LA ERRANCIA DEL CAMELLO EXTRAVIADO EN EL DOLOR.
José Carlos De Nóbrega.
Texto leído con motivo de la presentación del libro 70 poetas venezolanos en solidaridad con Palestina, Iraq y Líbano. Cine Arte Patio Trigal, Universidad de Carabobo.
"Ante los cráneos de los corderos hago mi meditación. Es mucho más agradable que hacerlo sobre el pelado e incomestible cráneo humano". Ramón Gómez de la Serna.
En el film "El ocaso de un pueblo" de Volker Schlöendorff, el periodista Georg Lashen retorna a Alemania, abatido y atribulado por la inmisericorde invasión a El Líbano llevada a cabo por el ejército israelí en 1982. A tal punto, no había escrito el reportaje respectivo; tan sólo manifestó su indignación arrojando macabras fotos de las matanzas en los campamentos palestinos de Sabra y Chatila, como si fuesen cabezas cortadas que ruedan ante las almidonadas y burocráticas narices de los redactores de la revista para la que -hasta ese momento- trabajaba. Uno de ellos farfulló su estupefacción a tan anárquico espasmo: "Georg, ¿acaso te metiste a poeta?" La Poesía es entonces la voz solidaria, el eco que evidencia el dolor de los oprimidos y los olvidados. Si bien se mimetiza en otros discursos -el periodístico, por ejemplo-, el juego en el lenguaje se traduce en voz profética, clamante y contrapuesta a la mezquindad y el oprobio del discurso del poder sublimado en la inconsistencia de las ideologías y sus aparatos propagandísticos. La Poesía triza, descompone y exhibe a la vista de todos sus constructos efectistas, eufemismos obscenos y argumentos falaces.
La opresión, el terror de Estado y el asesinato masivo no poseen límites justificables ni en lo político, ni en lo religioso, ni en lo cultural, ni en lo racial, mucho menos en la confrontación ideológica sazonada con el relativismo cultural. Las tropelías y alcahueterías sanguinarias del ejército israelí en el Medio Oriente no constituyen el aval a la negación sistemática y sostenida del Holocausto (de indudable sesgo ultraderechista), lo cual ha conducido a algunos a desempolvar textos y discursos paradigmáticos de la intolerancia como Los Protocolos de los Sabios de Sión. Están reñidas con el cristianismo auténtico las exhortaciones de pervertidos predicadores contra la resistencia de los pueblos musulmanes a las ocupaciones imperialistas de su suelo, la írrita defenestración de sus gobiernos y el vil saqueo de sus recursos. El Gran Cazador -llamado ayer Theodor Roosevelt o reencarnado hoy en la saga de los Bush- continúa embargando el mundo (literalmente hablando) en la incontinencia de su sed furtiva y predatoria.
Esta muestra de 70 poetas venezolanos en solidaridad con Palestina, Iraq y Líbano representa una inequívoca posición política fundada en el humanismo y el amor al prójimo. Excede, por supuesto, las diferencias políticas y estéticas en la vindicación del rol profético de la Poesía; se trata de un encuentro dialógico en el dolor de los otros, convidados de piedra del discurso mediático, académico y político de los satisfechos (en la atinada categorización de J.K. Galbraith). Prevalece la Poesía del Decir -atacada interesadamente por poetas y académicos formalistas- en las voces comunales y solidarias de Enrique Mujica, Luis Alberto Angulo, Ramón Palomares, Laura Antillano, Juan Calzadilla, entre estos 70 amigos; como se sabe, valga la aclaratoria, la Poesía del Decir no es una escuela poética de moda que sucede inmediatamente al incensario dulzón del New Age. Es un puente que atraviesa la historia de la poesía: la promoción de la justicia es su línea incontrovertible y persistente, pues nos reconocemos en el que sufre y resiste un status quo impío y envilecedor. En nuestras letras, por ejemplo, el tránsito comprende el Quijote andando a contracorriente del Poder Feudal, Capitalista y Universal; las tribulaciones y desventuras de Lazarillo por la vía picaresca; la poesía de la resistencia antifascista de Miguel Hernández y -más acá- los poemas humanos, rebeldes y conversados de César Vallejo, Pablo Neruda, César Moro y Ernesto Cardenal.
Se combate con versos y metáforas a las balas de los ejércitos invasores: Adhely Rivero recuerda a Caupolicán Ovalles bajo un racimo de bombas que cae en Bagdad haciendo prisionera a su luna; Laura Antillano vislumbra (en la ausencia de artificios estilísticos) el peligro inminente de bombas incendiarias disfrazadas de muñecas que escarnecen a la adolescencia inmovilizada en barricadas y refugios antiaéreos; el catire Hernández D'Jesús describe un festín amenizado con una samba triste: "Hoy Alí Baba está acá conmigo / comiendo cochino / y llorando en el río Negro"; Luis Alberto Angulo escribe una endecha desesperada a los hijos de El Líbano y tributa un homenaje póstumo a Yasser Arafat, sal de la tierra palestina. La Poesía, por fortuna, dice las cosas que importan a la humanidad; no guarda silencios cómplices en los pesados armarios de la cultura exquisita que se ocupa de engordar a los Amos del Valle, más que en contristarse con el otro: aquél -como lo canta Luis Enrique Belmonte- que tiene el pájaro de la esperanza tiritando "herido, ciego, remojado".
Valencia del Tigris y el Eufrates, 22 de mayo de 2007.