Monday, July 30, 2012

EN/CLAVE POÉTICA: UN ENCUENTRO CON LA POESÍA DEL DECIR (1). José Carlos De Nóbrega

Salmos Compulsivos



EN/CLAVE POÉTICA: UN ENCUENTRO CON LA POESÍA DEL DECIR (1)


José Carlos De Nóbrega



Agradecemos a Nelson Guzmán que nos haya invitado a una sesión más del ciclo “EN/CLAVE POÉTICA”, evento literario de su autoría y su especial celo organizativo. Fue muy cálido el recibimiento en esa magnífica sala de lectura del Centro de Estudios Rómulo Gallegos que lleva el digno nombre de Isaac Pardo. El miércoles 18 de julio de 2012, sin importar las colas en la “Autopista del Sur” o esa calle larga denominada Autopista Regional del Centro, compartimos la Poesía del Decir con Gonzalo Ramírez Quintero, Luis Alberto Angulo y Enrique Mujica. He aquí el inicio de mi aproximación ensayística a la obra poética de estos altísimos panas.

Gonzalo Ramírez Quintero (1965) es, no obstante su discurso a contracorriente de lo política y gramaticalmente correcto, un poeta del Decir. Aprovechamos la ocasión para preguntarle por la revista Día-Crítica, ese necesario y bello objeto de papel que es la pinta rebelde en rojo y negro que se aferra al soporte de concreto. Poeta y Director, nuestra colección se quedó en el séptimo número. Esperemos, por lo menos, 73 números más. Tuvimos el privilegio y el placer de conocer su breve y contundente poemario “Ciudad Sitiada”, compulsiva y explosiva aproximación a Caracas por vía de la palabra viva, contingente e inmediata, ajena por demás a la artificialidad del estilo y entusiasta en el compromiso por la vida. Así nomás, teniendo como hermanos mayores a los poetas César Vallejo y Miguel Hernández, militantes conspicuos del Decir y la Praxis en Revolución. La poesía de Gonzalito se nos antoja un gran salmo desparramado y caudaloso que insiste en la enumeración de voces dispares, sensaciones e imágenes místicas tocables. Esto es espontánea fluencia inexplicable de la palabra que se deja oír con claridad, para incrustarse paradójicamente en la calidad fragmentaria y antigramatical del poema. La ciudad sitiada, no sólo nos remite a la Caracas masacrada de febrero de 1989, sino al éxtasis místico y poético de la voz en pleno exilio interno, eso sí, masticando la amarga cena previa a la libertad que se esconde detrás del desmadre político y social. Por supuesto, nuestro corazón no puede obviar ese sentido texto elegíaco dedicado a Solimar Cadenas: oración fúnebre cuyo afluente y abrevadero es la compulsión por la vida, con sus idas y vueltas, la apología a la belleza fundada en la crueldad de este disparatado mundo. Supone conversar con nuestros muertos, contristarnos y celebrarnos al mismo tiempo:



Para no rendirse

y cantar.



No en vano

y sí en vilo.



Talita cum,

Talita cumi.



Saturday, July 07, 2012

LABERINTO DE PAPEL O DE LA FESTIVIDAD REVISITADA. JOSÉ CARLOS DE NÓBREGA




Salmos Compulsivos
LABERINTO DE PAPEL o de la festividad revisitada.

José Carlos De Nóbrega.



La estabilidad, la alegría y la libertad se logran mucho más fácilmente si las practicamos y compartimos en comunidad con otras personas.

Thich Nhat Hanh, monje budista.



En el típico régimen pactista universitario, todo buen proyecto se va desfibrando y mediocrizando a lo largo de su realización concreta.

Ángel Rama.



La revista "Laberinto de Papel" excede su formato y excelente diagramación al constituirse en terreno propicio del encuentro y el diálogo entre amigos. Por fortuna, no es una postal hemerográfica ni un mero apéndice alusivos a las Ferias Internacionales del Libro que organiza cada año –desde hace once- la Universidad de Carabobo. Ni mucho menos una publicación periódica en el que coexisten los pactos político-burocráticos que pervierten hoy a las universidades autónomas y el autoelogio propio del fracaso editorial, por supuesto, se trata del repulsivo caso de la revista como instancia mezquina de relaciones públicas. No es difícil entregarse a una placentera y sentida lectura de sus páginas, arrellanado el lector en el sofá y acariciada la felpa verde de vez en cuando por una mano ociosa. Hoy nos encontramos a la expectativa de la presentación de su quinto número, dados los aciertos y la gran calidad editorial de las cuatro entregas anteriores. Por supuesto, un equipo encabezado por Rafael Simón Hurtado, el poeta José Joaquín Burgos, la diseñadora Coralia López Gómez y el fotógrafo José Antonio Rosales, es el responsable de esta estupenda y querida empresa. Valga mi elogio y agradecimiento, pues Rafael Simón le ha abierto incondicionalmente las puertas de la revista a mi contingente y caótica obra ensayística (de los cuatro números publicados, mis líneas nerviosas y compulsivas se han deslizado tres veces en su papel glasé). Asimismo, el hecho de encontrarme rodeado de las voces de amigos y escritores tales como Carlos Yusti, Pedro Téllez, Slavko Zupcic, Marisol Pradas, Jesús Puerta, Orlando Chirinos, Guillermo Cerceau y Rafael Simón Hurtado, me sugiere que la revista es un jolgorio anarquista y una comparsa festiva por demás ruidosa y abigarrada. Claro está que grandes firmas han engrandecido y enriquecido el contenido bien dispuesto de los pasadizos y pasillos de este Laberinto de las Letras Latinoamericanas: Fernando Báez exorcizando a los afectados camisas pardas y negras que danzan como idiotas ante el holocausto y la quema de los libros; las confesiones asombrosas de lectura dibujadas por Carlos Monsiváis con la maestría de José Luis Cuevas u Oswaldo Guayasamín; la prosa de Vargas Llosa jugando y fundiéndose con la del Quijote de Cervantes, modernísima voz en tanto antecedente de la escritura transgenérica; o el ejercicio transdisciplinario que acomete Pedro Lastra al conversar sobre Poesía y Exilio. Laberinto de Papel no es un mausoleo de las letras ni tampoco de la fotografía: los textos se iluminan en la vecindad del maravilloso trabajo fotográfico de Mariano Díaz, José Antonio Rosales, Víctor Hernández y Orlando Baquero. El mosaico gráfico exhibe procesiones fantásticas fijadas en blanco y negro; el apacible rostro barbudo de José Manuel Briceño Guerrero en un éxtasis filosófico y poético; un shaman ataviado de pigmentos rojiverdes en la inmemorial contemplación lectora de fuegos reveladores; o los objetos que descoyunta el agudo lente de Orlando Baquero: libros, homúnculos de madera y arcilla, o dijes de metal atrapados en un mar de letras ígneas. El número 4 exhibe por igual el trabajo fotográfico colectivo de diez creadores que configuran la muestra "Cada ciudad es un libro" y la picante propuesta individual de Víctor Hernández en "Historia de dos ciudades". Si a ello le adosamos la magnífica diagramación y acomodo de los elementos textuales y gráficos a la manera de un ágil y apetitoso ready made, los ojos y las nalgas de atentos usuarios lo agradecerán en el morbo y el solaz de la lúdica lectura.



Seis años después, Rafael Simón atiende nuestra fastidiosísima rogativa en un ejercicio de tozudez sin par: nos anuncia que está en la calle la quinta entrega de "Laberinto de Papel". Esta vez dedica un gentil y apóstata espacio al tema del erotismo: Comprende la experiencia plástica de José Moreno; las crónicas históricas y libidinosas del periodista peruano Giancarlo Huapaya; la vinculación esencial entre lo literario y lo erótico en el discurso transparente de Vargas Llosa y Harold Alvarado Tenorio; o un texto ensayístico del escritor ecuatoriano Jorge Enrique Adoum que lleva como título "La necesidad estética del amor", susceptible por supuesto a la más deliciosa de las anticipaciones de contenido que pueda experimentarse.



Apostamos por augurar una segunda etapa más estable y productiva de la publicación, muy a pesar de la decadencia y el despropósito de la universidad que de manera insólita la auspicia. Sí, agradecemos que aún persistan voces -escasas pero sin embargo imprescindibles- como las de Rafael Simón Hurtado, pues no todo está perdido y, parafraseando a José Ángel Contín, este basurero cuenta todavía con algunas probabilidades de ser mejorado. Se sobrevive entonces con los zamuros girando en lo alto y a nuestro alrededor.



En Valencia de San Desiderio, noviembre de 2006 - jueves 5 de julio de 2012, valga este largo intervalo de espera.

EN/CLAVE POÉTICA: RECITAL DE MUJICA, ANGULO, RAMÍREZ Y CALZADILLA. MIÉRCOLES 18 DE JULIO DE 2012, BIBLIOTECA ISAAC PARDO DEL CELARG, CARACAS, 6 PM


Estimados Amigos: El Grupo Literario Enriqueta Arvelo Larriva y el Grupo Li Po les invita a otra sesión de EN / CLAVE POÉTICA, organizada por el escritor Nelson Guzmán, esta vez con el recital de los poetas Enrique Mujica, Luis Alberto Angulo, Gonzalo Ramírez, Juan Calzadilla, la cantautora Gladys Urbina y el ensayista José Carlos De Nóbrega. La cita es este miércoles 18 de julio de 2012 a las 6 pm en la Biblioteca Isaac Pardo del CELARG (Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos).

Monday, June 25, 2012

DOS POETAS PORTEÑOS EN VALENCIA DE SAN DESIDERIO. José Carlos De Nóbrega

DOS POETAS PORTEÑOS EN VALENCIA DE SAN DESIDERIO

José Carlos De Nóbrega



¿Y qué es en verdad un cuerpo sino los

últimos minutos de una fiesta?

Freddy Ñáñez.



Es harto gratificante toparnos con voces poéticas en las que impera un decir transparente, sin que importe lo generacional. Aquí y ahora celebramos la presencia de dos poetas que hacen vida en Puerto Cabello: Mirih Berbín (Ciudad Bolívar, 1983) y Arnaldo Jiménez (La Guaira, 1963). Nos referiremos a sus poemarios más recientes: “Mareas” de Berbín y “Caballo de Escoba” de Jiménez. Ambos libros recrean el paisaje de la costa y el mundo de la infancia recobrada respectivamente. Realizaremos un paseo lúdico y placentero en ese mismo orden.

“Mareas” es una colección poética solar: Manifiesta una sed irreductible por la luz que la vincula a Armando Reverón y Friedrich Nietzsche, dos de sus profetas más conspicuos. Efectivamente, “El sol se oculta, no se va: No pierdas el rayo de luz / que se asoma en tu boca // no desperdicies tus abrazos / en la noche // Aguarda la mañana / y ven”. El poema breve no se justifica en la economía expresiva del discurso, por el contrario, apuesta por el acceso inmediato y enamorado del objeto poético: “juego a dejarme llevar / en esta hoja en blanco que desnudo / para ver las playas de tu luz”. Las palabras y las blancuras del silencio se apropian del paisaje interior por oleadas: el tríptico poético (Soles, Oleajes y Resacas) introduce otro poemario (I-XII) que completará este mosaico marino. El cuarto libro o la cuarta parte propuesta, nos parece un texto de búsqueda interior que colinda con el misticismo cristiano de San Juan de la Cruz, o las novelas de formación de Hermann Hesse. Es notable, a tal respecto, el poema VII: “Hurgar en lo más profundo / hacer de eso un hogar / es algo que consume”. La iluminación de adentro no implica una escritura apolínea y unívoca: la voz se transparenta en la contingencia, la caída, la denuncia ética y la configuración de un ars poética personal. Sometámonos a la confesión descarnada del poema IX: “me convertí en noche / hasta no tener idea / de cómo empecé a ser un esqueleto / sin sepultura / sin epitafio”. O poner en evidencia nuestro afán destructivo y caníbal: “pisotea todo / mientras se cambian las piezas / que lo hacen cárcel”.

La interiorización del paisaje costero y marino marca el corpus poético hasta la conmoción: “El lenguaje de las olas / rompe el fuego peligroso / que se viste en una piel lozana y brillante // deja rodar en todas direcciones / sus grandes y verdes ojos”. “Oleajes” nos recuerda una magnífica fotografía de Luis Alberto Angulo en la que un perro mestizo se revuelca placenteramente en la playa: “Sabueso del destino / permanecí en calles / flanqueadas de pulgas / desaparecí kilos del alma / choqué contra mares inhóspitos”. Caminamos, al punto, la estrechez de las calles porteñas para desembocar en La Alcantarilla. Los perros realengos trafican, negocian y se emborrachan de aguardiente y carne alquilada en sus innumerables garitos. El tratamiento de la luz se mueve entre la estridencia y la placidez: En “Playa nocturna”, por ejemplo, la mirada encandilada busca reposo, no en balde “trepan por palmeras / mis instintos / chocan con líneas / que electrocutan mentiras”. El salitre deprecia no sólo al cuerpo, sino también a la búsqueda del ser.

“Caballo de Escoba” es el cuarto volumen poético de Arnaldo Jiménez. Nos complace su lindura como objeto: la portada de Javier Téllez y su apariencia de catálogo artístico. Por supuesto, este poemario es fundamentalmente un obsequio con el que juegan sus dos hijas, Gabrielys y Gracielys. Se trata de recobrar la infancia, el origen de los sueños pospuestos por una adultez desencaminada en la producción y el consumo de bienes. El poema homónimo del libro no sólo reconstruye la infancia, sino también nos remite a la relectura poética de Orlando Araujo, Teófilo Tortolero y Enrique Mujica: “un día mi caballo de escoba / empequeñeció // y escuchó dentro de mí / el relincho de su propio agotamiento // así cabalgó hasta desvanecerse / en el sucio adiós que mis palabras / dejan caer sobre esta hoja”. En “Cajas”, la voz poética deviene en sujeto y objeto a la vez, pues la travesura embochincha “La Tienda de Muñecos” como estancia e instancia intertextual: “la llegada de mis hijas / le devolvían calor a las cosas / y todos los muñecos / nos salíamos de las cajas / y jugábamos a vivir”. Recobrar la niñez no sólo en la evocación y el garabato juguetón, sino en el uso primigenio y transparente del lenguaje que apuntala a la Poesía del Decir: “da miedo no entenderse / no encontrar el comienzo / del enredijo / (…) / al nacer somos exactos / después un amasijo de rayas”. La ventana desparrama el verdor del parque en la casa, la cual se convertirá en un circo comunitario y amoroso: “después de esa calma / mis hijas y yo / nos ensuciamos de horas / juguetes de nosotros mismos”. Bien nos lo dice Susan Sontag, resulta desalentadora la fealdad del adulto a la luz de la perfección del bebé: “la visión aumentada es desconcertarse con las imperfecciones”.

Una diversidad de objetos sirve de pretexto para el lúdico retorno: los muñecos, los amuletos, la arcilla entre las manos, la escoba, un perol de agua. El juego constituye una de nuestras primeras actividades de socialización, amén de simular el curso mágico y posible del mundo. He aquí un cancionero que supone un elogio entusiasta a la imaginación, afín al espíritu de estos versos de Rosalía de Castro: “¡ai, con qué prisa voara, / toliña de tan contenta, / para cantar a alborada / nos campos da miña terra”. “El sudor de las partidas” explora la figura del padre, temática abordada por voces poéticas nacionales como Reynaldo Pérez Só, Ramón Palomares, Teófilo Tortolero y Pepe Barroeta. Oigamos atentamente este conmovedor ejercicio que le honra: “no hundas tu lejanía / en el temor que siento / de tropezarme / con tus ropas / y no poder quitarme / el sudor de las partidas”. La diafanidad radical del discurso poético facilita los notables dividendos rítmicos, melódicos y expresivos de esta propuesta: “si ellas supieran de la mesa en el alma / y reunieran la sed / hasta nacerme senos de padre // yo ganaría transparencia / y no tendría astillas mi horma”. “Carta a la muerte” significa un pertinente cierre del ciclo, paradójico canto solar y celebratorio de la vida: “muerte / gracias por espantar con tu presencia / los terrores de mi vigilia // no dejes de abrir el amanecer”.

Sólo nos resta agradecer a ambos poetas la calidad amorosa de sus voces, dispuestas desde hoy a sacudir la rutina y el tedio que nos agobian. Se trata, pues, de vomitar pequeños conejos que alboroten nuestra casa.



En Valencia de San Desiderio, sábado 17 de septiembre de 2011.

Monday, June 11, 2012

SALMOS COMPULSIVOS, JUEGO DE ENSAYOS. MARISOL PRADAS

Domingo, 10 de junio de 2012
Salmos compulsivos, juego de ensayos
Marisol Pradas



Foto que integra la portada del libro Salmos Compulsivos (2011) de José Carlos De Nóbrega

Agradecemos a Marisol Pradas su atenta nota a nuestro libro "Salmos Compulsivos" (2011) editado por Luis García. Para aquellos que se interesen por este libro de ensayos, pueden contactarnos para sus pedidos a traves de los buzones electrónicos c_denobrega@hotmail.com ó josecarlosdenobrega@gmail.com .

Ediciones Protagoni, c.a. editó a finales del año pasado el ensayo Salmos compulsivos de José Carlos De Nóbrega, autor de otros estudios como Textos de la prisa (1996), Derivando a Valencia en la deriva (1997) y Salmos compulsivos por la ciudad (2007).

Pocos se dedican a realizar ensayos porque requiere de una lectura atenta a las ideas y de una reflexión constante que hilvane las lecturas de las que se alimentarán y los muchos hechos y acontecimientos culturales que puedan aumentar esa fuente que es el pensamiento.

El trabajo publicado casi un año atrás de De Nóbrega está dividido en Salmos compulsivos y El libro de los aforismos comentados y posee tres líneas de investigación. En primer lugar la narrativa venezolana actual que se ocupa de la ciudad como ámbito y estado mental, revelando a autores como Guillermo Meneses, Andrés Mariño Palacio, Salvador Garmendia, Francisco Massiani, Eduardo Liendo, Israel Centeno y Orlando Chirinos.

El segundo surco que nutre este ensayo se refiere a la literatura latinoamericana a la luz del desencuentro de lo estético y lo comercial aumentado por un material muy bien reflejado sobre la poesía contemporánea de Brasil.

La tercera exploración es un acercamiento novedoso a las inexistentes fronteras entre los géneros literarios, poesía, ensayo y novela en estos momentos que la dinámica exige elaboración rigurosa de los materiales que se imprimen hoy en día.

Para que los lectores tengan una idea del abanico de temas analizados, con un estilo elocuente y sonoro, colocamos parte los capítulos contenidos en Salmos Compulsivos, libro que parece ser mucho más sencillo de lo que es. Son muchas las horas que hay que dedicar para llegar a estos artículos que con tanta soltura se ofrecen, una vez trascendido su complejidad, su comprensión e importancia.

Guillermo Meneses y el acecho jesuítico; Andrés Mariño Palacio y Salvador Garmendia: dos voces en la diáspora; Francisco Massiani y Eduardo Liendo: de la memoria que seduce al paisaje a trompicones; Israel Centeno o del cerro El Ávila como tabernáculo urbano; Dos cómplices de cuidado; La cuentística más reciente de Orlando Chirinos: entre la falsificación literaria y la apología de la marginalidad (La danza asincrónica de la marioneta; Elogio de un león afeitado al autor de los días mayores: apología a las fiestas macabras); Todos somos hijos de Pedro Páramo; El boom revisitado; El postboom: ¿continuidad o ruptura?

Brasil 0 Venezuela 0, un puente poético y para no abusar del contenido en apenas 114 páginas, bien administradas y con información valiosa, revela De Nóbrega lo que da a conocer como pastiches de aforismos sobre poética, y poética del ensayo, uniéndolo a Diane Arbus, Elías Canetti y Mijail Bajtin. Sin desperdicio.

Para que se tenga una idea de la vena de De Nóbrega tomamos de Pastiche de aforismo sobre poética (Serie I) el siguiente párrafo:

“1.- La poesía es arte que se manifiesta por la palabra, como la música es arte que se manifiesta por los sonidos y la pintura arte que se manifiesta por los colores y las líneas (Johannes Pfeiffer). Pese a su óptica e influjo fenomenológicos, tal concepto es pertinente en su transparencia y simplicidad. La Poesía, sin duda, constituye la afortunada fusión de la palabra, la musicalidad y la imagen en la aproximación paradójica al mundo que seduce tanto al poeta como al lector devoto. Es la más grande y omnipresente de las artes, pues ennoblece la lengua de los hombres, como dice Jorge Luis Borges. Además, no puede circunscribirse al estrecho y mezquino espacio del término “literatura”, o –peor aún- de la infame categoría “género literario”. Ha forjado desde sus inicios –lo cual desborda la mismísima invención de la escritura- un metalenguaje propio que abarca e impregna al mundo y sus objetos. Las pinturas rupestres de las cuevas de Altamira suponen el vínculo habido entre filosofía y poesía: El asombro contenido en la mítica visión del universo que se ha plasmado en tan ásperas y primigenias paredes”.

Con el anterior párrafo queremos apenas asomar las posibilidades de este ensayista de largo aliento que es De Nóbrega, estudioso al que conocemos apegado a la investigación, a las lecturas, a la escritura y sus clases.

Todo ensayo bien escrito es un tesoro. Este lo es. Clarificador, contundente, sorpresivo y con la magistral confianza de adentrarnos en el mundo del conocimiento, de la luz de las ideas, del interminable camino del pensamiento.

Al comentar sobre lo escrito por Juan Marichal sobre el ensayo y su maleabilidad el propio De Nóbrega sostiene que este género es “endiabladamente pachuco”. Menos mal que éste no lo es porque no pertenece a la voz de “académicos victimarios del placer y víctimas de su frigidez intelectual desvinculada del mundo que les tocó vivir”.

Salmos Compulsivos tiene un tono motivador, sincero; capaz de despertar conciencias y trabajar por un mundo mejor, donde las sensaciones cobran su verdadera dimensión. Un juego de ensayos necesarios, trabajados con la rigurosa espontaneidad del conocimiento (Notitarde, domingo 10/06/2012, LECTURA TANGENTE).-

Sunday, June 10, 2012

CARACAS REVISITA A EDDIE PALMIERI (SC 76). JOSÉ CARLOS DE NÓBREGA

Salmos Compulsivos (76)



CARACAS REVISITA A EDDIE PALMIERI


José Carlos De Nóbrega



Esto si se pone mejor se daña. Eddie Palmieri en la celebración de sus setenta y cinco años.



Caracas se puso de fiesta al reencontrarse con uno de los suyos, el Sapo Eddie Palmieri. Son memorables sus presentaciones a cable pelao en el Nuevo Circo en 1967 y tiempo después en San Agustín del Sur. No en balde sus setenta y cinco años de edad y sus cincuenta y cinco de carrera musical, Palmieri nos obsequió el sábado 26 de mayo de 2012 en la Plaza Diego Ibarra una antología mínima de su son montuno, experimental y comprometido con las barriadas bailómanas de América Latina. Su orquesta “La Perfecta II”, sin fotocopiar inútilmente las glorias del pasado ni sentirse fuera de lugar muy a pesar de la perorata monocorde de la música idiota (Sabina dixit), le acompañó con suma dignidad y sabrosura. Destacaron el tresista Nelson González –en especial sus solos en “Tirándote flores” y “Ritmo Caliente”, una fusión del sonido tradicional y la distorsión eléctrica del instrumento-, la flautista que desbordó su garbo africano y la transparencia de la charanga, amén de la sección de metales integrada por el trombonista Conrad Herwing y el trompetista Brian Lynch.

El concierto, previamente concebido a la manera del Agendario de Juan Calzadilla, consistió en un repertorio de ocho canciones: Ajiaco Caliente, Tirándote Flores, Muñeca, Lázaro y su Micrófono, Sujétate la Lengua, Ritmo Caliente, El Molestoso y Azúcar pa’ti. Este corpus o mosaico musical extenso reivindica la esencia de la compleja y cadenciosa propuesta estética de Eduardo Palmieri: Las líricas breves y precisas, que abordan el desamor, la denuncia político-social, el desmadre festivo y la pincelada anecdótica y urbana, tienden una alfombra propicia a la perfecta mixtura musical que reivindica sin artilugios discursivos nuestra condición mestiza. El son, la guaracha, el cha cha cha, la charanga, lo clásico y el jazz se funden en un ajiaco o cruzao unitario, insurgente y lúdico que complace tanto al melómano como al bailador de la calle. Leíamos en “El Libro de la Salsa” de César Miguel Rondón que la peculiar configuración del mercado de la Salsa en los 70’s, nos referimos al Imperio de la Fania y especialmente a su controversial mentor Jerry Masucci, evidenció la relativa soledad del genio de Palmieri en la transgresión del género musical afrocubano. No obstante, no somos pocos de sus seguidores que argumentamos a su favor con desparpajo y fervor: “El montuno de Palmieri es el montuno de Palmieri, y nadie, nadie lo pone y lo suelta como él”. Esta apología se canta siguiendo a Ismael Quintana en el tema “Mozambique”, en el momento más alto de la primera orquesta “La Perfecta”, esto es ‘arrollando como é’.

Lamentamos no haber estado allí (tampoco al día siguiente y en otro lugar, cuando Luis Ernesto Gómez y Carmen Borregales presentaron sus estupendos “Cantos Veloces”, malanga que se come entre lo clásico y el jazz), pues nos vacilamos el festejo por televisión, pero el público visible e invisible fue unánime en una retahíla de peticiones: Palo pa’rumba, La Malanga, Justicia, Twist Africano. Invocando nuevamente a Ismael Quintana, quien junto a Cheo Feliciano y la India de Nueva York integran lo mejor de las voces líderes de la banda de Eddie Palmieri, hicimos nuestra una rogativa proveniente del corazón astillado entre el amor correspondido y el más autodestructivo de los despechos: “Tú, mi delirio” de César Portillo de la Luz (la Vieja Trova en su esplendor) y “Amor Ciego” de Rafael Hernández. Ambos boleros son una demostración indubitable de las extraordinarias condiciones vocales, orquestales e incluso poéticas de la dupla Quintana / Palmieri: En el primero, la atmósfera es plena del placer indecible, intenso y breve de la felicidad del que ama y es amado (la voz y la orquesta van a la par en un arreglo limpio y armónico que es rematado por un magnífico solo de trompeta). En el segundo, la voz se quiebra en la desesperanza y la desolación, mientras que la orquesta coquetea con la distorsión y la estética de la precariedad hecha carne despedazada en el fraseo ronco de la guitarra eléctrica.

Disculpándonos esta divagación decadente en el guayabo, sin importar incluso los inconvenientes técnicos que no afectaron la respiración del concierto, Eddie y su Perfecta II ofrecieron como colofón y ñapa dos piezas cónsonas con la descarga a rumbear: “Óyelo, que te conviene” y “Camagüeyanos y Habaneros”. Es un privilegio, aunque sea vía T.V., compartir esta experiencia sensorial, emotiva y artística con uno de los más grandes hijos adoptivos de Caracas. Eddie, pulsa las teclas con compulsión latina, pues las dientes de leche tienen quien las saque a bailar en los locales espontáneos que colindan el Ciclo Básico Común Simón Bolívar y el rancherío y sus habitantes (gatos, perros vikingos y trabajadores pintados por César Rengifo) que aún en la memoria le ven las tripas al Puente El Guanábano.



Sunday, June 03, 2012

EN LA SENDA DE OTROS SALMOS. CARLOS YUSTI


En la senda de otros salmos



Carlos Yusti



La biblia que es de esos libros que uno lee a ratos, no tanto por urgencias espirituales sino más bien por culpa de aquella sentencia de Borges: “Somos producto de la Biblia y los cantos homéricos”. Bíblicamente hablando me inclino más por los proverbios que por los salmos. Mi amigo José Carlos De Nóbrega ha publicado un libro, “Salmos compulsivos”, ediciones Protagoni, c.a. (2011). A decir verdad los textos del libro tienen más de compulsivos que de salmos.



Antes de conocerlo personalmente leí primero sus escritos publicados en periódicos y revistas en los que notaba cierto desdén inteligente (y razonado) por lo sagrado. Luego hemos coincidido con nuestros amigos en común (nada comunes por cierto) que de alguna manera crean invisibles redes, necesarios puntos de encuentros. Después hemos conversado y bebido lo necesario. En nuestras diálogos, nada platónicos, pasamos revista a ese zoológico de escritores de la ciudad de Valencia en la que escasean eruditos, pero sobran agoreros con título universitario, escritores de cubículo universitario, poetas con agudos despechos nostálgicos por las musas, novelistas de entelarañadas pasiones con obra que nadie lee y demás bicho de uña con veleidades de escritores domingueros, todos buscando un espacio en un medio cultural que aburre y lastra cualquier iniciativa artística. No obstante De Nóbrega ha tratado de salir del bostezo valenciano de la manera más elegante: escribiendo.



De Nóbrega ha utilizado como trinchera el ensayo para dispararle al tedio con ínfulas y al boato con discurso de orden o sotana. Octavio Paz, un gran ensayista, aseguraba que los buenos ensayistas eran escasos debido a que el género poseía una sutil complejidad y que en sus extremos rozaba con el tratado y por el otro con el aforismo, la sentencia y la máxima, pero que aparte poseía cualidades un tanto locas y contrarias: debía ser breve, pero no lacónico, ligero y no superficial, hondo sin pesadez, apasionado sin patetismo telenovelero, completo sin ser exhaustivo y a un tiempo también tenía que ser leve y penetrante, risueño sin mover músculo alguno del rostro, melancólico sin lagrimas y en fin ser convincente sin argumentar.



A pesar de ello el ensayo fue tomado por asalto por profesores para infumables tesinas e investigaciones de ascenso o postgrado, por poetas rumiantes para el elogio almibarado a otros poetas y allanar así el camino para gestionarse algún premio. Devolverle al ensayo su tono irreverente para incomodar a la administración, su aire de creación literaria autónoma que nada a contracorriente como único camino posible que se traza el genuino ensayista.



De Nóbrega ha tratado de asumir el ensayo desde esa perspectiva del incordio y la incomodidad, pero no con un sentido de vengador justiciero, sino más bien como el invitado desaliñado que dice aquello que nadie desea escuchar. Su libro “Salmos Compulsivos” (dividido en dos partes) es un exacto ejemplo de su estilo: incomodar con inteligencia, sobriedad (o ebriedad sobria que es lo mismo) y un preciso manejo de las palabras.



Los ensayos del libro son variados y el nexo común podría ser lo literario analizado desde una perspectiva abierta, intentado encontrar esos ocultos puntos de contactos de la vida con lo literario y viceversa. Como por ejemplo cuando escribe sobre ese sempiterno protagonista de la novela “El hombre de hierro” de Rufino Blanco Fombona: ”…Críspin tenía como slogan ‘mis derechos, los derechos que la sociedad y la iglesia me acuerdan’, traducido en el paradigma del buen ciudadano que no duda en ningún momento de su rol impuesto de guisa inconsulta por la sociedad”. O cuando hace referencia al trabajo fotográfico de Rulfo ligado a su narrativa: “Recordamos una secuencia fotográfica suya, Los músicos, Oaxaca (1955): En el agreste paisaje de campo, la soledad y la desesperanza se adueñan de los músicos y los instrumentos. No pareciera haber un ánimo festivo, más bien amargo como los surcos que el verano abrió a cuchilladas en la tierra. Tal secuencia fotográfica la podemos hallar en Juan Rulfo…”



El libro “Salmos compulsivos” es un paseo por autores particulares en dupla como Mariño Palacio y Salvador Garmendia, Francisco Masiani y Eduardo Liendo, Pedro Téllez y Slavko Zupcic. Del mismo modo da cuenta por separado de escritores como Israel Centeno, Orlando Chirinos, Juan Rulfo, Guillermo Meneses, Rufino Blanco Fombona. La segunda parte del libro: “El libro de los aforismos comentados” pasa revista a Diane Arbus, Elías Canetti, Mijail Batjin. Todos estos abordajes ensayísticos que hace de De Nóbrega los realiza desde la piel del lector insomne alejado años luz del crítico literario de solapa ensopada y nariz respingada al que todo le huele a estructuralismo, hipertextualidad y posmodernidad con música de joropo al fondo para no desentonar con los tiempos que corren de identidad (como perfil de los pueblos) y fervor de fronteras cerradas (con su cuota de xenofobia) a pesar la globalización y la Internet. De Nóbrega va a los temas literarios sin ínfulas de profesor ni petulancias estudiadas de crítico literario en ciernes y esto se agradece.



El ensayo es un ejercicio del yo, de los gustos literarios y mundanos del autor. Otra característica de los genuinos ensayistas es que siempre están reflexionando sobre el ensayo como género, sobre sus posibilidades y sobre lo que no es. Como es lógico Dé Nóbrega ensaya con respecto al ensayo buscándole una quinta extremidad a un felino poco dado a la comodidad tanto del pensar como del estilo y por ese motivo escribe: “Si bien el ensayo se caracteriza por su sentido de la totalidad (al contrario de la especificidad de la crítica literaria), no es su pretensión decirlo y abarcarlo todo: es un diálogo abierto y continuo en su discontinuidad”.
Andrés Mariño Palacio. Ilustración de Orlando Oliveros.


Uno que tiene más de advenedizo de las letras que de escritor profesional sabe que la escritura ensayística comporta un compromiso en primer lugar con la forma estilística y en segunda instancia con eso que llaman yo. Se ensaya para hacer un conteo de lo odiado y lo amado sin perder el humor (a veces vitriólico) y con toda la desfachatez posible (ah y con demasiado libros colocados en la estantería del alma como bien lo enseñó Montaigne). No por azar el mismo De Nóbrega escribe: “El ensayo no da nunca por concluida la discusión y la confrontación: el diálogo es perpetuo, en ocasiones cíclico pero enriquecedor; tiene el poder de reexpresar cuadros abstrusos con una conmovedora sencillez e inmediata contundencia. A contracorriente de los vetustos manuales de literatura, procura una aproximación en libertad a lo que nos toca, preocupa, constituye y seduce”.

“Quien tiene cuidado de lo que dice, nunca se mete en problemas”, asegura un proverbio bíblico. Ese no es el caso de mi amigo De Nóbrega. Escribir desde lo compulsivo siempre concita amigos y enemigos no siempre en proporciones equilibradas, pero escribir para formar parte de las focas o de la manada es tedioso y desangelizado. El libro “Salmos compulsivos” tiene ese tono de eso que se escribe con cierta aprehensión, pero su alabanza (si hay alguna) es hacia la inteligencia prodigada en una variedad de temas que presentan la cara menos enfática y fúnebre de lo literario. De Nóbega escribe estos salmos con cierta dosis de sátira, de humor sagaz, lo que convierte su escritura es un paseo despreocupado por la buena literatura.

EL MITO CONTEMPORÁNEO DEL ANTICRISTO. JOSÉ CARLOS DE NÓBREGA


Salmos Compulsivos



EL MITO CONTEMPORÁNEO DEL ANTICRISTO


José Carlos De Nóbrega



Indudablemente que el mito del Anticristo transita la vía equívoca que va de la leyenda, preñada de superchería medieval, a la propaganda política en procura de un chivo expiatorio a los efectos de consolidar una utopía, sea el Reich Milenario Nazi, el paraíso monolítico del stalinismo, o el falso pluralismo de las democracias occidentales. Va de la mano con el mítico tema de la conspiración judía mundial o más bien la eufemística “cuestión judía”, la cual es el mero producto del antisemitismo de la institución cristiana que la impuso en la cultura de Occidente (al punto de filtrarla en el mismísimo marxismo soviético con sus Gulags y aislados lobos esteparios).

Si bien tenemos un Anticristo literal que proviene de las especulaciones de los protestantes fundamentalistas (Hal Lindsey y John F. Walvoord, quienes reviven de manera maniqueísta a Teddy Roosevelt, el cazador magníficamente cantado por Darío), o del ya decadente histerismo católico patente en la intoxicación mística ante finiseculares apariciones marianas; otros Anticristos literales notables, además de Adolfo Hitler, fueron Jim Jones de la Iglesia del Pueblo y el davidiano David Koresh, cuyos casos se asimilan a la sintomatología de la desilusión política que conduce a las catacumbas sombrías de las sectas religiosas de variopinta calaña. Algunos destacados escritores, como Fedor Dostowievski, se han aproximado a las contradicciones, crisis, y contramarchas de nuestra sociedad invocando un Anticristo literario o de ficción. “El Gran Inquisidor” pulveriza la falaz e interesada hermenéutica de predicadores y propagandistas de oficio, más pendientes de hacer y aterrorizar prosélitos que de auscultar en la profecía el rostro oscuro de la condición humana. Nos parece un texto magistral e insoslayable al igual que “El Corazón de las Tinieblas” de Joseph Conrad, pues hurga y disecciona con fiereza sin igual la vocación y el ejercicio del Poder: El Inquisidor se sabe manipulador y sojuzgador de los hombres que cambian la primogenitura –el libre arbitrio y albedrío- por un suculento y confortable guiso de lentejas que les hace babear ad infinitum como el perro de Pavlov. Reconviene a Cristo su rechazo al milagro, el misterio y la autoridad, pues achica y dificulta el camino de la salvación que es el ejercicio libertario y dialéctico de la ciudadanía, sin responsabilidades ni afanes respecto a la quijotesca empresa de transformar el mundo.

Por su parte, Carl Gustav Jung evade también la morbosa escatología pre y postmilenarista que nos hace calzar el puritanismo provenga de dónde provenga. Manifiesta que el Anticristo complementa necesaria y obligatoriamente a Cristo, sin que sea posible ninguna disociación contra natura, tal como pretendía el Doctor Jeckyll de Stevenson, no el pervertido por Hollywood. Lo cual corresponde con el misticismo inverso de escritores como Sade, Baudelaire y Rimbaud, para quienes la búsqueda de la esencia debía comenzar en el albañal, en el estercolero, en la dispersión hambrienta y lujuriosa de los sentidos. En otras palabras, es “la manifestación final kenótica (de autovaciamiento) de Cristo”; nos despojamos de nuestros miedos, tabúes y terrores atávicos con complacencia a los efectos de confrontarnos a nosotros mismos sin riesgo de “quedarnos en el viaje para siempre”.

Acompañemos entonces a Pedro Navaja, Juanito Alimaña, Paula C, Catalina la O y Juana Peña en un jolgorio travieso y perpetuo, eso sí en la espera de la nueva peste por venir: “Despídete de tu barrio / y del mundo en general / y que en la Tierra / nadie quede sin bailar / la canción del final del mundo”.

Tuesday, May 01, 2012

JUAN VILLAQUIRÁN PÁEZ, ARRIERO POETA

Juan Medina Figueredo


Poetas del Decir en el Liceo Pedro Gual: Leonardo Alezones, Enrique Mujica, José Carlos De Nóbrega, Luis Alberto Angulo y -en especial- DON JUAN VILLAQUIRÁN PÁEZ.


Juan Villaquirán Páez nació con el siglo XX, un 18 de marzo, entre la ventolera del verano, bajo las enramadas florecidas de los araguaneyes, apamates, bucares, guamos y cafetales, en Cerro Azul, de la hacienda Las Carpas, cerca de Nirgua, su picacho y los jiraharas, hacia 1912 ó 1914 ( “ eso nunca se sabe”), en medio de los montes y montañas, siempre verdes, de María Lionza y Yaracuy; se abrió al mundo con un primer vagido, vibrante con el eco de las guaruras, cachos, gritos y romances de vaqueros, labradores y guerrilleros, de sus señores abuelos y abuelas, padres, tíos y hermanos, fusilados, presos piqueteros de carreteras, prisioneros en el castillo de Puerto Cabello, bajo la dictadura del ladino, taimado, traidor, cuatrero, terrófago y bárbaro dictador Juan Vicente Gómez. En una de esas vueltas, fugas, huidas, alzamientos y andanzas, fue “salvado de las aguas”, como Moisés; era apenas un recién nacido y cayó en un río, caño o quebrada, que en los llanos de antes, en invierno, era como decir lo mismo. ¿Qué se podía esperar de él, sino que siguiera la tradición insurgente, también poética, de sus antepasados?



Fue arriero, al frente de una recua, por caminos reales, trochas y picas; se asentó en Macapo, de Cojedes, donde había sido hecho prisionero por el General José Laurencio Silva y pasó amarrado el General Páez; allí se enamoró de Helena, cautivo bajo la luz de Selene y rompió los muros de piedra de la segregación de los pobres y la endogamia de los ricos, que en esa época, en la mayoría de los casos, en nuestro pueblos, no lo eran tanto; sembró familia en Macapo, La Aguadita y en Tinaquillo, como peces entre los caños y ríos innumerables que rodean este último pueblo, despertado por el mugido de la vacada, entre el polvero que dejaba su paso por la calle real, dormido bajo las leyendas merodeantes del “Mocho Hernández”.



A Juan Villaquirán Páez, de muy lejos le venían los Villaquirán y Páez y se le revolvieron en un grito de guerra, al conocer la noticia de la muerte del tirano Gómez; con las escopetas, machetes, revólveres, caballos y sogas, que pudieron juntar, él y un grupo de vecinos se dirigieron a tomar la gobernación y derribar los barrotes de la comandancia de policía de San Carlos y cumplido su propósito, se dirigieron, con las mismas levantiscas intenciones, hacia Valencia.



En esta última ciudad, cumplió múltiples oficios de pobre, entre ellos el de pintor de brocha gorda y casas, con pintura artesanal (de arcilla y carburo), como lo hicieran los también poetas e inseparables amigos Vicente Gerbasi, Otto de Sola y Luis Felipe Herrera Vial, en ese misma localidad, de tradicionales historias orales, que recogiera para sus cuentos y novelas José Rafael Pocaterra.



En Tinaquillo, Juan Villaquirán Páez levantó próspera bodega, se hizo de camión y quincalla, para recorrer, como ambulante mercader, carreteras, pueblos y ciudades de Venezuela. En la resistencia clandestina contra la dictadura del Coronel de academia, Marcos Pérez Jiménez, convertido en General por sus áulicos, rodeado por la corte de intelectuales de tradición positivista y gomecista, resguardado y celado por el implacable y sanguinario cancerbero Pedro Estrada, el viejo arriero, ahora de camioncito, entre la mercancía transportaba la propaganda subversiva.



Llegaron los sesenta con su juventud rebelde y se alineó con la izquierda, sufriendo allanamientos y detenciones. En su camioncito montó a Helena y a toda su tropa de hijos e hijas, subió los páramos de “ la loca Luz Caraballo”, descendió por las torrenteras del Chama y en la mesa de Mérida, bajo el vuelo de las siete águilas blancas de don Tulio Febres Cordero y los bramidos del Albarregas, apuntaló piedra sillar y hogar; los aleros de la Universidad fundada por Fray Ramos de Lora le ofrecieron la amistad de poetas, artistas, cultores, artesanos, líderes universitarios y fue entonces, a los setenta y dos años, que se descubrió poeta, para cantar a Helena, a los insurrectos, a su nostalgia y a su vida cotidiana. Ricaurte Leonet, Hugo Ávila, Perucho Rincón Gutiérrez, Silvio Villegas y otros que no alcanzo, fueron grandes amigos suyos.



Le conocí en Valencia, gracias a dos de sus hijas, Aminta Villaquirán y la poeta Gloria Villaquirán, en su hogar de El Naranjal, bajo el frío y la brisa del cerro El Cafetal, de Naguanagua. Llegaba yo allí, tocaba y gritaba desde la calle, detrás del enrejado de su casa y salía un inmenso perro, ladrando con furia, saltando, aferrándose a las rejas con sus patas delanteras y abriendo sus fauces infernales; más atrás salía Don Juan, a sus noventa y cinco años de edad, dobladito y curvadito al caminar, llamando a la calma, con órdenes imperiosas, a su perro, le tomaba de la cadena, lo amarraba y después me abría la puerta del enrejado. Leíamos algunos de sus poemas, los comentaba y luego le transmitía Okiyome ( práctica de imposición de la mano, conocida como Arte de Mahikari), con lo cual se entredormía; pasado un breve tiempo, lo despertaba, me decía que eso era efectivo, que él siempre había creído en Dios y en la existencia del mundo espiritual y nos despedíamos. La mirada de Helena, desde su silla de ruedas, lo había abandonado un día, al llegar a Mérida, en viaje desde Valencia, en compañía de su hija Aminta. Pero, ella deambulaba por las habitaciones, sobre todo a la medianoche y en las madrugadas, lo despertaba y él le decía, ¡Helena, déjame dormir!.



Don Juan, finalmente, a pesar de sus recelos por el último viaje a Mérida, en descenso al Hades, de su eterna e inolvidable Helena, aceptó regresar a esta fría y bella ciudad, para vivir en la casa colonial y moderna, construida por Ricaurte Leonet, en sus experimentos con la arquitectura de barro, en la cual viven sus hijos Aminta y Juancho Villaquirán. Cesaron entonces mis visitas al arriero poeta Juan Villaquirán Páez. Hasta que el sábado 28 de abril de 2012, mi esposa me comunicó el deceso del viejo que se descubrió poeta a los setenta y dos años, pero que, en verdad, lo había sido desde antes, con los gritos, cantos y coplas de los arrieros, por trochas, picas y caminos reales, en la trashumancia, por entre las sequías del verano y los aguasales y crecientes del invierno, de la Silva Criolla, de Lazo Martí y la semblanza y crónica de este poeta y sus estaciones, escrita por Alberto Arvelo Torrealba. Con Juan Villaquirán Páez se despide el siglo XX, todo un siglo, en la alborada bolivariana y chavista ( como lo fue Don Juan), de este siglo XXI.





PARA LEER JUNTO A LAS CENIZAS DE DON JUAN, ALGUNOS DE SUS POEMAS


PARA LEER JUNTO A LAS CENIZAS DE DON JUAN, ALGUNOS DE SUS POEMAS
Selección de Juan Medina Figueredo

Este es un homenaje a Don Juan Villaquirán Páez (1912 ó 1914-2012), poeta fantásstico quien nos acaba de abandonar este sábado 28 de abril. Nos hizo llegar esta colección poética mínima el poeta Juan Medina Figueredo.



De EXTRAÑO Y SIN NOMBRE (1992)


Para qué hacer inventario
si tenemos la piel arrugada
y los pies cansados.

A los ochenta
no se pueden inventar ideas
para días lejanos.

A los ochenta
somos la sombra de un pasado
sin un camino para volver.



Ignoro mi historia
¿de dónde vengo?
tal vez de las sombras
de más allá de la noche
donde la luz se pierde.

Mi bisabuelo
pudo haber sido un poeta
un bohemio
que vivía en las tabernas.

Un conquistador
que mataba aborígenes
para robarles sus tierras.
Traficante de negros.

O uno de aquellos
que se fueron con Boves
a quemar ciudades
y degollar los pueblos.

-----------------------------------------

Macapo
cómo sería tu selva
tu caudaloso río
cuando el español
invadió tu tierra?

Por qué se marchó
el murmullo
la risa
y el canto
con tus aguas.

Hoy no hay aborigen.

Los descendientes
de nuestros antepasados
destruyeron tus bosques
secaron tu río
envenenan el aire
y te matan de sed.


De VIAJERA INFINITA ( 2005)

En otro tiempo
me pedías la luna
la arena, los peces
del río de mi infancia.

Tu encanto
sol de la aldea
perfume azul
en la primavera
de tus veinte años.

Yo escribiendo poemas
me quedaba dormido
en las hojas secas
del viejo samán.


De ECO DEL SILENCIO ( 2006)


Mi Macapo viejo
(poema para cantar)

Mi Macapo viejo
cómo te recuerdo
en donde dejé
tanta gente buena ( bis)
Tus pequeñas calles
cubiertas de piedra
no puedo olvidar
te llevo en mi mente

La placita Lima
la capilla al frente
mi Macapo viejo
cómo te recuerdo

Tu pequeño río
regazo de ensueño
de aguas cristalinas
cantando poemas (bis)

Como un centinela
está el palmarejo
sin perder de vista
el valle macapero

Vives en mi mente
añoro aquel tiempo
mi Macapo viejo
cómo te recuerdo

----------------------------------------

Prendí una vela
puse flores
en la tumba de mi padre
porque él se fue
con las manos vacías
en paz con los hombres

En aquel instante
lo miro ante mí
sentado en su silla
fumando un cigarro


Mi padre
escribió un poema
con tantas palabras
que no cabían
en el cuaderno

Inconforme me dice
búscate el reloj
para medir
el tiempo perdido

Luego dijo
que tonto soy
tiró el lápiz
sobre el papel


Cerro azul

Nací en estas montañas
entre la neblina
la soledad del campo
en una casa
con olor a selva
cuando los guamos
los cafetales visten de blanco
sus ramas en flor

El frío
el tin tin
la gota del agua
en noche de lluvia
las empinadas cuestas
la quebrada
el ruido del agua
por la pendiente
el grito desesperado
del animal
que atrapó la muerte

Son el tatuaje
que deja mi infancia
grabado en mi alma

Como un relámpago
cruza por mi mente
la sombra del pasado
siento nostalgia
quiero volver

Monday, April 30, 2012

El pasado sábado 28 de abril de 2012 en Valera
Elegida nueva directiva de la
Red Nacional de Escritores de Venezuela

Texto: Red Nacional de Escritores y Escritoras Socialistas de Venezuela. Foto de Xiomara Ortega


El pasado 28 de Abril de 2012, la ciudad de Valera fue escenario de la Asamblea extraordinaria de la Red Nacional de Escritores y Escritoras Socialistas de Venezuela, la cual eligió a la nueva junta directiva que durante dos años coordinará los diferentes programas que establece el organigrama vigente de esa fundación. La Asamblea estuvo integrada por delegados de 20 estados del país, directivos fundadores y la directiva saliente.

El Programa de Organización y estructura quedó bajo la responsabilidad de Héctor López, quedando como suplente suyo el poeta margariteño Luis Emilio Romero.

Para el Programa de Integración de las artes, las letras y colectivos culturales, resultó electo como coordinador el filósofo Nelson Guzmán y a Renny Loyo como suplente.
De similar forma, el Programa Red de escritores y escritoras de la Alba está a cargo del escritor Federico Ruiz Tirado como principal y de Frank López como suplente.

Mientras que en el Programa de Promoción de lectura, creación y formación estará coordinado por Pedro Salima, siendo suplente David Figueroa-Figueroa.

El programa Editorial estará bajo la coordinación de Luis Alberto Angulo, siendo suplente de tal espacio cultural, Ángel Malavé. Del ámbito de certámenes, bienales y eventos se responsabiliza Pedro Ruiz y Hermes Vargas como suplente.

El Programa de Seguridad social del escritor y la escritora tiene como coordinadora principal a Esmeralda Torres y a Zuleima Zamora en calidad de suplente.


También fue designado Luis Ernesto Gómez como Coordinador Ejecutivo, quien venía desempeñando funciones como encargado desde Noviembre de 2011.

Miguel Márquez como directivo saliente del Programa Editorial, describió parte de los logros realizados por la Red Nacional de Escritores y Escritoras, en los siete programas de acción de la organización. Destacó la edición del libro Un día para siempre: 33 ensayos sobre el 4F, compilación de la Red Nacional de Escritores y Escritoras de Venezuela realizado con el apoyo de Federico Ruiz Tirado, la página web recién diseñada www.reddeescritoresdevenezuela.org.ve.

También fue expuesta por Antonio Trujillo, una breve disertación sobre la Revista Nacional de Cultura, así como también fue descrito por Luis Alberto Crespo, el aporte de la Red de Escritores en los procedimientos de poetas seleccionados para participar en el Festival Mundial de Poesía de 2012 en cada una de las regiones de Venezuela.

 
Destaca el arduo y transparente trabajo realizado por Vanessa Márquez, Fanny Liendo y Beatriz Rondón quienes fueron las responsables de la comisión electoral nombrada por la misma asamblea antes de la elección.

Monday, April 23, 2012

EL NARCOCORRIDO O DE LO POLÍTICAMENTE INCORRECTO. José Carlos De Nóbrega

Salmos Compulsivos
 EL NARCOCORRIDO O DE LO POLÍTICAMENTE INCORRECTO
 José Carlos De Nóbrega

 (…) Al héroe siempre le tocan faenas sucias. Pero no inventes un sesgo donde no lo hay: los corridos prohibidos son una transmutación artística, un producto simbólico del inconsciente colectivo y eso no lo puede cambiar ni Don Alirio ni las síster. Carlos Valbuena: El Cartel de los Corridos Prohibidos.

 Me he topado con esta curiosidad sociológica y musical, llámese narcocorrido o corrido prohibido, de manera muy curiosa y accidental: un amigo me había referido su asombro cuando su juego de tejo era musicalizado por este canto épico postmoderno, mixtura de los corridos villistas y zapatistas, el romancero español de cordel y la apología a los grandes capos de la droga. A raíz de este comentario, comisioné a mi compadre para que me trajera de Colombia un CD contentivo de dicho género musical –de contrabando, por supuesto-. El volumen 2 de Corridos Prohibidos satisfizo mis expectativas con un dejo de morbo y picardía: son memorables las canciones Cruz de Marihuana, Contrabando en los huevos, Sigo torcido y El Cura, las cuales bordean el ars poética, la crónica policial y la picaresca típica de los bajos fondos. Se nos antoja la revancha del pardaje que estremece los miedos atávicos de la godarria y la burguesía: trátese de los campesinos que se resisten a la sustitución de cultivos y a la fumigación indiscriminada de su conuco cocalero (Hoy soy un coquero, / rebusco dinero / pa’darle a mis hijos / techo y de comer. // Que Dios me perdone / si soy ignorante, / las rachas del hambre / ya las derroté. Por qué soy coquero de Ovidio Herrera); la arrogancia sin par de los capos que escarnece y pone al descubierto el doble discurso y los buenos modales de la oligarquía; o, libidinosamente aún las tetas hinchadas de las guarichas que pretenden tomar por asalto un Paraíso dolarizado e hiperbólico. Una última apelación al anecdotario: Mi aproximación ensayística a Los Días Mayores –ese fantástico volumen de cuentos de Orlando Chirinos-, amén del epígrafe alusivo a un fragmento de Cruz de Marihuana, me permitió contactar a su compositor, Don José Alberto Sepúlveda, alias El Antifaz Negro y alias Beto El Vagabundo, un peculiar juglar progresista que sobrevive a la sombra del vasto Cancionero Latinoamericano. Es sin duda la manifestación inequívoca de lo popular que se afinca en la vida misma. El discurso diabólico comprende lo mítico, lo políticamente incorrecto e incluso el despropósito de los discursos autorizados, provengan de la institucionalidad religiosa, política y cultural. En este caso, el corrido prohibido es una respuesta política y propagandística al imperio mediático que nos envilece, aterroriza y castra en función de mezquinos intereses de clase. No es casual que vaya a la par de la literatura y la cinematografía. Tenemos por ejemplo el texto narrativo mismo y la adaptación cinematográfica de La Virgen de los Sicarios de Fernando Vallejo, Ciudad de Dios de Paulo Lins y Rosario Tijeras de Jorge Franco, además de la trilogía fílmica integrada por Sicario, Huelepega, El Don de los Novoa y la miniserie Sin tetas no hay paraíso. No en balde su carácter marginal, esta revisita al discurso diabólico por intoxicación estupefaciente ha obtenido un éxito comercial rotundo (de nuevo la cultura underground se infiltra en la impiedad del mercado, hasta el punto de su cosificación al igual que el icono del Che Guevara, la lata de sopa de Warhol y las camisas bacterianas que simulan lo psicodélico). Bien nos lo ilustra Carlos Valbuena, el teórico de la música de contrabando –recordemos que nuestros próceres bebieron del veneno del Enciclopedismo Francés introducido en el continente por los caminos verdes-: Esto era la historia contada por el bando de la contra, de los que se colocan al margen de la Ley y de los que la Ley ha marginado. Un discurso de rebeldía, de identidad, de un grupo que disputa al gobierno y sus instituciones la exclusividad en el ejercicio de la violencia en seguimiento de sus propias leyes. La violencia, por supuesto, se justifica en la disputa por el botín económico: Involucra a los banqueros, los militares, la insurgencia, la contrainsurgencia que aduce la autodefensa propia y los narcotraficantes; bandos que recogen y desparraman alianzas y balazos en la configuración de un abstruso discurso de Poder.

Friday, April 06, 2012

EL PASO DE LOS ANDES SEGÚN MIGUEL ANGULO. José Carlos De Nóbrega



EL PASO DE LOS ANDES SEGÚN MIGUEL ANGULO
José Carlos De Nóbrega


Durante mucho tiempo la cámara nos ha traído noticias de chiflados y parias, sus miserias y sus peculiaridades. Nos ha mostrado la trivialidad de lo anormal. Nos ha convertido a todos en mirones. Susan Sontag.

Hemos tenido acceso a la fotografía de Miguel Alberto Angulo Oliveros, a través de los museos de papel que son las revistas literarias y culturales: especialmente, los casos de Redve (2005) y Zona Tórrida (2010 y 2011). Observamos un ejercicio personal de dos géneros fotográficos: el retrato y el paisaje, los cuales se integran en una propuesta estética que colinda con la literatura de aventuras y la crónica de viajes. La composición, independientemente del plano general o el plano detalle, dispara una mirada asombrosa y lúdica del hombre, la flora, la fauna y el entorno natural. Esta actitud dialógica, divorciada del reporterismo gráfico convencional, se traduce vivaz y cuestionadota en estos versos de Freddy Ñáñez: Qué buscaba el diafragnma / en esa puerta abierta / en esa silla sin jinete // A quién apunta / ese primer plano // (…) // Qué hace aquí ese retrato sin nosotros / Con quién posa la resolana / Por qué tanta belleza / despoblada. Por ejemplo, un escalador se extravía o mimetiza en la pared gris del risco; o la mirada apenas sobresale del río rumoroso, ambos amparados por el cielo vegetal. ¿Qué decir de la araña que nos obstruye el acceso a esa montaña de concreto, vidrio y tabiquería? En resumidas cuentas, el trabajo fotográfico de Miguel Alberto es un homenaje permanente a la luz y a la transparencia, más allá de la anécdota ecologizante y políticamente correcta.

4000 metros constituye una muestra que se detiene con suma atención en los páramos colombo-venezolanos. Si bien la figura humana está ausente –no cuenta acá la épica egótica del escalador-, la consideración del paisaje descansa en el estado de gracia que nos provoca su mirada, eso sí, desprovista de la lagaña urbana. Las 18 fotografías no conforman un portafolio turístico-exótico, por el contrario, se nos antoja un ascenso místico de la sensibilidad: Cuanto más alto se sube, / tanto menos se entendía, / que es la tenebrosa nube, / que a la noche esclarecía; / por eso quien la sabía / queda siempre no sabiendo, / toda ciencia trascendiendo. Miguel Angulo no necesita untarle manteca efectista al lente, para redactar sin retórica hueca su aproximación particular y aventurera del oficio fotográfico.

Respecto al problema de la distancia ideal entre el fotógrafo y el objeto, nos dice Raúl Beceyro: Cada imagen establece sus propias reglas de juego (incluso determinando la distancia entre el objetivo y el personaje), normas que sólo sirven para ella. Cada fotógrafo, en cada imagen, resuelve el problema de la distancia al objeto casi como si ese problema se planteara por primera y al mismo tiempo por única vez. En este caso, Angulo se sirve de planos generales y medios enriquecidos por la multiplicidad de los puntos de vista: prevalecen las tomas cenitales, a ras del rocoso peldaño (si así puede decirse) y en pleno ascenso (las nevadas cumbres reducen el ego alpinista a su más discreta expresión). Permítasenos una extrapolación histórica: Simón Bolívar desarrolla el Paso de los Andes fundiéndose en la masa soldadesca, previo a la Batalla de Boyacá. Se anula entonces la distancia entre el ojo –siempre hambriento- y la magnífica hermosura del paisaje, prescindiendo de los arrebatos románticos y los remilgos del “yo”. Nos lanzamos un clavado –onírico y no suicida- hacia la laguna glaciar en un afán glotón: azul y esmeralda que embargan benéfica y plácidamente los sentidos. En su Responso a la vieja pulpería nacional, nos cuenta Briceño Iragorry: La base de la dieta del peón trujillano fue la curbina del Lago, conservada al sol y a la sal. Así el pueblo, sin necesidad de caer en los peligrosos alfabetos de la industria vitamínica, tomaba su buena ración de rayos solares al natural. La luz del páramo andino, patente en toda la exposición, fue un aliño fundamental del “pescado blanco” que se despachaba en las pulperías trujillanas a principios del siglo XX. En este instante, como bien lo canta Ramón Palomares, el compañero Sol (convertido en gallo salvaje) nos hace un llamado que no podemos rechazar: Mi amigo que has venido de tan abajo / vamos a beber / y cayó dulce del cielo, cayó leche hasta la boca del sol.

La perspectiva o la puesta dialógica en escena, según Roland Barthes, posibilita la esencia paradójica de la fotografía: la que hace de un objeto inerte un lenguaje y transforma la incultura de un arte “mecánico” (digital, de esta era postindustrial), en la más social de las instituciones. “4000 metros” no debería degustarse pasiva e idílicamente, tal como lo impone el soso discurso turístico de las páginas dominicales de diarios mercachifles; su fruición sinestésica conduce a la participación del espectador en una conversación poética con el paisaje. ¿Se puede decir que esta colección interioriza el paisaje andino? Sí, por supuesto, a la vera de las emociones que remueve una lectura desinhibida y placentera de las imágenes. El frailejón nos invita a asomarnos por la ventana mágica del encuadre: se rinde el verde valle –atravesado por un río azul- a la blancura invasiva de la cumbre. La luz transfigura la montaña en un día soleado: el amarillo terroso ata cielo despejado y tierra agradecida. La laguna y las piedras verdes abrevan en la bóveda celeste: (…) Empeño solitario: / USAR EL ESPEJO PARA ENCERRAR EL ÁGUILA ¡Oh! / rosa de tinieblas / parada en la imagen del sueño, declama Ana Enriqueta Terán con su voz inigualable.

La connotación que se desprende de esta propuesta fotográfica, excede los artificios técnicos, sin evadir el momento histórico: la captación y composición del paisaje se inscribe en la reivindicación poética de la comunidad de hombres libres, viable en la deconstrucción de la perorata desarrollista y depredadora de los señores del Dinero.

En Valencia de San Desiderio, jueves 15 de septiembre de 2011.

Monday, April 02, 2012

UNA TRÍADA NARRATIVA DE TANNIA GARCÍA



Les ofrecemos a nuestros lectores estas tres encantadoras estampas textuales de Tannia García que conjugan el arte de narrar con la poesía. Sí, la poesía que muerde gustosa la cáscara del mango maduro para deshilachar su generoso jugo amarillo. Nos atrapa la transparencia de la mirada amorosa de las cosas para componer un paisaje interiorizado e inmediato como en los versos de Enriqueta Arvelo Larriva: Ha hablado el viento una lengua extraordinaria. La mezcla diáfana de imágenes visuales, táctiles, olfativas y gustativas nos conmueven así no más, como si degústáramos un café tinto a la vera de la ensoñación seductora.


I
Carmen no se preocupaba cuando se perdía el morrocoy, yo lloraba y ella me decía eso no es un perro que lo llaman y viene. Mi abuela no usaba guantes como la señora de al lado, no usaba sombrero, ni medias de nylon. Mi abuela andaba descalza en la tierra húmeda llena de hojas de mango.
Ella usaba unas batolas grandotas y olía a Jean Naté, y sus batolas venían de Senegal, una tierra de leones y guerreros muy lejana, que para mí sólo existía en su boca.
Mi abuela tenía en sus ojos todos los cerros del mundo y pobló esta tierra de hijos buenos. Ella ahora tiene el cuerpo en otra parte, pero sigue aquí conmigo, en cada mata de mango, en cada noche clara y calurosa.

II
El hijo se fue a la guerra para no volver. Cuentan que mi abuela lo nombró el día de su muerte antes de saber la noticia de que había sucumbido ante la metralla y la explosión, en otras tierras que también eran de esa patria grande de sus ideales. Carmen llevaba aquel dolor en silencio dicen, como todo, siempre calladita, viendo al cielo y comiendo mango en la tarde. Yo no conocí a mi tío Hugo, pero siempre sentía algo extraño en el pecho cuando veía su retrato en la sala de la casa de Alayon.
El retrato de mi tío permanecía inmóvil en aquella casa, como registro material de su paso por esta tierra, y miraba hacia el patio con ojos fijos y profundos, como buscando a mi abuela entre las matas. Yo siempre le tuve miedo y admiración a aquella imagen, sobre todo porque de reojo tendía a confundirla con algún otro de mis tíos, como aquella vez en que la emoción de aprender a amarrarme los zapatos me encontró gritándole “¡tío! ¡tío!” al celaje de su foto en la pared. Mi tío Hugo no es un recuerdo propio, es una herencia, así como esa foto, como los ojos llorosos de mi papá cuando habla de él, como este cariño que le guardo, por haber estado allí, el día en que aprendí a amarrarme los zapatos.

III
A Bárbara no le quedaban las arepas redonditas, pero siempre cosía buenos ruedos y reparaba bien las camisas. Ella cocinaba de noche como las brujas, moviendo las ollas de aquí para allá y Félix Augusto se levantaba y le decía “Bárbara, son la una, vete a dormir”, pero ella no paraba porque quería dejar todo listo para las muchachas, no le fueran a hacer un reguero.
Todos nos levantábamos a las 5 de la mañana y la dejábamos dormir una hora más, porque sabíamos de su trasnocho y porque su jornada empezaba un poco más tarde. Salíamos de la casa y papá le daba un beso y ella no se daba cuenta, pero entre dormida y despierta nos advertía de algún desastre que habíamos hecho y limpia la mesa, apaga la hornilla, cuidado en la calle, cierra la puerta.

RAÍZ DE AMOR. Un cuento de Andrea Crespo Madrid



Raíz de Amor
Andrea Sofía Crespo Madrid


Les presentamos un cuento de la jovencísima Andrea Crespo Madrid. Compruébenlo en la estampa que acompaña a su texto. En este relato, fondo y forma se conjugan en una factura textual impecable. El insoslayable tema amoroso, no en balde un título que simula una novela sentimental, es interpretado en un tono afín a la narrativa gótica: la obsesión, el desamor y la compulsión apuñalan impíamente al personaje masculino y al lector, eso sí, en el marco de la mustia cotidianidad urbana, hecha prisión en el baño y el dormitorio. ¡Salud, afición lectora!

Un rasguño extenuado se aferraba a los viejos bloques de Gracia, dejando por sentado los inservibles y furiosos nudillos que constantemente impactaban contra el frío cemento; incluso llegó a pensar que raspando la mugre encontraría el alma de la mujer perdida entre suspiros. La búsqueda se había hecho eterna con el paso del tiempo, el cuero humedecido bajo el pantalón poseía la conquista en vano y la penúltima evidencia de una sonrisa que se había desvanecido hace veinticinco años y catorce días exactamente. Escondido entre sollozos había regresado a buscarla, aquel lugar donde juró haberla visto por última vez; sus rastros se hallaban en el recuerdo, y como condena para prisionero de sus encantos, no quiso volver a la celda. Su aliento helado ahogaba las palabras, su voz lo esquivaba y sus ojos se negaban a mirar lo que ya no estaba. Así, Hernando Villalobos se buscaba a sí mismo entre tantos, a pesar de saber que para encontrarse debía hallarla. Jamás llegó a pensar que ambos habían sido cómplices de la mentira, que sus juegos de amor se limitaban al cadáver exquisito de sus cuadernos y al trazo efímero que dibujó sobre su cuello con la lengua propia.
Delicadamente, sacó la fotografía del bolsillo y posó sus labios sobre el inmortalizado rostro, besando a la soledad. Sus pestañas marcaron los pasos del amor en el suelo y siguió con las yemas aquel trayecto nunca transitado por su amada. De a ratos podía observarla en el azúcar de una mordida de labio y presenciar el filo de sus lágrimas permanentes sobre su rostro, una a una, resonando sobre su garganta; finalmente deslizándose hacia el corazón metafísico. Gabriela era una lágrima perdida, de esas que frecuentemente se refugian en el cabello para no verlas jamás.
Pasaron los días y Hernando Villalobos se limitaba a llorarla en la ducha, como siempre, los puñales torturaban su espalda magullada cuando se atrevía a reposar la frente sobre la cerámica: estaba cansado de amarla tanto. Decidió entonces subir escaleras paradójicas hasta la azotea donde la soñó por tercera vez, expirando pensamientos dolorosos y permitiendo que volaran con el aire, finalmente alcanzando su destino. Trajo a sus manos la foto nuevamente y dudando miró por primera vez a una Gabriela de 7 años que no volvería jamás. De esta manera, soltó a su amada, dejándola libre para que le susurrara picardías a las estrellas; ya no le importaba ser el guardián de sus falsas reconquistas. Cualquier buen hombre sabe que para una mujer como ella, enamorarse cientos de veces de la misma persona, siendo un siglo de Hernandos distintos, podía matar a cualquiera.

ISRAEL CENTENO O DEL CERRO EL AVILA COMO TABERNÁCULO URBANO. José Carlos De Nóbrega



ISRAEL CENTENO O DEL CERRO EL ÁVILA COMO TABERNÁCULO URBANO.

José Carlos De Nóbrega


Ilustración de Cristóbal Ruiz titulada "Realidad platónica".


A Efrén Barazarte, extraviado en “Las sombras de lo verde”, así como en “La bienvenida de lo claro”.

Este es un ensayo publicado en mi más reciente libro "Salmos Compulsivos" (2011) editado por Ediciones Protagoni, c.a.. Para cualquier lector interesado en dicho volumen ensayístico, pueden contactarme a través de c_denobrega@hotmail.com para sus pedidos. Se les agradecerá su colaboración financiera infinitamente.

En Criaturas de la Noche (2000), Israel Centeno asume el cerro El Ávila como centro temático, espacial y atmosférico desde donde se configura una visión terrorista, paródica y poética de la ciudad de Caracas. Orlando Chirinos (2002) destaca la calidad intertextual sostenida a lo largo de los cuatro cuentos que integran el libro, justificándola de guisa afortunada:

Es “la atmósfera, que se hace placenta nutricia para suministrar un tono homogéneo a las narraciones (con las especificidades propias de cada una) y por el territorio-madre al que retornan los hechos continuamente y en el que la trama alcanza en cada caso su clímax: el Ávila, el cerro tutelar capitalino y sus inmediaciones” (p. 2).



No es de extrañar que la portada del libro sea reproducción del óleo sobre tela del pintor venezolano Manuel Cabré, titulado El Ávila desde Blandín (1937). El artista plástico ha asentado en la memoria iconográfica de los venezolanos el cerro El Ávila, abordado desde diversos puntos y perspectivas de la ciudad. Lo notable, además de la febril ansia paisajística, radica en su particularidad: El cerro es protagonista manteniéndose al fondo de la composición, lo cual supone audacia en la manipulación relativa del espacio en la aparente precariedad del soporte. Los detalles de su relieve alcanzan connotaciones hiperrealistas. Su presencia sobre la urbe es inevitable, acechante si se quiere. Rafael Autran, inmerso en su exilio, confiesa que “miro al Ávila y me quedo sumido en sus colinas violeta pensando en los cuadros de Cabré” (Israel Centeno, 2000, p. 19). Asimismo, Centeno nos lo ratifica en tanto tabernáculo en el que se sacrificarán víctimas propiciatorias, holocaustos que procuren redimir el averno caraqueño. El cordero se tiende en Los Platos del Diablo, amenizado el Aquelarre por el aullido y el crujir de dientes de perros y lobos amarillos revolcándose en la saliva, el pus y la sangre. Menos sorprendente aún, es la mezcla o yuxtaposición de la Caracas real, cruda y finisecular con el discurso fantástico que hace inmediata la voz de José Antonio Ramos Sucre, extemporánea como siempre, barroca y sobreadjetivada, preñada de fantasmagorías y escaleras en espiral que se sumergen en los sepulcros ennegrecidos de la palabra. La pertinencia de los epígrafes no descansa en un estéril ejercicio intelectual, sino en la inoculación de la atmósfera poética y fantástica en todos y cada uno de los relatos del volumen.



En el cuento que da título al libro, el discurso policial fundido en el Diario hermético de Rafael Autran, se extravía en la resolución de la misteriosa desaparición de los cuatro excursionistas druídicos en los pliegues verdes y ocres de El Ávila. El inspector Taborda se resiste inútilmente al curso fantástico de los hechos: se va empapando de la locura de Rafael Autran y sus acólitos, el proceso licantrópico se va enseñoreando de sus miembros engarrotados, de su unidimensional sagacidad mental, de su espíritu. La transformación en lobo sugiere un éxtasis místico, liberador, inefable, tal como lo describe San Juan de la Cruz en el Cántico Espiritual, si lo permite el balbuceo y la brillantez del discurso poético. El ascenso que conduce el alma a la embriaguez del amor místico, sólo es posible en el desajuste o desacoplamiento espacio-temporal: “Escucho, es el sonido del mundo, chifla cortante, susurra en la inmensidad, es el ulular del cosmos, el río de los elementos inasibles del universo, el ruido que fluye de la creación; de fondo, sorda, insiste la ciudad, terrena, infernal” (p. 41).



En El dios de Livia, ¿segundo cuento o episodio?, se percibe un remedo del estilo borgiano. El narrador protagonista asume la pérdida de su alma en el saber; la fuente intelectual y cosmopolita es la manifestación notoria de la misantropía del notable personaje. Hallado culpable de una serie de asesinatos rituales que no excluyen la brutalidad apuntalada en el estar más allá del bien y del mal, sufre la condena del exilio que lo mueve de Florencia, la casa de Saboya, a la quietud embustera de la Caracas de finales del siglo XIX. Adquirida la hacienda “en el abra de Caurimare”, nos confiesa sin tapujos su aclimatación al ámbito tropical: “Devasté los cafetos y quemé la tierra, la sembré de tubérculos y cebollas, corrompí a las autoridades para obtener el permiso a la quema sistemática, nada debía remitirme a una condición paradisíaca” (p. 47). El forzado exilio constituye entonces la contraparte del Paraíso Perdido, la abyección muta en una plegaria inversa a la deidad pagana de Livia, mujer del emperador Augusto.



El tercer relato, La casa, como bien lo manifestara el autor, se fundamenta en el tema del Doble. La atmósfera está signada, como en el resto del conjunto, por una Caracas nocturna alumbrada por el claro de luna que se despedaza contra El Ávila. El juego de múltiples espejos, impregna el paisaje y los personajes horadándolos con un polvillo de vidrios multicolores a la manera de las fachadas de los edificios construidos por albañiles italianos, no sólo en Caracas, sino también en otras ciudades como Valencia, Maracay y Barquisimeto. Se funden los testimonios del narrador y del alienado Luciano, empatía que traspasa la relación de amistad entre ambos. El confesor y el libro que es Luciano son víctimas de los efectos de la transferencia y la contratransferencia abordadas por la literatura psicoanalítica: al igual que Taborda y Rafael Autran, parecieran ser uno en la diversidad de cada quien. El discurso del enfermo convaleciente en el Psiquiátrico seduce al amigo que lo visita. Luciano fue envuelto por la belleza púber y disoluta de Claudia y su reflejo fantasmal en Hortensia; en una jornada orgiástica, el hombre fue devorado por las hambrientas ansias eróticas de las dos brujas, sobando sus vaginas contra el falo encebado, desdibujándose la realidad exterior en lo ilusorio como en muchos de los magníficos cuentos de Adolfo Bioy Casares.



Knoche, texto que cierra el libro, es una excelente recreación de la anécdota del científico alemán que practicaba la momificación aplicando las técnicas pretéritas del Egipto antiguo en su hogar de Galipán, a principios del siglo XX. Alfonzo y Alberto son absorbidos por el Conde Lepic, Nosferatu británico que se adueñará de sus posesiones en El Ávila (lo cual incluye el centro de momificación). Los Diarios de Alfonzo y Guillermina, convergentes en el amor y la añoranza, amén de las escandalosas noticias del periódico amarillista Miami Observator, simulan ser un libreto macabro del programa radial “Nuestro Insólito Universo” de Rafael Silva, narrado por el insoslayable don Porfirio Torres. Como se sugirió antes, la referencia cinematográfica es obvia: las versiones muda y sonora de Nosferatu realizadas respectivamente por los alemanes Murnau y Herzog, en épocas disímiles. No falta la orgía húmeda de semen, flujos vaginales y sangre característica de los relatos de vampiros de Bram Stoker y Ann Rice.



Es Caracas transfigurada por el discurso fantástico que nos propone una revisita poética, un fervoroso reencuentro pletórico de imágenes ígneas y metáforas maravilladas.

Tuesday, January 31, 2012

MANSO. Alejandro Cardozo Hernández. Nota de Luis Alberto Angulo


Les presentamos hoy un poema y una nota de Luis Alberto Angulo que tratan el reciente asesinato terrorista del perro "Dominó" en la Facultad de Derecho de la Universidad de Carabobo. Evidentemente en nuestra universidad prevalece la fetidez del albañal antes que los silenciosos actos que nos reconcilian con la vida. Suponemos entonces que la próxima promoción de abogados honrará a Charles Manson: alguno de sus miembros lo liberará de la prisión para proponer a la U.C. el Doctorado Horroris Causa correspondiente (por supuesto, compartido por curas cabrones, periodistas misóginos y docentes terroristas). El administrador compulsivo de este blog.

Manso

Alejandro Cardozo Uzcátegui

Si no muerdes
te lanzarán de un tercer piso
manso animal
menearás la cola hasta la muerte
por eso ¡muerde rabioso!
¡muerde perro!
¡muerde hasta el final del hueso!
que tu dentada asuste a los hijos de puta que te quieren tirar
al precipicio
tritura atenaza rasga roe
a otros
para que sepan
que no serás presa fácil
que tus colmillos se bañarán con la sangre del primero
que no conozca tus andares.


Nota de Luis Alberto Angulo: El poeta Alejandro Cardozo, junto al poema que presentamos, escribe un correo desde el país Vasco diciendo: “Ayer -o anteayer- lanzaron a un perrito del tercer piso de un edificio de tu Universidad. Te adjunto un poema al respecto, a ver, si hay suerte, y le llega el viento del poema a la hez que lanzó al indefenso animal”. Debo contestarle que esa no es mi Universidad, nunca lo ha sido ni lo será jamás. Esa es quien niega la mía, la nuestra, la posible. La negadora, no solamente ha lanzado un perrito desde un tercer piso, en fecha reciente asesinó a balazos a una estudiante de último año de medicina. Otro estudiante de derecho (graduado en la Facultad de Educación) fue asesinado por un sicario mientras abría un pequeño negocio en la misma casa de estudios. Recuerdo también a otro estudiante asesinado mientras trataba de conciliar a dos grupos en pugna. No poeta, no es esa mi Universidad. Gracias por el poema y por estar atento pese a la distancia, usted pertenece a la mía.

Thursday, January 26, 2012

PASTICHE DE AFORISMOS SOBRE POÉTICA (2). José Carlos De Nóbrega


PASTICHE DE AFORISMOS SOBRE POÉTICA (2)
José Carlos De Nóbrega

Ilustración: Mujer sentada de Cristóbal Ruiz

6.- Un poema es absurdo: a los ojos, a los oídos, a la inteligencia. No al estómago donde residen las emociones, dice Aquilino, Reynaldo Pérez Só. El poema es una experiencia única e irrepetible, tanto en su escritura como en su generosa y sentida lectura. Su existencia no radica ni se justifica en el acercamiento escolástico de parte de despistados críticos y amargados profesores. Es texto que afecta maravillosa y terriblemente a otros libros vivos, los hombres, como bien lo dice Gracián en El Confesionario. Por eso el poeta nos recuerda que “La palabra es muy posterior en la construcción de un poema”, ello en una vindicación a la primera de sus instancias: el Poema-Vida que apunta a la transparencia de la expresión y no, mil veces no, a la construcción fútil de fachadas barrocas y abstrusas que tan sólo esconden ruinas y objetos estériles.

7.- El Mal introduce la sorpresa, la innovación en este mundo rutinario. Sin él, llegaríamos a la uniformidad, sucumbiríamos en la idiotez, José Antonio Ramos Sucre. ¿Acaso la Poesía tiene color? ¿Es moral o amoral? ¿Es blanca o negra? ¿La Poesía salva o extravía al hombre? De lo que si se puede estar seguro, en la precariedad de la lengua y el habla, es su actitud escurridiza ante la discusión y la polémica estériles. No presta su voz a homilías moralistas desde oxidados púlpitos, ni a discursos consolatorios que provengan de socialistas utópicos u organizaciones de caridad. Parafraseando a Eliot, cuando se aproximaba a la obra de Baudelaire, la poesía puede transformarse en una blasfemia u oración invertida que cante a la vida en las sucias calles pletóricas de prostitutas chupando en los rincones, cadáveres acuchillados y borrachos de cráneos aplastados por los caballos. Se detiene en la dulce orgía que se adueña de la belleza de los objetos en el mundo, sin importar su consistencia o tenor. Es oportuno un comentario de la poeta portuguesa Sophia de Mello Breyner Andresen: “La moral del poema no depende de ningún código, de ninguna ley, de ningún programa que le sea exterior, pero, porque es una realidad vivida, se integra en el tiempo vivido”. De ahí su intemporalidad, así simule ser un objeto apremiado por la entropía o la depreciación del tiempo histórico.

8.- En el poema el cuerpo es el espacio / y es el lastre, El Gallo Enrique Mujica. El aforismo sugiere que el poema es la contemplación y la autopsia de un cadáver exquisito, por supuesto, más allá de la escritura automática, bien sea la descubierta por André Breton o la vivenciada hasta los tuétanos por un tipo llamado Antonin Artaud.

9.- Quien no ve el mundo para perturbar, no merece respeto ni paciencia, René Char. El poema no es una insípida fotografía del entorno. Por el contrario, nos puede conmover en la plácida transparencia de un haiku o por medio de la increpación en la simulación de un código del escándalo, a la manera de las crudas letrillas satíricas de Quevedo. Antes que transformar el mundo, la Poesía procura una mirada sesgada e inédita de él. Fundada, eso sí, en la capacidad de asombro del hombre, atrofiada por el ruido y la prisa pecuniaria y consumista.

10.- La belleza del ánfora de barro pálido es tan evidente, tan cierta, que no puede ser descrita. Pero yo sé que la palabra belleza no es nada, sé que la belleza no existe en sí pero es apenas el rostro, la forma, la señal de una verdad de la cual ella no puede ser separada. No hablo de una belleza estética pero sí de una belleza poética. Sophia de Mello Breyner Andresen.