Muy a pesar de los malos augurios con que Carabobo cierra el año 2009 en materia cultural, saludamos una renovadora iniciativa editorial: Estación Sur, suplemento cultural (de periodicidad mensual) que ya ha arribado a tres números y viene encartado en el diario Correo del Orinoco (Caracas y Maracaibo). Editado por Carlos Rey, esta empresa del arte y el libre pensamiento tiene como cómplices a los escritores y amigos Jesús Puerta, Laura Antillano, María Narea, Gustavo Fernández Colón, Francisco Ardiles, Pedro Téllez, Rafael Victorino Muñoz y Orlando Zabaleta. Presenta tres secciones fijas: Manivela de Francisco Ardiles, dedicada al cine de autor; La Revolución de los libros de Rafael Victorino Muñoz, en la cual se reseñan libros (género necesario en la promoción de la lectura, pero poco frecuente en nuestros medios dada la abulia y la pereza de nuestros escritores y críticos); y Memoria en uso, referida al artículo o ensayo central, de la cual recomendamos los trabajos de María Narea y Vielsi Arias. Por supuesto, no podemos obviar los artículos de Jesús Puerta en los que se aborda la crítica cultural y política, ni los lúdicos y estupendos ensayos de Pedro Téllez que van de la Biblioteca Personal del Diablo a la configuración de un Bestiario cotidiano y hogareño. En resumidas cuentas, Estación Sur no es tan sólo producto de una mera agrupación de amigos artistas que expresan sus entusiasmos y sus repulsiones, sino también un novedoso espacio cultural que le imprime frescura a una ciudad mancillada por el despropósito político y burocrático, la medianía y el envilecimiento. No es alcabala cultural como ciertas instituciones anquilosadas de nuestro estado, ni deja de lanzar dardos envenenados a rídiculas manifestaciones de la Valencianidad como la producción en serie de Doctorados Horroris Causa por parte de la Universidad de Carabobo. ¡Bienvenidos, camaradas!
Premio Nacional del Libro 2006, capítulo centro occidental, a la mejor página web (otorgado por el CENAL)
Thursday, December 31, 2009
Sunday, December 27, 2009
BIBLIOTECA PERSONAL DEL DIABLO. PEDRO TÉLLEZ
Biblioteca Personal del Diablo
Pedro Téllez
Pedro Téllez
Lo primero que tenemos que tener en cuenta al conjeturar la misteriosa biblioteca del Diablo, es que éste nunca lee, siempre relee libros antes de ser escritos por sus autores, o los que nunca se llegaron a escribir. Lo segundo es distinguirla de la biblioteca del infierno en cuanto institución, que es la de todos los libros malos, de antes y después, ¿y que alimentan (y alimentarán) las llamas infinitas del infierno? Si no, ¿de qué otra manera podría mantener el fuego eterno? -sin duda con los libros malos-. Pero la incandescente biblioteca no es la biblioteca "personal" del Diablo, y lo que una tiene de extensa, la otra tiene de mínima. El Diablo relee no por sabiduría o nuevos conocimientos, lo hace sólo por placer.
En ese estante de madera negra africana, apenas imaginamos trece libros, donde no están ni la Divina Comedia ni la edición ilustrada por los surrealistas de los Cantos de Maldoror, y menos el Paraíso Perdido, pues le molesta la adulación. Mucho menos los tratados sobre él: Scott, Defoe, Pompeyo Gener, Papini, Fomari o Collin de Plancy. De éstos hemos traído algunos para con sus imágenes hacer más amena la exposición. De estos dos últimos: Diccionario infernal y su álbum, la Historia curiosa y pintoresca de las brujas, y de un viejo tratado de salamandrología, sobre el único animal que resiste el fuego y por lo tanto posible ratón de estas bibliotecas (y de las otras, pues la mía está llena de salamandras amarillas).
Pero volviendo a lo que nos ocupa, la biblioteca personal del Diablo, y siendo él como los niños, un lector perverso polimorfo, prefiere los cuentos infantiles, mientras más crueles mejor (alguien dice que a él se debe el haber inspirado el final feliz donde al lobo le extraen la abuela por cesárea, y le rellenan de piedras y sed, para que se hunda en el río). Los cuentos de Hadas de Ch. Perrault (sus fuentes, sus continuaciones y reescrituras), y el manuscrito original, con dibujos del mismo Lewis Carroll de las Aventuras de Alicia, son sus libros de cabecera. Prefiere la versión infantil de Galland de las eróticas Mil y una Noches: El Diablo se excita con los místicos del siglo de Oro español, con las traducciones del Cantar de Los Cantares de Fray Luis de León, y con la tercera redacción del Cántico Espiritual de San Juan de La Cruz y con la Séptima morada de Santa Teresa. Literatura divina "a lo erótico". Pero el niño diablo también lee, relee para placer de la inteligencia; y con intensión teológica prefiere la Psychopathia sexualis de Kraff-Ebing en su edición en latín, y considera "no sé por qué" poemas místicos a las 120 Jornadas de Sodoma en especial las ultimas diez jornadas apenas esbozadas, bocetos y apuntes que el Diablo debe tener acabados. Con el Diablo estamos de acuerdo, aunque no las conocemos, en la perfección de las Soledades tercera y cuartas de Góngora como poesía y de la tragedia el Rey Lear de Pierre Menard. En ese pequeño estante está el teatro completo de Esquilo, por cuya lectura habría bien cambiado su alma a Dios el joven Nietzsche.
Van once libros, deben ser un poquito más, dijimos trece, podrían ser más o menos, agregar o cambiar por ediciones ilustradas sobre enfermedades tropicales y sus parásitos, tratados de anatomía patológica, el códice o libro de las horas del Duque de Berry, algún numero del Nanacinder, colecciones de suplementos (comic) de la pequeña Lulú (como piensa Yusti), la guía telefónica de Ciudad de México, el manual de funcionamiento de un aire acondicionado, o la segunda parte de la Historia de Venezuela de Oviedo y Baños desde aquellos días hasta el dos mil veintiuno, ¿por qué no? Podrían estos y otros libros formar con igual razón o sin razón el espiral de lecturas posibles de ese señor.
A estas alturas les confieso que no me consta que la Biblioteca personal del Diablo exista, pero por libros sé que anda por ahí. Compartiré tres evidencias del gusto del Diablo por la lectura. La primera es de orden editorial, tipográfica; la segunda compete a lectores y escritores; y la tercera es apenas una mancha de tinta: Los estudios carmelitas que titularon Satán, impresos el 25 de mayo de 1948, y que sin proponérselo sus editores, monjes carmelitas, fue impreso en 666 paginas, como Uds. bien sabrán a estas alturas del ciclo, es el número de ese señor.
La segunda evidencia bibliográfica tiene que ver con el cuento de Max Beerbohm, titulado Enoch Soames, y que conocemos por la Antología de la Literatura Fantástica de Borges y colaboradores. Beerbohm es un caricaturista y escritor londinense que hace un cuento circular, un auténtico nudo en el tiempo: un escritor mediocre da su alma al Diablo a cambio de fama literaria. Por supuesto que el Diablo le engaña y en efecto, como prueba, aparecerá en un diccionario del futuro pero como personaje en un cuento famoso, el que leemos. El 3 de junio de 1997, la fecha está en el cuento, Enoch Soames y el Diablo se reunirán en la Sala de Lectura del Museo Británico. La trama es un círculo en el tiempo porque en efecto Enoch Soames aparece ya en los diccionarios literarios de hoy en día, por lo tanto, el Diablo podría aparecer ese tres de junio del noventa y siete. En la cercanía de esos días yo llamé a Maracaibo a mi amigo Miguel Ángel Campos para comentarle el asunto y para sorpresa mía él estaba enterado y preparaba sus maletas para partir a Londres a la Sala de lectura del Museo Británico. Campos estuvo ahí, en ese momento y en ese lugar junto con otras personas venidas para la ocasión de distintas partes del mundo: no eran muchos, una docena aproximadamente que esperaban a las 7 p.m. la aparición de los dos personajes. Previamente los lectores fueron recibidos por el personal de la biblioteca y acomodados en una sala. Campos no me habló mucho del asunto a la vuelta, y no le pregunté lo obvio. Tan sólo me dijo que pasó algo, pero no lo preciso. Que me disculpe Campos por haber hecho referencia a su participación en esa reunión pero considero que es importante ese dato para la historia de la literatura, él es crítico literario y me entenderá, y espero perdonará mi indiscreción. Yo creo que cada uno vio o creyó ver al Diablo y a Soames en los otros. En pocos textos se ha dado tal mezcla de ficción y realidad. Beerbohm nació en 1872 y murió en 1956, pero sabía que la Sala sería la misma, y que su cuento sale y entra en el tiempo.
La tercera evidencia del Diablo es una marca, y nos concierne. Hace no más de una semana compré en esta misma librería un ejemplar de El Diablo de Arturo Graf, que algunos de ustedes deben tenerlo porque había varios, a mí me lo recomendó Guillén. Pues bien, mi ejemplar, no sé si el de ustedes también (revisen), posee una mancha de tinta en la pág. 96 que se reproduce en la siguiente, la 97 (número que coincide con el año Soames). Para mí es una huella o marca de ese señor, se enteró del ciclo de Charlas, y pasó por la librería a averiguar y ojeó un texto que le interesó. Transcribo los párrafos marcados por si se tratase de un subrayado diabólico, A QUIEN PUEDA INTERESAR. Forman parte del capítulo Burlas, estafas, supercherías, vejaciones y violencias del Diablo, y en el contexto de esta reunión les relacionó con la posesión a través de la lectura, de cualquier texto diabólico o no con la experiencia literaria, con la vida y la muerte del lector y del escritor, con su labor. Un Ars poética del Diablo, su escritura a través del subrayar un texto de otro, su participación en este ciclo. Cito: "En otros casos el diablo usaba métodos distintos: le recordaba al moribundo todos los pecados cometidos y exageraba adrede su gravedad, le imputaba además otros imaginarios y le aseguraba que estaba condenado irremediablemente, todo para hacerlo morir desesperado y condenarlo realmente. Procuraba ... (ilegible)... hacerle creer que ya no había tiempo para arrepentirse y que la atrición era inútil" y en la página siguiente: "Pero para el Diablo, mucho más útil que la obsesión tal como la he definido y descrito, era la posesión. La obsesión procuraba desahogo a su hastío y a su envidia pero la posesión era lo que lo convertía en amo verdadero y absoluto de los hombres. Mientras debían contentarse con tentar y atormentar, los diablos eran como soldados que asedian una fortaleza en la que entrarán o no en... (ilegible)... según los casos: pero cuando pasan de la tentación y la obsesión a la posesión, eran como soldados victoriosos, entrados en la fortaleza y convertidos en los amos absolutos". Fin de la cita y de la conferencia. Gracias.
(Conferencia leída en la Librería del Sur, dentro del ciclo de conversaciones sobre el Diablo del grupo Li Po)
Publicado inicialmente en el periódico Estación Sur, Nº 1, noviembre 2009 en la Pág. 6.
Tuesday, December 22, 2009
UN POEMA DE ANA CRISTINA CESAR EN HOMENAJE A SOLIMAR CADENAS
Este Libro
Ana Cristina Cesar
Traducción de José Carlos De Nóbrega
Mi hijo. No es automatismo. Lo juro. Es jazz del
corazón. Es prosa que da premio. Un té para dos
total., tintinear de verdad que tú seduces,
cautivador volante, por la pista, toda ella. Enfile la
caperuza.
Y cante.
Puro azúcar blanco y blue.
Valga este obsequio de Ana Cristina a la simpática Solimar. Ambas persisten en la memoria como reivindicación de la vida misma. Encarnan el arte del canto y la poesía en tanto diálogo con el Otro, el marginado. Son generosas como la prostituta Bola de Sebo, la Gina de Chico Buarque, amantes fieles de los bichos, los desheredados y los persegidos por la jauría del sádico emperador. No importa, Solimar, la maldita encuesta publicada en Noticiero Digital que se solazó en tu muerte. Nos imaginamos a Roberto Smith acompañando estúpidamente a Roger Santodomingo con su cuatro agorero y sucio. En cambio, tu canto preñado de amor y solidaridad nos acompaña gratamente, sin el resentimiento de periodistas cobardes y envenenados en su propia tinta vil. J.C.D.N..
Wednesday, December 16, 2009
LA MUERTE DE ELPENOR. LÊDO IVO, TRADUCCIÓN DE JORGE LOBILLO
LA MUERTE DE ELPENOR
Lêdo Ivo
Traducción de Jorge Lobillo
LOS BURDELES de Maceió iluminan mi adolescencia.
Considero uno de los mayores privilegios de mi vida el haber sido admitido en ellos en una edad juvenil. Era de tarde que yo los frecuentaba y llegaba casi siempre en el instante en que las putas, recién salidas del baño, se recargaban castamente en los balcones frente al mar y contemplaban los navíos. Al olor de jazmín exhalado por sus cuerpos morenos se mezclaba el hedor embriagante del mar.
En uno de esos prostíbulos, situados en el piso superior de viejos desvanes que también escondían depósitos de azúcar y bodegas de fondos oscurecidos, ocurrió la muerte de un marinero, un cierto Elpenor.
Al contrario de lo que dice Homero, Elpenor no cayó del techo del palacio de Circe. Completamente ebrio, rodó por la escalera del burdel de Maceió y se quebró el pescuezo. Su alma bajó al Hades.
Ese lamentable accidente me privó, en aquella tarde, del placer habitual de respirar, junto a las putas de mi ciudad, el olor a jazmín que se anudaba, como un dulce y largo coito conducido por el bochorno, a todos los perfumes del Océano (traducción de Jorge Lobillo).
Tuesday, December 01, 2009
JUAN CALZADILLA, CAMARADA DEL AMANECER. José Carlos De Nóbrega y dibujo de Yilly Arana
JUAN CALZADILLA, CAMARADA DEL AMANECER
José Carlos De Nóbrega
José Carlos De Nóbrega
Dibujo de Yilly Arana
El perdedor es su universo
aunque desea ser feliz
y aun quien dice que está cuerdo
pongamos que hablo de Joaquín.
L.E. Aute.
A Alexander y Eva, quienes comparten con nosotros la bella simiente de la vida.
A los trabajadores del Ateneo: Pongamos patas arriba las fotos de Urosa y Uribe, pa’que se prenda la rumba.
No me canso de decir que Juan Calzadilla es el poeta más joven del país. A sus setenta y ocho años, sigue obsequiándonos libros y dibujos asombrosos. Su actitud crítica y traviesa ante la vida persiste con terquedad: Su propuesta plástica, Poética visiva y continua, vincula el dibujo y la poesía con absoluta impunidad; es caligrafía que recrea en el museo un maravilloso circo que complacería a Mateo Martán, atenuando así el dolor de su alma escindida y astillada. El poeta abre el cuerpo del poema para escrutar las almas resbaladizas de los espectadores; dialogamos con nuestro amigo en el vouyerismo de la ranura que nos invita a dar el gran salto. Los libros de Juan tienen un indudable carácter objetual, pues son tocables y nos tocan de la única manera posible, esto es por vía de la Poesía del Decir. Tomamos estos cuerpos escritos con una dosis de simpatía, complicidad y sumo placer: Agendario (1988) nos demuestra una vez más su visión cruda, irónica pero amorosa de la ciudad; el estrecho e inútil formato de la agenda se convierte en la cama sobre la cual se revuelcan cuerpos desnudos, bestias y versos insólitos. El discurso transgenérico no es pose intelectual ni diletante experimentalismo vacuo, sino la encarnación deliciosa del juego de la línea y la palabra: “En nuestra ciudad hay muchas variedades / de perros y una sola especie / de ciudadano: el perro”. Si bien un guariqueño, Enrique Mujica, nos enseñó a escuchar y saborear el habla llanera en tanto trapiche –almacén, inventario y alambique-, este muchacho de Altagracia de Orituco hace otro tanto en el abordaje lúdico y combativo de la ciudad: “como jonás lleno de incertidumbre / moré en el vientre de la ciudad”. No hay una preocupación compulsiva por el estilo, pues las flores de papel de seda no son más que un triste remedo de la realidad circundante; se trata de decir las cosas con la propiedad y la soltura que necesita el coito de la voz poética con el mundo, no importa si el tenor es dramático o sardónico. Nos complacen hoy dos nuevas manifestaciones del espíritu juvenil e incansable de Juan Calzadilla: Nieve de los Trópicos / Sobrantes y El Techo de la Ballena 1961 Antología 1969, de la cual es coautor y prologuista.
El perdedor es su universo
aunque desea ser feliz
y aun quien dice que está cuerdo
pongamos que hablo de Joaquín.
L.E. Aute.
A Alexander y Eva, quienes comparten con nosotros la bella simiente de la vida.
A los trabajadores del Ateneo: Pongamos patas arriba las fotos de Urosa y Uribe, pa’que se prenda la rumba.
No me canso de decir que Juan Calzadilla es el poeta más joven del país. A sus setenta y ocho años, sigue obsequiándonos libros y dibujos asombrosos. Su actitud crítica y traviesa ante la vida persiste con terquedad: Su propuesta plástica, Poética visiva y continua, vincula el dibujo y la poesía con absoluta impunidad; es caligrafía que recrea en el museo un maravilloso circo que complacería a Mateo Martán, atenuando así el dolor de su alma escindida y astillada. El poeta abre el cuerpo del poema para escrutar las almas resbaladizas de los espectadores; dialogamos con nuestro amigo en el vouyerismo de la ranura que nos invita a dar el gran salto. Los libros de Juan tienen un indudable carácter objetual, pues son tocables y nos tocan de la única manera posible, esto es por vía de la Poesía del Decir. Tomamos estos cuerpos escritos con una dosis de simpatía, complicidad y sumo placer: Agendario (1988) nos demuestra una vez más su visión cruda, irónica pero amorosa de la ciudad; el estrecho e inútil formato de la agenda se convierte en la cama sobre la cual se revuelcan cuerpos desnudos, bestias y versos insólitos. El discurso transgenérico no es pose intelectual ni diletante experimentalismo vacuo, sino la encarnación deliciosa del juego de la línea y la palabra: “En nuestra ciudad hay muchas variedades / de perros y una sola especie / de ciudadano: el perro”. Si bien un guariqueño, Enrique Mujica, nos enseñó a escuchar y saborear el habla llanera en tanto trapiche –almacén, inventario y alambique-, este muchacho de Altagracia de Orituco hace otro tanto en el abordaje lúdico y combativo de la ciudad: “como jonás lleno de incertidumbre / moré en el vientre de la ciudad”. No hay una preocupación compulsiva por el estilo, pues las flores de papel de seda no son más que un triste remedo de la realidad circundante; se trata de decir las cosas con la propiedad y la soltura que necesita el coito de la voz poética con el mundo, no importa si el tenor es dramático o sardónico. Nos complacen hoy dos nuevas manifestaciones del espíritu juvenil e incansable de Juan Calzadilla: Nieve de los Trópicos / Sobrantes y El Techo de la Ballena 1961 Antología 1969, de la cual es coautor y prologuista.
Nieve de los Trópicos / Sobrantes (2009) es un precioso libro-objeto editado por el Instituto de las Artes, de la Imagen y el Espacio. Su cuerpo contiene reflexiones sentidas y desenfadadas en torno a las artes plásticas y a la poesía, teniendo como telón de fondo más de veinte dibujos plenos de trazado mágico y juguetón. El texto en prosa mata la sed en el lamedero que integra diversos afluentes: la poesía, la filosofía, la crítica de arte, el aforismo comentado. Podría afirmarse que es un antimanual estético hecho a retazos, al igual que el disonante concierto de múltiples voces que estalla en nuestra cabeza, paseándose burlonas en la vigilia, la modorra y el sueño. Nos toca su fácil acceso e inmediatez, no en balde las numerosas sugerencias y lecturas que se derivan de este ready made o cadáver apetitoso: “Sin embargo, uno escribe para el que sabe tanto o más que uno, pero está obligado a hacerlo como si se dirigiera al que está apenas enterado”. Reivindica entonces la transparencia del acto escritural, pues la simplicidad de la forma es el mejor recipiente para la profundidad conceptual. En “Reverón” tenemos una aproximación al hombre y al personaje, exenta –eso sí- del discurso académico que encandila al ojo caníbal en la comilona del objeto artístico: “- Inventé un personaje que interiormente se identificaba con mi verdadero yo. Como no supe mantener la distancia entre mi persona real y el personaje inventado, terminé loco. Pues me tomé por aquel”. La conversación es inevitable y significativa, pues responde Vicente Gerbasi con sapiencia y elegancia: “La playa es un cristal de mediodía / que anula los colores. / Solo en el fondo del espejo / se hunde el fantasma / de una acacia en flor. / Esta es la bahía / pintada en su casa de palmas. / Los ojos de sus muñecas / me miran como girasoles”. También ambos poetas se refieren a Manuel Cabré: Juan dice que “En sus mejores momentos el gran amor continuaba siendo para este paisajista el cuadro, no el paisaje. Sería absurdo que como pintor hubiese amado a la naturaleza más que a la pintura”; en tanto que Vicente canta al cerro El Ávila, “La montaña / cambia / con la pesadumbre del mundo. / En la penumbra / se vuelve una violeta oscura. / Por la noche se alumbra con astros / y murciélagos”. Este pequeño libro es el ancla del diálogo intertextual y multidisciplinario que alimentó la obra de Leonardo Da Vinci y Michelle de Montaigne; el ejercicio del arte y la crítica que lo celebra, no separa en compartimientos estancos lo culto y lo popular. Por el contrario, este bello objeto –nevado y tropical- los abarca en un abrazo harto conciliatorio. Juan apuesta por la libertad artística en el combate a la subvención de proyectos egocéntricos y no personales que no involucran a nadie, así como también la privatización de los espacios culturales para excluir de golpe y porrazo la participación del pueblo de a pie.
El Techo de la Ballena 1961 Antología 1969 (2009) es otro libro afectuoso que se nos antoja un álbum familiar que Monte Ávila Editores Latinoamericana nos obsequia, cumplidos sus cuarenta años de edad. Juan Calzadilla es coautor, prologuista y acucioso anotador o recensionista de esta estupenda colección transgenérica. A pesar de que ha pasado más de cuatro décadas, El Techo de la Ballena mantiene vigente –en la memoria y la imaginación- sus atrevidas propuestas estéticas y políticas, sin importar la intermitencia de las modas artísticas ni el despropósito ontológico y ético de las patotas políticas. Es pertinente revisitar los manifiestos, los textos literarios y las exposiciones de arte de este irreverente cetáceo que en su momento sacudió al país nacional y escandalizó al país político (incluimos aquí a los aparatos ideológicos del estado con sus maestros idiotas, curas cabrones y periodistas tarifados). He aquí un ejemplo zahiriente: “Demostrar que la Ballena, para vivir, no necesita saber de zoología, pues toda costilla tiene su riesgo, y ese riesgo, que todo acto creador incita, será la única aspiración de la Ballena. Percibimos, a riesgo de asfixia, cómo los museos, las academias y las instituciones de cultura nos roban el pobre ozono y nos entregan a cambio un aire enrarecido y putrefacto. La Ballena quiere restituir la atmósfera”. Se abandonan las asépticas instalaciones museísticas, para exhibir las reses tasajeadas de un necrofílico Contramaestre y los tótems petroleros de Daniel González en los garages que constituyeron las basílicas del rock y el arte contestatario. La obra individual y en colectivo de sus integrantes descansaba en el compromiso artístico y político sin medias tintas ni eufemismos: “Como los hombres que a esta hora se juegan a fusilazo limpio su destino en la Sierra, nosotros insistimos en jugarnos nuestra existencia de escritores y artistas a coletazos y mordiscos”. Caupolicán Ovalles, Carlos Contramaestre, Edmundo Aray, Adriano González León, Efraín Hurtado, Salvador Garmendia, Daniel González, Jacobo Borges, Dámaso Ogaz y, por supuesto, Juan Calzadilla son conspicuos cófrades de nuestro aprecio y respeto. Sin duda este libro, magníficamente diagramado y diseñado, se leerá con morbosidad y goce sensual; es una edición imprescindible y amable como las dos ediciones de Las Celestiales de Miguel Otero Silva, las cuales evidencian la hipocresía y la falsedad de políticos, obispos y palangristas hermanados en el desprecio del Otro, nuestro semejante, espejo único en el que nuestra humanidad se refleja en la transparencia y la solidaridad.
En Valencia de San Simeón el Estilita, ciudad amante de Juan Calzadilla que lo aguarda en la erótica contemplación de los huesos de San Desiderio, viernes 27 de noviembre de 2009.
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