UNA CLAUSURA FESTIVA
José Carlos De Nóbrega
René me regaló cuatro ataúdes
para el té de la tarde.
Sus olorosas maderas me embriagan
me atan.
Manuel Da Silva: A René Magritte.
Resulta placentero hablar de la obra poética y plástica de Juan Calzadilla, pues la palabra y el dibujo se enlazan en un baile sensual y permanente. Su exposición Poética Visiva y Continua es un poemario profusamente ilustrado que a su vez vindica el llamado de Lewis Carroll al coito entre el texto y el lenguaje plástico; si revisamos títulos como Epigramas y otras irreverencias y el Libro de las Poéticas, reparamos con asombro que los textos en verso y en prosa constituyen un caligrama de cuerpos desnudos que se revuelcan compulsivamente en el papel. Asimismo, los poemas son afiches o graffitis estampados en las paredes asépticas del museo. Desdiciendo los formatos vacuos que pretenden organizarnos la vida, tales como la agenda trizada en el Agendario, no podemos obviar el placer que nos causó el Curriculum Vitae de nuestro poeta burlón: "y de hecho, confiesa, entre otras cosas, tocantes a la improvisación, carecer de hoja de servicios digna de.... Hazañas curriculares que saquen la cara por él...." Juan no perdona siquiera actos sagrados como la apertura o clausura de una exposición o el bautizo de un libro encarnado en un ácido Haiku a tal (des)propósito: "Los libros que / a los vasos con whisky / servían de pedestales". Los perros vikingos forman parte de su bestiario personal para parodiar a la bestia más salvaje y más precaria de nuestra jungla urbana, el hombre, amén de contribuir a construir su ars poética precisa, tocable y ajena a soporíferas solemnidades. Si no revisen dos de sus grandes poemas sobre y con perros, "Ironía" y "El Habla de los Perros" (publicados en la entrada anterior). En esta exposición, abundan los cuerpos en tanto vocablos que llenan literalmente las páginas y paredes de las dos salas que nos cobijan. La poesía y los dibujos de Juan Calzadilla son absolutamente tocables, pues la veneración del objeto se vale de una cruel parodia del fetichismo urbano. Los poemas son puñales o trazos que recrean y acarician ese iluminado triángulo del deseo. El espectador puede sentarse a tocar un bolero de Agustín Lara en aquel hermoso piano caligrafiado o, mejor aún, asomarse a la ranura o sonrisa vertical detrás de la cual nos sorprende un clon vouyerista e hiperrealista de Juan Calzadilla.
En Valencia de San Simeón el estilita, sábado 23 de enero de 2010.