Ha muerto el ídolo del pop Michael Jackson. Seguramente estarán preparando una urna refrigerada -a la manera de una gigantesca nave espacial- para conservar su cuerpo profanado innumerables veces por el bisturí, el vitiligo y el despropósito racial. Por supuesto, habrá espacio para una Janet Jackson andrógina que orina parada en los limpios pasillos de la nave (nos referimos al video Hold me now en blanco y negro, salpicado por Warhol, Magritte y Pollock), los ojos violeta de Elizabeth Taylor y el muy admirado cuerpo de Diana Ross. Los niños harán de las suyas, correteando por doquier y rompiendo jarrones de no sé cuál dinastía china; la manada infantil y salvaje prorrumpirá en gritos y sollozos de anime japonés. La Cruzada Espacial aguardará mientras tanto el pleito sucesoral por dividendos y deudas. Suponemos entonces que será posible su legado universal vagando el sistema solar, gracias al inventario lírico de Elvis y los Beatles. En las telepantallas de Neverland -no Nostromo- transmitirán ad infinitum su videografía completa: por ejemplo Thriller, copia fatal -jamás oportuna cita- de las películas de George Romero con abundancia zombie; o aquel video proveniente de su disco equívoco History, en el que la gigantesca estatua de sí mismo embarga hasta el llanto una multitud reprimida por un ejército rojo (¿acaso Michael es stalinista, fascista o maoísta a fuerza de gigantes íconos de sí?). Por lo menos no hay duda de su antisemitismo, producto de su embrollo racial y sexual que raya en una psicodelia naif propia del Capitán Centella y la Señorita Cometa. Quizá la nave se tope con otras civilizaciones allende el Sistema Solar: en la ausencia de Louis Armstrong, Duke Ellington, Miles Davis, Billie Holiday, Ella Fitzgerald, los bailarines de tap y Gregory Hines, Martin Luther King, Joshua Gibson, Satchell Paige, Jackie Robinson, Hank Aaron, Michael Jordan, Barack Obama e incluso Quincy Jones (sí, el inventor de Michael Jackson y el estúpido Will Smith), los extraterrestres darán cuenta de la única cosa notable en su interior, el magnífico afiche de Farrah Fawcett apenas vestida de rojo con la melena derramándose en pos de sus turgentes senos, sus deliciosos pezones que nos retrotraen la carne de la guayaba.
En Valencia de San Desiderio, 26 de junio de 2009. ¡Rasputín Vive!
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