Literaria. Una Fruta Tropical.
Nota del administrador del blog: A continuación reproducimos el ensayo que nuestro amigo Pedro dedica a Nanacinder, una de las primeras revistas publicadas en Bárbula amén de que en ella comulgaban las plumas de los médicos y los pacientes del Psiquiátrico de Bárbula. El texto es inédito en internet y proviene del volumen de ensayos La última cena del ensayo (2005, Ministerio de la Cultura-CONAC, Venezuela), uno de los mejores y más simpáticos libros que sobre el género del ensayo se han publicado en el país. Respecto a este ensayo, una vez escribimos: "El ensayo titulado Nanacinder (1954-1962). Revista Literaria. Una Fruta Tropical , publicado en La Tuna de Oro -el primer número de los tres que dirigí-, se me antoja un trabajo antológico en torno a la presentación de muchas de las magníficas antologías publicadas en Valencia (entre dichas colecciones, recordamos con gratitud Rostro y Poesía por Luis Alberto Angulo, Manual para una Cabra , por Slavko Zupcic y Poetas Carabobeños -en cinco volúmenes- por el Departamento de Literatura de la UC a cargo de los poetas Reynaldo Pérez Só y Adhely Rivero). Constituye un agudo y benévolo portal a una antología de la revista Nanacinder que recogió la voz literaria de los pacientes del Psiquiátrico de Bárbula, amén de un elogio a la memoria del Doctor José Solanes, su indiscutible mentor".
Es de Nanacinder, de la historia de esta revista, de lo que queremos hoy hablar, de sus etapas (en 8 años), del génesis y de su final. De la valoración literaria de sus textos y de su importancia cultural, importancia que no radica solamente en ser la primera revista literaria editada en la zona. Allí en Bárbula (Naguanagua, Estado Carabobo) todavía circulan Zona Tórrida, La Tuna de Oro, y la Revista Poesía, por hablar de la mayor continuidad. Si la comunidad universitaria ha rescatado como un emblema al “arco” de la colonia Psiquiátrica, “bello arco” leemos en Nanacinder, bien se podría recordar, y reeditar totalmente o en parte, a ese antecesor de las revistas literarias carabobeñas de esta segunda mitad del siglo que concluye.
En el Nanacinder, en su primer número reza: “Nanacinder vocero de la Colonia Psiquiátrica de Bárbula” y aparece como su director P. López Marín; el redactor jefe era Antonio R. Rangel; y como redactores aparecían en el primer número Rosa L. Abreu D. y A. H. P. Estamos en Abril de 1.954. El editorial lo firma R. L. Araujo, jefe de servicio médico (el director de la revista y sus redactores eran pacientes psiquiátricos, aunque no se indique).
En el Editorial de su primer número se ve que la revista va sobre la marcha, paralelamente, a la ampliación del hospital. El hospital psiquiátrico en aquel entonces respondía a cierto ideal nacionalista: “El conjunto es heterogéneo: por una parte de aspecto rural con zonas de agro para su laboreo y de otra más bien urbano, con sus talleres de trabajo artesanal, además tenemos teatro, sala de fiestas, iglesia y campo de deportes. Todo distribuido armoniosamente para que aquellos a quienes se destina: los enfermos, encuentren albergue, solaz y ocupación útil y que sirva de modelo y enseñanza a otras instituciones que se repitan en Venezuela”. Esta primera etapa de Nanacinder será la de “Vocero-escrito” de pacientes, médicos, enfermeras y empleados. Nos enteraremos de la vida cotidiana de la colonia, los chistes sobre el personal, etc.”Es la respiración de la colonia” anotada en segundo número Ricardo Álvarez, el jefe de la Dirección Nacional de Higiene Mental. Nos explica en su editorial la concepción de la revista: “En cuanto a la redacción y al contenido de Nanacinder son la sencillez misma, sin los afanes, vanidades y falsas poses de la humanidad que bulle afuera”, ubicando la revista, como hacia Araujo con la colonia, en un espacio distinto al de la sociedad en general: “afuera los hombres usan mascaras para esconder su intimidad”.
Este doble espacio, que previó Álvarez, se ahondará modificando a mediano plazo a la publicación, pero eso es otra historia. Ahora nos interesa exponer los orígenes de la revista, que como anunciaba:”Nanacinder reúne sin discriminación ninguna, los trabajos de todos sus amigos: pacientes, empleados, médicos, etc”. El Espacio distinto, el de la enfermedad mental, se irá agrandando, al principio solo eran refranes como: “En la pieza de los enfermos, los médicos son reyes”, o chistes:”Cambio cama Nº 13 del pabellón 3, por habitación del hotel Tamanaco o sucedáneo. Crucigramas, caricaturas de personajes de la colonia como el Giuseppe que atiende de la cantina, u otras historias de la vida cotidiana en Bárbula.
Importa desde ya, aclarar el origen de este curioso nombre, el cual fue escogido entre otros posibles, como: La Linterna Mágica, El Lagarto en Bárbula, El Aguamieloro, Luz en la Penumbra, Laberinto, el Barbuleño, Mente Clara, La Muñeca Negra, Maremagnum, La Ciudad de la Luz, Ciencia y Corazón, Oriente, Poniente, Ocaso, Democrático, Diluvio, Periódico del Infierno, Pierrot, El Quijote, El Vocero de la Luz, Nanacinder...
El nombre fue propuesto por un paciente, se escogió entre numerosos significantes ¿Pero cual es su significado?. Para el Dr. Araujo es un medicamento, para el Dr. López Viedma es una razón social, para el Dr. Betancourt es un familiar cercano, para el Dr. Solanes significa una fruta tropical o una vitamina. Para el paciente A. Rangeles un amanecer, un zig zag para Palacios. Una mujer Indígena, para Calvetti, nombre de un barco, un volcán, aguardiente, un capricho ilógico, un país fantástico donde realidad y fantasía se funden, una enfermedad, expresión artística, para otros pacientes. Un solo significante para múltiples significados. Nada compendia mejor la filosofía de esta revista literaria.
En esta primera etapa la revista será un vocero de la colonia psiquiátrica. José Solanes (entre los médicos) será de los que se toman la publicación más en serio, y por supuesto, entre los pacientes su director López Marín. Allí Solanes publica sus primeros ensayos en el país. A través de la revista podemos observar la evolución de la poesía de López Marín, hasta aproximarse al surrealismo. Rafael Betancourt escribirá un editorial antiperezjimenista ” entre líneas”. Uno de los números trae como anexo un suplemento sobre la necesidad y la dificultad de la laborterapia, de Solanes. El Nº 7 es un número necrológico, sobre el primer director Gonzáles Puccini, con poemas de Mayer, Jhon Donne, y M.A. sobre la muerte. En el Nº 9 A. Rangel escribe sobre Baltarsar Gracian. Y en el mismo número se elogia a una enfermera que recorrió a pie los 12 Kilómetros que separaban a la colonia de Valencia, por no haber autobús. Es el Nanacinder como vocero.
La segunda etapa de la revista esta signada por la laborterapia, no se especificarán los redactores, ni aparecerá un director explícito, aunque continúe López Marín. En la segunda etapa, las portadas se ilustran con grabados de artistas de la colonia psiquiátrica, aunque todavía no funcionaba el taller de arte psicopatológico que arrancaría en 1.968. En Bárbula el pionero de la laboterapia sería José Solanes, él exponía el ambiente al que debía responder el periódico: “En una Colonia Psiquiátrica debe respirarse un aire, que, como el de los sanatorios antituberculosos, sea ya curativo, claro está que al hablar aquí de aire hacemos una comparación: se trata de atmósfera psicológica, y en una palabra de ambiente. El ambiente que se respira en una colonia es decisivo”. El periódico es la respiración de la colonia, el periódico se incluye en dicho ambiente. El trabajo de la edición (en multígrafo), los grabados, la corrección de textos o la compaginación de las hojas para el engrapado, todas actividades manuales que se combinan con las “intelectuales” propias de la creación del texto y su dibujo. Si el equipo de la revista desaparece de las portadas, sus nombres reaparecen firmando las colaboraciones. Se publican cuentos y poemas, los grabados sustituyen a las caricaturas y los entretenimientos del lector; se trata de entretener al “escritor” o hacedor de la revista, por decirlo de algún modo. En esta nueva época de la revista lo inmediato cede paso a las temporadas: navidades, semana santa, carnavales. Se entrevista a los creadores en plena faena, como al grabador Aurelio (Nº 15) . Aparecen los monólogos de Antonia y la voz de un loco: “aunque tenga que fundar un periódico”, y este periódico que solicitaba el paciente será el Nanacinder en su tercera etapa.
Decía el Dr. Solanes en una charla a los laborterapeutas -transcrita en la revista- cito: “Por poco que se haya vivido en un establecimiento psiquiátrico, se sabe que, más que la agitación o la peligrosidad, lo que caracteriza la conducta del enfermo es el aislamiento. Proponiéndole que se asocie a una labor, se le da al aislado la ocasión de salir de su ensimismamiento, de integrarse en un grupo”. Si en un inicio, la revista como vocero, o la revista como labor de un grupo, cumplió parte de esa función terapéutica; la necesidad de comunicarse (de expresarse) condujo a una salida artística, que denominaremos “colectivamente” el Nanacinder Literario.
En los cuentos, poemas y testimonios del Nanacinder literario, su autores -los pacientes- retratan su aislamiento, comunican su incomunicación, su ensimismamiento, Hacen narrativa y poesía de su situación especial, de su forma peculiar de ser en el mundo. Se trata de una laborterapia” intelectual” y no manual. El espacio utópico de la medicina de los 50 dio paso a un espacio privado, muy privado, de vivencia de la enfermedad. En un borrador, de la presentación de una antología futura de la revista, años después de esa experiencia editorial pedía el Dr. Solanes que: “Sepamos descubrir sencillez en lo inusitado y sepamos buscar placer no en la solución de acertijos, sino en la mera comunicación de lo humano”. El texto que motivo el colapso de la revista, pues fue censurada por las autoridades sanitarias, se titulaba “Luz, cenizas y espuma”, el cual merece estar presente en cualquier antología del cuento venezolano. Del autor solo conocemos unas iniciales, pero su narrativa semejaba peligrosamente a una historia clínica. El Director de Bárbula, el Dr. Luis Erasmo Maldonado, no entendió que la sencillez y la naturalidad de este y otros textos de la revista, solo podían romper el aislamiento del autor a través de la exposición de su enfermedad. Y esa contradicción del discurso artístico de estos poetas y ensayistas, con el discurso clínico tradicional, lo que determinó la clausura de la revista Nanacinder, y el silencio posterior que hasta nosotros llega.
6 comments:
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