De repente, ocurrió algo demencial: un ruido de agua seguido de la aparición de un hilillo de líquido que se escapaba de la ranura inferior de la puerta del mueble. La desdichada Marcelle se meaba en su armario al gozar. El estallido de risa ebria que siguió degeneró en una orgía de cuerpos caídos, piernas y culos al aire, faldas mojadas y leche. Las risas se producían como hipos voluntarios, retrasando apenas la carrera hacia los culos y las colas. No obstante, oímos muy pronto sollozar sola, siempre más fuerte, a la triste Marcelle en ese urinario improvisado que le servía ahora de prisión. Georges Bataille, Historia del Ojo (1967, 1984), Libros y Publicaciones Periódicas 1984, S.A.
OIR ES LOGRAR EL CAMBIO
Hermandad de San Desiderio
Cofradía de San Simeón, el estilita
POR UNA CRUZADA DE PROFILAXIA SOCIAL
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