MIMICKING ON THE AIR O DEL DISCURSO DEL OTRO EN LA OBRA MUSICAL DE ARGENIS SALAZAR.
José Carlos De Nóbrega.
José Carlos De Nóbrega.
Mimicking on the air significa un importante punto de inflexión en la obra musical de Argenis Salazar. Luego de indagar en la marginalidad de la voz (los soldados o los pacientes psiquiátricos en Mandrake, 1995; el indigente y los humoristas colorados en Caballito Frenao, 1998, y los mariachis que deambulan por Madrid en Amor de Hambre), el discurso musical y experimental adquiere un afán sociológico y poético: Se solaza en la configuración de múltiples voces que imitan, remedan o parodian la voz del prójimo. En tal sentido, Enmanuel Lévinas manifiesta que es imposible acceder a Dios sin establecer una relación ética con el prójimo. Walter Benjamin nos dice que el ejercicio mimético del lenguaje es mágico y profético, lo cual acontece en la presencia del prójimo. Por ejemplo, Los Protocolos de los Sabios de Sión falsifican el discurso literario de obras tales como Diálogo entre Maquiavelo y Montesquieu en el Infierno de Maurice Joly, para emprender una cruzada fascista y antisemita en todo el orbe; por desgracia, este libelo intolerante es leído todavía por jóvenes y viejos desprevenidos. Por el contrario, el poeta brasileño Ledo Ivo –en un acto de impostura poética- simula el discurso excluyente de las clases altas en el poema Los pobres en la estación de autobuses, en tanto postura crítica y solidaria respecto al problema de la pobreza en América Latina: “Verdaderamente los pobres no saben ni morir. / (Tienen casi siempre una muerte fea y de mal gusto) / Y en cualquier parte del mundo molestan, / viajeros inoportunos que ocupan nuestros lugares / aun cuando vayamos sentados y ellos viajen de pie” (traducción de Maricela Terán). Argenis Salazar revela nuestra particular relación con el otro apelando a la ironía, la festividad e, incluso, la conmiseración. La grabación supone una larga cadena de voces impostoras que delatan la repulsión o la simpatía por el otro: en unos casos, la imitación conjuga el humor mórbido, como el de los talk-shows de la T.V., y el prejuicio que nos provoca lo distinto, lo exótico; la mayoría de las veces, la voz que parodia es de una violencia muy viva; en uno de los registros más interesantes de la muestra, la voz femenina hace una seria exposición introductoria que somete al escarnio al otro, en este caso los argelinos o moros de habla francesa, de donde el comentario zahiriente funciona de prólogo a la imitación como tal. Nos seduce este proyecto sónico en la complicidad habida entre el artista, los participantes y los espectadores. Mi voz aparece en ese concierto abstruso ocupada en la lectura del poema Cuadrilla de Carlos Drummond de Andrade. Se nos antoja entonces la óptica terca, rigurosa y poética de entomólogos de la imagen como Luis Buñuel (cuya sordera progresiva le dio un toque particular a las bandas sonoras de sus films, recordemos los tambores de Calanda), quienes sacuden nuestra atrofiada capacidad de asombro en la contemplación de la paradójica condición humana: es la invasión de la poesía en los terrores atávicos, las obsesiones y las pretensiones precarias de la superioridad moral sobre el otro. La estética de Argenis Salazar elude, por fortuna, toda estridencia y parafernalia que conduzca a moralejas edificantes y sosas; nos descubre en el acto mismo de vaciar las vísceras, en la plenitud de nuestra frágil desnudez.
Valencia de San Desiderio, 16 de octubre de 2008.
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