Julio Rafael Silva Sánchez, ensayista
"El ensayo es fuente de cuestionamiento"
Marisol Pradas
Foto: Jacinto Oliveros.
A lo largo de la historia han existido muchos ensayistas. Algunos sin el título de serlo. Desde la Grecia clásica, de las letras de Platón y Séneca, pasando por los escritos del siglo XVI de Hernán Cortés, Montaigne y Bacon; Quevedo y Locke, en el siglo XVII; Voltaire, en el XVIII; Nietzsche y Martí, en el XIX y todos los que en el siglo XX contribuyeron a hilvanar ideas con la pasión e investigación que este género requiere, hoy más que nunca, brindando voces desde muy distintas técnicas.
Julio Rafael Silva Sánchez nació en Tinaquillo y desde hace mucho tiempo se ha dedicado a escribir ensayos que le han requerido su absoluta concentración y esfuerzo.
Para él éste género literario "es la exploración amorosa del estupor, un concepto que no está equidistante de asomado por Montaigne en 1580 cuando escribió en Essays: "En el ensayo caben la emoción y los sentimientos, sin perturbar las facultades intelectuales alejadas del dogmatismo".
Su tenacidad no ha sido en vano: ha obtenido reconocimientos como el Premio Nacional de Ensayos Literarios "Enriqueta Arvelo Larriva" de la Unellez (1987) por su libro Julio Cortázar, instrucciones para un perseguidor; mención honorífica del Premio Nacional de Ensayos Ipasme (1989) por su obra Desarrollo de actitudes, conductas y valores en adolescentes a través de la manipulación que la televisión hace de la imagen arquetípica del héroe; Premio Nacional de Ensayos del Conac (2004) por su investigación Eduardo Mariño: el brillo y las sombras de una escritura heteróclita; y Premio Nacional de Crónicas 2008 en la Primera Bienal Nacional de Literatura José Vicente Abreu (Cenal-Red de Escritores) entre otros.
¿Por qué el ensayo en Latinoamérica hoy?
Es muy interesante echar mano a la historia para darnos cuenta que estamos a doscientos años de la gesta independentista de América. En esa época, 1810-1820, fue cuando el ensayo empezó a tener fuerza, por su esencia, de ser cuestionador, problematizador y ser una respuesta a los grandes problemas del hombre. No creo que pueda haber sido posible un ensayo fructífero en la época de la colonia, por la sumisión, por la condición de dependencia.
Pienso que en todo el continente el ensayo hoy tiene una vigencia importantísima y en Venezuela más por razones obvias. Aquí se ha convertido en una fuente de cuestionamiento, investigación, indagación y de apertura hacia otras dimensiones de la creación.
En esta época de crisis aunque muchos niegan que haya esta posibilidad en el país, el ensayo es como un mapa para enderezarnos el camino y señalarnos rumbos.
Hábleme de su último libro publicado: Héroes y villanos, llaneros y llanura en las narraciones de José León Tapia...
Examiné la obra de José León Tapia, escritor barinés que nos abandonó a finales del año 2007. Fue un texto que él insistió mucho que se publicase. Fue escrito casi a cuatro manos con él. Mantuvimos una relación muy hermosa durante muchos años. Lo conocía cuando tenía once años en mi casa de Tinaquillo.
Yo escribo por dos razones fundamentales: por afecto y por celebración. Siempre hago las cosas con pasión, como lo decía Platón.
¿Por qué héroes y villanos?
La obra narrativa completa de José León Tapia, desde Por aquí pasó Zamora hasta su última publicación después de su muerte, Vencido por la Nostalgia, es una radiografía de la Venezuela preterida, de los hombres que han luchado por sus ideales, pero que no han sido nunca tomados en cuenta. Lo que él llamaba los excluidos. De héroes que no fueron tomados como tal.
El llano es el protagonista, la esencia fundamental de la obra de José León Tapia.
Es una coedición de la universidad de los Llanos Ezequiel Zamora con una Comisión que nombró la Alcaldía de Barinas para conmemorar los ochenta años que hubiese cumplido León Tapia si hubiese estado vivo el año pasado.
¿De qué trata Vencido por la nostalgia, que tiene como reminiscencias con buena parte de todo lo escrito por León Tapia?
Escribí el prologo y le hice las correcciones. Es también una aproximación a los vencidos y a su vida, porque él se consideraba un vencido, por circunstancias históricas de Venezuela.
Cuénteme e su experiencia en el seminario con Tzvetan Todorov en París.
Todorov es un pensador muy claro, fue mi profesor y es un trabajador muy acucioso e incansable. Por cierto el año pasado el dieron el Premio Príncipe de Asturias en ciencias sociales. Me encantó verlo pro televisión y recordar su rostro, todavía joven, aunque no tanto como cuando me dio clases. Él es un hombre emblemático en la investigación literaria y científica de las ciencias sociales.
¿Qué me puede decir de su experiencia humana con este pensador?
Es un hombre muy cálido. Un poeta, a escondidas, por supuesto. Nunca dejaba que la gente conociera ni leyera su poesía. Pero en esas clases, un tanto ortodoxas, porque él venia de ese método robinsionano o zamorano, él nos leía poesía.
¿Qué está haciendo en estos momentos?
Estoy esperando la publicación del libro con el que obtuve el Premio Nacional de Crónicas el año pasado, que se llama José Vicente Abreu en cuatro tiempos. Es una aproximación un poco diferente a las otras obras mías porque me centré en la crónica. Entré en esa compilación de datos concretos tanto en su parte literaria como existencial. Escrita también con mucho afecto, en el mismo estilo, con material fotográfico, obtenidas de su álbum familiar, regaladas muchas de ellas, inclusive, por esa especie de príncipe renacentista que es José Agustín Catalá.
Hábleme de su primer ensayo sobre Cortázar...
Un hombre a quien yo admiro muchísimo, a quien conocí personalmente e influyó e influye en forma definitiva sobre mi trabajo literario. Un paradigma dentro de la literatura venezolana y latinoamericana por su legado y por su forma de ser. Fue un ejemplo.
Y de su ensayo sobre un ensayista, Arturo Uslar Pietri...
Del retrato a la máscara en el laberinto literario de Arturo Uslar Pietri es una recopilación muy sentida, muy afectiva al mundo de Uslar. Insisto en esa constante: mi escritura esta siempre motivada por el afecto y la celebración.
Es lo que le trae satisfacción...
Tiene que ver mucho mi obra con el periodismo. Soy un periodista frustrado. Desde los años 60' comenzando mis estudios de bachillerato dirigía un periódico mural en Tinaquillo, hasta que fue clausurado porque hubo unas fotos allí que no le gustaron al director.
Entonces fue censurado...
Allí comenzó mi sufrimiento... Después estuve en los 70' en un comité de redacción de un periódico cultural, literario y filosófico que se llamó El Ladrillo de Luis Azocar Granadillo. Con él mantuve una relación muy afectiva siendo estudiante de la entonces Escuela de Educación de la UC.
Posteriormente en el 2000 estuve dirigiendo un periódico que se llamó Contracultura hasta el año 2005.
En este momento tengo una relación muy estrecha con unas personas que están editando un periódico que espero no siga la costumbre inveterada de sólo sacar el primer numero, que se llama Urtext, que lo dirige mi coterráneo amigo Faver Páez y Gustavo Montiel. Tengo un trabajo allí sobre un poeta olvidado de este país, Alí Lameda.
Sus amigos entonces son gente olvidada y vencida.
Te has dado buena cuenta de ello. Olvidados.
Tengo un pequeño libro sobre Carlos Noguera, primo hermano, nacido también en Tinaquillo.
Tengo un libro, distinto a los otros que se llama Francisco Lo Russo: Un Angel de María Lionza. Fue alumno mío espiritista de Tinaquillo. Lo hice porque es un hombre muy cálido que me permitió hacer un estudio antropológico de este culto tan venezolano.