ELOGIO EN CURSIVA DEL LIBRO DE BOLSILLO
Pedro Téllez
I
Una enemistad secreta envuelve a bosques y bibliotecas: incompatibles los bosques son desorganizados, el “azar” les conforma o leyes desconocidas a las que llamamos azar. Inherente a ellos el peligro y el acecho: la sombra. La biblioteca está iluminada para mejor leer, sus libros en orden, clasificados decimalmente. En la claridad meridiana de sus estantes predomina la línea recta. En la biblioteca el azar no esta permitido. En el bosque la materia está viva, “orgánica”; en su contraparte, la biblioteca, la materia está muerta: Estantes de madera seca, pulpa de papel y la ironía de Lichtenberg: “¿Que haremos cuando los árboles desaparezcan? –¡Quemaremos los libros hasta que vuelvan a crecer!”.
II
Un cuadro de Cranach: un santo leyendo en el bosque, el cardenal Alberto de Brademburgo representado como San Jerónimo, fieras a sus pies y escritorio al aire libre; el escritorio es una tabla de madera rústica sobre dos troncos cortados que sostiene un enorme volumen; en un claro los venados juegan mientras el santo lee y escribe a la luz del día; al fondo del cuadro una ciudad. Esta lectura “en el” bosque forma parte de las dificultades de la santidad. En otro cuadro anterior San Jerónimo (Cardenal Alberto) lee cómodamente en su estudio, iluminado por un gran ventanal, en amplio escritorio y bajo una lámpara de techo; al fondo biblioteca y un reloj de arena: Sólo la habitación repleta de animales salvajes comunica un cuadro con el otro. Contemporáneo de Cranach, uno en Viena y el otro en Venecia, es el también renacentista Aldo Manuzio que imprime en 1501 el primer libro de bolsillo: Una edición de Virgilio, el poeta de La Eneida, pero también el poeta campesino, de las Geórgicas y Bucólicas. Por su fecha, por un año, este primer libro de bolsillo no es un incunable (catalogación arbitraria que va desde los libros de tipos móviles hasta 1500). Pero el límite es oportuno, pues en 1501 el mundo tipográfico abre con los libros portátiles un mundo nuevo Es un “manual” que se lee de la mano y no sobre escritorios como los de Jerónimo, enchiridion es el término griego. Manuzio diseña un nuevo tipo de letra para el formato: la cursiva. Hoy se usa para distinguir entre dos textos: para diferenciar. En el renacimiento la cursiva se acercaba al manuscrito, en los extremos de la letra semeja al trazo a mano. Además eran letras más compactas que se prestan al pequeño tamaño de la pagina del libro. Libritos dirigido a un público joven, y para ser leídos durante viajes, esperando, en el bosque o en la ciudad, durante paseos. “Libritos” por su tamaño, pues eran librotes, las primeras ediciones en latín o en lengua vulgar (italiano) de los clásicos, que entonces eran los clásicos grecolatinos. El de bolsillo es un libro personal. Por su potencial de desplazamiento, de intercambio, donde más de uno se perdería, esos primeros libros de bolsillos son hoy raros: las valiosas ediciones aldinas. Además de las cursiva y el formato en octavo (la hoja se dobla tres veces para dar ocho folios) del principio, y le seguirían formatos menores cada vez menores (12vo., 16vo.). Los libros de Manucio tendrían tapas de cartón y no madera, lo que les hacia más ligeros y flexibles, como su contenido: Los mejores escritores griegos y romanos en cuidadísimas ediciones. Solo en aquel momento inicial del libro de bolsillo los mejores fueron también los más vendidos, los bestseller. Resumiendo, el aldino estaba impreso en cursiva, con encuadernación de cabra y tapas de cartón, buen papel hasta hoy intacto y de contenido la edición pura de un clásico. Las ediciones crisol de Aguilar serían una especie de aldinos actuales, en especial los crisolitos que salen anualmente. Pero lo más importante es el nuevo lector para el cual se dirige el libro de bolsillo, y que llamaremos el lector del bosque o lector salvaje. El nuevo libro produce y es reflejo de la compleja transformación de la lectura en el Renacimiento: agregaríamos que aquí la potencia de la imprenta se manifiesta. Incluso el inédito formato condiciona el volver de géneros olvidados, y el entronizamiento de algunos conocidos: el libro médico de carácter aforístico, que es leído en voz alta, por el maestro a los discípulos al pie de la cama de los enfermos; los libros de oraciones, en voz baja, acompañan al lector devoto en los patios de los conventos; el teatro de bolsillo se presta para las compañías itinerantes; el militar viaja con sus poemas, y los puede leer en forma íntima, antes o después de la batalla; el libro erótico que se lleva consigo y se comparte en los jardines o en las recámaras, antes o después de la batalla. Con el tiempo habrá espacio, en la nueva selva de libros, hasta para el acecho de los enemigos de la lectura: Uno de los primeros bestseller del siglo XVIII, los avisos de Tissot contra el daño de la lectura. Aviso a los literatos y personas de vida sedentaria sobre su salud, es impreso en formato de bolsillo. El bosque se hace jardín con el libro de bolsillo. Un aparente triunfo de la biblioteca, veremos por qué.
IV
La nueva forma de leer al aire libre, hombres y mujeres al aire, entre árboles, o mujeres solas, desafiando el antagonismo secreto entre la biblioteca y el bosque: Francisco de Miranda en su Diario anota su lectura romántica de Las Geórgicas, reedición de bolsillo recién hecha (casi tres siglos después del invento editorial de Manucio) que adquiere en su viaje por países europeos. Destaca en su anotación del 28 de julio de 1788: “A las 6 en pie y tomé una silla con que me fui a Khel, pequeña villa a una legua corta de aquí, del otro lado del Rhin... después me fui hacia la imprenta que está dentro del fuerte, construido antiguamente por los franceses y ahora arruinado... el director de dicha imprenta me dió un billete con el cual otro (director) me vino a enseñar el todo... vimos la sala de composición, de asamblaje, de prensas (24 creo), todo en muy buen orden... estuvimos en el almacén donde vi la edición completa de las obras de Voltaire... algunos otros libros también han impreso, de los cuales compré uno, las Geórgicas de Virgilio...” . Escribe días después, el 4 de agosto de 1788: “...En el ínterin Virgilio, al son de los bastones con que los labradores baten el trigo... cuando llegué a la pequeña villa de Neun Kirchen... resolví pasar la noche, pues el cuadro interesante de la vida campestre que todo el mundo ejerce allí me convidaba para ello... efectivamente, los que batían los granos, los que conducían las hierbas, los que traían los rebaños...me representaron aquella tarde el espectáculo más rural que he visto en mi vida...y todo delante de mi ventana, de donde, con Virgilio en la mano gozaba todo...” Así leía Miranda, comiendo ciruelas del árbol que daba a su ventana leyendo las Geórgicas. Meneses comentando este pasaje “La moda pastoril y el respeto por la antigüedad se juntan para hacer de la lectura de Virgilio una ejemplar aventura espiritual”. Esta aventura romántica sólo es posible con el libro portátil, más allá de cualquier escritorio o estantería.
V
Con el tiempo se han dado las condiciones para la venganza del bosque: El libro de bolsillo desorganiza la biblioteca, selvatiza las lecturas, multiplica los lectores y pasa de mano en mano, de mujeres a hombres como pretexto de nuevos encuentros, la devolución y el comentario. En su venganza se acompaña de su “pareja”: el cuaderno de notas. Y si antes se anotaba en sus pequeños márgenes, ahora la literatura portátil deviene en escritura. Se ha configurado un nuevo lector, que lee y escribe en el bosque, o en el jardín, en cuartos de posadas de países lejanos; y si lee en la biblioteca, pública o personal, lo hará a la manera del viajante, prefiriendo lo liviano y concentrado, lo que valga la pena llevar y traer, lo ameno y lo que deja, los clásico antiguos y modernos. Es el lector salvaje: Y Miranda en su Diario de Viajes es uno de ellos. No en balde en el catálogo de la subasta de sus libros, “catalogue of the de la valuable and extensive library of the late General Miranda” (1828), en “octavo et infra”, están 437 de los 780 libros, es decir mas de la mitad de los volúmenes de la biblioteca “fija” de Miranda son de bolsillo o portátiles, están en octavo o en un formato menor. En el catálogo de la segunda subasta y remanentes serán 385 de 1071, la proporción se mantiene si se entiende que se venderían más en la primera, pues se incluyen restos de aquella. Encontramos numerosas ediciones aldinas (primeros libros de bolsillo), tanto en la subasta, como en la donación de clásicos griegos y latinos que hizo a la Universidad de Caracas y que hoy se conservan en la Biblioteca Nacional. Pero será en las inspecciones de su equipaje, donde escrupulosos funcionarios aduanales toman nota de los títulos y de sus características, donde vemos el predominio de los libros en formato pequeño de octavo, en 12º- y en 16º-.
VI
La feria internacional del Libro de la Universidad de Carabobo (Filuc) tiene más de bosque que de biblioteca: Por la ubicación de los libros para la venta en espacios abiertos y asistemáticos, en el desorden del bosque editorial, donde serios comerciantes y expositores toman por unos días el rol de buhoneros, rematadores de libros a la caza del lector deambulante: Lector salvaje que va o viene del café o el bar, y que sabrá escoger a su igual: El libro portátil o de bolsillo, el rey de la feria, que acompañara al paseante por selvas de asfalto, en su trayecto errático por el tedioso domingo valenciano.
Pedro Téllez
I
Una enemistad secreta envuelve a bosques y bibliotecas: incompatibles los bosques son desorganizados, el “azar” les conforma o leyes desconocidas a las que llamamos azar. Inherente a ellos el peligro y el acecho: la sombra. La biblioteca está iluminada para mejor leer, sus libros en orden, clasificados decimalmente. En la claridad meridiana de sus estantes predomina la línea recta. En la biblioteca el azar no esta permitido. En el bosque la materia está viva, “orgánica”; en su contraparte, la biblioteca, la materia está muerta: Estantes de madera seca, pulpa de papel y la ironía de Lichtenberg: “¿Que haremos cuando los árboles desaparezcan? –¡Quemaremos los libros hasta que vuelvan a crecer!”.
II
Un cuadro de Cranach: un santo leyendo en el bosque, el cardenal Alberto de Brademburgo representado como San Jerónimo, fieras a sus pies y escritorio al aire libre; el escritorio es una tabla de madera rústica sobre dos troncos cortados que sostiene un enorme volumen; en un claro los venados juegan mientras el santo lee y escribe a la luz del día; al fondo del cuadro una ciudad. Esta lectura “en el” bosque forma parte de las dificultades de la santidad. En otro cuadro anterior San Jerónimo (Cardenal Alberto) lee cómodamente en su estudio, iluminado por un gran ventanal, en amplio escritorio y bajo una lámpara de techo; al fondo biblioteca y un reloj de arena: Sólo la habitación repleta de animales salvajes comunica un cuadro con el otro. Contemporáneo de Cranach, uno en Viena y el otro en Venecia, es el también renacentista Aldo Manuzio que imprime en 1501 el primer libro de bolsillo: Una edición de Virgilio, el poeta de La Eneida, pero también el poeta campesino, de las Geórgicas y Bucólicas. Por su fecha, por un año, este primer libro de bolsillo no es un incunable (catalogación arbitraria que va desde los libros de tipos móviles hasta 1500). Pero el límite es oportuno, pues en 1501 el mundo tipográfico abre con los libros portátiles un mundo nuevo Es un “manual” que se lee de la mano y no sobre escritorios como los de Jerónimo, enchiridion es el término griego. Manuzio diseña un nuevo tipo de letra para el formato: la cursiva. Hoy se usa para distinguir entre dos textos: para diferenciar. En el renacimiento la cursiva se acercaba al manuscrito, en los extremos de la letra semeja al trazo a mano. Además eran letras más compactas que se prestan al pequeño tamaño de la pagina del libro. Libritos dirigido a un público joven, y para ser leídos durante viajes, esperando, en el bosque o en la ciudad, durante paseos. “Libritos” por su tamaño, pues eran librotes, las primeras ediciones en latín o en lengua vulgar (italiano) de los clásicos, que entonces eran los clásicos grecolatinos. El de bolsillo es un libro personal. Por su potencial de desplazamiento, de intercambio, donde más de uno se perdería, esos primeros libros de bolsillos son hoy raros: las valiosas ediciones aldinas. Además de las cursiva y el formato en octavo (la hoja se dobla tres veces para dar ocho folios) del principio, y le seguirían formatos menores cada vez menores (12vo., 16vo.). Los libros de Manucio tendrían tapas de cartón y no madera, lo que les hacia más ligeros y flexibles, como su contenido: Los mejores escritores griegos y romanos en cuidadísimas ediciones. Solo en aquel momento inicial del libro de bolsillo los mejores fueron también los más vendidos, los bestseller. Resumiendo, el aldino estaba impreso en cursiva, con encuadernación de cabra y tapas de cartón, buen papel hasta hoy intacto y de contenido la edición pura de un clásico. Las ediciones crisol de Aguilar serían una especie de aldinos actuales, en especial los crisolitos que salen anualmente. Pero lo más importante es el nuevo lector para el cual se dirige el libro de bolsillo, y que llamaremos el lector del bosque o lector salvaje. El nuevo libro produce y es reflejo de la compleja transformación de la lectura en el Renacimiento: agregaríamos que aquí la potencia de la imprenta se manifiesta. Incluso el inédito formato condiciona el volver de géneros olvidados, y el entronizamiento de algunos conocidos: el libro médico de carácter aforístico, que es leído en voz alta, por el maestro a los discípulos al pie de la cama de los enfermos; los libros de oraciones, en voz baja, acompañan al lector devoto en los patios de los conventos; el teatro de bolsillo se presta para las compañías itinerantes; el militar viaja con sus poemas, y los puede leer en forma íntima, antes o después de la batalla; el libro erótico que se lleva consigo y se comparte en los jardines o en las recámaras, antes o después de la batalla. Con el tiempo habrá espacio, en la nueva selva de libros, hasta para el acecho de los enemigos de la lectura: Uno de los primeros bestseller del siglo XVIII, los avisos de Tissot contra el daño de la lectura. Aviso a los literatos y personas de vida sedentaria sobre su salud, es impreso en formato de bolsillo. El bosque se hace jardín con el libro de bolsillo. Un aparente triunfo de la biblioteca, veremos por qué.
IV
La nueva forma de leer al aire libre, hombres y mujeres al aire, entre árboles, o mujeres solas, desafiando el antagonismo secreto entre la biblioteca y el bosque: Francisco de Miranda en su Diario anota su lectura romántica de Las Geórgicas, reedición de bolsillo recién hecha (casi tres siglos después del invento editorial de Manucio) que adquiere en su viaje por países europeos. Destaca en su anotación del 28 de julio de 1788: “A las 6 en pie y tomé una silla con que me fui a Khel, pequeña villa a una legua corta de aquí, del otro lado del Rhin... después me fui hacia la imprenta que está dentro del fuerte, construido antiguamente por los franceses y ahora arruinado... el director de dicha imprenta me dió un billete con el cual otro (director) me vino a enseñar el todo... vimos la sala de composición, de asamblaje, de prensas (24 creo), todo en muy buen orden... estuvimos en el almacén donde vi la edición completa de las obras de Voltaire... algunos otros libros también han impreso, de los cuales compré uno, las Geórgicas de Virgilio...” . Escribe días después, el 4 de agosto de 1788: “...En el ínterin Virgilio, al son de los bastones con que los labradores baten el trigo... cuando llegué a la pequeña villa de Neun Kirchen... resolví pasar la noche, pues el cuadro interesante de la vida campestre que todo el mundo ejerce allí me convidaba para ello... efectivamente, los que batían los granos, los que conducían las hierbas, los que traían los rebaños...me representaron aquella tarde el espectáculo más rural que he visto en mi vida...y todo delante de mi ventana, de donde, con Virgilio en la mano gozaba todo...” Así leía Miranda, comiendo ciruelas del árbol que daba a su ventana leyendo las Geórgicas. Meneses comentando este pasaje “La moda pastoril y el respeto por la antigüedad se juntan para hacer de la lectura de Virgilio una ejemplar aventura espiritual”. Esta aventura romántica sólo es posible con el libro portátil, más allá de cualquier escritorio o estantería.
V
Con el tiempo se han dado las condiciones para la venganza del bosque: El libro de bolsillo desorganiza la biblioteca, selvatiza las lecturas, multiplica los lectores y pasa de mano en mano, de mujeres a hombres como pretexto de nuevos encuentros, la devolución y el comentario. En su venganza se acompaña de su “pareja”: el cuaderno de notas. Y si antes se anotaba en sus pequeños márgenes, ahora la literatura portátil deviene en escritura. Se ha configurado un nuevo lector, que lee y escribe en el bosque, o en el jardín, en cuartos de posadas de países lejanos; y si lee en la biblioteca, pública o personal, lo hará a la manera del viajante, prefiriendo lo liviano y concentrado, lo que valga la pena llevar y traer, lo ameno y lo que deja, los clásico antiguos y modernos. Es el lector salvaje: Y Miranda en su Diario de Viajes es uno de ellos. No en balde en el catálogo de la subasta de sus libros, “catalogue of the de la valuable and extensive library of the late General Miranda” (1828), en “octavo et infra”, están 437 de los 780 libros, es decir mas de la mitad de los volúmenes de la biblioteca “fija” de Miranda son de bolsillo o portátiles, están en octavo o en un formato menor. En el catálogo de la segunda subasta y remanentes serán 385 de 1071, la proporción se mantiene si se entiende que se venderían más en la primera, pues se incluyen restos de aquella. Encontramos numerosas ediciones aldinas (primeros libros de bolsillo), tanto en la subasta, como en la donación de clásicos griegos y latinos que hizo a la Universidad de Caracas y que hoy se conservan en la Biblioteca Nacional. Pero será en las inspecciones de su equipaje, donde escrupulosos funcionarios aduanales toman nota de los títulos y de sus características, donde vemos el predominio de los libros en formato pequeño de octavo, en 12º- y en 16º-.
VI
La feria internacional del Libro de la Universidad de Carabobo (Filuc) tiene más de bosque que de biblioteca: Por la ubicación de los libros para la venta en espacios abiertos y asistemáticos, en el desorden del bosque editorial, donde serios comerciantes y expositores toman por unos días el rol de buhoneros, rematadores de libros a la caza del lector deambulante: Lector salvaje que va o viene del café o el bar, y que sabrá escoger a su igual: El libro portátil o de bolsillo, el rey de la feria, que acompañara al paseante por selvas de asfalto, en su trayecto errático por el tedioso domingo valenciano.