La Pasión Oceánica de Nelson Guzmán (entrevista)
Por José Carlos De Nóbrega
He aquí el breve diálogo que sostuve recientemente con el poeta y antropólogo Nelson Guzmán, por supuesto, a propósito de la publicación de su primera novela Nostalgias de la Calle Larga (2012) bajo el sello de Fundarte. Este título va a la par de poemarios tales como Contertulios (2003), Ráfagas de Olvido (2004) y Muecas del Tiempo (2007). Además de su actividad docente y de investigación en la Universidad Central de Venezuela, Guzmán es directivo de la Red Nacional de Escritores y Escritoras Socialistas de Venezuela y promueve en la sede del CELARG el punto de encuentro EN/CLAVE POÉTICA, el cual convoca diversas voces poéticas nacionales, consagradas e insurgentes por igual.
Tu trabajo poético ha anticipado no sólo la temática de la novela Nostalgias de la Calle Larga -en especial el episodio del Falke y el porteñazo-, sino el tratamiento poético del lenguaje. ¿Se podría hablar de poligrafía o discurso transgenérico en tu caso autoral?
En mi discurso hay una vuelta a lo primigenio del lenguaje, a la textualidad. Se trata de resarcir al hombre mediante la palabra al inicio. Esta novela está plena de lo remoto, nada queda sin significado, sin interés. Lo humano queda aferrado a ciudades remotas. Mi texto tiene como fragua el viaje, la intuición, las brújulas. Los personajes recorren nostálgicos la Calle Larga. Esta calle para los cumaneses es símbolo de la desobediencia, de la utopía sepultada por los golpes del destino. Cumaná en 1929 padeció el fracaso del Falke y el extravío del baquiano Merardo en la península de Araya significó a su vez la derrota de Pedro Elías Aristiguieta; estas cosas residen en nuestra perennidad de cumaneses. Añádase a esto el terremoto fatídico que tumbó la mitad de la ciudad. Naufragamos durante mucho tiempo en un mar de melancolías. Nostalgias de la Calle Larga nos revela una gramática de la pasión donde generaciones enteras sucumbieron a las laceraciones que los años veinte plantearon en el alma de los venezolanos. Los hombres lucharon en esta Venezuela atrasada porque estaban persuadidos de que era necesario perdurar.
Háblanos de la polifonía manifiesta en tu novela y sobre todo del discurso dialógico enclavado en el monólogo interior.
Esta es una novela de saltos dramáticos en su recorrido, cada voz nos habla de una postura del mundo, de unas motivaciones diferentes. Estas cadencias están dramatizadas en la Cumaná eterna que declina en las tardes y reaparece en las mañanas rutilantes. Esta novela muestra la relación de hombre y mundo, del ser y la nada. Nadie abandona en los siglos su corporeidad, los sueños siguen allí incrustados en los vetustos edificios de un mundo mágico y trágico. Los hombres están poblados de sus propias resignaciones. Delgado enarbola clamoroso su grito de guerra. Pedro Elías se conserva en su heroicidad, ha fundado un imaginario imperecedero, se ha convertido en un guardián de la ciudad. En saltos de garrocha el autor se psicoanaliza, se transmuta en otros, la ciudad interior guarda sus corolarios, sus creadores. La fina arena del mar nos toca en lo más íntimo, nadie quiere la cura, el sosiego, sino poder vivir. El autor nos trasunta el mundo desgarrado de generaciones enteras de la vida venezolana. El juego con el tiempo es mágico, los hombres aparecen y se encuentran por doquier. Todos los puntos de la narración son polifónicos. La idea matriz del autor es que nada desaparece, el imaginario todo lo conserva. La narración se da para que el lector se funda con su voz en estos siglos fenomenológicamente presentados como la Venezuela de las ansiedades.
Observamos que el boxeo, el habla y la música rocolera latinoamericana se inscriben en el vínculo de lo culto y lo popular, por lo que el poético discurso narrativo se enriquece en la diversidad del léxico.
En esta memoria hay historias locales, el boxeo y sus ídolos aparecen gratificantes en el recuerdo de hazañas memorables, Ramón Arias, Carlos Morocho Hernández y luego la generación de boxeadores formada por Hely Montes en Cumaná. Yo fui amigo personal de Alfredo Marcano, un día me lo encontré en Puerto la Cruz y le conté mi experiencia con el boxeo, aún no me había puesto los pantalones largos cuando mi tío Pablo me llevaba al Gimnasio Cabrujas a ver las prácticas de Pedro Gómez, Antonio Gómez, José Luis Vallejo, José García, Morochito Rodríguez y de muchos otros. Mi ídolo fue Pedro Gómez, este hombre poseía un gran carisma y junto con la generación de oro del boxeo cumanés escribió páginas inolvidables para la Primogénita del Continente americano. El boxeo es un músculo bien adherido a la piel de los cumaneses. Mi novela es un canto a Cumaná en sus cuatrocientos noventa y siete años de fundada la ciudad. Las imágenes de este texto son telúricas, los hombres son los mitos y se la juegan por ellos. Boxeadores como José Luis Vallejo (La Cabaña) y Cruz Marcano encarnaron la tragedia, fueron arrastrados por un país que ha pisoteado a sus hijos.
Es indudable tu pasión por lo marítimo. Encontramos una conexión con Conrad, Homero y la poesía de Lêdo Ivo. Por supuesto no podemos olvidar la refundación poética de Cumaná en el exilio.
El mar lo es todo en esta novela. Los hombres se saben determinados por lo absoluto. Las azules aguas del golfo de Cariaco y de la Península de Araya están allí resaltando su prestancia, modelando una vida que se puede dar como instante. En esta novela los hombres escogieron el camino de la Coquera para volverse inmortales, para expresarse en esa ceremonia de olvido y de memoria que es la vida. Aquí emerge desde los confines del alma de esta novela la ciudad invisible, aquella que sabe de los hombres que enfilaron sus armas para batirse en las guerras civiles, pero que finalmente fueron batidos por un movimiento telúrico que los dejó aposentados en la greda, en la tierra que es nicho de caracoles muertos y de restos de osamentas de animales marinos. Ciudades como Cumaná y Cubagua discurren en un tiempo único que se precipita en los giros del lenguaje, en sus cesuras. Esta novela es un miasma de lo intranquilo, de la necesidad del espíritu de hacerse real. Los hombres aparecen en esta novela en toda su vulnerabilidad y sus mediaciones.