Sunday, July 27, 2008

POESÍA Y MENSAJE SOCIAL. ARMINDO TREVISAN. Traducción y nota de José Carlos De Nóbrega


POESÍA Y MENSAJE SOCIAL


Armindo Trevisan


Traducción y nota de José Carlos De Nóbrega


I


Condición imprescindible para hacer poesía social: el humor. Por definición la poesía social pretende ser eficaz. Ahora, la eficacia difícilmente armoniza con la poesía. Es por así decir anti-poesía. El poeta social tiende a influir directamente en la historia, persuadido de que tiene en las manos un arma. ¿Más que arma? La poesía, en última instancia, es un "racimo de " en la expresión de Gaston Bachelard. Se destinan esas imágenes a llevar al hombre más allá de su círculo habitual de preocupaciones e intereses. La metáfora quiere decir, precisamente, trascendencia de indicación, de objeto, de visión. Por relacionarse con la parte emocional del hombre, la poesía tiene que ver con sus sueños. Ningún sueño es inocente. Todo sueño anuncia alguna cosa, se refiere a determinada necesidad vital, insatisfecha en la vigilia, o dejando de ser satisfecha en vigilia. Por tanto la poesía es utópica, sin relacionarse propiamente con el tiempo y el espacio de la vigilia, pero sí con el tiempo y el espacio de la vida, que son mayores. Imaginar que cuando se sueña se está fuera de la realidad es imaginar que el sueño nos excluye de la vida. Con humor, pues, es posible realizar poesía social, una vez que la ficción (fingimiento) completa la vida, sugiriéndole cosas de cuya posibilidad ésta jamás sospechara. La imaginación, fuente principal de la poesía, es el reino de lo imposible hic et nunc, no de lo imposible en sí. La imaginación, por el contrario, existe porque existe lo imposible.


II


Cuando un poeta escribe un poema social se localiza en el espacio y en el tiempo. Abdica de la utopía, en una tentativa extrema -y a priori fracasada- de influir en la historia. El poema se convierte, realmente, en un arma para él. El poeta quiere producir determinado efecto, no sólo emocional como actual. No se limita a labrar el corazón, esperando que un día la semilla fructifique en acciones eficaces; el poeta, en ese caso, quiere inducir el corazón a la acción. Al menos intencionadamente, el poema social se reafirma en la praxis. ¿Como conciliar, entonces, el lado teórico de la poesía con el lado práctico de la misma, puesto que la poesía se caracteriza, justamente, por la distancia crítica que la metáfora introduce? Para haber poesía importa operar una ruptura en el mundo intelectual ordinario; es necesario insertar una imagen mediadora en la vida psíquica. Más allá de eso, la naturaleza formal de la poesía, digamos su morfología exige determinados elementos que no se adaptan con la practicidad y eficiencia del lenguaje ordinario. Poesía es lenguaje extraordinario. En ese caso, ¿se puede hablar poéticamente permaneciendo dentro de los límites de lo ordinario?


III


La poesía puede apuntar a la acción indirectamente. Ella es una emoción revivida en la tranquilidad.Por lo tanto, todo poema posee una finalidad, si es que se puede emplear tal término en sus connotaciones prácticas. El poema quiere ordenar las emociones, no las acciones. Indirectamente ordena también éstas, pues las emociones son resortes de nuestra actividad en todos los sentidos. El humor nos recuerda que el poeta es no sólo un artista (teórico), mas una personalidad ética (un moralista). Por lo tanto, en la médula del poema late una vocación política. El poema, juntamente con todo lo que el hombre realiza, se relaciona con su estar-en-el mundo, con su intervención en el mundo. Un poema, por más poema que sea, participa del mundo de su autor. Y algo en conexión con la naturaleza global del hombre. Aunque la naturaleza específica del poema sea utópica, su realidad humana general no lo es. El poema es una acción inserta en el contexto de otras acciones, demarcadas por lo ético. Lo ético (poco importa lo que se entienda por esta noción, en términos de credo o ideología) gobierna las demás acciones, sometiéndolas al objetivo supremo. La poesía, por estética que sea, posee una dimensión ética, esto es, política. En última instancia, debe servir a los fines supremos de la personalidad, manteniendo su carácter de acción autónoma.


IV


El poeta social deberá ser, obligatoriamente, humilde. Por lo menos, de la humildad del humor que consiste en tener los pies sobre la tierra. ¿Qué es un poema? Una cosa alada que no puede transformarse en un león o elefante. Si el poeta quiere ser eficaz, sea hombre de acción. La praxis de la poesía es la de la acción directa. Si el poeta social quisiere ser eficaz tendrá que comprender que su eficacia nada tiene que ver con la eficacia inmediata. Una metáfora no se destina a mover un gatillo; puede ayudar a moverlo. En la medida en que un poema se pretende eficaz, se niega como poema. En la medida en que se acepta poema, se torna eficaz. Aparentemente desligado de la historia, el poema introduce en ella por la conspiración del silencio y de la ruptura del lenguaje.


V


El carácter específico de la poesía no la exime de responsabilidad. Una de ellas, la de ensuciarse las manos. Sin embargo consciente de su ineficacia, el poeta debe situarse dialécticamente entre la acción y la contemplación. Entre la teoría y la praxis. Su praxis es teórica, su teoría posee vocación práctica. Por lo tanto, su lucha con las palabras consiste en trerlas para lo cotidiano. Lo cotidiano, por definición, es práctico. ¿Cómo, entonces, conciliar la distancia psíquica de la poesía con la inmediatez de las opciones urgentes? Es ahí que se sitúa la poesía social. El poeta social es una especie de herrero que martilla el hierro en brasa, consciente de que éste se enfriará. Su punto de llegada, el mito. Invierte el proceso de fabricación poética: en vez de abastecerse del arsenal mitológico, extrae mitos de la vida prosaica. En la medida en que obtiene éxito, su poesía contribuye para la elucidación de la conciencia del tiempo. Su poesía es impura por necesidad solidaridad.


Armindo Trevisan (Santa Maria, Rio Grande do Sul, 1933). Poeta brasileño y Doctor en Filosofía por la Universidad de Fribourg, Suiza. Ejerció la docencia en las áreas de Historia del Arte y Estética, Universidad Federal de Rio Grande do Sul, entre 1973 y 1986. Además de la poesía, ha incursionado en el ensayo y la crítica de arte. Entre sus poemarios tenemos: Cuerpo a cuerpo (1973), El herrero armonioso (1978), Antología poética (1986), La danza del fuego (1995) y Oraciones para el nuevo milenio (1999).

Tuesday, July 22, 2008

3 POEMAS DE FAVER PÁEZ


Lugares


Hay lugares de esta ciudad que nunca
me pertenecerán Lugares
donde alguna gente acostumbra resguardarse
en sus propias sombras Quedan lejos
demasiado lejos
del otro lugar donde resido
donde miro los pájaros
recostado en el pórtico
del atardecer
Sé también que en aquéllos
los seres amasan su muerte cotidiana
sentados a las mesas de las panaderías
cruzando distraídos
para detenerse ante los puestos
de teléfonos
Algunas veces los muchachos
recuerdan que existieron otros mundos
y otros jóvenes
antes de sus anchas avenidas
de sus presumidos vecindarios
con sus indiferentes centros comerciales

Yo
ya estoy muy viejo
para volverme ciudadano
de otro siglo
No puedo desprenderme
de días y noches diferentes
de tanto río
de tanto cielo
con otros resplandores
de tantos cuerpos que ayer
fueron hermosos
y hoy duelen consumidos por el tiempo
o yacen asfixiados bajo tierra

No puedo habitar esta ciudad
ajena
y no me reconozco en sus lugares
Mi cédula reza
3040818
Como ven tengo más de 60 años
y hace ya muchos
que me estoy muriendo.

Poema Cotidiano

Te agradezco que quieras resguardarme
de los días húmedos y de los vientos fríos
que dañan para siempre
mi pobrísima salud
Te agradezco que apagues
el televisor
cuando me quedo dormido
con el periódico al costado
Te agradezco
el beso que le das a mi camisa
antes de lanzarla a la furia
de la lavadora
Te agradezco
que ignoraras al muchacho
de la esquina
aunque sé que su cuerpo
apetece más que el mío
Te agradezco esa risa
esos gestos pícaros
y esos contoneos
que me hacen temblar de felicidad
Te agradezco que me dispensaras
aquella borrachera enorme
cuando enloquecí por las caderas
de tu prima
Te agradezco los ojos y la boca
con que me miras y me dices
buenos días mi poeta
Te agradezco tu mano en el remolino
del mercado
y tu complicidad para robarme
un libro

Te agradezco
tu sabiduría bruja

El olor a pino de tus axilas
extendidas

El silencio cada vez que un recuerdo
me aparta de tu lado

Te quedo agradecido
por comprender mi pasión
por las estatuas

Por resignarte a soportar el vuelo
del pájaro negro
que anidó en mis sienes.

Río

El río de mi infancia
crece con las lluvias, se desborda,
regresa a visitarme cada tarde

Se desplaza violento por mis sienes
Se llama Tirgua y es un río hermoso
Ruge como un tigre de piel áspera
y arrastra troncos, animales, casas,
hombres y sembrados,
mientras sentimos su fuerza desde lejos

De noche aúlla su furia, explica su venganza
Dice mi madre: “Ya llegará el verano
y volverá a recibirnos en su seno
como un hermano apaciguado y bondadoso”

El río de mi infancia se parece
a todos los ríos del mundo

Y es hermoso.

Monday, July 21, 2008

EPÍSTOLA A UN ENSAYISTA DE TINAQUILLO (¿EN TIEMPOS DE LA DISPENSACIÓN?)




Epístola a un ensayista de Tinaquillo (¿en tiempos de la dispensación?)
José Carlos De Nóbrega
Fotografía de Luis Alberto Angulo

Estimado Julio Rafael Silva:



He recibido de un amigo común, el poeta Adhely Rivero, tu más reciente libro "Cinco ensayos como (pre)textos para a(r)mar a Venezuela", fechado este año. Más allá de tu acertada apreciación y comprensión de la obra de escritores venezolanos de importancia en el devenir reciente de nuestra literatura (Uslar Pietri, Ramos Sucre, Antonia Palacios y José León Tapia), amén de otros cuya labor data de los setenta en adelante (Carlos Noguera, el mismo Adhely, Gabriel Jiménez Emán, Caupolicán Ovalles y Teófilo Tortolero), este volumen delata no sólo preocupación por el país sino ambición en la consolidación de un afán inquisitivo que apunte precisamente a la venezolanidad como tal. Sólo que tu óptica no resbala en la ortodoxia de los bandos que hoy pretenden el señorío, apuntalados en un discurso intolerante y vacuo. Permíteme hurgar en el epistolario de dos ensayistas paradigmáticos paridos en nuestra tierra, de Briceño-Iragorry a Picón - Salas: "Tú has escrito acerca de la tolerancia como para ser entendido por un pueblo ya educado en las luchas civiles. Olvidaste la pasiva realidad de nuestro medio, erizado de intolerancia, y la actitud violenta de quienes creen que el sol hace su amanecer apenas para alumbrar el tejado de sus viviendas. En nuestro medio faltan al día horas para predicar la virtud austera que pone la sal en el banquete de la libertad". Pese a que la carta está fechada en junio de 1940, el diagnóstico es el mismo. De allí que te empecines en un discurso heterodoxo y de amplitud intelectual divorciado de las letanías ciegas del momento que han sumido al país en un clima signado por el palo y la piedra. La atmósfera apocalíptica y harto pavosa generada por actores políticos indolentes y mezquinos, supone la estridencia de los zamuros revolcándose en la carroña, lo cual trae consigo la antítesis de la construcción de una nación. Se insiste en refundar la patria desde la atalaya histórica -vaya qué contrasentido!-, lo cual sólo es válido en el discurso poético. No conviene el fortalecimiento de las instancias y las instituciones democráticas, por el contrario, la miseria y la confusión tejen el blasón y tienden la cama a la demagogia y el envilecimiento del pináculo a la base. La ilusión fútil de la riqueza petrolera de los setenta se nos ha convertido en una pirámide perversa. Valga como colofón de este párrafo, lo que le respondió Picón Salas a Briceño-Iragorry en octubre de 1940: "En un momento en que toda política tiene un sentido y un alcance mundial, estamos haciendo una política toscamente provinciana. Se transporta de una aldea a aquel personaje aldeano que allá daba mucho rendimiento y se le entrega un servicio público de singular complejidad".



De vuelta a lo que me anima escribirte, hace tres o cuatro años otros amigos nuestros, Carlos Villaverde y Carlos Yusti, me proporcionaron de ti magníficas referencias. Ambos, pese a lo diverso y -si se quiere- opuesto de sus estilos (el uno sobrio y el otro "desbraguetado"), concuerdan conmigo en la heterogeneidad y la iluminación patentes en tu prosa (¿prozac para Yusti?) : No te preocupa en absoluto la severidad esterilizante del discurso académico, pues los textos están gratificados por la espontaneidad y el entusiasmo en la lectura de los autores que abordas en un juego placentero de complicidad intelectual y estética. Tu libro encuadra en la concepción lúdica de Julio Cortázar: Después de una larga jornada de trabajo, compartir unas copas con los amigos y así sentirse querido. Incluso, de la sobremesa podrás exprimir la aparente aleatoriedad de los parlamentos intercambiados con ellos en medio de la festividad, para reemprender la tarea que nos vincula con fortuna a las palabras.



Otra de tus virtudes es la pertinencia de las citas, la cual se me antoja producto de la relectura atenta de la obra de tus autores preferidos. Tal como lo pontificaba Vladimir Nabokov, he aquí el hallazgo, la relectura de un texto conduce a un estado de gracia permanente. Quizá Lolita, la nínfula que cada vez nos perturba más en el ardor, sea su metáfora más asombrosa y afortunada. Sin duda es el magma de lo cotidiano, dispensa que te tome el comento prestado. A ello se suma un inusual pero estupendo manejo de la paráfrasis, por lo que el discurso gana en transparencia incitando a una benévola y solazadora lectura.



Has triunfado en la asunción del riesgo: se vindica el carácter conversacional del ensayo (su subjetividad e inmediatez), contra el cual queda desnuda y flaca de muerte la soberbia de los académicos y gramáticos que han importunado a todos los posibles lectores con sus fruslerías y piruetas manieristas y afectadas. A tal respecto, me conmovió y convenció tu aproximación a José Antonio Ramos Sucre en cuatro tiempos; nada que ver con otros trabajos que han fracasado en convertir su obra en una moda o estilo a seguir al pie de la letra, eufemismo o medianía intelectual que ha conducido lamentablemente a su fetichización. Muchos de nuestros intelectuales adolecen de un sentido responsable de la crítica y la promoción de nuestros autores, al punto de encajonar la literatura venezolana en la isla del provincianismo. Si no, fíjate en el deplorable estado de Monte µvila Latinoamericana, gestado mucho tiempo ha. Quebrada en lo financiero, quebrantada en su equívoca y -por qué no- deprimente labor en pro de divulgar nuestra la literatura dentro y allende nuestras fronteras.



En síntesis, tu dinámica prosa deja respirar al autor y su obra en el acogedor y problematizador marco del discurso ensayístico bien entendido y ejecutado. Es indudablemente fiel a los maestros del género, Montaigne y Bacon, y contraría con denuedo a los rigurosos e indigestos manuales de literatura que han hecho perder el tiempo y el camino a más de uno (qué te parece, por ejemplo, la preceptiva de Sambrano Urdaneta en su manual de apreciación literaria; me quedo con Rodríguez Ortiz, a Dios gracias).



Espero que un día de éstos nos encontremos por allí y compartamos una generosa lapa y una de dieciocho años, al amparo del paisaje cojedeño, interiorizado y revisitado. Saludos a los tuyos, agradeciendo tu libro se despide,

José Carlos De Nóbrega.
Valencia, 27 de junio de 2002.

Thursday, July 17, 2008

VALENCIA DE SAN SIMEÓN EL ESTILITA: UNA CIUDAD ILETRADA


VALENCIA DE SAN SIMEÓN EL ESTILITA: UNA CIUDAD ILETRADA

José Carlos De Nóbrega
Fotografía de Wilfredo Hernández (El Carabobeño)

Nuestra ciudad adolece no sólo de políticas editoriales –muy a pesar de ser enclave de magníficos poetas-, sino también de toda posible representación iconográfica, mítica y musical. Ha sido presa fácil de urbanistas ignorantes, mercaderes de feria y politiqueros de la más kitsch imaginación. Qué se puede esperar de una urbe huérfana de discurso arquitectónico. Además de la cuadrícula decadente que llamamos plaza Bolívar –si bien los zopilotes se birlaron una de las águilas del conjunto escultórico central, San Simeón se mantiene aún en las alturas haciendo puñetas en dirección a Occidente-, no nos compadecen sus referencias más comerciales y fetichistas: El espejo estúpido que es la Torre Da Vinci, el juego de mesa apellidado Sambil en el remedo de un templo votivo de consumidores compulsivos, la escenografía distópica del Big Low Center; peor aún se combate la inseguridad poniendo entre rejas los pocos espacios abiertos que quedaban acá, las plazas y las calles (a tal respecto, es insufrible la Urbanización El Trigal, paradigma de un ámbito claustrofóbico presidido por la histeria de una clase media decadente). Ya no se queman libros que importunen a la rancia Valencianidad: no es políticamente correcto, simplemente no se publican o, mejor aún, son destruidas las tripas por la incompetencia e indolencia de un funcionariato inculto, embebido en la era de Acuario, la demagogia cultural (esto no es más que mero exhibicionismo) o el dar piruetas marciales ante un Buda fofo y soso sobrealimentado por las transnacionales del dinero y de la futilidad académica. O los volúmenes no se distribuyen y se consignan en casas muertas, para prevenir de una trombosis a la clase académica y política que no puede ver tanta letra junta. Añoramos la lengua y la iconoclastia de un Luis Augusto Núñez agarrando el culo de godos y arzobispos; no el guayoyo dulzón de José Napoleón alabando los dorados rulitos de una de las Maldonado, pues es virtud teologal agradecer su Doctorado Honoris Causa que es igualito al Oscar de la mercachifle Academia. La música es impuesta por Bonchona FM o los caprichos del gobernante de turno (cuadrar a martillazos una marcha en la cadencia monocorde de la gaita de furra y tambora, el estridente gillfest o el perreo del reaguetón en esos templos guturales del transporte público). Nos parece más válida la propuesta plástica de las camioneticas que vincula así nomás la ternura de los cariñositos y la esquizofrenia del monstruo de Tazmania, que el complaciente y acomodaticio discurso de Vladimir Zabaleta en la composición del retrato de la godarria valenciana; vindicamos a Cristóbal Ruiz y las sardinas fritas de la Guairita aliñadas con Polar, antes que esos horrendos caballos que galopan por la autopista en dirección a Guacara. De las efigies de los politicastros de hoy que se estampan en vallas, diarios, sillas de ruedas, muebles de plástico, dispensadores de agua, preferimos no hablar.

Definitivamente, nos queda rayar las paredes de los cagaderos como alternativa escritural libertaria.

Monday, July 14, 2008

VALENCIA DERIVADA (CON PROZAC). CARLOS YUSTI


VALENCIA DERIVADA (con Prozac)
Carlos Yusti

Los buenos ensayistas son escasos quizá por las exigencias nada exigentes del género. Son pocos los ensayistas que se preocupan por el denso arte de escribir y que hacen como ese personaje ficticio de Cortázar, Johnny Carter, un jazzista de saxo que se traspapela con el Charlie Parker real, quien durante un ensayo de repente deja de tocar y rabioso dice: "Esto lo estoy tocando mañana". El buen ensayista trata de ser un individuo que escribe mañana y entonces se vuelve un lío.

El ensayo tiene contados cultivadores, poquísimos adeptos (y ni se diga adictos). Sin mencionar que el ensayista es considerado como un escritor aplazado al cual no se le toma con alguna pizca de seriedad en el ambiente literario. Por lo general se le subestima y se le relega, o se le ficha, como escritor en segunda potencia: escritor que escribe de todo sin ser maestro en nada. De todos modos el género, inventado por Montaigne y que Francis Bacon retoma con inigualable maestría, tiene hoy enorme maleabilidad y gracias a ello se arguye (a manera de sorna claro) que sólo se dedican al ensayismo (no confundir con escapismo) esos escritores sin fibra musical para la poesía, carentes de convulsiones imaginativas para la novela o el cuento, o sea, a los ensayistas se les juzga en su condición de parias de la literatura.

Escribir buenos ensayos, con calidad de página como escribiera Umbral, es un poco hacerle frente a ese estrépito de rumores transeúntes, malentendidos de barra y hablillas de café. En Valencia se ha dado un fenómeno poco frecuente: el ensayo como tributo de inspiración, cotilleo, erudición y cosa. Todo mezclado en un cóctel que intenta limpiar al género de cierta profesoral y hemorroidal pesadez, de quitarle esa broza de tanto acartonamiento libresco, de tanta erudición casposa y retomarlo desde la pasión para empacar (sin prejuicio) la vida leída y vivida en pocas páginas dándole un chance volátil a la fantasía literaria que la realidad escribe con soltura y desenfadado absurdo.

Maricadas al margen, el ensayista se inventa la realidad a partir de sus lecturas, sus fobias, sus odios, sus amores y con todo esa bisutería existencial trata de convertir en metal precioso la hojalata de las palabras. José Carlos De Nóbrega es un buen ensayista y su libro “Derivando a Valencia a la deriva” viene a confirmar un rumor: el ensayo respira en Valencia aires distintos.

José Carlos De Nóbrega se ha curtido con el thriller del bar y de la calle, busca las mariposas amarillas que trae la realidad en el concierto chinesco de la noche, viene de muchas lecturas, de tutearse con la palabra escrita en la música y en los libros. Con un humor desclasado va pinchando la piel sensible de la Valencia, de San Desiderio, va desordenando con humor el boato de una ciudad goda y retraída, casi hasta el autismo, en el sonoro timbre de los apellidos.

Para De Nóbrega los grandes temas de la literatura y los temas subalternos de la vida (o viceversa) tienen su espacio en sus ensayos. Le imprime a cualquier tema frescura y como gran equilibrista cruza la soga del bostezo con un estilo que no cansa. Además le sobra ironía lapidaria para zanjar cuestiones tan peliagudas como el acontecer literario de la ciudad con sus villanos, héroes y rastreros de rigor. El libro “Derivando a Valencia a la deriva” se inicia con el texto: “Valencia o de la encrucijada del odio”. Sin tomar en cuenta el titulo telenovelesco el ensayo salda algunas cuentas con la literatura en la Valencia, la cual parafraseando a Bolaño se podría decir que es una ciudad en la cual hasta los escritores pésimos saben escribir. Aunque De Nóbrega suelta perlas como esta: “Debajo de la abúlica calma chicha y provinciana de Valencia del Rey, zaherida tercamente por políticos mezquinos, urbanistas perversos, mercachifles peseteros y ciudadanos indolentes, fluye intermitentemente, ora con mesura, ora incontinente, pero sin piroctenia ni estruendosos aplausos, la corriente que escribe a la ciudad día tras día”.

Los ensayos del libro son variados y se pasean por distintos temas como la revista Poesía, el taller poético, alguna que otra reseña de libros y autores circunscritos en las alambradas de ese Macondo industrial que es Valencia. Hay un ensayo que da cuenta sobre el oficio de ensayista: “Carta de un ensayista a los alumnos del Segundo de ciencias C”. En dicha carta De Nóbrega hace una declaración de principios sobre el género, la política y la literatura sin prurito alguno. El ensayo, algo abstemio para mi gusto, apunta esencialmente a dejar inquietudes abiertas. Nada de consejos pavosos ni monserga clientelar y sí digresión desprejuiciada sobre esos temas de siempre.

“Esto lo estoy escribiendo mañana” se dice uno para celebrar la buena escritura de los amigos. Uno como escritor se va diseñando para mañana aunque a uno lo tengan por insufrible, egoísta, socarrón y degustador del vino, También como ensayista uno va diseñando su estilo con las fórmulas aprendidas e inventando algunos trucos nuevos. José Carlos De Nóbrega va confeccionando su forma particular de escribir ensayos dejando las filigranas barrocas para los puristas del género y los profesores de medio pelo que lo escriben interesados en los escalafones de ascenso curricular.

Un libro de ensayos tendría que ser algo así como un suburbio en la cual los sucesos sorprendentes se den la mano con la reseña de lo cotidiano, dejando notar las costuras de la lectura. El ensayo es una cuestión de modales más que de estilo y José Carlos De Nóbrega tiene estilo y malos modales, cuando escribe o debería decir cuando escribe mañana, se entiende.

Saturday, July 05, 2008

ARMINDO TREVISAN EN VALENCIA DE SAN DESIDERIO




ARMINDO TREVISAN EN VALENCIA DE SAN DESIDERIO.
Selección, traducción y notas José Carlos De Nóbrega.


El primero de julio de 2008 tuvimos el placer de escuchar al poeta brasileño Armindo Trevisan (Santa Maria, 1933) en la sede de Librerías del Sur, en el marco del VII Encuentro Internacional de Poesía de la Universidad de Carabobo. Su disertación titulada Explicando la poesía al gran público constituyó un discurso en el que calzaban a la perfección la poesía, el humor, la humildad y la emotividad; nos dejó el olfato seducido por los más primarios aromas anclados en el recuerdo. La presentación a cargo de nuestro amigo y poeta Reynaldo Pérez Só fue impecable, asertiva y de un humor cortante. Caracterizó con palabras precisas y despojadas de adjetivaciones innecesarias la obra poética de Armindo: un ejercicio suave y viril de la palabra; incluso -a petición del propio poeta de Rio Grande do Sul- tradujo un hermosísimo poema titulado Los cafés, el cual conmovió y alegró al público (más bien un grupo de buenos amigos, entre los que destacan Gonzalo Fragui, Ana María Oviedo, el catire Hernández D' Jesús, Susan Castro, Luis Alberto Angulo, María Fernanda Chacón, Norma Agatón y Rhadamés Serrano). Por cierto esta dupla de grandes poetas la encontramos en el volumen Antología poética de Reynaldo Pérez Só (Monte Ávila : 2003; 1ra. reimpresión en 2006) con un magnífico prólogo de Armindo. Me encantó su definición de poesía, cónsona con la aproximación de Reynaldo: es lucidez enternecida, apropiada por los sentidos; visión y apetito de un mundo comestible. Siguiendo a Lorca, apreciamos una sentida exposición digna de un profesor en los cinco sentidos. Incluso citó un verso de nuestra amiga Niddy Calderón: Mis silencios inflamados esperan por tus palabras. Lamentablemente, las constantes y toscas interrupciones de un Carlos Osorio -fungiendo de espaldero no contratado, mucho menos convidado- desentonaron con una jornada simpática: presumimos misantropía o una vocación militante por la mala educación y la mezquindad. Agradeceríamos que nuestro amigo y poeta Adhely Rivero -por el bien del evento- le asignara al funcionario Osorio labores que no impliquen contacto con público alguno, pues no creo que nos quede más paciencia para tales desplantes. Olvidando el estúpido incidente de marras, he aquí una breve muestra poética de Armindo para el deleite en la comunidad de la carne y el espíritu:

Desnudez Septenaria


La primera desnudez
es la desnudez apresada,
la desnudez que cubre
a la Amada.


La segunda desnudez
es la desnudez demorada,
la desnudez que adorna
la pausa.

La tercera desnudez
es la desnudez casi fija,
la desnudez que se inserta
entre los amantes.

La cuarta desnudez
es la desnudez pasmada,
la desnudez que ignora
el Amor.

La quinta desnudez
es la desnudez sin espacio,
la desnudez que divide
el enlace.

La sexta desnudez
es la desnudez sin tiempo,
la desnudez que sustenta
la memoria.

La séptima desnudez
es la desnudez eterna,
la desnudez que acaba
en Dios.

La luz de tu piel



La luz de tu piel inventó la noche.
En ella me interno hasta la muerte ajena.
Nadie es más solito de lo que el azote
que apaga tu luz, y me incendia.


En buena hora tu carne


En buena hora tu carne sea la misma:
¿quién pone en tu brasero otro carbón,
e irrita la flama que se torna azul
para cambiar de lengua y de baile?
¿Quién hace girar tu esmeril, y afila
la lámina que no te deja fría?

El Tránsito


¿Qué queda de este tránsito? Es la seda
con su gusano dentro del capullo,


cubriendo la soledad. Y, en su músculo,
la fuerte puntería de una flecha

que, en el aire helado y azul, abate el ave,
sin destruirle vuelo tan suave.


Estos poemas -excepto el primero- fueron extraídos del poemario La Danza del Fuego (A Danca do Fogo), 2001, Artes e Oficios, Porto Alegre, 111 p.

EL GALLO MUJICA DIALOGA CON MARISOL SOBRE LA POESÍA DEL DECIR




Enrique Mujica, poeta
El artista latinoamericano es un solitario


Marisol Pradas


Foto: Junny Sánchez.


"Más allá del ingenuo sentir y del común entusiasmo, de la euforia civil y del desgano, de la secreta presunción y de las pequeñas sombras, más allá de cierto pavoneo sensual e inteligente, un poema debe cambiar tu vida, tu destino, tu dolor insobornable, tu orgulloso desdén, debe desengañarte, hacerte más indiferente a la muerte, más implacable ante tus envanecimientos, menos susceptible, menos evanescente. Por eso un poema debe ser claro y convincente, como un golpe de hacha, de un claro decir como un hallazgo inteligible, duro y abierto, con palabras enteras y exactas, aunque pretenda denodadamente expresar lo indescifrable, lo indecible, lo luminosamente inédito. Un poema nunca debe ser un vano misterio, una piedra oscura y brillante entre millones de piedras oscuras y brillantes como un grano de arena en el desierto, como una estrella detrás de las nubes entre mil estrellas, no, un poema debe finalmente decir, decir su maravilla por encima de todos los poemas".



El párrafo anterior es una especie de manifiesto como en su momento lo tuvieron los surrealistas sobre la poesía del decir, título de la última reunión de textos de Enrique Mujica, quien recibió un merecido homenaje en el VII Encuentro Internacional Poesía de la Universidad de Carabobo que cerró su edición ayer en la noche.



¿Qué está haciendo en estos momentos?



Después de una labor bien dilatada, tengo diecisiete libros publicados, ocho libros inéditos, a estas alturas, de tener cuarenta y cinco años escribiendo, he podido sacar algunas conclusiones sobre el arte de hacer poesía, el arte de escribir, y estoy escribiendo en este momento algo que he dado en llamar en cierto modo, de manera paradigmática, la poesía del decir.



¿De qué se trata esta poesía del decir?



Se trata de expresar ideas, expresar criterios. En algún momento, lo escribí hace mucho tiempo, manifesté que los grandes poemas se mantienen en el tiempo a través de los siglos y los milenios porque dijeron algo esencial. Pueden ser traducidos en muchos idiomas, del chino o del árabe, y siguen manteniendo una esencia de lo que dice el poeta. Eso contrastando un poco con una idea más esteticista que utiliza un poco más las palabras en otro sentido. Una expresión de ella es la surrealista, propuesta como escritura automática, en la que el poeta se desvinculaba del pensamiento, del razonamiento, de cualquier cosa que hiciera pensar que el poeta es un pensador.



Para mí esencialmente el poeta es un pensador. Coincido en ello con Juan Calzadilla que ha hecho siempre una poesía de decir cosas, lejos de las imágenes, de las metáforas, de todo eso que en cierta forma conforma la estructura del arte del poetizar. El me decía que la poesía es el arte de las intuiciones. Los poetas pueden penetrar la realidad y conseguir detrás de la realidad explicaciones extraordinarias cosas que parecieran fortuitas, que no lo son.



La poesía del decir casi coincide con un género que es el aforismo. Los viejos poetas terminaron haciendo pensamientos y hablando de cosas muy concretas porque tuvieron una especie de infancia de la metáfora, de la imagen; el mismo poeta Cadenas en algún momento dijo "ahora escribo reflexiones, me acerco más por pensar a la poesía que por la palabra estética".


¿Se puede decir que la poesía del decir es una metapoesía?


No. Es un pensar en poesía. Me lo dijo una vez Ida Gramcko, quien me hizo una nota cuando gané el premio Pocaterra, cuando fue jurado y lo gané con "Las formas del verano": "Enrique Mujica es un poeta que piensa y reflexiona en poesía". Eso fue hace treinta años. Eso prefiguró un camino hacia el pensamiento.



¿Será porque es matemático?


Es verdad que no soy un artista puro, soy matemático, ingeniero; soy del pensamiento abstracto, profesor de concreto armado en la Facultad de Ingeniería de la UC. Pero el mundo es uno solo y la manera de verlo a través del lente estético te da una figura y si lo ves a través de la ciencia también. Pero finalmente es lo mismo. Una especie de "weltanschauung", palabra que inventó Dilthey, que utilizaba Hegel, para referirse a todo el pensamiento humano.



¿La gente que lea "Poemas del decir" se va a encontrar con un libro distinto?



No. Es la misma poesía que todos escribimos con un acento, con un énfasis en lo que se dice. Por ejemplo: "Que pase lo que pase/ como en la vida de los indigentes/ y que finalmente no te importe la voluntad del otro/ la de ese que te ama hasta la muerte/ con sus asesinos caprichos/ esto es por fin aceptar la voluntad de tu Dios". Allí no hay recurso de nada, de lo metafórico. Está dicha la palabra sin acicate. Y está presente el aforismo, pero tampoco es un descubrimiento mío. Lo que he tratado es de inclinarme es hacia el pensar.



¿Qué le enseña a los jóvenes que asisten a sus talleres?



Que no olviden el pensar. Se puede hacer poesía amorosa, romántica: No hay tema especial para ella. El tema de la poesía es el mundo entero y hasta las cosas más inverosímiles; hasta lo grotesco es poesía. Pero ¿qué piensas frente al acto poético?, eso es lo que se tiene que tener en cuenta. Nadie va a entregar un formulario para hacer poesía. Sale de ti. Es pararse frente al mundo. Es un interrogar el mundo y de alguna manera una respuesta tuya al mundo. No es hacer florecitas de papel de seda, porque eso es artesanía. Tiene un gran valor, hay artesanía muy bella, elaborada con un gusto exquisito, pero no es arte. A mis alumnos les digo que no pueden hacer ni flores de papel de seda ni florecitas de paja con las palabras. Tienen que introducirse en el arte poético y ello es muy exigente. En la actualidad vemos que hay jóvenes que van tres semanas a un taller a la cuarta semana le están publicando un libro. En mi época para publicar se tardaba mucho más. Yo estuve quince años peleando con la poesía y después fue que publiqué mi primer texto. Hay que tener un gran sentido de responsabilidad con la gente que te va a leer. Tienes que andar con mucho cuidado y considerar que la poesía tiene la altura del pensamiento.



¿Qué significó este homenaje?



Para mí es muy importante porque se da cuando ya he logrado ubicar mi verdadera voz en el decir. Ese es un nombre que ya anda por ahí.



Todos los que jugamos algo con la palabra estamos solos, los escritores, los periodistas. Los grupos literarios, los colegios que agrupan son mentira, estamos solos. Eso es una gran desventaja con relación a los europeos. Ellos sí andan juntos, los surrealistas, modernismo, andaban juntos y se comunicaban y el trabajo era menor. El artista latinoamericano es un solitario. Es un solo, que anda padeciendo sus cosas y cargando esa cosa tremenda que es la palabra. El manejo de la palabra es algo muy grande. Es la pelea más grande que existe.



Dentro de un par de meses Monte Avila le publicará una antología de un periodo de treinta y siete años de poemas. Mantiene escondido el libro "Coplas de la guerra mayor" de 12 mil versos.