Wednesday, May 23, 2007

LA ERRANCIA DEL CAMELLO EXTRAVIADO EN EL DOLOR.


LA ERRANCIA DEL CAMELLO EXTRAVIADO EN EL DOLOR.

José Carlos De Nóbrega.

Texto leído con motivo de la presentación del libro 70 poetas venezolanos en solidaridad con Palestina, Iraq y Líbano. Cine Arte Patio Trigal, Universidad de Carabobo.


"Ante los cráneos de los corderos hago mi meditación. Es mucho más agradable que hacerlo sobre el pelado e incomestible cráneo humano". Ramón Gómez de la Serna.


En el film "El ocaso de un pueblo" de Volker Schlöendorff, el periodista Georg Lashen retorna a Alemania, abatido y atribulado por la inmisericorde invasión a El Líbano llevada a cabo por el ejército israelí en 1982. A tal punto, no había escrito el reportaje respectivo; tan sólo manifestó su indignación arrojando macabras fotos de las matanzas en los campamentos palestinos de Sabra y Chatila, como si fuesen cabezas cortadas que ruedan ante las almidonadas y burocráticas narices de los redactores de la revista para la que -hasta ese momento- trabajaba. Uno de ellos farfulló su estupefacción a tan anárquico espasmo: "Georg, ¿acaso te metiste a poeta?" La Poesía es entonces la voz solidaria, el eco que evidencia el dolor de los oprimidos y los olvidados. Si bien se mimetiza en otros discursos -el periodístico, por ejemplo-, el juego en el lenguaje se traduce en voz profética, clamante y contrapuesta a la mezquindad y el oprobio del discurso del poder sublimado en la inconsistencia de las ideologías y sus aparatos propagandísticos. La Poesía triza, descompone y exhibe a la vista de todos sus constructos efectistas, eufemismos obscenos y argumentos falaces.


La opresión, el terror de Estado y el asesinato masivo no poseen límites justificables ni en lo político, ni en lo religioso, ni en lo cultural, ni en lo racial, mucho menos en la confrontación ideológica sazonada con el relativismo cultural. Las tropelías y alcahueterías sanguinarias del ejército israelí en el Medio Oriente no constituyen el aval a la negación sistemática y sostenida del Holocausto (de indudable sesgo ultraderechista), lo cual ha conducido a algunos a desempolvar textos y discursos paradigmáticos de la intolerancia como Los Protocolos de los Sabios de Sión. Están reñidas con el cristianismo auténtico las exhortaciones de pervertidos predicadores contra la resistencia de los pueblos musulmanes a las ocupaciones imperialistas de su suelo, la írrita defenestración de sus gobiernos y el vil saqueo de sus recursos. El Gran Cazador -llamado ayer Theodor Roosevelt o reencarnado hoy en la saga de los Bush- continúa embargando el mundo (literalmente hablando) en la incontinencia de su sed furtiva y predatoria.


Esta muestra de 70 poetas venezolanos en solidaridad con Palestina, Iraq y Líbano representa una inequívoca posición política fundada en el humanismo y el amor al prójimo. Excede, por supuesto, las diferencias políticas y estéticas en la vindicación del rol profético de la Poesía; se trata de un encuentro dialógico en el dolor de los otros, convidados de piedra del discurso mediático, académico y político de los satisfechos (en la atinada categorización de J.K. Galbraith). Prevalece la Poesía del Decir -atacada interesadamente por poetas y académicos formalistas- en las voces comunales y solidarias de Enrique Mujica, Luis Alberto Angulo, Ramón Palomares, Laura Antillano, Juan Calzadilla, entre estos 70 amigos; como se sabe, valga la aclaratoria, la Poesía del Decir no es una escuela poética de moda que sucede inmediatamente al incensario dulzón del New Age. Es un puente que atraviesa la historia de la poesía: la promoción de la justicia es su línea incontrovertible y persistente, pues nos reconocemos en el que sufre y resiste un status quo impío y envilecedor. En nuestras letras, por ejemplo, el tránsito comprende el Quijote andando a contracorriente del Poder Feudal, Capitalista y Universal; las tribulaciones y desventuras de Lazarillo por la vía picaresca; la poesía de la resistencia antifascista de Miguel Hernández y -más acá- los poemas humanos, rebeldes y conversados de César Vallejo, Pablo Neruda, César Moro y Ernesto Cardenal.


Se combate con versos y metáforas a las balas de los ejércitos invasores: Adhely Rivero recuerda a Caupolicán Ovalles bajo un racimo de bombas que cae en Bagdad haciendo prisionera a su luna; Laura Antillano vislumbra (en la ausencia de artificios estilísticos) el peligro inminente de bombas incendiarias disfrazadas de muñecas que escarnecen a la adolescencia inmovilizada en barricadas y refugios antiaéreos; el catire Hernández D'Jesús describe un festín amenizado con una samba triste: "Hoy Alí Baba está acá conmigo / comiendo cochino / y llorando en el río Negro"; Luis Alberto Angulo escribe una endecha desesperada a los hijos de El Líbano y tributa un homenaje póstumo a Yasser Arafat, sal de la tierra palestina. La Poesía, por fortuna, dice las cosas que importan a la humanidad; no guarda silencios cómplices en los pesados armarios de la cultura exquisita que se ocupa de engordar a los Amos del Valle, más que en contristarse con el otro: aquél -como lo canta Luis Enrique Belmonte- que tiene el pájaro de la esperanza tiritando "herido, ciego, remojado".


Valencia del Tigris y el Eufrates, 22 de mayo de 2007.

Saturday, May 19, 2007

SERGIO QUITRAL CONVERSA CON MARISOL PRADAS


Sergio Quitral
Un poeta necesita decirse la verdad.

Marisol Pradas S.. Foto de Jorge Cera.


La poeta y dramaturga, Elizabeth Schön, Premio Nacional de Literatura 1994, murió el miércoles pasado en horas de la noche en Caracas, dejando alrededor de 25 libros, el último de ellos bautizado en el 2006, titulado "Visiones extraordinarias", su obra más mística en la poesía reflexiva, pensante, responsable y sensible que escribió esta dulce mujer, tal como la reflejan sus últimas fotografías.
Justo en horas de la tarde de ese día para esta sección se entrevistó a Sergio Quitral, poeta venezolano de origen chileno, que en un poema suyo sobre la muerte interioriza: Las cayenas nos oyeron llorar/cuando/mi padre había muerto/ y se sintieron tristes/ con su belleza incapaz de distraer/la tragedia/abriéndose/ como la bella palabra es inútil/ante la muerte/flores que sólo en nosotros/se reflejan/en ellas se mece también/el corazón humano/y cerrando el paraguas/queriendo caer y aun temblando/las enterramos junto al cuerpo/y fuimos bajando/quedando por fin/en silencio/dentro del silencio.
Su apellido, Quitral, significa en la lengua indígena araucana, fuego, porque en Chile los componentes étnicos son más marcados que en otras regiones latinoamericanas. Pero según le contó el poeta mapuche Elicura Chihuailaf, en un viaje reciente a su tierra de origen, es el fuego que reúne para escuchar historias, emblema de la unión, de la conversa.
¿Se conoce la obra de poetas venezolanos en Chile y viceversa?
No hay ningún conocimiento, apenas muy vago de los que son poetas como Cadenas o Palomares. Los grandes poetas nuestros no tienen mayor repercusión fuera. Por lo menos en los poetas chilenos no encontré ninguno que conociera a los de aquí. Creo que la difusión de la poesía venezolana no llega a toda Americana Latina y supongo que sucede lo mismo con ellos porque no saben mucho lo que pasa en Argentina y muchos países.
Hay en Chile un fenómeno que no hay en Venezuela con respecto a lo poético. Hay mucha preocupación en relación con el ensayo en torno a lo poético. Como vivimos una época de diáspora, después del año 1973, ocurrió una especie de vacío literario, la memoria que se quiso conservar después se volvió necesaria en tiempos de la democracia. Para preservar el nombre de aquellos que habían desaparecido hay una gran preocupación actualmente, cosa que no sucede en Venezuela.
¿Qué sucede entonces con la poesía nuestra?
Es una poesía olvidada, muy marginal, que tiene unas características que también se dan en otros países de América Latina, la poesía oficial que está amparada por la universidad y la extraoficial que es aquella que no está amparada bajo la sombra de alguna institución.
Llegó a los 16 años a Venezuela... antes no había escrito... ¿cómo comenzó ese fenómeno que da como resultado que se sienta usted venezolano, extranjero en Chile?
El proceso de la escritura me viene a mí justamente del estado de aislamiento. Toda poesía nace de alguna circunstancia un tanto adversa. En mi caso fue un viaje sin retorno. Nosotros fuimos consecuencia indirecta de Pinochet y la dictadura porque después de 1973, del golpe militar toda la estructura política, las persecuciones y el silencio, empezamos a vivir un toque de queda permanente que duró 16 años, nos acostumbramos a una forma de vida monolítica, controlados por los canales de televisión oficiales. Mi madre, que era una empleada pública, decidió que esa forma de vida no era resistible y nos tuvimos que ir. Perdimos esa conexión con el pasado casi inmediatamente, porque significaba un desgarramiento de nuestro pasado inmediato. Pero lo interesante es que ese es un enfoque, si se quiere doloroso, pero no tiene que verse así. Para nosotros, y para mí, fue una evolución. Significó las puertas abiertas a un mundo totalmente interesante.
¿Qué fue lo primero que leyó al llegar a Venezuela?
A Vicente Gerbasi, a un poeta de Canoabo que estaba relativamente cerca de nosotros, que vivíamos en la urbanización El Molino de Tocuyito, con el que compartíamos un paisaje. Fue encontrarse de lleno con una poesía que a mí me fascinaba porque hablaba de un paisaje activo de la selva. Mi encuentro con lo sorprendente que era Venezuela en cuanto a la naturaleza dominadora, por decirlo de alguna manera, estaba en sintonía con aquel poeta que podía referir el paisaje a través de su poesía.
¿De allí viene el tono intimista de su poesía?
Es parte de mi evolución. Hay varios procesos, pero digamos que hubo un desentrañamiento: las lecturas contribuyen a formar el estilo. Uno finalmente se convierte en una mezcla de poetas universales. Tendríamos que entender que el fenómeno poético era un fenómeno de descubrimiento ligado al ser. Está conectado con uno y a la vez con lo universal. El poeta, de alguna manera, requiere echar mano de sus propias experiencias pero poco a poco empieza a encontrar una voz, producto de la experiencia y las influencias. Pero, fundamentalmente, para tener una voz se requiere estar conectado con una voz interior.
¿A través de la distancia ha idealizado Chile?
No hay nada nostálgico en lo que yo hago. No hay nada que mire necesariamente hacia el pasado. En mi enfoque lo que observo es la luz de la totalidad. Por ejemplo, cuando escribo sobre unos obreros que estaban trabajando en una casa, primero me sorprende la imagen, pero si uno considera que la tierra que ellos ciernen es donde van a parar sus huesos algún día, están trabajando con la mezcla de su propia esencia. Ellos algún día también van a ser mezclados, dice el poema.
¿Qué es lo que observa el poeta?
Trasciende la imagen. En otro de mis poemas, Gimnasio, por ejemplo, veo gente que está corriendo y trotando. Pero me doy cuenta a la vez que ellos no van a ninguna parte. Nos rodea la noche de alguna manera y, aunque todos corren y trotan, no les depara ninguna huida por lo que finalmente el poema de manera un poco lapidaria dice al final "pero la muerte viaja sentada en nosotros". El poeta tiene que tener un encuentro constante de lo unitario con la totalidad. Que también lo conecta con uno. Hay una relación extraordinaria entre los eventos más ordinarios de la vida que están conectados con cosas sublimes. Si esa relación que el poeta puede captar se conecta con uno, el poema resulta de un gran aprendizaje también.
Hay una cosa poderosa también en el poema y es la capacidad de transformación. Uno puede y a veces lo siente y esa es la conexión con el ser a la que me refiero. La capacidad del poeta es poder convertir una imagen para transformarla en otra cosa. La cosa sucia del hombre puede ser transformada en una cosa purificadora.
¿Todo poeta es escéptico?
Ahí es cuando uno tiene que tener cuidado. Por ejemplo, una vez estaba en La Guaira y se me venían los pensamiento de la tragedia. Me preguntaba: ¿Por qué pienso en el deslave si nada de lo que está aquí me dice que hay una tragedia? Lo que miraba eran enormes piedras que estaban a la orilla del mar y entonces veía la tranquilidad de las estaturas y la gente transitar por las calles... entonces, ¿por qué mi imaginación me forzaba a una escena trágica? Claro, porque hay una historia. Ahí está lo interesante: ¿Cómo ser honesto ante la situación que se presente? Lo que yo más quiero es ser lo más honesto posible con la imagen y con lo que siento. Desaprender lo que creemos que es de alguna manera.
El poema de La Guaira que se creó allí, se plantea eso: Las calles, de alguna manera, están conscientes y tratan de unir a la gente que esta allí. El mercado grita a través de la gente, aunque vaya en silencio ocupada en sus cosas. Todos sienten un estado de pérdida, pero siguen haciendo. El texto, al final, dice que nada quiere recordar. Las piedras están allí para no recordar y el mar tampoco tiene memoria. Eso de alguna manera me daba una paz interior. Estaba con mi red imaginaria atrayendo una cosa verdadera. La esencia de un poeta es encontrar los sentimientos más auténticos posibles frente a las cosas.
¿Cómo encontrarlos con medios de comunicación que alteran el ser?
No solamente los medios, sino nuestra educación. Estamos en una aparente circunstancia que nos obliga a ser de una determinada manera. Nuestros sentimientos y emociones están continuamente manipulados por situaciones que nos rodean. El trabajo que tiene que hacer el poeta es el de la conciencia. Revisar lo que está sucediendo dentro de uno y tratar de tener los sentimientos más honestos posibles. Uno va descubriendo su propia falsedad en la medida que va exponiendo las cosas y la escritura le permite revisar las cosas también. Un poeta necesita decirse la verdad, necesita estar en lucha constante con la palabra, su integridad y su poder superior.
Lo más importante es el ser. Lo que cada individuo es y pueda remitir sobre sí mismo. De cómo lo afecta a él la realidad. De lo que él piensa de sí mismo. Hacia dónde cree él que se encamina y hasta cuándo va a seguir repitiendo su propio paradigma de la rutina dentro de sí mismo.
¿El ser se puede educar?
No, porque no necesita nada. El lo tiene todo.
Por falta de espacio no podemos reproducir muchas cosas más que dijo este hombre, verdadero poeta, con quien hablar significa sentarse con el mejor amigo. Con sensibilidad decimos que su alma, como la de Elizabeth Schön, camina por el basto espacio de unos cuantos escogidos para ser lo que con alegría son.
Sergio Quitral nació en 1964, en Chile, residenciado en Venezuela desde 1980. Profesor egresado de la Universidad de Carabobo en Ciencias Sociales. Ensayista en temas de arte y poesía, colaborador de "Tuna de Oro" y revista "Poesía" en la UC. Profesor de Arte del Centro Piloto Luis Eduardo Chávez, del Ateneo de Valencia. Libros publicados: "La promesa que nos hace la Noche", 1er. Premio Bienal "Roque Muñoz", editado por Secretaria de Cultura Gobierno de Carabobo, en la colección María Clemencia Camarán (2002). "La balsa de Medusa" Colección Primer Libro Poesía de la Universidad de Carabobo (2002). "Aquel Viento sin Nombre", edición personal Hermana Poesía (2004). "Sobre tigres, hombres y sueños" Premio Conac, Poesía Concurso Nacional de las Artes, edición "Cada día un libro" (2006).

Saturday, May 05, 2007

TRES AFORISMOS MÁS SOBRE ELIAS CANETTI CON SU COMENTO


3.- Desde entonces, es decir, a partir de los diez años, se articula en mí como una especie de dogma: que estoy hecho de mucha gente de la que no soy en absoluto consciente. La escritura de Elias Canetti es producto de la afluencia de lenguas y culturas enclavadas en la diversidad. Si bien nace en Bulgaria (1905), el idioma nacional cede terreno al ladino (habla familiar íntima) y al alemán (lengua literaria); en una entrevista concedida en 1965, asumía en ocasiones la identidad de “un escritor español de expresión alemana. Cuando leo obras de clásicos españoles, como La Celestina o Los sueños de Quevedo, tengo la impresión de hablar desde ellos”. Su biografía comprende un éxodo inquieto con la saudade sefardita empacada en las maletas: De Rustschuk a Manchester, Viena, Zurich, Frankfurt y unas cortas pero significativas estancias en el atribulado Berlín de los años treinta. Londres constituyó el refugio idóneo para escribir Masa y Poder, luego de ser anexada Austria al Reich hitleriano. La letanía onírica, oriunda de la infancia, tiene como motivo central su lengua acechada por la navaja de un hombre sonriente, el cual en el instante crítico pospone la amputación para el día siguiente: Transfiguración ficcional del episodio bíblico del sacrificio abortado de Isaac por vía de la palabra de Dios. Muchos años después, 1998, el poeta Reynaldo Pérez Só escribe en el ladino de la casa, si bien extemporáneo en estos tiempos de globalización, pero que nos conmueve en la construcción sentida del poema: Gran Grande / dame balor para parar luenga / meoyo deskaminado / abacha la mi cabesa / estropajada. Hay, en ambos casos, una asunción responsable en el ejercicio del habla a contracorriente del ruido de la masa que ha cambiado la primogenitura humana por un guiso de slogans consolatorios. El alemán literario de Elias Canetti es fruto del amor maternal en la temprana viudez y se contrapone –en consecuencia- a la muerte: “No consintió que abandonara las demás lenguas, la cultura se hallaba en la literatura de todas las lenguas que conocía, pero la lengua de nuestro amor -¡y qué gran amor!- sería el alemán”. Entonces no nos sorprenden otras preferencias afines: Jorge Luis Borges y Joseph Conrad; en el primer caso del inglés materno a un uso maravilloso de la lengua de Cervantes, mientras que en el segundo conviven la pronunciación infame del idioma de Shakespeare y un impecable ejercicio de la escritura manifiesta en libros como Lord Jim, El Corazón de las Tinieblas y Nostromo.
O estuporado pequeño tem fome.


4.- La situación de la supervivencia es la situación central del poder. En primera instancia, tenemos al perseguidor encabezando a las masas de acoso, todos sedientos del espíritu o mana (una encarnación sobrenatural e impersonal del poder que pasa de un hombre a otro) de los enemigos asesinados en el campo de batalla o en las callejuelas de la judería arrasada en un inmisericorde y estridente pogrom. Las victorias afirman la supervivencia del grupo en la acumulación de ese poder que trasciende al prójimo. Los ejércitos vencedores no han cedido un ápice en la matanza masiva del contrincante; no hay excusa que dispense a los nazis en Europa, ni a los norteamericanos en Asia (Japón, Vietnam o Afganistán), mucho menos a Pol Pot en una Camboya triturada a mansalva; qué decir de las víctimas del Holocausto, de la población civil de Hiroshima y Nagasaki o de los musulmanes masacrados y torturados en la Guerra Secesionista de la extinta Yugoslavia. De todos modos, el poderoso se vale de los enemigos y de las masas aliadas para solazarse en su unicidad, la de haber sobrevivido a todos para que nadie le sobreviviera. He allí la mezquindad del poder, más allá de sus eufemismos ideológicos, deterministas, religiosos o económicos.

5.-No puede ser tarea del escritor dejar a la humanidad en brazos de la muerte. En la visita que Canetti tributa al Melah o barrio judío en Marruecos, hallamos la contraposición de Eros y Tánatos: El bullicio orgiástico de la plaza que lo retrotraía a su origen sefardita (“Veía expresada toda la densidad y calor de la vida que sentía en mí mismo. Cuando me encontraba allí yo era esa plaza. Pienso que siempre vuelvo a esa plaza”) y la esterilidad del cementerio (“Es el desierto de los muertos sobre el que ya nada crece; el último, el desierto póstumo”). En Masa y Poder se resalta sin cortapisas que el poder de los muertos descansa en la envidia respecto a los sobrevivientes. La muerte somete en el terror a los vivos que temen ser llevados por difuntos posesivos y espíritus chocarreros. El acoso de los muertos en pena es combatido por nuestros abuelos a través de la rudeza del habla inmersa en la coprolalia. Los mexicanos hacen picnic sobre los sepulcros el día de los muertos y las calacas se cubren de una piel achocolatada. Las manifestaciones de duelo no son más que la simulación de un sentimiento onanista de satisfacción en el sobreviviente cuando se asoma al ataúd en el que yace el otro. Por supuesto, el poder tiene una morbosa predilección por apoyarse en la muerte del individuo y el colectivo; a tal fin ha diseñado múltiples estrategias y técnicas que emparentan a los inquisidores del Santo Oficio con el discurso seglar de la policía política de cualquier país de Occidente. Las cruzadas obedecen a móviles que exceden el paladinismo de corte religioso y pseudoliterario que pende del cordel. Los accesos místicos de expansión y salvaguarda de relicarios de toda índole, la mayoría de las veces, amparan razones bien afincadas en lo terrenal. La metamorfosis, manifiesta en miles de formas de vida que sostienen a todo escritor, no se aviene con la sintaxis insomne y fatalista de la muerte. Priva entonces un mandamiento que incluye todas las exigencias a los escritores que se precien de serlo en una disposición responsable: No arrojarás a la nada a nadie que se complazca en ella. Sólo buscarás la nada para encontrar el camino que te permita eludirla, y mostrarás ese camino a todo el mundo. Perseverarás en la tristeza, no menos que en la desesperación, para aprender cómo sacar de ahí a otras personas, pero no por desprecio a la felicidad, bien sumo que todas las criaturas merecen, aunque se desfiguren y destrocen unas a otras.

Friday, May 04, 2007

DOS AFORISMOS COMENTADOS SOBRE ELIAS CANETTI


1.-Tres exigencias a los escritores: ser esclavos y vasallos de su tiempo, sintetizar en su obra el espíritu de la era que les ha tocado vivir, y, por último, ser los más implacables jueces y críticos de su época, al punto de ser incluso cabezas de turco. Viene bien la rogativa de Canetti a propósito del quincuagésimo cumpleaños de Hermann Broch en 1936. El escritor no debe ser la dócil mandíbula del chacal Anubis, movida tras los bastidores por el sacerdocio del momento, pretendiente de la notoriedad y la fama efímeras, del aplauso de las galerías. Mucho menos optará al mero eco que se postra complaciente ante la verticalidad de concepciones insepultas, anacrónicas y degradantes respecto al devenir humano. Tanto el culto de lo inmediato –despojado de su interacción con una lectura pertinente de la historia-, como la nostalgia de “tiempos mejores” –reñida con el contexto que nos toca ahora-, sólo conducen a callejones sin salida, coinciden en el estreñimiento del pensamiento. La actitud de responsabilidad histórica va aparejada a su herramienta esencial, el lenguaje, corazón delator de la propia personalidad del autor.
Cuarenta años más tarde, enero de 1976, el escritor búlgaro agrega: “Lo primero y más importante (lo que un escritor debe poseer hoy en día para tener derecho a serlo), es su condición de custodio de las metamorfosis, custodio en un doble sentido. Por un lado habrá de familiarizarse con la herencia literaria de la humanidad, que abunda en metamorfosis (...) Podría emplearse una vida entera en interpretarlas y comprenderlas, y no sería una vida mal empleada”. Y por otra parte, “su auténtica conservación, su resurrección en nuestras vidas, es tarea de escritores”. No en balde Canetti consagró más de treinta años en la confección de Masa y Poder, su obra maestra de exégesis humanista; terco ensayo a la par de la obsesión por el tema demostrada antes por autores dispares como Nicolás Maquiavelo, William Shakespeare y Sigmund Freud. Entonces, la tradición literaria de la humanidad deja de ser la pesadísima biblioteca que carga sobre sí la mentalidad académica y anquilosada del intelectual, el cual cree tener respuesta (consolatoria, la mayoría de las veces) a todo en toda coyuntura. Los autores clásicos son nuestros contemporáneos y ellos han hecho una crítica bastante profunda del poder. La óptica tiene que ser cínica y a la vez compasiva. Uno tiene que estar envuelto en ese discurso del poder para lograr visualizar sus hilos. Porque el poder se presenta manipulando muchos códigos que son aparentemente invisibles. Canetti sugiere que debemos pasar del saber como fetiche a “la voluntad de responsabilizarse por todo cuanto admita una formulación verbal y de expiar incluso sus fallos”. Dicho tránsito comprendería la desestigmatización del oficio del escritor ante la sociedad. Es la literatura como profecía.
El intelectual es un ocioso por vocación. El acto de observar detenidamente al mundo, sacudiendo la rutina social, luce de una incomodidad e impertinencia intolerables. Convidado de piedra en un entorno disfuncional, patético y –por supuesto- paradójicamente gratificante, su obstinada actitud de decir no (a la monocorde andanza del rebaño) le granjea la antipatía de buena parte de su prójimo. Quién los necesita. Se les ha dado significativos espacios en las universidades, academias y medios de comunicación para que se masturben detrás de las celosías o persianas americanas. Se trata entonces de contravenir el artificio abstruso y escurridizo que es el discurso del poder: La labor del escritor es hacerlo obscenamente visible. Hacernos ver que, sin embargo, el Rey continúa desnudo.
2.- Los buenos viajeros son despiadados. “Las voces de Marrakesh” es un libro exquisito que excede el género de los cronistas de viajes: Su impecable escritura nos conecta con los espasmos viscerales del cuerpo abordado y apresado por la implacable contundencia del entorno, más allá del Marruecos exótico recreado en el cine hollywoodense. La confluencia caótica de diversos registros de habla es una preocupación de primer orden en la obra de Elias Canetti. No es necesario comprender la lengua de los aullidos y cánticos monótonos de los ciegos, para reparar en la paradójica condición del lenguaje, tanto en el esplendor expresivo como en su precariedad para asir el mundo: “Trato de relatar algo y apenas enmudezco me doy cuenta que aún no he dicho nada (...) Sueño en un hombre que olvida las lenguas de la Tierra hasta no comprender cuanto se dice en ninguna de ellas”. Lo agreste y áspero de la voz procura alcanzar a Dios, lo indecible, lo eviterno: “Son arabescos acústicos en torno a Dios, pero mucho más expresivos que ópticos”. Al punto que los minaretes son torres tomadas por una voz que clama solitaria su letanía. Sin duda que es una interpretación terrorista del mito metalingüístico de la Torre de Babel. Sin embargo, la legión de voces se enseñorea de la empresa que es la poética del mundo.

Tuesday, May 01, 2007

DANIEL DI MAURO EN KUAI MARE


El sábado 28 de abril, Daniel Di Mauro nos ofreció una refrescante función de títeres en la librería Kuai Mare de Valencia. El pícaro montaje comprendió dos piezas del titiritero y poeta argentino Javier Villafañe (“El tío y la sobrina” y "El Fantasma"), incrustándose en el medio una obra de sesgo más dramático titulada “El Mago del sombrero negro” de Eduardo Di Mauro. Antes de la función, Daniel conversó con el público acerca de la vida y obra de Javier Villafañe apoyándose en la lectura de sus "Poemas Cobradores", un simpático e ingenioso juego poético que escarnece la obtusa cultura de los burócratas y comisarios de oficio. Agradecemos a Daniel inmiscuirnos a Richard, Guillermo y a mí como padres irresponsables del vástago de la sobrina de la primera de las piezas abordada con afecto y delicioso humor por el grupo de Daniel, la dialógica y bien llamada La Pareja. La representación fundamenta su estupenda factura en el juego equívoco de la simulación: El caótico e imprevisible Richard apretado en el uniforme militar, la paternidad poético putativa de Guillermo y la alusión a mi preferencia conradiana a pesar de ni siquiera saber nadar, por ejemplo. "El Mago del sombrero negro" es una metáfora mordaz y contundente del poder totalitario; el demiurgo encubre su sed de enseñorearse sobre todos en la precariedad de la truculencia mágica. Ora texto pícaro, ora poesía dramática en prosa, el montaje titiritero de Daniel constituye una vindicación lírica del texto literario asido al habla maravillosa de la gente que se ama, odia e intercambia los roles del pillo y el cornudo, del oprimido y el opresor.