Thursday, October 07, 2010

LÊDO IVO, UN MARINERO DEL FUEGO (SC3). José Carlos De Nóbrega


LÊDO IVO, UN MARINERO DEL FUEGO

José Carlos De Nóbrega

Sin duda alguna, es una necesidad –cada vez más ingente- leer y considerar lúdicamente la poesía de Brasil, dado el marco de la integración latinoamericana. Por supuesto, sin descartar los estudios académicos y críticos que contribuyan a facilitar al lector una pertinente visión panorámica de la poesía que se escribe allí. Siguiendo al poeta Lêdo Ivo, la poesía contemporánea del gigante amazónico no es producto exclusivo del Modernismo insurgente de 1922, sino compendio variopinto de muchas escuelas y corrientes literarias que es menester ojear y estudiar. Hay numerosos nombres que nos hacen pensar que la poesía brasileña es una de las más sólidas del continente: Manuel Bandeira, Carlos Drummond de Andrade, Joâo Cabral de Melo Neto, Cecília Meireles, Ana Cristina Cesar, Murilo Mendes, el mismo Lêdo Ivo, por ejemplo. Hasta tal extremo, que la poesía se convertiría en canto popular y festivo, si no fijémonos en el caso de Vinicius de Moraes, Chico Buarque de Holanda o Antonio Carlos Jobim. Por tal razón, Ivo señala dos de sus más importantes fortalezas: la poesía actual de Brasil es un todo, bien complejo, que constituye hoy a su vez “un acervo cultural de ostentivo efecto multiplicador”.

Lêdo Ivo (Maceió, 1924) es, entonces, una de sus voces más singulares. El conjunto de su obra, de una coherencia sin par, se afinca en la diversidad que le es propia. Su versificación comprende la uniformidad métrica y el verso libre; explora y experimenta en diversos géneros poéticos; el respeto por la literatura clásica afina la transgresión de las modas literarias del momento, amén de consolidar la asunción de una voz personal y única en el panorama de la poesía contemporánea de Brasil; forja bestiarios que lo atan al paisaje interiorizado y a la memoria, bien sean caracoles que enmudezcan ante la inquisición humana de la vida y la muerte o murciélagos que astillan nuestro inventario emotivo. El parricidio de los poetas modernistas no excluyó la rigurosidad del oficio poético como tal; trajo consigo nuevos caminos de expresión poética a contracorriente de escuelas literarias en boga. Escuchemos a Lêdo Ivo, sin editar su voz, en la confirmación de que es uno de los poetas más jóvenes de América Latina:

“LOS BURDELES de Maceió iluminan mi adolescencia.
Considero uno de los mayores privilegios de mi vida el haber sido admitido en ellos en una edad juvenil. Era de tarde que yo los frecuentaba y llegaba casi siempre en el instante en que las putas, recién salidas del baño, se recargaban castamente en los balcones frente al mar y contemplaban los navíos. Al olor de jazmín exhalado por sus cuerpos morenos se mezclaba el hedor embriagante del mar.

En uno de esos prostíbulos, situados en el piso superior de viejos desvanes que también escondían depósitos de azúcar y bodegas de fondos oscurecidos, ocurrió la muerte de un marinero, un cierto Elpenor.

Al contrario de lo que dice Homero, Elpenor no cayó del techo del palacio de Circe. Completamente ebrio, rodó por la escalera del burdel de Maceió y se quebró el pescuezo. Su alma bajó al Hades.

Ese lamentable accidente me privó, en aquella tarde, del placer habitual de respirar, junto a las putas de mi ciudad, el olor a jazmín que se anudaba, como un dulce y largo coito conducido por el bochorno, a todos los perfumes del Océano” (traducción de Jorge Lobillo).

Valga la confesión y el consejo en pro de una propuesta poética alternativa, solidaria con el Otro, desmitificadora y vinculada a la vida. Sólo así auscultaremos el corazón de la poesía en el cortejo de unas castas reinas, tal como lo escribió Mário de Andrade.

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