diablo como personaje en diversas manifestaciones culturales.
A continuación el cronograma de actividades:
Sábado 05 de noviembre:
"El diablo y la música" a cargo del músico Régulo Castro.
Lugar: Librerías del Sur Valencia, Primer nivel del Centro Comercial Camoruco, Avenida Bolívar Norte.
Hora: 10 am
Sábado 12 de noviembre:
Conversatorio sobre "Amalec" a cargo del poeta Reynaldo Pérez Só y una charla sobre el narcocorrido por el escritor José Carlos De Nóbrega.
Lugar: Librerías del Sur Valencia, Primer nivel del Centro Comercial Camoruco, Avenida Bolívar Norte.
Hora: 10 am
Sábado 19 de noviembre:
Charla: "Dos textos lúdicos sobre el diablo" a cargo del escritor José Carlos De Nóbrega.
Lugar: Librerías del Sur Valencia, Primer nivel del Centro Comercial Camoruco, Avenida Bolívar Norte.
Hora: 10 am
Sábado 26 de noviembre:
Charla: "La maldad cotidiana según Saki" a cargo del ensayista Pedro Téllez.
Lugar: Librerías del Sur Valencia, Primer nivel del Centro Comercial Camoruco, Avenida Bolívar Norte.
Hora: 10 am
Friday, October 28, 2011
EL BOOM REVISITADO (MÁS ALLÁ DE LA PUBLICIDAD Y EL MERCADEO). José Carlos De Nóbrega
EL BOOM REVISITADO (MÁS ALLÁ DE LA PUBLICIDAD Y EL MERCADEO).
José Carlos De Nóbrega
He aquí un adelanto de mi libro de ensayos "Salmos Compulsivos / El Libro de los Aforismos Comentados", de próxima aparición en Valencia de San Desiderio. Por supuesto, ya se había publicado en el diario "El Venezolano" de Guayana. Espero que lo disfruten.J.C.D.N..
“-¿Aceptaría usted la afirmación de que, en cierta forma, el boom es invento suyo?
“B: No, pero me gustaría creer que he contribuido a eso que seguimos llamando boom, aunque es un término que no me gusta.
“-¿Por qué no le gusta?
“B: Porque un boom implica siempre un fondo de falsedad, y ya digo desde el principio que yo creo que realmente ocurre que en este momento la narrativa latinoamericana, la de esta generación, debe contar entre las dos o tres más importantes del mundo”. Carlos Barral entrevistado por Tola y Grieve (1971: p. 15).
Tal es el problema de las etiquetas y los remoquetes realzados en el “ismo”: Facilitan las taxonomías literarias pero propenden a una lectura y consideración manchadas por la superficialidad del slogan publicitario. La agrupación de autores en una generación, por lo general, distrae al lector en la degustación de la personalidad y el estilo de cada quien y cada cual. Topamos con un cliente snobista antes que con un lector lúdico. Quizás por tal razón, Charles Bukowski –el personaje- se siente oprimido y comprimido entre la tabiquería que es el espacio burocrático obsequiado por un codicioso editor en un lujoso piso de NYC (magnífica versión fílmica de Marco Ferreri de sus Cuentos de la Locura Corriente, con un Ben Gazzara esparciendo papeles en un gesto alcohólico y anarquista). Ahora bien, la generación del Boom no es afectada por la inmediatez de las campañas publicitarias, ni por el prestigio de los premios internacionales; su aporte a la narrativa latinoamericana y, mejor aún, en lengua española, es inconmovible y trascendental. Vale más, por ejemplo, el guiño cómplice que nos hace Julio Cortázar cada vez que sus cuentos vindican la lectura asombrosa, tierna y juguetona en oposición a un entorno raído y mustio por la rutina en la urbe post-industrial. Si de algo han servido las modernas técnicas de marketing editorial, es precisamente en el hecho controversial de dar a conocer con amplitud la obra de nuestros escritores. Ello sin importar las lecturas cuasi disléxicas de algunos editores y críticos literarios.
Los cuatro egregios del bien o mal llamado Boom –Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes y Julio Cortázar-, amén de su condición de exiliados en momentos puntuales de su vida y obra, han constituido un notable estadio en la evolución de la narrativa latinoamericana. Por supuesto, no como isla a la deriva respecto a sus antecesores (Roberto Arlt, Felisberto Hernández, Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Juan Rulfo, Miguel Ángel Asturias), sino como la continuidad de la ola que comprende la cresta y los reflujos internos. En la entrevista citada al inicio, Carlos Barral así lo reconoce:
“B: Sí, a mí me parece que la narrativa de esta generación, a la que identificamos cuando hablamos del boom, con respecto a sus antecedentes en la historia de la literatura hispanoamericana, representa un cambio muy considerable en cuanto a la universalidad de la ambición de lo que trata de expresar y, justamente, eso es lo que la identifica, lo que la despega en cuanto a la tradición. Pero en cuanto al instrumental, no ha hecho más que perfeccionar lo que ya era de primera calidad” (Tola y Grieve, 1971: páginas 14 y 15).
Efectivamente, Julio Cortázar es cómplice y lector atento de la obra de Felisberto Hernández, sobre todo en el discurso o en la disposición del instrumental, acomodada la cama de disección en la que yace la resbaladiza realidad. Ambos problematizan y parodian la realidad hundiendo afilados bisturíes en su desgastado corpus: El discurso fantástico se funde y justifica a plenitud por vía de la ironía y el desenfado. Alberto Cousté lo espeta sin medias tintas: “Cortázar –cronopio crónico- ha intentado una obra que irrita hasta el crujir de dientes a quienes no pertenecen a la tribu” (en Cortázar, 1980: p. 7). Ello con un gran vuelo poético: “pero no sé por qué en ese momento se me daba por pensar que también a veces papá y mamá sacaban el pañuelo para secarse, y que también en el pañuelo había una hoja seca que les lastimaba la cara” (Cortázar, 1980: p. 77). Es el final del cuento Después del Almuerzo, en el que el protagonista alivia un sentimiento de culpa suyo y de sus padres al convivir forzosamente con un personaje innominado y minusválido. Qué decir, además, de la particular oralidad sureña –en Argentina o fuera de ella-impregnada en sus cuentos y novelas. Muy a pesar de que no se identifica –sobre todo en lo político- con Jorge Luis Borges (recordemos lo que le dijo a José Pulido en una entrevista acerca de un cuento suyo dedicado a Borges: “ ‘No puede ser’ comentaron los lectores argentinos y tenían razón: al final del cuento decía: este cuento se lo he dedicado al pintor venezolano Jacobo Borges”; Pulido, 1982: p. C-16), hay cierta vinculación en lo que toca a las preocupaciones y búsquedas de ambos pibes: la literatura fantástica y el juego que acarrea explayarla en el papel, llevar al lector vendado por los pasadizos múltiples y postizos del laberinto narrativo. Paradójicamente, Jorge Luis Borges le publicó en la revista Sur el cuento Casa Tomada, en el inicio mismo de su periplo literario y luego geográfico. Por otra parte, Carlos Fuentes adaptó al cine la novela Pedro Páramo de Rulfo, no obstante las diferencias de fondo y forma -e incluso políticas- entre ambos narradores mexicanos. Si bien Fuentes recibió la influencia de John Dos Passos y su Manhattan Transfer, especialmente en lo que toca a la técnica narrativa, el Gabo absorbió otro tanto de la obra novelística de William Faulkner: la decadencia del sur de los Estados Unidos, posterior a la Guerra de Secesión, se transplanta con poderosa personalidad del condado de Yoknapatawpha al Macondo del Trópico, asolado por las disputas políticas y bélicas internas, amén de la explotación de la Compañía Bananera encarnada sin duda por la United Fruit Company. En resumidas cuentas, la generación del Boom significa la continuidad de la ruptura con la narrativa realista latinoamericana, de corte positivista y nativista, iniciada en los años treinta y consolidada a partir de los cincuenta; sobre todo a la luz de los rasgos diferenciales y las contradicciones habidas entre esas tres generaciones. La línea evolutiva de nuestra narrativa no se asimila a la recta, más bien se esboza como una elipse: remite a la noción de ciclo, de un retorno o reacomodo del discurso y sus instrumentos expresivos, así como también la revisión o aireación de la temática.
Las críticas al Boom han sido de diverso calibre, destacándose dos aparejadas con una miope y maniquea apreciación: confundir universalidad y contemporaneidad con un sentimiento de cosmopolitismo extemporáneo, tal como ocurrió con la obra poética de Darío; y, su inmediata antípoda, el excesivo color local o exotismo que aparentemente abunda en muchos de los casos. Carlos Fuentes, le sale al paso a la primera de tales críticas parciales: “Pero también la aspiración cosmopolita, digámoslo con esa palabra que a veces tiene un sentido peyorativo, me parece muy importante, sobre todo en ese momento en que, como dice Octavio Paz, somos por primera vez contemporáneos de todos los hombres” (Rodríguez Monegal, 1977: p. 122). No se trata de asumir una ciudadanía universal superficial y forzada, más bien hallar en el cosmopolitismo la cabeza de turco que derrumbará el aislacionismo de América Latina, producto de un proceso de neocolonialismo que ha venido ahogando su espíritu mestizo y heterogéneo. Sólo así se podría comprender la materia de la que está hecha la Rayuela de Cortázar: el exilio físico es un magnífico pretexto para el arraigo en el terruño; la oralidad, la carga onomatopéyica y la salvaje seducción de las imágenes que forja el lenguaje hablado en los puertos y los arrabales de Buenos Aires (el lunfardo recreado antes por Arlt sin cortapisas), constituyen su más válida y sentida prueba. En lo que corresponde al exotismo, los críticos pretenden que los cuadros de costumbres, el paisaje selvático e incluso urbano, además de la recreación de las contradicciones políticas y sociales, rayan en lo pintoresco. No se tiene en cuenta o no se repara un tratamiento estético y personal del paisaje rural y urbano: bien sea en casos tales como La Casa Verde y Pantaleón y las Visitadoras de Vargas Llosa, en las que la selva –además de escupir animales y portentos- sobredimensiona la precariedad, la desolación y la humanidad de los personajes, más allá de la determinista argumentación positivista; o las novelas de Carlos Fuentes que tienen como centro épico, lírico e histórico a la ciudad de México, en un afán de deconstruir historiografías que entumecen y alienan la conciencia de los mexicanos y, por extensión, de los latinoamericanos. Carlos Barral lo asevera con conocimiento de causa: “Yo creo que no y, sobre todo, el exotismo es completamente impredicable en las novelas de Cortázar, por ejemplo, o lo es escasamente en la mayor parte de las novelas de Vargas Llosa” (Tola y Grieve, 1971: p. 17). Es innegable, pese a la irregularidad de ciertas obras, que los autores a los que se les encasilla con el mote del Boom, han redescubierto a América Latina realizando la travesía colombina a la inversa: seducir al público español y europeo con un éxito poco común en el devenir de la literatura de habla hispana. Son herederos, qué duda cabe, de las maravillosas historias de los Cronistas de Indias y de los mitos, las cosmogonías y cosmologías oriundos de la América Precolombina. No en balde uno de sus paradigmas escriturales descansa en la obra del Inca Garcilaso de la Vega.
He aquí un magistral cierre de la figura, sierpe que mordisquea su propia cola al amparo de la tormenta: “que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra” (García Márquez, 1984: p. 325). Nuestra condición mestiza y pluricultural, sin duda facilitó la escritura del continente desde el ‘centro’ a la ‘periferia’. Siendo el exilio forzado (Roa Bastos o Carpentier) o no (García Márquez, Vargas Llosa o Fuentes), los narradores latinoamericanos expresaron, desde el tuétano hasta el blanco de la página, una sensación de extrañamiento y de saudade –término portugués que trasciende la nostalgia- por su América Latina, acosada en ese entonces por cruentas dictaduras y las constantes profanaciones de su soberanía, fuere cual fuere el Imperio. La retroalimentación respecto a la cultura literaria y artística del centro, amén del padecimiento y afecto por la suya propia –acogotada en la despectiva categoría de periferia-, posibilitó la edificación de una obra diversa, maravillosa y harto peculiar. Adolfo Colombres (2004) acompaña tal razonamiento:
“Así como Europa partió siempre del presupuesto de la superioridad de su cultura, nosotros partimos del presupuesto de la insuficiencia de la nuestra, y quisimos suplir ese hipotético vacío con reverencias, con miradas extrañadas, exotistas, como si fuéramos viajeros europeos de paso y no nativos de este suelo” (páginas 240 y 241).
La narrativa latinoamericana a partir del Boom, llamémosle así o no, ha acertado en el reconocimiento del mal diagnosticado antes por Colombres. Asimismo, en la cura posible de la enfermedad: la creación del antivirus partiendo de la constitución misma del virus, de la epidemia. Revisar lo mejor del aporte europeo, reconstruir nuestra cultura propia y ser amos y señores de nuestro espíritu mestizo, heterogéneo y escurridizo. En el ejercicio, si se quiere, libertario y paradójico de la ciudadanía latinoamericana; desterrando los extremos que conducen a la villanía y al modo de vida servil: ¡Ni la globalización ni el realismo socialista que uniforman y mutilan el pensamiento y las pasiones!
Maracay, diciembre de 2005.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.
Colombres, Adolfo (2004). América como Civilización Emergente. Buenos Aires: Editorial Sudamericana.
Cortázar, Julio (1980). El Perseguidor y otros relatos. Barcelona (España): Bruguera.
García Márquez, Gabriel (1984). Cien Años de Soledad. Bogotá: Oveja Negra.
Pulido, José (1982). Lo confieso: tengo momentos de desánimo (Entrevista a Julio Cortázar). En Diario El Nacional, Caracas, 16 de marzo de 1992, p. C-16.
Rodríguez Monegal, Emir (1977). El Arte de Narrar. Caracas: Monte Ávila.
Tola de Habich, Fernando y Grieve, Patricia (1971). Los Españoles y el Boom. Caracas: Tiempo Nuevo.
Thursday, October 20, 2011
ACERCAMIENTO A LA POESÍA DE MIGUEL HERNÁNDEZ, SÁBADO 22 DE OCTUBRE DE 2011, 2 PM, LIBRERÍAS DEL SUR, PLAZA BOLÍVAR, CARACAS
Saturday, October 08, 2011
LUIS BUÑUEL O LA ENTOMOLOGÍA SALVAJE (2/2). José Carlos De Nóbrega
LUIS BUÑUEL O LA ENTOMOLOGÍA SALVAJE
José Carlos De Nóbrega
3.- Una de las encuestas surrealistas más célebres comenzaba con esta pregunta: ‘¿Qué esperanza pone usted en el amor?’ Buñuel, que era uno de los encuestados, respondía: ‘Si amo, toda la esperanza; si no amo, ninguna.’ Carlos Barbáchano. Por supuesto, el aforismo o la cita se refiere a L’amour fou, esto es el Amor Loco en tanto revolucionario punto cenital que abrasará no sólo a los amantes, sino especialmente a la sociedad burguesa que los reprime incansablemente. Los alaridos placenteros de Lya Lys y el rostro convulso y sangrante de Gaston Modot, en el marco del poema surrealista que es La Edad de Oro, se contraponen salvajemente al amor mediatizado y cosificado por el entramado de la cultura burguesa y católica (de este último valga una muestra: el cura glotón del film Él, 1952, sublima su noción al decir que este pollo está muy rico). Si bien San Pablo privilegia el amor muy por encima de la fe y la esperanza (para muchos, su error consistió en que le dio piso a la institucionalidad católica con sus Papas cabeza de pescado y sus salas de tortura), Buñuel le da una gran vuelta al alicate que nos aprieta el cuero: La caridad cristiana ni siquiera es un sucedáneo ilusorio del amor al prójimo, por el contrario, constituye un eufemismo grotesco del más ortodoxo individualismo (que, por supuesto, se traduce en la superioridad moral); de allí el fracaso existencial de Viridiana, Nazarín o Francisco, personajes harto atribulados que transitan el irregular camino de bachacos que se balancea entre la tragedia y la ópera bufa. En Nazarín, observamos que Beatriz no supera la sumisión al machista El Pinto: se dio cuenta, a instancia de la madre castradora, que había sustituido el amor alienado al maltratador por el “piadoso” amor devoto –carnal e histérico también- al cándido cura descalzo. Sólo el enano Ujo persiste en su amor denodado a la fea y publicana Andara. Paradójicamente, Archibaldo de la Cruz –entre la santidad y la abyección- tiene un final sospechosamente feliz: Va del brazo de la hermosísima Lavinia (encarnada por la sensual Miroslava Stern, quien se suicidaría días después de finalizado el rodaje de Ensayo de un Crimen de 1955), pues se le exculpó de sus crímenes del pensamiento y la ensoñación compulsiva. Nos hallamos ante la gratificación que significa la imaginación en estado de erupción amorosa, sin importar las víctimas propiciatorias o sustitutas que nos provee el arte (en el caso de Archibaldo, tenemos la cremación del maniquí que recrea la brutal belleza de Lavinia). Siguiendo al poeta Benjamín Peret, nuestro mundo “hostil al amor y a toda libertad real”, se muerde a sí mismo al separar contranatura el espíritu y la carne, sádica fuente primaria del malestar humano.
4.- Soy el pichón de cóndor desplumado / por latino arcabuz; / y a flor de humanidad floto en los Andes, / como un perenne Lázaro de luz. César Vallejo. Por supuesto, un entomólogo moral como Buñuel nos muestra –muy complacido- su bestiario particular a lo largo de su obra fílmica. Independientemente de quién lo soñó o lo dibujó (Buñuel, Dalí o Pepín Bello), la imagen de los dos burros muertos que se descomponen sobre el piano como eslabón de un rosario traumático (integrado también por un par de seminaristas, un corcho y un melón) que arrastra el protagonista, nos impacta, asquea y maravilla en una escena insoslayable de Un Perro Andaluz. La cultura burguesa es un pesado fardo que nos entorpece el acceso a ese estado de total empatía llamado Amor Loco. En otra escena de la misma película, el hombre enmudece y la palabra se convierte en erizo parido por la lampiña axila de la mujer. A tal respecto, Carlos Barbáchano es categórico en su apropiación de la vida y obra de Luis Buñuel: “Animales y personas conviven bajo los mismos techos, hasta confundirse igualmente. Ambos comparten la misma naturaleza; beben y defecan en las mismas aguas”. En La Edad de Oro, la protagonista espanta a una vaca que hasta entonces dormía plácidamente en una cama de lujo. Se trata de la composición de una fábula negra, sin moraleja ni contenidos edificantes, que desdice nuestra condición humana. En otras palabras, la interacción de bestias y seres humanos implica un intercambio de roles; en nuestro caso, somos víctimas de una metamorfosis licantrópica a la inversa (el hombre como depredador de sí mismo, más allá del instinto, enfermizamente apegado a las relaciones de dominio). He aquí la desengañada fluencia surreal en la poesía de César Moro: “Serás un volcán minúsculo más bello que tres perros sedientos haciéndose reverencias y recomendaciones sobre la manera de hacer crecer el trigo en pianos fuera de uso”. No podemos olvidar el sueño de Pedro en Los Olvidados: La gallina le obsequia al niño un solazador augurio que lo reconcilie con su madre, la cual matará su hambre con sendos filetes; sin embargo, el Jaibo –agazapado debajo del camastro- le frustra el festín cual gallinazo desvergonzado. En El Ángel Exterminador, los burgueses no pueden traspasar su prisión edificada en prejuicios y supersticiones de clase; paradójicamente, los corderos se pasean impunes por toda la mansión, sólo que van en dirección al reducido matadero ocupado por una turba hambrienta y perversa. Definitivamente, el Diablo hecho mujer patea el culo piadoso de San Simeón el estilita, muy a pesar de ser siervo de Dios.
Valencia, 6 de agosto de 2011.
Friday, September 30, 2011
LUIS BUÑUEL O LA ENTOMOLOGÍA SALVAJE (1/2). José Carlos De Nóbrega
LUIS BUÑUEL O LA ENTOMOLOGÍA SALVAJE (1/2)
José Carlos De Nóbrega
1.- Su legado espera y su revisión no hace sino encontrar a uno de los cineastas más auténticos y más sinceros de ese arte séptimo, que a través de sus ojos fue un magnífico intento por atravesar los mundos construidos a fuerza de no reconocer lo que está sucediendo. Marisol Pradas. Más allá de su militancia en el surrealismo (movimiento estético post-romántico que, al igual que el Modernismo dariano, fue agotado por pésimos imitadores), amén del banal intento por explicar su obra cinematográfica en función de una consideración reduccionista de su biografía, Don Luis Buñuel Portolés (22/2/1900-29/7/1983) nos sigue seduciendo e inquietando en su rigurosa y descarnada visión del mundo. Muy pocos han sido capaces de estudiar, diseccionar y derruir los fundamentos equívocos de la sociedad burguesa. No sólo hay una lectura anarquista del mundo que le tocó vivir, la cual no descansa a su vez en los meros referentes (Sade, Goya, Gómez de la Serna o Pérez Galdós), sino también la configuración de un discurso artístico, político y ético que está enraizado en su periplo vital (estridente como los tambores de su Calanda natal que aún retumban en los oídos de Nazarín o en los locos amantes de “La Edad de Oro”). Este artista no escatima detalles que evidencian las contradicciones que marcaron su vida entera: el conservadurismo como estilo de vida en contraposición al espíritu libertario; las obsesiones que involucraban el fetichismo católico muy español, además de tabúes y perversiones sexuales que –según él mismo- tocaban su morbosa curiosidad intelectual pero no su práctica cotidiana; la austeridad discursiva no en balde su profusa e incendiaria imaginación (equiparable, si se quiere, a “Historia del Ojo” de Georges Bataille). No olvidemos la disciplina y la eficiencia en el oficio de rodar, montar y producir películas, rasgo que va a contracorriente –sólo en las mentes desprevenidas- de un desbordado vuelo imaginativo. Si bien hay irregularidades en su obra fílmica (nos encanta el período mexicano más que su segunda etapa francesa), Luis Buñuel es un clásico en todo el sentido de la palabra: Cada vez que le releemos, nos gusta más y nos hace mucho más cómplices de su campaña rebelde y anarquista sin concesiones de ningún tipo (ni estéticas, ni políticas, mucho menos crematísticas). La colmena que es nuestro mundo continúa a merced de su mirada entomológica, salvaje y caníbal.
2.- Buñuel es un moralista y protesta contra el racionalista: como el puritano, intenta aplicar las normas de la moral a todo impulso y sentimiento del hombre. Raymond Durgnat. En su biografía “Luis Buñuel”, este crítico anglosajón hace una interesante aproximación no exenta de contradicciones internas: Plantea que Buñuel es un exponente moralista –suponemos que en la tradición de moralistas españoles como Gracián, Quevedo e incluso Ignacio de Loyola- del “cine de tesis”, lo cual ha sido desmentido por el mismo autor cinematográfico en los siguientes términos “es absurdo fijar un problema a priori e intentar demostrar algo en una película”. Creemos que Drugnat, titubeando y dándose de coces con el aguijón, se topa con la respuesta: “Buñuel se expresa a sí mismo, no en el sentido de hacer manifiestos, sino en el sentido de vivir experiencias con nosotros”. He allí el espíritu de la comuna inmerso en lo más esencial de su filmografía. El ojo entomológico es el hilo conductor que nos permite compartir una contemplación cruda de nuestra sociedad: Entre otras cosas, Buñuel apela a la transición discursiva que parte del cine documental para desembocar en el de ficción (por ejemplo, tenemos el inicio de La Edad de Oro de 1930 que se refiere a un aparente tratamiento positivista de la vida de los escorpiones, o el arranque documental de Los Olvidados de 1950 que expone la marginalización de una significativa mayoría infantil y juvenil a la sombra del mítico progreso de las grandes urbes occidentales). Tenemos también la exposición despiadada de la decadente cultura burguesa, esta vez en el laboratorio ácido y objetivista de las situaciones extremas: Trátese de los burgueses apresados en el gran salón –luego, al final, en la nave central de la Catedral- de El Ángel Exterminador (1962); o de otros burgueses que infructuosamente logran disfrutar una cena en El discreto encanto de la burguesía (1972), tiroteados en la modorra por terroristas o expuesta su precariedad mientras caminan sin rumbo en una carretera rural sin fin (en la intermitencia que comprende la ensoñación impía y la realidad escurridiza). La crítica es contundente también respecto al lumpen-proletariado: Recuérdese la orgía desagradecida e inmoral de los mendigos en Viridiana (1961) que parodia La Última Cena de Da Vinci; o el trato envilecedor y depredador que se tributan entre sí el Jaibo, Pedro y su madre, Ojitos y el ciego en la barriada de Los Olvidados, pues son víctimas y victimarios que reproducen las relaciones de poder auspiciadas por el sistema capitalista. Desconfiamos con Buñuel, en un acto rebelde e hiperrealista, de la bondad innata que Rousseau le atribuye a la humanidad.
Friday, September 23, 2011
RICARDO PIGLIA O EL DESMONTAJE DEL CANON POLICIAL. José Carlos De Nóbrega
RICARDO PIGLIA O EL DESMONTAJE DEL CANON POLICIAL
José Carlos De Nóbrega
En los países de América Latina, la afiliación al género viene, pues, por imitación, dado que la presencia de un detective, secreto, privado u oficial, no inspira la confianza ni atrae la atención colectiva, como ocurre del otro lado del Atlántico. Es más bien al investigador europeo a quien admira. Ilán Stavans: Breviario de literatura policial en América Latina (1990).
Siguiendo este argumento de Stavans, el escritor latinoamericano se comporta como la tiña o la parasitaria a la hora de buscarse a sí mismo: se adhiere compulsivamente al antecedente foráneo del mal llamado primer mundo, chupa su savia y se desquicia secándolo sin misericordia. Claro, se puede fracasar como hijo lamesuelas e hijo pródigo, o lograr el cometido parricida yendo a contracorriente. La historia del género policial en América Latina apunta en ambos sentidos: la pésima imitación que se precia ser fiel al canon (Cuatro Crímenes, Cuatro Poderes de Mármol León) o la revisita que supone su creativa superación (Castigo Divino de Sergio Ramírez). Nos complace la lectura de la novela Blanco Nocturno (2010) de Ricardo Piglia, la más reciente acreedora del Premio Rómulo Gallegos, no sólo a raíz de sus propias virtudes (que comentaremos más adelante), sino también porque nos remite –y acompaña- a otras piezas maestras del relato policial latinoamericano: Seis problemas para Don Isidro Parodi (1942) de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares –con el pseudónimo de Honorio Bustos Domecq-, remedo inquisitivo en torno al habla popular y culterana argentina; los cuentos Continuidad de los parques y Las babas del diablo de Julio Cortázar, La muerte y la brújula y El Acercamiento a Almotásim de Borges, El perjurio de la nieve de Bioy Casares; y las novelas El Túnel de Ernesto Sábato, Crónica de una muerte anunciada (1981) de Gabriel García Márquez, Abril Rojo (2006) de Santiago Roncagliolo y la antes citada Castigo Divino de Ramírez (1988). Valga esta enumeración, pues nuestra narrativa mestiza excede el discurso académico, mediático y mercadotécnico que provoca la salvación ansiosa de lectores desprevenidos ante su cacareada rigidez fascinante.
En Blanco Nocturno, Piglia desmonta sin estridencia ni artificios el canon del relato policial heredado de Poe, Conan Doyle, Hammett y Chandler: se recompone el género en una suerte de sentimientos encontrados que transita de la devoción a la repulsión. No importa el mero esclarecimiento del enigma –en este caso, el asesinato de Tony Durán-, ni tomar la intrigante trama como pretexto expresivo –sea el lenguaje refinado, un vehículo apolíneo de la lógica o soez en la usanza de la novela negra o hard-boiled de Hammett y Cain. Se trata de una apropiación crítica, humanística y ontológica del entorno que seduce y perturba al autor: Porque los géneros populares, como la ciencia ficción y el policial, han sido muy críticos del capitalismo, de su funcionamiento: el policial y la ciencia ficción, con toda su mirada lúcida acerca de los instrumentos de renovación técnica, se van reduciendo con el aumento de la producción mercantil y no por su propio uso, arguye Piglia. Importa, pues, develar la envilecedora estructura del poder rural en una localidad de la Provincia de Buenos Aires, con sus estancieros, comerciantes y funcionarios corrompidos. En especial, cuando los argentinos eran asaltados por la incertidumbre que traía consigo el retorno de Perón al país en 1972 (se respira una atmósfera lánguida que prefigura el principio del fin: la caída del caudillo y el predatorio imperio de los milicos). La conciencia histórica no involucionará en la propaganda ideológica, por el contrario, asimilará la búsqueda interior de los personajes y la problematización de la escurridiza categoría que es la verdad: Todo el pueblo colaboraba en ajustar y mejorar las versiones (…) No había hechos nuevos, sólo otras interpretaciones (p. 53). La multiplicidad de los puntos de vista, no oscurecerá la trama artificialmente en pos del efectismo o el suspenso; la manipulación del lector no es el lúdico recorrido de un laberinto a lo Hitchcock, sino un dramático viaje alucinante a nuestro corazón de las tinieblas, paradójico y caníbal, susceptible a la épica ascendente del ser o a la más abyecta de las derrotas. La densa humanidad de esta obra es equiparable al Rashomon de Akira Kurosawa, amén de la brillante estrategia narrativa –polifónica por demás-: La verdad oscila en el baile de máscaras que atenúa nuestra mísera fragilidad.
La muerte de Tony Durán y el libidinoso vínculo de este mulato con las gemelas Belladona, Ada y Sofía, afectará inevitablemente a todo el pueblo: condiciona la pesquisa solitaria del comisario Croce, al punto arrebatarlo de las calles “piojosas” de Adrogué y confinarlo en el mausoleo que representa todo Hospital Psiquiátrico (implacable es el brazo del Poder, personificado en el aura nazarena y tenebrosa del fiscal Cueto); revierte la estadía del periodista Emilio Renzi, héroe sempiterno de la ficción paranoica de Piglia, al investirlo cómplice de Croce en la resolución del misterio, no en balde incendiar la cama de la subyugante Sofía Belladona; acorrala la obstinada empresa idealista de Luca Belladona, dejándola a merced de los desencuentros familiares, los complots políticos y la competencia desleal de los capitalistas (si revisamos la descripción de la fábrica, páginas 255-257, la alusión al Aleph de Borges y a la maquinaria moreliana de Bioy Casares es evidente y maravillosa; por otra parte, tenemos el film Tucker de Ford Coppola, una balada en clave de jazz big band sobre las causas perdidas). Como corresponde a la impunidad promovida por nuestros tribunales, el sistema provee un perfecto chivo expiatorio: Yoshio Dazai, el Nikkei o argentino de origen japonés, a quien se atribuyó el crimen por motivo pasional con piquete homosexual. Es oportuno citar a Joseph de Maistre, misionero del pensamiento reaccionario: No existe nada tan justo, docto e incorruptible como los grandes tribunales españoles, y si a ese carácter general añadimos el del sacerdocio católico, nos convenceremos, sin ninguna necesidad de pruebas, de que no puede haber en el universo nada más tranquilo, circunspecto y humano por naturaleza que el tribunal de la Inquisición. Embadurnados de rituales y misterios que recrean la conservación patológica del Poder, el sacerdocio, la fuerza armada y el ejercicio político vertical integran una misma secta que aún oprime a los hombres.
El ensamblaje de la aparente trama policial, de índole compleja e intertextual, no desentona con la inmediatez y transparencia del lenguaje. La historia se desarrolla en tres instancias: El relato policíaco como tal, rumiado en letras standard; la conversación amorosa (o novela sentimental) que confronta a Emilio y Sofía Belladona, entonces el reportaje periodístico y la sobredosis erótica se emparentan en cursivas; y las notas al pie de página que establecen la encrucijada transgenérica del texto confesional, la observación sociológica, la estampa paisajística o la miscelánea de equívoco sesgo ornamental. Por supuesto, la antípoda campo-ciudad, tema típico de la literatura argentina, cobra un relieve inusual y personal que entraña móviles sociopolíticos, poéticos y autobiográficos. El desmontaje del canon policial, independientemente de las referencias al cine y a la novela negra ex profeso, es un pretexto para empujar al lector a padecer el intervalo que comprende la muerte de Perón, la dictadura militar de los Videla y Galtieri y la espantosa Guerra de Las Malvinas (acierta dolorosamente Piglia, Blanco Nocturno deviene en una novela postrera o profética que nos conduce a las tinieblas, sin advertencia previa, en el presente ficcional). Rosa Echeverry, custodia de la historia del pueblo –comprimida en el archivo municipal-, lo vislumbra impávida: La historia política argentina se movía a ras de tierra, mientras los acontecimientos pasaban por arriba como una bandada de golondrinas que emigraban en invierno, y los habitantes del pueblo representaban y repetían sin saberlo viejas historias. Ahora estaba ese litigio por la empresa de Luca y la muerte de Tony parecía conectada con la fábrica abandonada (páginas 189-190). A tal respecto, se nos vienen a la cabeza dos obras de nuestro más entusiasta contentamiento: la película Un lugar en el mundo (1991) de Adolfo Aristarain, la cual mixtura los géneros del Western y el cine político para ofrecernos la copa agria del exilio en la pampa; y El Acercamiento a Almotásim de Jorge Luis Borges, texto camaleónico que involucra la reseña bibliográfica, el relato policial, la novela de formación y el discurso místico.
Es gratificante la lectura del capítulo 9, páginas 137-148, pues el viejo Luna (en retrospectiva) y el comisario Croce (en el presente novelado) conversan con Renzi, para proponer un ars poética del género policial. Desde la sigilosa y relativa heroicidad del comisario de policía (Son los especialistas del mal, los encargados de que los idiotas duerman tranquilos, le hacen el trabajo sucio a las bellas almas. Se mueven entre la ley y el crimen, vuelan a media altura), salpicada de referencias cruzadas a Patricia Highsmith y G.K.Chesterton; incluyendo una consideración existencialista del asesinato que nos retrotrae a Camus y a De Quincey (Si la muerte no fue intencional, no fue un asesinato. Por lo tanto hace falta una decisión y un motivo. No sólo una causa, un motivo. –Se detuvo-. Por eso el crimen puro es escaso). Creemos que el asesinato urge también de una visión del mundo, cerebral y visceral, dispuesta a colisionar con la realidad circundante. Pero, solidarios con Joaquín Sabina, tan sólo admitiríamos o concebiríamos el asesinato de móvil pasional. No podemos obviar la mirada inquisitiva del detective en la aprehensión de los hechos, esto es la comunión con la Verdad: Todo es según lo que sabemos antes de ver. –Renzi no entendía hacia dónde apuntaba el comisario-. Vemos las cosas según como las interpretamos. Más adelante, Croce es lapidario en el comentario: Comprender –dijo cuando salió de ahí- no es descubrir hechos, ni extraer inferencias lógicas, ni menos todavía construir teorías, es sólo adoptar el punto de vista adecuado para percibir la realidad. La implicatura transformadora de una realidad impuesta y, por ende, no deseada, se apoya entonces en la multiplicidad de las lecturas. De lo contrario, la colonia de los hombres resbaladizos nos impondrá un misterio inquebrantable, sin más alternativa que la simulación de un espejismo perpetuo e insoluble.
Nos condolemos del alma atormentada por una lluvia hipócrita, tal es el reporte inserto en estos dos tercetos de Rafael José Muñoz: Cae la furia al revés y al derecho / y mi ojo, que no sale de su pecho, / continúa robándome raíces. // Y es que esta lluvia de hoy, esta plenaria / del invierno, esta lluvia campanaria, / logró que se fugaran mis perdices.
Esta magnífica novela no pretende dar respuesta definitiva a Poncio Pilatos, por lo pronto nos invita a subvertir un orden de cosas mustio, eso sí, a través del ejercicio dialógico y comunitario de la lectura, esta forma apetitosa del pensamiento.
En Valencia de San Desiderio, sábado 10 de septiembre de 2011.
Wednesday, September 07, 2011
4000 METROS, UNA EXPOSICIÓN FOTOGRÁFICA DE MIGUEL ANGULO. Galería del Instituto Docente de Urología, Valencia, 15 de septiembre - 10 de octubre 2011
El Grupo Li Po y el Grupo Literario Enriqueta Arvelo Larriva les invitan a la inauguración de la Exposición Fotográfica "4000 metros" de Miguel Angulo, la cual se realizará en la Galería del Instituto Docente de Urología, Mezzanina 2, ubicada en la Urbanización La Viña, el jueves 15 de septiembre de 2011 a las 8 pm. La muestra consta de 18 fotografías que registran el paisaje andino a más de 4000 metros sobre el nivel del mar.
Thursday, September 01, 2011
BESTIARIO Y ENSOÑACIÓN DE RICHARD CAMACHO. José Carlos De Nóbrega
BESTIARIO Y ENSOÑACIÓN DE RICHARD CAMACHO
José Carlos De Nóbrega
Tigre, tigre, que te enciendes en luz
por los bosques de la noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
osó idear tu terrible simetría?
William Blake.
El Bestiario, en cuanto a las Artes incumbe, implica simultáneamente un género creativo y una visión salvaje de la humanidad: Por ejemplo, las fábulas de Esopo no descansan tan sólo en la moraleja final, sino también en la percepción sociológica que trae consigo la crítica abierta o enmascarada en la ironía. El poema L de Trilce (1922) nos exhibe sin piedad –palabra dura ésta de César Vallejo- la analogía de Cancerbero con un viejo y obstinado carcelero: El CANCERBERO cuatro veces / al día maneja su candado, abriéndonos / cerrándonos los esternones, en guiños / que entendemos perfectamente. Nuestra Enriqueta Arvelo Larriva, en una alusión intertextual a Blake, transfigura su asombro en interrogante ontológica: VENADO: Ayer lo vi pasar en suelta fuga, / como seguido de lebreles ágiles. / ¿Qué ojo le estudia su volar de flecha? / Ciega, silbando, el vértigo salvaje. ¿A quién no conmueven las escenas culminantes del film Kagemusha de Akira Kurosawa, óleo en movimiento de caballos y jinetes que agonizan al final de la batalla? La inconfundible guitarra de Brian May simula el maullido y el ronroneo de Delilah, la gata traviesa que juega con el arlequín que es aún Freddy Mercury (Innuendo, 1991, última entrega discográfica de Queen en estudio). Nos rendimos a la luminosa belleza de Cecilia Gallerani retratada por Da Vinci: no obstante la oscuridad del fondo que había engullido la puerta que acechaba su hombro izquierdo, tenemos el armiño ataviado de invierno en su regazo, sucedáneo emblemático de su amante –Ludovico Sforza- que la nombra y la acompaña en el sereno giro amoroso de la cabeza. La humanización, la analogía, la transfiguración intertextual, la simulación y la ilusión estética son algunas de las aristas posibles en la configuración del bestiario de cada quien. La bestia todavía recorre nuestra casa impunemente, muy a pesar de los usos o hábitos civilizatorios.
Animales de Niebla de Richard Camacho es una propuesta plástica que nos reconcilia con una fauna estampada entre lo fantástico y lo cotidiano. Son veintiún piezas (dieciséis cuadros y cinco dibujos) que alternan o, mejor aún, escenifican el diálogo festivo y nostálgico del color y la luz. En la mayoría de los cuadros, observamos la presencia fundamental de la línea del horizonte, la cual dispone la composición plástica en tres instancias: el cielo, la fauna interiorizada y la tierra (¿purgatorio e infierno?). Pájaro frutero II (2009), primer eslabón de la muestra, nos presenta un tordito intervenido que alude a Horus, el halcón que encarna el Dios Sol egipcio: Su figura se impone a una ciudad que brilla a la distancia, mientras se enseñorea de un Edén boscoso y azul con patillas regadas por doquier. Alejandro García Malpica, en el texto de presentación de esta exposición que clausuramos hoy, da con la figura en la alfombra: Así la alegoría dice una cosa para hacer comprender otra. Camacho apuesta por sugerir lecturas múltiples del lienzo y el papel que exceden, por supuesto, un confortable discurso ecologista. Sin Título (2010), acrílico sobre tela, plasma un pavo real con la cola recogida: En este caso asume la misma posición y actitud del tordito frutero, la figura central se recorta contra el paisaje trino (una noche de tormenta en la que los árboles se inclinan a la izquierda –al igual que la mirada perfilada del tordito y el pavo-; un río púrpura y espumoso al medio, frontera natural que accede a otro bosque calmado y brillante que dignifica la terredad ocre). Por cierto, la curaduría no es caprichosa ni irresponsable, pues ambos cuadros poseen un vínculo discursivo y diagonal (no sólo en lo espacial, sino también en lo intertextual): Se trata entonces de contraponer el bestiario personal con el inhóspito entorno urbano y sus jaulas de cristal y vil mampostería. A través de la figuración zoomórfica, la propuesta pictórica apunta al desmontaje del paradigma civilizatorio occidental –depredador inmisericorde sin igual- y a la edificación consecuente de una utopía que nos reconcilie con la naturaleza y una ciudadanía adscrita a la imaginación amorosa y solidaria. El Jardín de las Delicias se encuentra a un palmo de nuestras narices atrofiadas. Pedro Téllez nos ubica su bestiario sin efectismo alguno: Los animales vinieron con el silencio. Vinieron del frente, y no pasan de mi casa, y yo estoy en el límite, mitad y mitad. En la noche soy más de la parte de adelante, de la selva. En las mañanas bien temprano salgo por la puerta del patio trasero a la ciudad. Hasta que vuelvo con la noche: Los cocuyos (…) alumbran el final del camino, otro camino plagado de culebras imaginarias. Hurguen en el jardín o el peladero de chivo con el que topamos al frente: posiblemente se identificarán y contristarán con las hormigas, los sapos, los murciélagos, los perros vikingos o las ratas del bestiario adyacente. Es pertinente la imitación poética de San Francisco de Asís o nuestra paródica autoflagelación expiatoria: A San Roque y a su perro / los conozco desde lejos: / al perro por lo sarnoso / y al santo por lo pendejo. Valga esta impenitente cita de Miguel Otero Silva.
No podrían faltar dos excelentes cuadros que abordan al gallo, ave recreada en los evangelios, la pintura y la poesía de todos los tiempos. Gallo con herida (2010), óleo sobre tela, es un díptico que parte verticalmente en dos la figura central en un afán transgresor o, festivamente aún, juguetón: la carnavalización del muro que separa y cosifica lo figurativo y lo abstracto. La vivacidad transparente de la composición se halla anegada por una afortunada lluvia de colores y objetos, caos desparramado que conduce a una simpática relectura del género del Bodegón; el gallo diurno, salpicado de filamentos variopintos, está suspendido sobre una nocturna hondonada que remeda un pedestal. Nos empecinamos en no reconocer que lo acariciado (o lo golpeado) a ras de piso, acarrea el cielo despejado (o atormentado). Sigamos al poeta brasileño Ferreira Gullar: Se ve: el canto es inútil. / El gallo permanece –pese / a todo su porte marcial- / solo, desamparado, / en un patio del mundo. Gallo con Horizonte (2008), óleo sobre tela, se nos antoja una referencia –por partida doble- a la leyenda del Gallo de Barcelos: comestible-religiosa (recordemos que el gallo cocido se levanta del plato y con su canto salva a un peregrino gallego), y objetual-utilitaria (¿no han poseído alguna vez un gallito plástico y gamusado que cambia de color cuando sube o baja la temperatura?). Este gallo rojo, rodeado de copas y acechado por colores primigenios, significa una invitación golosa al disfrute sensual de un mundo tocable.
Apuntes de la condición humana, grafito sobre papel, consta de cinco dibujos que configuran una metáfora desilusionada de la humanidad: No en balde la sencillez y honestidad del trazo, presenciamos a un cuervo y a una oca devorándose con impune naturalidad; la apología invertida a los códigos moralistas –vengan de donde vengan-, representada por un ave negra y surrealista seguida de su sombra blanca (al mismo tiempo es un extraño pájaro buchón de patas estiradas con dirección al subsuelo); u otros dos pájaros tragando a otros, los picos hacia arriba, que al punto se convierten en dos floreros corrientes. La violencia contra el Otro y el fetichismo forman parte de nuestra cotidianidad, sin que reparemos en tan destructivas costumbres: Las aves estuvieron rondando toda la noche, buscando entre la hierba los últimos restos de carne humana (claro, Wilfredo Machado se refiere a la gentepájaro).
Finalmente, no podemos obviar otros cuadros de nuestra compulsiva predilección: Puente del Amarillo (2008), Dos mujeres (2009), Siyi Sigila (2010), Gato de Amarillo (2002) y Suceso de Invierno (2006). Se suceden imágenes multicolores enclavadas en el contingente territorio de los sueños: puentes y barcos que copulan con la selva verde y solar; mujeres (¿chiniguas o ficheras?) que se queman el gaznate y el alma con aguardiente barato y, en especial, aquellos versos de Pérez Só dedicados a la silla y a las Vistas del caballo; la lúdica pose de un gato amarillo y un pájaro de juguete parados sobre dos taburetes, como si fuese una añeja representación circense; el tapete que guarda a un animal (¿un zorro?, ¿un caballo?) seccionado por líneas de cal; o la noche cerrada que proyectan cuatro gatos sobre la urbe, a pesar de esas chispas de luz o fuegos fatuos voladores. Mucho agradecerá el espectador esta imaginería cargada de poesía, ternura y parodia. La niebla no atenúa el esplendoroso bestiario interior, nos extravía en nuestra paradójica y maravillosa condición.
En Valencia de San Simeón el estilita, sábado 3 de septiembre de 2011.
Thursday, August 25, 2011
ENRIQUETA ARVELO LARRIVA CUMPLE 125 AÑOS MENOS SOLA. José Carlos De Nóbrega
ENRIQUETA ARVELO LARRIVA CUMPLE 125 AÑOS MENOS SOLA
José Carlos De Nóbrega
“El paisaje interior” relaciona a Enriqueta Arvelo Larriva con una tradición de cultura nacional, no la recibida de Europa, que mira el entorno como expresión misma del hombre que lo vive (…) El paisaje vive en el protagonista, se desplaza con él, lo representa en su macrocosmos. Reynaldo Pérez Só: Seis décadas de poesía venezolana (Bosquejo, 1994).
Valencia, a pesar de su reincidencia en la amnesia política y cultural, ha abrigado si se quiere a tres amigos de la poeta barinesa Enriqueta Arvelo Larriva (Barinitas, 1886-Caracas, 1962): Marisol Pradas, Luis Alberto Angulo y Reynaldo Pérez Só, los cuales dedicaron trabajos ensayísticos y campañas divulgativas de su obra poética. Si bien, la ciudad está en deuda con poetas del patio tales como Vicente Gerbasi y, en especial, Teófilo Tortolero, tuvimos acceso a diversas y concretas manifestaciones de afecto y fervor por Enriqueta: Poesías (1976), antología poética a cargo de Reynaldo Pérez Só, y Testimonios (1980), material hemerográfico y epistolar seleccionado por Carmen Manarino, ambos títulos publicados por el Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la Universidad de Carabobo; el ensayo de Marisol titulado Enriqueta Arvelo Larriva: voz del llano trashumante, el cual fue publicado en la revista “Laberinto de Papel” (año 2, nº 1, noviembre 2003, páginas 38-45); y recientemente haber escuchado y leído un magnífico ensayo inédito de Luis Alberto que reivindica el lugar especial de su obra en nuestro panorama poético contemporáneo. Por supuesto, tenemos también la consideración que hace Reynaldo en torno a su poesía, patente tanto en el Bosquejo antes citado como en la selección de seis textos poéticos que integran la muestra venezolana de las seis primeras décadas del siglo XX. Como podemos ver, la poesía y la silenciosa personalidad de Enriqueta Arvelo Larriva ha sido celebrada en Valencia desde hace muchos años. Hoy (sábado 26 de marzo) nos proponemos compartir con ustedes la celebración –postdatada, por cierto- de su cumpleaños 125, pues la fiesta se inició en Barinitas el pasado 22 de marzo de 2011. Vamos a disfrutar de una conversación fresca y sentida sobre su obra poética, periodística y ensayística. Toda ella amable y responsable, eso sí, el vital compromiso de la voz se afinca en la transparencia e inmediatez del Decir.
La obra poética de Enriqueta comprende los siguientes títulos: La Voz Aislada (1939), El Cristal Nervioso (1941), Poemas de una Pena (1942), Canto del Recuento (Homenaje a Alfredo Arvelo Larriva, 1949), Mandato del Canto (1957) y Poemas Perseverantes (1963). En 1987, bajo la curaduría de Carmen Mannarino, la Fundación para la Cultura del estado Barinas publicó su Obra poética y Prosa en dos tomos. Siempre recordaremos este par de versos, muy cercanos al mundo de nuestros afectos: Toda la mañana ha hablado el viento / una lengua extraordinaria, los cuales condensan una vocación por interiorizar el paisaje sin servirse de la retórica romántica o post, fuere española o francesa; el poema no se regodea en una apropiación exteriorista del paisaje que lo describa y adjetive hasta el cansancio, por el contrario, constituye un abordaje interior que excede el imperio de la imagen visual que encandila: se lo escucha, se lo aspira a bocanadas, se lo palpa y a la vez nos atrapa en el silencio y la desnudez de la expresión poética. América no amerita de largos cantos, pues puede ser abarcada por los brazos del poema breve: Son tuyos mis ojos, América, / porque repasan con ternura tus gentes / y tus veredas y tus cacharros, / y porque escarban noveleros en las carabelas que llegan. El trasfondo religioso del poema QUÉ ME PASA, nos conduce a una revisión de la parábola de los tres talentos que –a su vez- tritura toda pía y positiva actitud ontológica ante la vida: Me devuelves, tú, el dulce y rico, / lo que di contenta? / Fue alucinación y no he dado nada? Nos llama la atención cómo Enriqueta glosa poemas de Juana de Ibarborou en la diafanidad de la voz, ajena a la retórica decimonónica y al experimentalismo cosmopolita, que se solidariza en la pérdida y la soledad: ¿Que se murió la boca que te sembró de besos? / La siembra no es perdida en tu carne de América. / Si tu fuiste la tierra de un fuerte amor copioso, / continuará tu humus su cálida tarea. Incluso sus poemas con Bolívar –esto sugiere acompañamiento dialógico y no fetichismo de uso para politicastros y otras especies- se centran en la humanidad del personaje y del canto per se: Y podré perdonar a los que enredan tus caminos, / A los que no te buscan espontáneos, / a los que se conforman con tu bronce…Por supuesto, es muy sutil y personal su erotismo, diferente por cierto del tono confesional y directo de María Calcaño, que se desplaza en el paisaje interiorizado o recrea el luminoso objeto del deseo: Me agito curiosa / y a tu sombra, guarda elegante, arriésgame. A tal respecto, Pérez Só nos habla de “retorcimientos de culebras, frutas partidas, pulpas, en la quietud sombría de los ríos de galería o entre los rincones de cuartos antiguos de la soledad de El Llano”.
Es notable la influencia que Enriqueta Arvelo Larriva ejerció en la poesía venezolana de los años setenta del siglo pasado: voces apreciadas por nosotros –algunas de ellas responsables del rescate de su obra poética-, tales como las de Luis Alberto Crespo, Reynaldo Pérez Só, Enrique Mujica y Luis Alberto Angulo, desarrollaron un discurso poético a contracorriente de la poesía de propaganda política o la afiliada a las vanguardias de los sesenta; el poema se despoja de artificios estilísticos y experimentos lingüísticos para trabajar la palabra en el silencio y la contemplación interior (lo cual implica la configuración de un paisaje interiorizado de gran valía y riqueza personal). Toda renovación poética es producto de una consideración crítica de la tradición e, incluso, la revolución de fondo y forma que acarrean las vanguardias.
Revisando Testimonios, observamos que su trabajo ensayístico (en el formato del artículo breve) va a la par de su poesía: la prosa es precisa, limpia y atenta al tema de su consideración, sin que su afán crítico pierda lucidez y consistencia. Hay un tono humorístico amable, que disfruta el lector en una refrescante instancia rayana en la ternura. Este revelador volumen arranca con una Entrevista Imaginaria “concedida” por Enriqueta a Carmen Mannarino, quizá la enriquetóloga más conspicua de nuestro medio. El diálogo no es más que el complemento sensible y cariñoso a la rigurosa labor de la crítica literaria: “Yo era una visitante sonambulesca. Daba pasos dentro de una vivienda conocida a fuerza de indagaciones e intuición, aun cuando franqueada la primera vez”. El material hemerográfico se clasifica en Temas Literarios, Preocupación Nacional, La Provincia y la familia; y las Cartas son nueve, la mayoría dirigidas al escritor Julián Padrón. Enriqueta nos refiere de manera inmediata sus lecturas: Desde su descubrimiento de un muy joven Oswaldo Trejo, cuya lozana y lúdica travesura alteró su apolínea paz lectora; su visión paradójica de Ramos Sucre, a quien considera “natural como un arroyuelo en paz”, justificando su discurso abigarrado en la coherencia y la cohesión que evade la sobrecarga y los excesos del estilo; su orfandad generacional, tal como lo confiesa a Neptalí Noguera Mora respecto a la generación poética del 18, fruto de su modo de vida en soledad y no de un protagonismo extremista; su empatía con el poemario “Las Naves” del también cineasta Jesús Enrique Guédez, que le llevó a afirmar que podía ser el libro que no le fue dado escribir; hasta la gratísima impresión que le dejó Isaac Pardo al referirse a Juan de Castellanos, esto es la placentera conversación múltiple que es el ensayo a expensas de los odios y los amores que despiertan en nosotros una lengua común. En “En torno a un artículo de Otto D’Sola”, expresa su solidaridad con las mujeres poetas omitidas por un discurso machista y convencional: “Si se sigue observando eso de que no se mencione un solo nombre de mujer cuando de nuestros poetas se habla, ello será algo grave para sectores femeninos en fervoroso quehacer de poesía y un fiasco para aquellos escritores que han loado, también con fervor, la obra poética de mujeres venezolanas”. En este último sector nos hallamos nosotros, al punto de conformar el Grupo Literario Enriqueta Arvelo Larriva en tanto comunidad poética abierta para todos los que así lo deseen.
Valgan, como colofón, estas palabras de Marisol Pradas: “Pero además de fusionar lo físico con lo intangible, ella se consagra a los elementos en su forma más pura para darle a esa simplicidad la fuerza necesaria para hacerlos sobrevivir, junto a ella, en esa vasta extensión de tierra que aguarda miles de posibilidades a sus ojos”. Sólo nos resta celebrar su cumpleaños al amparo de su escritura fiel a la transparencia, la sencillez y la austeridad que nos reconcilia con el paisaje configurado en la ausencia del bullicio.
Tuesday, August 23, 2011
PROGRAMACIÓN GRUPOS LI PO Y ENRIQUETA ARVELO LARRIVA (AGOSTO-SEPTIEMBRE 2011)
Estimados Amigos: He aquí nuestra programación de eventos correspondiente al período Agosto-Septiembre 2011.
Sábado 27 de agosto: Función de Títeres (El Decamerón) a cargo de Wilman Silva. Lugar: Librerías del Sur Valencia, primer nivel del C.C. Camoruco, Avenida Bolívar Norte. Hora : 10 am.
Sábado 3 de septiembre: Clausura de la exposición "Animales de Niebla" de Richard Camacho. Consistirá en un Conversatorio coordinado por el propio artista, el pintor Libardo Espinel y el ensayista José Carlos De Nóbrega. Lugar: Centro de Artes Vivas Alexis Mujica, frente a la Plaza Bolívar de Valencia. Hora: 11 am.
Sábado 10 de septiembre: Charla sobre la novela "Blanco Nocturno" (acreedora reciente del Premio Rómulo Gallegos) de Ricardo Piglia a cargo del ensayista José Carlos De Nóbrega.Lugar: Librerías del Sur Valencia, primer nivel del C.C. Camoruco, Avenida Bolívar Norte. Hora : 10 am.
Sábado 17 de septiembre: Recital poético de Mirih Berbín y Arnaldo Jiménez. Presentación de los poemarios "Mareas" de Berbín y "Caballo de Escoba" de Jiménez a cargo del escritor José Carlos De Nóbrega. Lugar: Librerías del Sur Valencia, primer nivel del C.C. Camoruco, Avenida Bolívar Norte. Hora : 10 am.
Sábado 24 de septiembre: Conversatorio sobre la obra literaria y fotográfica de Juan Rulfo a cargo de los escritores Oswaldo González y José Carlos De Nóbrega. Lugar: Librerías del Sur Valencia, primer nivel del C.C. Camoruco, Avenida Bolívar Norte. Hora : 10 am.
Friday, August 12, 2011
REEDICIÓN DE UN TEXTO EN HOMENAJE A JOSÉ MARÍA BEOTEGUI
Estimados Amigos: Lamentamos el fallecimiento de José María Beotegui en Valencia (jueves 11 de agosto de 2011), esposo de la poeta Ana Enriqueta Terán y papá de la también poeta Rosa Francisca Beotegui. El acto velatorio se lleva a cabo en la Funeraria Quo Vadis, avenida Bolívar Norte, detrás de la Torre Exterior. El cortejo fúnebre partirá mañana sábado 13 de agosto de 2011 a las 9 am. Un abrazo solidario para los familiares y amigos de Don José María. ¡Hasta pronto, querido amigo!
He aquí la reedición de un texto en su homenaje (el cual delata que ambos estamos enamorados de la misma mujer):
ENAMORADA (publicado en este espacio el 10 de mayo de 2007)
Ayer de visita en casa de Ana Enriqueta Terán y José María Beotegui, nos referimos a esta foto de nuestra hermosísima poeta con Felipe Herrera Vial. Fue tomada en el Ateneo de Valencia con motivo de la presentación del primer número de Cuadernos Cabriales en junio de 1954. José María nos dijo que ese mismo día la había conocido para quedar enamorado por siempre. Han transcurrido cincuenta y dos años y medio de unión tocada por la generosa fortuna. Si bien el genio es un creador de paradigmas, aforístico José María, los ojos de María Félix que se abren a las guitarras y las voces del trío Calavera en "Enamorada" del Indio Fernández, nos retrotraen la belleza clásica, indómita y deliciosamente persistente de Ana Enriqueta. No sé por qué la ligo emocionado a la canción I'll be your mirror de Lou Reed y Velvet Underground. Secuelas de su apasionada voz recitando en el Auditorio del Centro Eladio Alemán Sucre aquellos imprescindibles versos:
"(...) La niña buena cuenta hasta cien y se retira.
La niña mala cuenta hasta cien y se retira.
La poetisa cuenta hasta cien y se retira."
Aplastando la cabeza mezquina de la deslenguada mapanare que fracasa en herir su calcañar, nos reunimos en el hospitalario patio para enhebrar un texto transgenérico, encuentro de la poesía, el ensayo y la pintura, con el cual José María, Luis Alberto, José Carlos y Vladimir celebren a Ana Enriqueta acicalándose y persignándose en la ceremonia cotidiana y salvífica del poema.
POETERÍAS: POLICÍA LITERARIA. GONZALO FRAGUI
Poeterías
POLICÍA LITERARIA
Gonzalo Fraguifragui2000@yahoo.com
Ilustración: Cuadro del poeta y pintor surrealista César Moro
Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, Gabriel García Márquez habría de olvidar la tarde reciente en que los críticos literarios quisieron darle a conocer el hielo de la indiferencia.
Así podría empezar la nueva Historia Universal de la Infamia.
Lo anterior viene a cuento porque en un foro en Mérida sobre Cien años de soledad, un “crítico” dijo que la novela del Gabo, luego de cuarenta años de la publicación, se había quedado en el pasado, y prueba de ello era que él (el crítico, no el pasado) había intentado releerla y no pudo llegar ni al momento en que José Arcadio regresaba a casa, después de haberse ido con los gitanos, con todo el cuerpo bordado en punta de cruz, según la expresión de Úrsula.
Luego vi por internet un comentario sobre Julio Cortázar, según el cual otro “crítico” confiesa que el gran cronopio ya no lo sorprende, al contrario, le aburre, lo adormece, porque Julio y su escritura, con el paso de tiempo, habría “envejecido”. Envejecemos tanto a Julio.
Me doy cuenta entonces que se trata de una moda de los “críticos” de esta época, el “envejecer” obras que, por alguna razón, (generalmente política) hoy no les interesa. Una especie de policía literaria que decide qué se puede leer y que no, profesores universitarios desde sus conucos, los departamentos de literatura, que imponen los temas de las tesis y deciden que el lenguaje de García Márquez está obsoleto, que Cortázar aburre, que Carpentier es baboso, que el Nobel de Neruda fue político, y hasta hacen el “chiste” de amenazar con leerles a los estudiantes un poema de don Andrés Bello si no se portan bien.
Y ahora hasta el CNP venezolano, el gremio con mayor índice de analfabetismo funcional, (lo digo yo como periodista) se ha sumado al coro de las prohibiciones.
Extraña profesión la de los críticos: diseñar cárceles donde los únicos presos son ellos mismos.
Como decía un viejo poeta amigo mío: “Los críticos, en el fondo, son buenos. En el fondo del mar”.
Mucutuy/Edo. Mérida
Wednesday, August 10, 2011
ROSAE ROSARUM: LA LITURGIA COTIDIANA Y EL DESTIERRO. José Carlos De Nóbrega
ROSAE ROSARUM: LA LITURGIA COTIDIANA Y EL DESTIERRO
José Carlos De Nóbrega
Desarraigo siempre multiplicado, de la tierra, la lengua y de Dios. Reynaldo Pérez Só.
En el nº 129 (mayo-junio de 2000) de la revista “Poesía”, el cual nos parece el cierre de un importante ciclo evolutivo suyo, Reynaldo Pérez Só publicó un ensayo que aún hoy nos atrapa: “Máscaras y desarraigo”. Sin deponer el cariz crítico y polémico de sus convicciones poéticas, Pérez Só plantea que el enmascaramiento (por vía de heterónimos, cultismos cosmopolitas o apropiación del lenguaje y la cultura local) se configura en el clima del desarraigo o exilio físico o interior, incluso la ocurrencia simultánea de ambos. Desfilan, entonces, los casos de poetas como Pessoa, Sá-Carneiro, Darío, Vallejo, Martí y Ramos Sucre en tanto soporte argumental que aviva la discusión. Observémoslo en sus propias palabras: Lo determinante es que el poeta, con la máscara, sobreviva y convierta la materia bruta de la angustia generada por el destierro en auténtica poesía. Sin embargo, no todos tienen esta suerte y la solución es mucho más drástica al no tener sentido una existencia en donde todo está en contra. Quizá este ensayo cause escozor en unos o, mejor aún, haga rechinar los dientes de otros. La problemática del desarraigo y sus antifaces también fue tocada por Reynaldo en el cuento “Viento Sur”, esto es experiencia dolorosa y vivificante que desborda al escarceo narrativo-ficcional. Por lo que este poemario,”Rosae Rosarum”, supone no sólo una recapitulación temática sino también discursiva. Ratifica la condición paradójica y escurridiza de la ciudadanía del poeta: Aquí el poeta no es más que el vocero, lenguaje del conjunto al que pertenece, pues un país no llega a serlo sin la existencia de sus poetas. Se trata, como él mismo lo dice en el arranque, de la simulación (¿impostura o sobrevivencia?) que es un parecer siendo para poder, realmente, ser. Expresar una visión del mundo en la apostasía o la complicidad.
El cuarteto que trae consigo “Rosae Rosarum” –Tremor (1997), Buscada (1999-2000), Poemas de la cuesta (2002) y el conjunto homónimo final (2003)- propone tres núcleos temáticos: Además de la problemática del desarraigo, tenemos el de la búsqueda religiosa (modo de vida válido, en el diálogo contingente y significativo del Hombre con Dios y consigo mismo) y la rosa como motivo de consideración y reflexión poéticas. En una primera lectura, esta colección poética constituye la continuidad del discurso lírico de Reynaldo Pérez Só: Despojamiento verbal que se contrapone al artificio retórico, verso breve y contenido que sin embargo es multisugerente, fragmentación del texto poético que recrea la escindida precariedad del ser y –por ende- el Decir. Si seguimos a Nabokov en la pertinencia de la relectura como praxis cotidiana, notamos con asombro propuestas o aristas que renuevan y enriquecen la Suma Poética a la fecha de este apreciadísimo poeta (a tal efecto, no es necesario el bullicio del fondo y la forma para catarlos con calidez).
Tremor se nos antoja un prólogo poético extenso que prefigura el resto del corpus del volumen: se dialoga sobre el extravío vivencial que es el exilio, destierro no es luz blanca (poema que se repetirá más adelante, página 93, alineado a la derecha y en una sola estrofa); encontramos la transfiguración lírica del trueque de la primogenitura de Esaú por un tentador plato de lentejas (si éstas se cocinan en un guiso de carne a la jardinera, tal como las preparaba mi madre, yo sería otro incauto a manos de la mamá de Jacob); o el desconcierto que nos provoca el Dios empequeñecido de los dos últimos poemas. Hay un punzante abordaje del Decir poético que no lo es: dice / que decía / pero su boca estaba tapada. No en balde el encabalgamiento y la supresión de la puntuación, el poema gana transparencia e inmediatez en la atenuación del afán fragmentario. ¿Las negritas del primer verso simulan un posible título?
Buscada, en palabras del autor, se asocia más al sentido de búsqueda que a la mera religión como generalmente se entiende. El sentimiento religioso no estriba en un monólogo onanista, exaltado y farisaico. Por el contrario, se revitaliza en el discurso solidario con el Otro, tal como lo estimuló Enmanuel Lévinas: él se hace de gente / mía mientras yo / le abra la puerta y quede sin techo / sin paredes ni ventanas él. El discurso poético-religioso asume un inquietante sesgo dialéctico (¿acaso las intermitencias de la relación entre Dios y los hombres no colindan con la experiencia traumática del desarraigo?): él me mira / con dos ojos / en uno me señala / en el otro me respira // a muerte / con dos manos / una me estrangula / la otra me levanta // mientras vivo / me pongo a un lado / y me encono /huyendo de su abrazo / espantándome la vista. La auténtica poesía es tocable: la mística adquiere pleno sentido en el teatro de operaciones que es el cuerpo.
Poemas de la cuesta es un hermosísimo libro sobre el exilio. Los poemas se alinean a la derecha y se inician con mayúscula: ¿esta crónica de viajes a la inversa, registra experiencias superlativas afines a la búsqueda religiosa? Los poemas dedicados a las islas Canarias son memorables, la interiorización de su paisaje y el tono que linda la saudade –némesis de nostalgias lloronas- nos complacen y acometen al punto: En canarias / anda la muerte en forma / de puerto / nunca de mar ni fuego ni piedra / a veces hay subidas / a veces hay bajadas / (…) / pero la muerte llega en forma de pescado / seco / momia / para que la otra muerte coma / mirando de isla en isla. Sin alarde metafórico, la escalera de Jacob vincula a Israel y Tenerife levantando un puente lírico, religioso y popular: en israel se dice que subieron muchos / sin embargo bajó jesús y remontó mohammed / donde bajando subió isaac // pero en Tenerife sólo se baja / cuando se cree ascender. La mirada es encandilada por los trazos francos y, si se quiere, hiperrealistas de un paisaje agreste y diverso: las cabras, los perros, las lagartijas y los hombres integran el mismo bestiario que se contrapone a la costa y la montaña.
“Rosae Rosarum” se vale de alusiones diversas (Rioja, Huidobro e incluso el tísico Agustín Lara), emociones contradictorias y afinidades afectivas en la proposición de un discurso experimental exento de arrogancia y futilidad. Simula con brillo el discurso taxonómico de catálogos botánicos o diccionarios filosóficos. Nos llama la atención el dinamismo de la diagramación del poema: un collage sensual de la fuente standard, las cursivas y los paréntesis. La aproximación a la rosa es múltiple en su aceptación o negación como objeto poético –vivo o cosificado-. Por ejemplo, “rosa plástica” alude a los objetos mágicos de Mario Abreu: pero la de plástico / es pura a dios / dueña de camposantos.
Indudablemente, comunidad lectora, este libro es digno de nuestra consideración mientras Pena un frágil aroma de aguacero.
En Valencia de San Desiderio, ofrecemos este Homenaje Panorámico a Reynaldo Pérez Só, sábado 16 de julio de 2011.
Thursday, August 04, 2011
NUNCA RASURARSE EN DOMINGO. CARLOS YUSTI
Nunca rasurarse en domingo
Carlos Yusti
“La carrera literaria más difícil es la de lector”.
Macedonio Fernández
Existe un consenso mayoritario entre escritores que tiende a considerar el medio literario como mezquino y sembrado de iniquidad en pequeña escala, al punto tal que parece haber más caballerosidad en el mundillo de los tahúres y apostadores. Sin mencionar el rechazo al por mayor de que es objeto todo escritor primerizo. En el medio literario hay egos para todo y muchas veces el ego se traspapela con el divismo y las pequeñas miserias humanas se desatan. Pero obviando ese infierno de guardarropía que es el ambiente literario siempre me ha intrigado ese salto que muchos lectores anónimos realizan hacia la escritura. Que los motiva a cruzar el espejo de tinta impresa para aventurarse por el mundo de la palabra escrita.
Novelas como Don Quijote y Madame Bovary son exploraciones sobre las consecuencias trágicas de la lectura. Alonso Quijano pierde la razón por los libros de caballerías y a la pobre Emma Bovary la pierde la lectura de esas noveletas de amor romántico. Ninguno de los dos escribe, pero ambos tratan de vivir su propia novela en la realidad; realidad que no se anda con delicadezas para destrozar a patadas los sueños y las ensoñaciones de cualquiera. En la segunda parte del Quijote, Alonso Quijano pasa por una imprenta y le da un vistazo al libro que contiene sus hazañas, en otra parte del libro también aduce que no escribe debido a su vida atareada de caballero andante y al poco tiempo disponible. En esencia tanto Emma como Quijano son unos peculiares lectores, especies de cisnes negros y tenebrosos o para decirlo con palabras de un gran lector como Borges: “A veces creo que los buenos lectores son cisnes más tenebrosos y singulares que los buenos autores”.
Susan Sontag ha escrito que casi siempre la lectura es la antesala propiciatoria de la escritura. “Y el impulso de escribir casi siempre se desata por la lectura”. Aunque ella descubre que este axioma no es del todo cierta. Hay una buena porción de escritores que no son lectores y ella pudo comprobarlo cuando en un encuentro coincidió con V. S. Naipaul y Sontag le comentó al escritor sobre una novela inglesa del siglo 19 que a ella le resultaba apasionante. Naipaul le dijo que no la había leído. Ella lo miró con cara de asombro y Naipaul le explicó tajante: “Susan, soy escritor, no un lector”. Algo parecido me ha sucedido con algunos poetas y escritores a quienes he visitado por casualidad y descubro una incipiente (por no decir escuálida) biblioteca.
Siempre me veo como lector y por supuesto trato de leer a quienes como yo han sorteado miles de obstáculos para publicar sus libros. Hace poco el ensayista Carlos De Nóbrega ha escrito una nota sobre mi libro “Para evocar el olvido” y esto de leer reseñas sobre lo que uno escribe siempre es gratificante e incluso bastante raro y aunque uno sabe que la amistad está presente, sabe también que hay un lector detrás, sin mencionar que nuestros estilos de escritura son opuestos. Con Pedro Téllez, otro amigo e inmejorable ensayista, sucede que a veces hemos escrito sobre los mismos libros o autores desde ópticas bastante dispares sin un propósito preestablecido. Con esto quiero significar que en nosotros, por separado, prevalece con subrayado ahínco el lector y que dimos sin duda el salto a la escritura debido a la lectura.
También sucede que con estos forcejeos de la lectura y la escritura uno termina traspapelado en minucias ficcionales, en anécdotas nada sublimes y en cuentos de camino y barra. Los editores de la revista Labrapalabra, editada en Colombia, y que gentilmente publicaron mi ensayo sobre Capote se han inventado la siguiente ficha: “Venezolano, amigo de los libros ajenos. Nunca se rasura los día domingos. A veces viaja en avión para poder controlar su miedo a la muerte. Dice que sus nietas son su nuevo pasatiempo divertido para no envejecer del todo. Sus textos están coloreados con una carga de cinismo y humor negro”. Aunque todo esto se lo inventaron es verdad y coinciden con De Nóbrega en algo: “…más allá de su tono conversado, el afán crítico –rayando la durísima sátira- no le permite al lector atento quedar indiferente…”
Susan Sontag parece acertar cuando escribe: “Un escritor es antes que nada un lector; un lector que se ha vuelto loco; un lector granuja; un lector impertinente que afirma que es capaz de hacerlo mejor”. Y esto de intentar hacerlo mejor es lo que complica todo este trabajo con las palabras. La fama y que te paguen por lo que te gusta hacer sería lo ideal, pero cuando de escribir se trata son otros los acordes que tensan las cuerdas para esa música especial de la gran literatura. Se conocen casos de escritores que han obtenido el éxito con sus libros y se sienten unos fracasados a los que le aguarda el olvido. Allí está Borges sin el Nobel y por allí andan muchos escritores que lo obtuvieron y ya nadie ni les recuerda y lo que es peor ni se leen. De lo que se trata es de escribir y si es posible de la hacerlo bien. Enrique Vilas-Mata ha escrito que “…escribir es corregir la vida—aunque sólo corrijamos una sola coma al día—, es lo único que nos protege de las heridas insensatas y golpes absurdos que nos da la horrenda vida auténtica…” Orhan Pamuk ha escrito que quizá la auténtica necesidad no sea la literatura sino el estar a solas en una habitación y fantasear.
Se escribe para corregir, para pasar en limpio los gazapos del alma, los errores de nuestra pequeñez humana que opera a la sombra y en los detalles del día a día. Seguir leyendo es desintoxicarse un poco de la escritura propia, es tratar de encontrar el camino de la imaginación para volver al lugar del inicio en la que uno era sólo un lector anónimo acostado en el sofá de la sala.
Me veré siempre como un lector, que de joven, sin otra cosa en los bolsillos que sueños y aire, robaba libros para leerlos, mea culpa. Ah y sobre los domingos no me gusta hacer nada, ni siquiera leer y mucho menos rasurarme. Lo que pasa es que la literatura se parece a la vida, pero no es la vida, cuestión que ni Emma Bovary ni Alonso Quijano entendieron a cabalidad.
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