Tuesday, May 01, 2012

JUAN VILLAQUIRÁN PÁEZ, ARRIERO POETA

Juan Medina Figueredo


Poetas del Decir en el Liceo Pedro Gual: Leonardo Alezones, Enrique Mujica, José Carlos De Nóbrega, Luis Alberto Angulo y -en especial- DON JUAN VILLAQUIRÁN PÁEZ.


Juan Villaquirán Páez nació con el siglo XX, un 18 de marzo, entre la ventolera del verano, bajo las enramadas florecidas de los araguaneyes, apamates, bucares, guamos y cafetales, en Cerro Azul, de la hacienda Las Carpas, cerca de Nirgua, su picacho y los jiraharas, hacia 1912 ó 1914 ( “ eso nunca se sabe”), en medio de los montes y montañas, siempre verdes, de María Lionza y Yaracuy; se abrió al mundo con un primer vagido, vibrante con el eco de las guaruras, cachos, gritos y romances de vaqueros, labradores y guerrilleros, de sus señores abuelos y abuelas, padres, tíos y hermanos, fusilados, presos piqueteros de carreteras, prisioneros en el castillo de Puerto Cabello, bajo la dictadura del ladino, taimado, traidor, cuatrero, terrófago y bárbaro dictador Juan Vicente Gómez. En una de esas vueltas, fugas, huidas, alzamientos y andanzas, fue “salvado de las aguas”, como Moisés; era apenas un recién nacido y cayó en un río, caño o quebrada, que en los llanos de antes, en invierno, era como decir lo mismo. ¿Qué se podía esperar de él, sino que siguiera la tradición insurgente, también poética, de sus antepasados?



Fue arriero, al frente de una recua, por caminos reales, trochas y picas; se asentó en Macapo, de Cojedes, donde había sido hecho prisionero por el General José Laurencio Silva y pasó amarrado el General Páez; allí se enamoró de Helena, cautivo bajo la luz de Selene y rompió los muros de piedra de la segregación de los pobres y la endogamia de los ricos, que en esa época, en la mayoría de los casos, en nuestro pueblos, no lo eran tanto; sembró familia en Macapo, La Aguadita y en Tinaquillo, como peces entre los caños y ríos innumerables que rodean este último pueblo, despertado por el mugido de la vacada, entre el polvero que dejaba su paso por la calle real, dormido bajo las leyendas merodeantes del “Mocho Hernández”.



A Juan Villaquirán Páez, de muy lejos le venían los Villaquirán y Páez y se le revolvieron en un grito de guerra, al conocer la noticia de la muerte del tirano Gómez; con las escopetas, machetes, revólveres, caballos y sogas, que pudieron juntar, él y un grupo de vecinos se dirigieron a tomar la gobernación y derribar los barrotes de la comandancia de policía de San Carlos y cumplido su propósito, se dirigieron, con las mismas levantiscas intenciones, hacia Valencia.



En esta última ciudad, cumplió múltiples oficios de pobre, entre ellos el de pintor de brocha gorda y casas, con pintura artesanal (de arcilla y carburo), como lo hicieran los también poetas e inseparables amigos Vicente Gerbasi, Otto de Sola y Luis Felipe Herrera Vial, en ese misma localidad, de tradicionales historias orales, que recogiera para sus cuentos y novelas José Rafael Pocaterra.



En Tinaquillo, Juan Villaquirán Páez levantó próspera bodega, se hizo de camión y quincalla, para recorrer, como ambulante mercader, carreteras, pueblos y ciudades de Venezuela. En la resistencia clandestina contra la dictadura del Coronel de academia, Marcos Pérez Jiménez, convertido en General por sus áulicos, rodeado por la corte de intelectuales de tradición positivista y gomecista, resguardado y celado por el implacable y sanguinario cancerbero Pedro Estrada, el viejo arriero, ahora de camioncito, entre la mercancía transportaba la propaganda subversiva.



Llegaron los sesenta con su juventud rebelde y se alineó con la izquierda, sufriendo allanamientos y detenciones. En su camioncito montó a Helena y a toda su tropa de hijos e hijas, subió los páramos de “ la loca Luz Caraballo”, descendió por las torrenteras del Chama y en la mesa de Mérida, bajo el vuelo de las siete águilas blancas de don Tulio Febres Cordero y los bramidos del Albarregas, apuntaló piedra sillar y hogar; los aleros de la Universidad fundada por Fray Ramos de Lora le ofrecieron la amistad de poetas, artistas, cultores, artesanos, líderes universitarios y fue entonces, a los setenta y dos años, que se descubrió poeta, para cantar a Helena, a los insurrectos, a su nostalgia y a su vida cotidiana. Ricaurte Leonet, Hugo Ávila, Perucho Rincón Gutiérrez, Silvio Villegas y otros que no alcanzo, fueron grandes amigos suyos.



Le conocí en Valencia, gracias a dos de sus hijas, Aminta Villaquirán y la poeta Gloria Villaquirán, en su hogar de El Naranjal, bajo el frío y la brisa del cerro El Cafetal, de Naguanagua. Llegaba yo allí, tocaba y gritaba desde la calle, detrás del enrejado de su casa y salía un inmenso perro, ladrando con furia, saltando, aferrándose a las rejas con sus patas delanteras y abriendo sus fauces infernales; más atrás salía Don Juan, a sus noventa y cinco años de edad, dobladito y curvadito al caminar, llamando a la calma, con órdenes imperiosas, a su perro, le tomaba de la cadena, lo amarraba y después me abría la puerta del enrejado. Leíamos algunos de sus poemas, los comentaba y luego le transmitía Okiyome ( práctica de imposición de la mano, conocida como Arte de Mahikari), con lo cual se entredormía; pasado un breve tiempo, lo despertaba, me decía que eso era efectivo, que él siempre había creído en Dios y en la existencia del mundo espiritual y nos despedíamos. La mirada de Helena, desde su silla de ruedas, lo había abandonado un día, al llegar a Mérida, en viaje desde Valencia, en compañía de su hija Aminta. Pero, ella deambulaba por las habitaciones, sobre todo a la medianoche y en las madrugadas, lo despertaba y él le decía, ¡Helena, déjame dormir!.



Don Juan, finalmente, a pesar de sus recelos por el último viaje a Mérida, en descenso al Hades, de su eterna e inolvidable Helena, aceptó regresar a esta fría y bella ciudad, para vivir en la casa colonial y moderna, construida por Ricaurte Leonet, en sus experimentos con la arquitectura de barro, en la cual viven sus hijos Aminta y Juancho Villaquirán. Cesaron entonces mis visitas al arriero poeta Juan Villaquirán Páez. Hasta que el sábado 28 de abril de 2012, mi esposa me comunicó el deceso del viejo que se descubrió poeta a los setenta y dos años, pero que, en verdad, lo había sido desde antes, con los gritos, cantos y coplas de los arrieros, por trochas, picas y caminos reales, en la trashumancia, por entre las sequías del verano y los aguasales y crecientes del invierno, de la Silva Criolla, de Lazo Martí y la semblanza y crónica de este poeta y sus estaciones, escrita por Alberto Arvelo Torrealba. Con Juan Villaquirán Páez se despide el siglo XX, todo un siglo, en la alborada bolivariana y chavista ( como lo fue Don Juan), de este siglo XXI.





PARA LEER JUNTO A LAS CENIZAS DE DON JUAN, ALGUNOS DE SUS POEMAS


PARA LEER JUNTO A LAS CENIZAS DE DON JUAN, ALGUNOS DE SUS POEMAS
Selección de Juan Medina Figueredo

Este es un homenaje a Don Juan Villaquirán Páez (1912 ó 1914-2012), poeta fantásstico quien nos acaba de abandonar este sábado 28 de abril. Nos hizo llegar esta colección poética mínima el poeta Juan Medina Figueredo.



De EXTRAÑO Y SIN NOMBRE (1992)


Para qué hacer inventario
si tenemos la piel arrugada
y los pies cansados.

A los ochenta
no se pueden inventar ideas
para días lejanos.

A los ochenta
somos la sombra de un pasado
sin un camino para volver.



Ignoro mi historia
¿de dónde vengo?
tal vez de las sombras
de más allá de la noche
donde la luz se pierde.

Mi bisabuelo
pudo haber sido un poeta
un bohemio
que vivía en las tabernas.

Un conquistador
que mataba aborígenes
para robarles sus tierras.
Traficante de negros.

O uno de aquellos
que se fueron con Boves
a quemar ciudades
y degollar los pueblos.

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Macapo
cómo sería tu selva
tu caudaloso río
cuando el español
invadió tu tierra?

Por qué se marchó
el murmullo
la risa
y el canto
con tus aguas.

Hoy no hay aborigen.

Los descendientes
de nuestros antepasados
destruyeron tus bosques
secaron tu río
envenenan el aire
y te matan de sed.


De VIAJERA INFINITA ( 2005)

En otro tiempo
me pedías la luna
la arena, los peces
del río de mi infancia.

Tu encanto
sol de la aldea
perfume azul
en la primavera
de tus veinte años.

Yo escribiendo poemas
me quedaba dormido
en las hojas secas
del viejo samán.


De ECO DEL SILENCIO ( 2006)


Mi Macapo viejo
(poema para cantar)

Mi Macapo viejo
cómo te recuerdo
en donde dejé
tanta gente buena ( bis)
Tus pequeñas calles
cubiertas de piedra
no puedo olvidar
te llevo en mi mente

La placita Lima
la capilla al frente
mi Macapo viejo
cómo te recuerdo

Tu pequeño río
regazo de ensueño
de aguas cristalinas
cantando poemas (bis)

Como un centinela
está el palmarejo
sin perder de vista
el valle macapero

Vives en mi mente
añoro aquel tiempo
mi Macapo viejo
cómo te recuerdo

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Prendí una vela
puse flores
en la tumba de mi padre
porque él se fue
con las manos vacías
en paz con los hombres

En aquel instante
lo miro ante mí
sentado en su silla
fumando un cigarro


Mi padre
escribió un poema
con tantas palabras
que no cabían
en el cuaderno

Inconforme me dice
búscate el reloj
para medir
el tiempo perdido

Luego dijo
que tonto soy
tiró el lápiz
sobre el papel


Cerro azul

Nací en estas montañas
entre la neblina
la soledad del campo
en una casa
con olor a selva
cuando los guamos
los cafetales visten de blanco
sus ramas en flor

El frío
el tin tin
la gota del agua
en noche de lluvia
las empinadas cuestas
la quebrada
el ruido del agua
por la pendiente
el grito desesperado
del animal
que atrapó la muerte

Son el tatuaje
que deja mi infancia
grabado en mi alma

Como un relámpago
cruza por mi mente
la sombra del pasado
siento nostalgia
quiero volver

Monday, April 30, 2012

El pasado sábado 28 de abril de 2012 en Valera
Elegida nueva directiva de la
Red Nacional de Escritores de Venezuela

Texto: Red Nacional de Escritores y Escritoras Socialistas de Venezuela. Foto de Xiomara Ortega


El pasado 28 de Abril de 2012, la ciudad de Valera fue escenario de la Asamblea extraordinaria de la Red Nacional de Escritores y Escritoras Socialistas de Venezuela, la cual eligió a la nueva junta directiva que durante dos años coordinará los diferentes programas que establece el organigrama vigente de esa fundación. La Asamblea estuvo integrada por delegados de 20 estados del país, directivos fundadores y la directiva saliente.

El Programa de Organización y estructura quedó bajo la responsabilidad de Héctor López, quedando como suplente suyo el poeta margariteño Luis Emilio Romero.

Para el Programa de Integración de las artes, las letras y colectivos culturales, resultó electo como coordinador el filósofo Nelson Guzmán y a Renny Loyo como suplente.
De similar forma, el Programa Red de escritores y escritoras de la Alba está a cargo del escritor Federico Ruiz Tirado como principal y de Frank López como suplente.

Mientras que en el Programa de Promoción de lectura, creación y formación estará coordinado por Pedro Salima, siendo suplente David Figueroa-Figueroa.

El programa Editorial estará bajo la coordinación de Luis Alberto Angulo, siendo suplente de tal espacio cultural, Ángel Malavé. Del ámbito de certámenes, bienales y eventos se responsabiliza Pedro Ruiz y Hermes Vargas como suplente.

El Programa de Seguridad social del escritor y la escritora tiene como coordinadora principal a Esmeralda Torres y a Zuleima Zamora en calidad de suplente.


También fue designado Luis Ernesto Gómez como Coordinador Ejecutivo, quien venía desempeñando funciones como encargado desde Noviembre de 2011.

Miguel Márquez como directivo saliente del Programa Editorial, describió parte de los logros realizados por la Red Nacional de Escritores y Escritoras, en los siete programas de acción de la organización. Destacó la edición del libro Un día para siempre: 33 ensayos sobre el 4F, compilación de la Red Nacional de Escritores y Escritoras de Venezuela realizado con el apoyo de Federico Ruiz Tirado, la página web recién diseñada www.reddeescritoresdevenezuela.org.ve.

También fue expuesta por Antonio Trujillo, una breve disertación sobre la Revista Nacional de Cultura, así como también fue descrito por Luis Alberto Crespo, el aporte de la Red de Escritores en los procedimientos de poetas seleccionados para participar en el Festival Mundial de Poesía de 2012 en cada una de las regiones de Venezuela.

 
Destaca el arduo y transparente trabajo realizado por Vanessa Márquez, Fanny Liendo y Beatriz Rondón quienes fueron las responsables de la comisión electoral nombrada por la misma asamblea antes de la elección.

Monday, April 23, 2012

EL NARCOCORRIDO O DE LO POLÍTICAMENTE INCORRECTO. José Carlos De Nóbrega

Salmos Compulsivos
 EL NARCOCORRIDO O DE LO POLÍTICAMENTE INCORRECTO
 José Carlos De Nóbrega

 (…) Al héroe siempre le tocan faenas sucias. Pero no inventes un sesgo donde no lo hay: los corridos prohibidos son una transmutación artística, un producto simbólico del inconsciente colectivo y eso no lo puede cambiar ni Don Alirio ni las síster. Carlos Valbuena: El Cartel de los Corridos Prohibidos.

 Me he topado con esta curiosidad sociológica y musical, llámese narcocorrido o corrido prohibido, de manera muy curiosa y accidental: un amigo me había referido su asombro cuando su juego de tejo era musicalizado por este canto épico postmoderno, mixtura de los corridos villistas y zapatistas, el romancero español de cordel y la apología a los grandes capos de la droga. A raíz de este comentario, comisioné a mi compadre para que me trajera de Colombia un CD contentivo de dicho género musical –de contrabando, por supuesto-. El volumen 2 de Corridos Prohibidos satisfizo mis expectativas con un dejo de morbo y picardía: son memorables las canciones Cruz de Marihuana, Contrabando en los huevos, Sigo torcido y El Cura, las cuales bordean el ars poética, la crónica policial y la picaresca típica de los bajos fondos. Se nos antoja la revancha del pardaje que estremece los miedos atávicos de la godarria y la burguesía: trátese de los campesinos que se resisten a la sustitución de cultivos y a la fumigación indiscriminada de su conuco cocalero (Hoy soy un coquero, / rebusco dinero / pa’darle a mis hijos / techo y de comer. // Que Dios me perdone / si soy ignorante, / las rachas del hambre / ya las derroté. Por qué soy coquero de Ovidio Herrera); la arrogancia sin par de los capos que escarnece y pone al descubierto el doble discurso y los buenos modales de la oligarquía; o, libidinosamente aún las tetas hinchadas de las guarichas que pretenden tomar por asalto un Paraíso dolarizado e hiperbólico. Una última apelación al anecdotario: Mi aproximación ensayística a Los Días Mayores –ese fantástico volumen de cuentos de Orlando Chirinos-, amén del epígrafe alusivo a un fragmento de Cruz de Marihuana, me permitió contactar a su compositor, Don José Alberto Sepúlveda, alias El Antifaz Negro y alias Beto El Vagabundo, un peculiar juglar progresista que sobrevive a la sombra del vasto Cancionero Latinoamericano. Es sin duda la manifestación inequívoca de lo popular que se afinca en la vida misma. El discurso diabólico comprende lo mítico, lo políticamente incorrecto e incluso el despropósito de los discursos autorizados, provengan de la institucionalidad religiosa, política y cultural. En este caso, el corrido prohibido es una respuesta política y propagandística al imperio mediático que nos envilece, aterroriza y castra en función de mezquinos intereses de clase. No es casual que vaya a la par de la literatura y la cinematografía. Tenemos por ejemplo el texto narrativo mismo y la adaptación cinematográfica de La Virgen de los Sicarios de Fernando Vallejo, Ciudad de Dios de Paulo Lins y Rosario Tijeras de Jorge Franco, además de la trilogía fílmica integrada por Sicario, Huelepega, El Don de los Novoa y la miniserie Sin tetas no hay paraíso. No en balde su carácter marginal, esta revisita al discurso diabólico por intoxicación estupefaciente ha obtenido un éxito comercial rotundo (de nuevo la cultura underground se infiltra en la impiedad del mercado, hasta el punto de su cosificación al igual que el icono del Che Guevara, la lata de sopa de Warhol y las camisas bacterianas que simulan lo psicodélico). Bien nos lo ilustra Carlos Valbuena, el teórico de la música de contrabando –recordemos que nuestros próceres bebieron del veneno del Enciclopedismo Francés introducido en el continente por los caminos verdes-: Esto era la historia contada por el bando de la contra, de los que se colocan al margen de la Ley y de los que la Ley ha marginado. Un discurso de rebeldía, de identidad, de un grupo que disputa al gobierno y sus instituciones la exclusividad en el ejercicio de la violencia en seguimiento de sus propias leyes. La violencia, por supuesto, se justifica en la disputa por el botín económico: Involucra a los banqueros, los militares, la insurgencia, la contrainsurgencia que aduce la autodefensa propia y los narcotraficantes; bandos que recogen y desparraman alianzas y balazos en la configuración de un abstruso discurso de Poder.

Friday, April 06, 2012

EL PASO DE LOS ANDES SEGÚN MIGUEL ANGULO. José Carlos De Nóbrega



EL PASO DE LOS ANDES SEGÚN MIGUEL ANGULO
José Carlos De Nóbrega


Durante mucho tiempo la cámara nos ha traído noticias de chiflados y parias, sus miserias y sus peculiaridades. Nos ha mostrado la trivialidad de lo anormal. Nos ha convertido a todos en mirones. Susan Sontag.

Hemos tenido acceso a la fotografía de Miguel Alberto Angulo Oliveros, a través de los museos de papel que son las revistas literarias y culturales: especialmente, los casos de Redve (2005) y Zona Tórrida (2010 y 2011). Observamos un ejercicio personal de dos géneros fotográficos: el retrato y el paisaje, los cuales se integran en una propuesta estética que colinda con la literatura de aventuras y la crónica de viajes. La composición, independientemente del plano general o el plano detalle, dispara una mirada asombrosa y lúdica del hombre, la flora, la fauna y el entorno natural. Esta actitud dialógica, divorciada del reporterismo gráfico convencional, se traduce vivaz y cuestionadota en estos versos de Freddy Ñáñez: Qué buscaba el diafragnma / en esa puerta abierta / en esa silla sin jinete // A quién apunta / ese primer plano // (…) // Qué hace aquí ese retrato sin nosotros / Con quién posa la resolana / Por qué tanta belleza / despoblada. Por ejemplo, un escalador se extravía o mimetiza en la pared gris del risco; o la mirada apenas sobresale del río rumoroso, ambos amparados por el cielo vegetal. ¿Qué decir de la araña que nos obstruye el acceso a esa montaña de concreto, vidrio y tabiquería? En resumidas cuentas, el trabajo fotográfico de Miguel Alberto es un homenaje permanente a la luz y a la transparencia, más allá de la anécdota ecologizante y políticamente correcta.

4000 metros constituye una muestra que se detiene con suma atención en los páramos colombo-venezolanos. Si bien la figura humana está ausente –no cuenta acá la épica egótica del escalador-, la consideración del paisaje descansa en el estado de gracia que nos provoca su mirada, eso sí, desprovista de la lagaña urbana. Las 18 fotografías no conforman un portafolio turístico-exótico, por el contrario, se nos antoja un ascenso místico de la sensibilidad: Cuanto más alto se sube, / tanto menos se entendía, / que es la tenebrosa nube, / que a la noche esclarecía; / por eso quien la sabía / queda siempre no sabiendo, / toda ciencia trascendiendo. Miguel Angulo no necesita untarle manteca efectista al lente, para redactar sin retórica hueca su aproximación particular y aventurera del oficio fotográfico.

Respecto al problema de la distancia ideal entre el fotógrafo y el objeto, nos dice Raúl Beceyro: Cada imagen establece sus propias reglas de juego (incluso determinando la distancia entre el objetivo y el personaje), normas que sólo sirven para ella. Cada fotógrafo, en cada imagen, resuelve el problema de la distancia al objeto casi como si ese problema se planteara por primera y al mismo tiempo por única vez. En este caso, Angulo se sirve de planos generales y medios enriquecidos por la multiplicidad de los puntos de vista: prevalecen las tomas cenitales, a ras del rocoso peldaño (si así puede decirse) y en pleno ascenso (las nevadas cumbres reducen el ego alpinista a su más discreta expresión). Permítasenos una extrapolación histórica: Simón Bolívar desarrolla el Paso de los Andes fundiéndose en la masa soldadesca, previo a la Batalla de Boyacá. Se anula entonces la distancia entre el ojo –siempre hambriento- y la magnífica hermosura del paisaje, prescindiendo de los arrebatos románticos y los remilgos del “yo”. Nos lanzamos un clavado –onírico y no suicida- hacia la laguna glaciar en un afán glotón: azul y esmeralda que embargan benéfica y plácidamente los sentidos. En su Responso a la vieja pulpería nacional, nos cuenta Briceño Iragorry: La base de la dieta del peón trujillano fue la curbina del Lago, conservada al sol y a la sal. Así el pueblo, sin necesidad de caer en los peligrosos alfabetos de la industria vitamínica, tomaba su buena ración de rayos solares al natural. La luz del páramo andino, patente en toda la exposición, fue un aliño fundamental del “pescado blanco” que se despachaba en las pulperías trujillanas a principios del siglo XX. En este instante, como bien lo canta Ramón Palomares, el compañero Sol (convertido en gallo salvaje) nos hace un llamado que no podemos rechazar: Mi amigo que has venido de tan abajo / vamos a beber / y cayó dulce del cielo, cayó leche hasta la boca del sol.

La perspectiva o la puesta dialógica en escena, según Roland Barthes, posibilita la esencia paradójica de la fotografía: la que hace de un objeto inerte un lenguaje y transforma la incultura de un arte “mecánico” (digital, de esta era postindustrial), en la más social de las instituciones. “4000 metros” no debería degustarse pasiva e idílicamente, tal como lo impone el soso discurso turístico de las páginas dominicales de diarios mercachifles; su fruición sinestésica conduce a la participación del espectador en una conversación poética con el paisaje. ¿Se puede decir que esta colección interioriza el paisaje andino? Sí, por supuesto, a la vera de las emociones que remueve una lectura desinhibida y placentera de las imágenes. El frailejón nos invita a asomarnos por la ventana mágica del encuadre: se rinde el verde valle –atravesado por un río azul- a la blancura invasiva de la cumbre. La luz transfigura la montaña en un día soleado: el amarillo terroso ata cielo despejado y tierra agradecida. La laguna y las piedras verdes abrevan en la bóveda celeste: (…) Empeño solitario: / USAR EL ESPEJO PARA ENCERRAR EL ÁGUILA ¡Oh! / rosa de tinieblas / parada en la imagen del sueño, declama Ana Enriqueta Terán con su voz inigualable.

La connotación que se desprende de esta propuesta fotográfica, excede los artificios técnicos, sin evadir el momento histórico: la captación y composición del paisaje se inscribe en la reivindicación poética de la comunidad de hombres libres, viable en la deconstrucción de la perorata desarrollista y depredadora de los señores del Dinero.

En Valencia de San Desiderio, jueves 15 de septiembre de 2011.

Monday, April 02, 2012

UNA TRÍADA NARRATIVA DE TANNIA GARCÍA



Les ofrecemos a nuestros lectores estas tres encantadoras estampas textuales de Tannia García que conjugan el arte de narrar con la poesía. Sí, la poesía que muerde gustosa la cáscara del mango maduro para deshilachar su generoso jugo amarillo. Nos atrapa la transparencia de la mirada amorosa de las cosas para componer un paisaje interiorizado e inmediato como en los versos de Enriqueta Arvelo Larriva: Ha hablado el viento una lengua extraordinaria. La mezcla diáfana de imágenes visuales, táctiles, olfativas y gustativas nos conmueven así no más, como si degústáramos un café tinto a la vera de la ensoñación seductora.


I
Carmen no se preocupaba cuando se perdía el morrocoy, yo lloraba y ella me decía eso no es un perro que lo llaman y viene. Mi abuela no usaba guantes como la señora de al lado, no usaba sombrero, ni medias de nylon. Mi abuela andaba descalza en la tierra húmeda llena de hojas de mango.
Ella usaba unas batolas grandotas y olía a Jean Naté, y sus batolas venían de Senegal, una tierra de leones y guerreros muy lejana, que para mí sólo existía en su boca.
Mi abuela tenía en sus ojos todos los cerros del mundo y pobló esta tierra de hijos buenos. Ella ahora tiene el cuerpo en otra parte, pero sigue aquí conmigo, en cada mata de mango, en cada noche clara y calurosa.

II
El hijo se fue a la guerra para no volver. Cuentan que mi abuela lo nombró el día de su muerte antes de saber la noticia de que había sucumbido ante la metralla y la explosión, en otras tierras que también eran de esa patria grande de sus ideales. Carmen llevaba aquel dolor en silencio dicen, como todo, siempre calladita, viendo al cielo y comiendo mango en la tarde. Yo no conocí a mi tío Hugo, pero siempre sentía algo extraño en el pecho cuando veía su retrato en la sala de la casa de Alayon.
El retrato de mi tío permanecía inmóvil en aquella casa, como registro material de su paso por esta tierra, y miraba hacia el patio con ojos fijos y profundos, como buscando a mi abuela entre las matas. Yo siempre le tuve miedo y admiración a aquella imagen, sobre todo porque de reojo tendía a confundirla con algún otro de mis tíos, como aquella vez en que la emoción de aprender a amarrarme los zapatos me encontró gritándole “¡tío! ¡tío!” al celaje de su foto en la pared. Mi tío Hugo no es un recuerdo propio, es una herencia, así como esa foto, como los ojos llorosos de mi papá cuando habla de él, como este cariño que le guardo, por haber estado allí, el día en que aprendí a amarrarme los zapatos.

III
A Bárbara no le quedaban las arepas redonditas, pero siempre cosía buenos ruedos y reparaba bien las camisas. Ella cocinaba de noche como las brujas, moviendo las ollas de aquí para allá y Félix Augusto se levantaba y le decía “Bárbara, son la una, vete a dormir”, pero ella no paraba porque quería dejar todo listo para las muchachas, no le fueran a hacer un reguero.
Todos nos levantábamos a las 5 de la mañana y la dejábamos dormir una hora más, porque sabíamos de su trasnocho y porque su jornada empezaba un poco más tarde. Salíamos de la casa y papá le daba un beso y ella no se daba cuenta, pero entre dormida y despierta nos advertía de algún desastre que habíamos hecho y limpia la mesa, apaga la hornilla, cuidado en la calle, cierra la puerta.

RAÍZ DE AMOR. Un cuento de Andrea Crespo Madrid



Raíz de Amor
Andrea Sofía Crespo Madrid


Les presentamos un cuento de la jovencísima Andrea Crespo Madrid. Compruébenlo en la estampa que acompaña a su texto. En este relato, fondo y forma se conjugan en una factura textual impecable. El insoslayable tema amoroso, no en balde un título que simula una novela sentimental, es interpretado en un tono afín a la narrativa gótica: la obsesión, el desamor y la compulsión apuñalan impíamente al personaje masculino y al lector, eso sí, en el marco de la mustia cotidianidad urbana, hecha prisión en el baño y el dormitorio. ¡Salud, afición lectora!

Un rasguño extenuado se aferraba a los viejos bloques de Gracia, dejando por sentado los inservibles y furiosos nudillos que constantemente impactaban contra el frío cemento; incluso llegó a pensar que raspando la mugre encontraría el alma de la mujer perdida entre suspiros. La búsqueda se había hecho eterna con el paso del tiempo, el cuero humedecido bajo el pantalón poseía la conquista en vano y la penúltima evidencia de una sonrisa que se había desvanecido hace veinticinco años y catorce días exactamente. Escondido entre sollozos había regresado a buscarla, aquel lugar donde juró haberla visto por última vez; sus rastros se hallaban en el recuerdo, y como condena para prisionero de sus encantos, no quiso volver a la celda. Su aliento helado ahogaba las palabras, su voz lo esquivaba y sus ojos se negaban a mirar lo que ya no estaba. Así, Hernando Villalobos se buscaba a sí mismo entre tantos, a pesar de saber que para encontrarse debía hallarla. Jamás llegó a pensar que ambos habían sido cómplices de la mentira, que sus juegos de amor se limitaban al cadáver exquisito de sus cuadernos y al trazo efímero que dibujó sobre su cuello con la lengua propia.
Delicadamente, sacó la fotografía del bolsillo y posó sus labios sobre el inmortalizado rostro, besando a la soledad. Sus pestañas marcaron los pasos del amor en el suelo y siguió con las yemas aquel trayecto nunca transitado por su amada. De a ratos podía observarla en el azúcar de una mordida de labio y presenciar el filo de sus lágrimas permanentes sobre su rostro, una a una, resonando sobre su garganta; finalmente deslizándose hacia el corazón metafísico. Gabriela era una lágrima perdida, de esas que frecuentemente se refugian en el cabello para no verlas jamás.
Pasaron los días y Hernando Villalobos se limitaba a llorarla en la ducha, como siempre, los puñales torturaban su espalda magullada cuando se atrevía a reposar la frente sobre la cerámica: estaba cansado de amarla tanto. Decidió entonces subir escaleras paradójicas hasta la azotea donde la soñó por tercera vez, expirando pensamientos dolorosos y permitiendo que volaran con el aire, finalmente alcanzando su destino. Trajo a sus manos la foto nuevamente y dudando miró por primera vez a una Gabriela de 7 años que no volvería jamás. De esta manera, soltó a su amada, dejándola libre para que le susurrara picardías a las estrellas; ya no le importaba ser el guardián de sus falsas reconquistas. Cualquier buen hombre sabe que para una mujer como ella, enamorarse cientos de veces de la misma persona, siendo un siglo de Hernandos distintos, podía matar a cualquiera.

ISRAEL CENTENO O DEL CERRO EL AVILA COMO TABERNÁCULO URBANO. José Carlos De Nóbrega



ISRAEL CENTENO O DEL CERRO EL ÁVILA COMO TABERNÁCULO URBANO.

José Carlos De Nóbrega


Ilustración de Cristóbal Ruiz titulada "Realidad platónica".


A Efrén Barazarte, extraviado en “Las sombras de lo verde”, así como en “La bienvenida de lo claro”.

Este es un ensayo publicado en mi más reciente libro "Salmos Compulsivos" (2011) editado por Ediciones Protagoni, c.a.. Para cualquier lector interesado en dicho volumen ensayístico, pueden contactarme a través de c_denobrega@hotmail.com para sus pedidos. Se les agradecerá su colaboración financiera infinitamente.

En Criaturas de la Noche (2000), Israel Centeno asume el cerro El Ávila como centro temático, espacial y atmosférico desde donde se configura una visión terrorista, paródica y poética de la ciudad de Caracas. Orlando Chirinos (2002) destaca la calidad intertextual sostenida a lo largo de los cuatro cuentos que integran el libro, justificándola de guisa afortunada:

Es “la atmósfera, que se hace placenta nutricia para suministrar un tono homogéneo a las narraciones (con las especificidades propias de cada una) y por el territorio-madre al que retornan los hechos continuamente y en el que la trama alcanza en cada caso su clímax: el Ávila, el cerro tutelar capitalino y sus inmediaciones” (p. 2).



No es de extrañar que la portada del libro sea reproducción del óleo sobre tela del pintor venezolano Manuel Cabré, titulado El Ávila desde Blandín (1937). El artista plástico ha asentado en la memoria iconográfica de los venezolanos el cerro El Ávila, abordado desde diversos puntos y perspectivas de la ciudad. Lo notable, además de la febril ansia paisajística, radica en su particularidad: El cerro es protagonista manteniéndose al fondo de la composición, lo cual supone audacia en la manipulación relativa del espacio en la aparente precariedad del soporte. Los detalles de su relieve alcanzan connotaciones hiperrealistas. Su presencia sobre la urbe es inevitable, acechante si se quiere. Rafael Autran, inmerso en su exilio, confiesa que “miro al Ávila y me quedo sumido en sus colinas violeta pensando en los cuadros de Cabré” (Israel Centeno, 2000, p. 19). Asimismo, Centeno nos lo ratifica en tanto tabernáculo en el que se sacrificarán víctimas propiciatorias, holocaustos que procuren redimir el averno caraqueño. El cordero se tiende en Los Platos del Diablo, amenizado el Aquelarre por el aullido y el crujir de dientes de perros y lobos amarillos revolcándose en la saliva, el pus y la sangre. Menos sorprendente aún, es la mezcla o yuxtaposición de la Caracas real, cruda y finisecular con el discurso fantástico que hace inmediata la voz de José Antonio Ramos Sucre, extemporánea como siempre, barroca y sobreadjetivada, preñada de fantasmagorías y escaleras en espiral que se sumergen en los sepulcros ennegrecidos de la palabra. La pertinencia de los epígrafes no descansa en un estéril ejercicio intelectual, sino en la inoculación de la atmósfera poética y fantástica en todos y cada uno de los relatos del volumen.



En el cuento que da título al libro, el discurso policial fundido en el Diario hermético de Rafael Autran, se extravía en la resolución de la misteriosa desaparición de los cuatro excursionistas druídicos en los pliegues verdes y ocres de El Ávila. El inspector Taborda se resiste inútilmente al curso fantástico de los hechos: se va empapando de la locura de Rafael Autran y sus acólitos, el proceso licantrópico se va enseñoreando de sus miembros engarrotados, de su unidimensional sagacidad mental, de su espíritu. La transformación en lobo sugiere un éxtasis místico, liberador, inefable, tal como lo describe San Juan de la Cruz en el Cántico Espiritual, si lo permite el balbuceo y la brillantez del discurso poético. El ascenso que conduce el alma a la embriaguez del amor místico, sólo es posible en el desajuste o desacoplamiento espacio-temporal: “Escucho, es el sonido del mundo, chifla cortante, susurra en la inmensidad, es el ulular del cosmos, el río de los elementos inasibles del universo, el ruido que fluye de la creación; de fondo, sorda, insiste la ciudad, terrena, infernal” (p. 41).



En El dios de Livia, ¿segundo cuento o episodio?, se percibe un remedo del estilo borgiano. El narrador protagonista asume la pérdida de su alma en el saber; la fuente intelectual y cosmopolita es la manifestación notoria de la misantropía del notable personaje. Hallado culpable de una serie de asesinatos rituales que no excluyen la brutalidad apuntalada en el estar más allá del bien y del mal, sufre la condena del exilio que lo mueve de Florencia, la casa de Saboya, a la quietud embustera de la Caracas de finales del siglo XIX. Adquirida la hacienda “en el abra de Caurimare”, nos confiesa sin tapujos su aclimatación al ámbito tropical: “Devasté los cafetos y quemé la tierra, la sembré de tubérculos y cebollas, corrompí a las autoridades para obtener el permiso a la quema sistemática, nada debía remitirme a una condición paradisíaca” (p. 47). El forzado exilio constituye entonces la contraparte del Paraíso Perdido, la abyección muta en una plegaria inversa a la deidad pagana de Livia, mujer del emperador Augusto.



El tercer relato, La casa, como bien lo manifestara el autor, se fundamenta en el tema del Doble. La atmósfera está signada, como en el resto del conjunto, por una Caracas nocturna alumbrada por el claro de luna que se despedaza contra El Ávila. El juego de múltiples espejos, impregna el paisaje y los personajes horadándolos con un polvillo de vidrios multicolores a la manera de las fachadas de los edificios construidos por albañiles italianos, no sólo en Caracas, sino también en otras ciudades como Valencia, Maracay y Barquisimeto. Se funden los testimonios del narrador y del alienado Luciano, empatía que traspasa la relación de amistad entre ambos. El confesor y el libro que es Luciano son víctimas de los efectos de la transferencia y la contratransferencia abordadas por la literatura psicoanalítica: al igual que Taborda y Rafael Autran, parecieran ser uno en la diversidad de cada quien. El discurso del enfermo convaleciente en el Psiquiátrico seduce al amigo que lo visita. Luciano fue envuelto por la belleza púber y disoluta de Claudia y su reflejo fantasmal en Hortensia; en una jornada orgiástica, el hombre fue devorado por las hambrientas ansias eróticas de las dos brujas, sobando sus vaginas contra el falo encebado, desdibujándose la realidad exterior en lo ilusorio como en muchos de los magníficos cuentos de Adolfo Bioy Casares.



Knoche, texto que cierra el libro, es una excelente recreación de la anécdota del científico alemán que practicaba la momificación aplicando las técnicas pretéritas del Egipto antiguo en su hogar de Galipán, a principios del siglo XX. Alfonzo y Alberto son absorbidos por el Conde Lepic, Nosferatu británico que se adueñará de sus posesiones en El Ávila (lo cual incluye el centro de momificación). Los Diarios de Alfonzo y Guillermina, convergentes en el amor y la añoranza, amén de las escandalosas noticias del periódico amarillista Miami Observator, simulan ser un libreto macabro del programa radial “Nuestro Insólito Universo” de Rafael Silva, narrado por el insoslayable don Porfirio Torres. Como se sugirió antes, la referencia cinematográfica es obvia: las versiones muda y sonora de Nosferatu realizadas respectivamente por los alemanes Murnau y Herzog, en épocas disímiles. No falta la orgía húmeda de semen, flujos vaginales y sangre característica de los relatos de vampiros de Bram Stoker y Ann Rice.



Es Caracas transfigurada por el discurso fantástico que nos propone una revisita poética, un fervoroso reencuentro pletórico de imágenes ígneas y metáforas maravilladas.

Tuesday, January 31, 2012

MANSO. Alejandro Cardozo Hernández. Nota de Luis Alberto Angulo


Les presentamos hoy un poema y una nota de Luis Alberto Angulo que tratan el reciente asesinato terrorista del perro "Dominó" en la Facultad de Derecho de la Universidad de Carabobo. Evidentemente en nuestra universidad prevalece la fetidez del albañal antes que los silenciosos actos que nos reconcilian con la vida. Suponemos entonces que la próxima promoción de abogados honrará a Charles Manson: alguno de sus miembros lo liberará de la prisión para proponer a la U.C. el Doctorado Horroris Causa correspondiente (por supuesto, compartido por curas cabrones, periodistas misóginos y docentes terroristas). El administrador compulsivo de este blog.

Manso

Alejandro Cardozo Uzcátegui

Si no muerdes
te lanzarán de un tercer piso
manso animal
menearás la cola hasta la muerte
por eso ¡muerde rabioso!
¡muerde perro!
¡muerde hasta el final del hueso!
que tu dentada asuste a los hijos de puta que te quieren tirar
al precipicio
tritura atenaza rasga roe
a otros
para que sepan
que no serás presa fácil
que tus colmillos se bañarán con la sangre del primero
que no conozca tus andares.


Nota de Luis Alberto Angulo: El poeta Alejandro Cardozo, junto al poema que presentamos, escribe un correo desde el país Vasco diciendo: “Ayer -o anteayer- lanzaron a un perrito del tercer piso de un edificio de tu Universidad. Te adjunto un poema al respecto, a ver, si hay suerte, y le llega el viento del poema a la hez que lanzó al indefenso animal”. Debo contestarle que esa no es mi Universidad, nunca lo ha sido ni lo será jamás. Esa es quien niega la mía, la nuestra, la posible. La negadora, no solamente ha lanzado un perrito desde un tercer piso, en fecha reciente asesinó a balazos a una estudiante de último año de medicina. Otro estudiante de derecho (graduado en la Facultad de Educación) fue asesinado por un sicario mientras abría un pequeño negocio en la misma casa de estudios. Recuerdo también a otro estudiante asesinado mientras trataba de conciliar a dos grupos en pugna. No poeta, no es esa mi Universidad. Gracias por el poema y por estar atento pese a la distancia, usted pertenece a la mía.

Thursday, January 26, 2012

PASTICHE DE AFORISMOS SOBRE POÉTICA (2). José Carlos De Nóbrega


PASTICHE DE AFORISMOS SOBRE POÉTICA (2)
José Carlos De Nóbrega

Ilustración: Mujer sentada de Cristóbal Ruiz

6.- Un poema es absurdo: a los ojos, a los oídos, a la inteligencia. No al estómago donde residen las emociones, dice Aquilino, Reynaldo Pérez Só. El poema es una experiencia única e irrepetible, tanto en su escritura como en su generosa y sentida lectura. Su existencia no radica ni se justifica en el acercamiento escolástico de parte de despistados críticos y amargados profesores. Es texto que afecta maravillosa y terriblemente a otros libros vivos, los hombres, como bien lo dice Gracián en El Confesionario. Por eso el poeta nos recuerda que “La palabra es muy posterior en la construcción de un poema”, ello en una vindicación a la primera de sus instancias: el Poema-Vida que apunta a la transparencia de la expresión y no, mil veces no, a la construcción fútil de fachadas barrocas y abstrusas que tan sólo esconden ruinas y objetos estériles.

7.- El Mal introduce la sorpresa, la innovación en este mundo rutinario. Sin él, llegaríamos a la uniformidad, sucumbiríamos en la idiotez, José Antonio Ramos Sucre. ¿Acaso la Poesía tiene color? ¿Es moral o amoral? ¿Es blanca o negra? ¿La Poesía salva o extravía al hombre? De lo que si se puede estar seguro, en la precariedad de la lengua y el habla, es su actitud escurridiza ante la discusión y la polémica estériles. No presta su voz a homilías moralistas desde oxidados púlpitos, ni a discursos consolatorios que provengan de socialistas utópicos u organizaciones de caridad. Parafraseando a Eliot, cuando se aproximaba a la obra de Baudelaire, la poesía puede transformarse en una blasfemia u oración invertida que cante a la vida en las sucias calles pletóricas de prostitutas chupando en los rincones, cadáveres acuchillados y borrachos de cráneos aplastados por los caballos. Se detiene en la dulce orgía que se adueña de la belleza de los objetos en el mundo, sin importar su consistencia o tenor. Es oportuno un comentario de la poeta portuguesa Sophia de Mello Breyner Andresen: “La moral del poema no depende de ningún código, de ninguna ley, de ningún programa que le sea exterior, pero, porque es una realidad vivida, se integra en el tiempo vivido”. De ahí su intemporalidad, así simule ser un objeto apremiado por la entropía o la depreciación del tiempo histórico.

8.- En el poema el cuerpo es el espacio / y es el lastre, El Gallo Enrique Mujica. El aforismo sugiere que el poema es la contemplación y la autopsia de un cadáver exquisito, por supuesto, más allá de la escritura automática, bien sea la descubierta por André Breton o la vivenciada hasta los tuétanos por un tipo llamado Antonin Artaud.

9.- Quien no ve el mundo para perturbar, no merece respeto ni paciencia, René Char. El poema no es una insípida fotografía del entorno. Por el contrario, nos puede conmover en la plácida transparencia de un haiku o por medio de la increpación en la simulación de un código del escándalo, a la manera de las crudas letrillas satíricas de Quevedo. Antes que transformar el mundo, la Poesía procura una mirada sesgada e inédita de él. Fundada, eso sí, en la capacidad de asombro del hombre, atrofiada por el ruido y la prisa pecuniaria y consumista.

10.- La belleza del ánfora de barro pálido es tan evidente, tan cierta, que no puede ser descrita. Pero yo sé que la palabra belleza no es nada, sé que la belleza no existe en sí pero es apenas el rostro, la forma, la señal de una verdad de la cual ella no puede ser separada. No hablo de una belleza estética pero sí de una belleza poética. Sophia de Mello Breyner Andresen.

Thursday, January 19, 2012

PASTICHE DE AFORISMOS SOBRE POÉTICA (1). José Carlos De Nóbrega



PASTICHE DE AFORISMOS SOBRE POÉTICA (1).
José Carlos De Nóbrega

El propósito de las palabras es transmitir ideas. Cuando las ideas se han comprendido, las palabras se olvidan. Chuang Tzu.

1.- La poesía es arte que se manifiesta por la palabra, como la música es arte que se manifiesta por los sonidos, y la pintura arte que se manifiesta por los colores y las líneas, Johannes Pfeiffer. Pese a su óptica e influjo fenomenológicos, tal concepto es pertinente en su transparencia y simplicidad. La Poesía, sin duda, constituye la afortunada fusión de la palabra, la musicalidad y la imagen en la aproximación paradójica al mundo que seduce tanto al poeta como al lector devoto. Es la más grande y omnipresente de las artes, pues ennoblece la lengua de los hombres, como dice Jorge Luis Borges. Además, no puede circunscribirse al estrecho y mezquino espacio del término “literatura”, o -peor aún- de la infame categoría “género literario”. Ha forjado desde sus inicios –lo cual desborda la mismísima invención de la escritura- un metalenguaje propio que abarca e impregna al mundo y sus objetos. Las pinturas rupestres de las cuevas de Altamira suponen el vínculo habido entre filosofía y poesía: El asombro contenido en la mítica visión del universo que se ha plasmado en tan ásperas y primigenias paredes.

2.- Un poema no se baña dos veces en el mismo río, Efrén Barazarte. En este caso, antes del comento, es obligatorio aclarar que el poeta lo manifestó en el último tercio de una faena presocrática, blandiendo la toledana frente al escurridizo miura. El aforismo apunta a la multiplicidad de lecturas que el texto poético sugiere. Asunto que aparenta ser obvio, pero de difícil asimilación: Pues una ramplona y presuntuosa hermeneútica del poema sólo conduce a un callejón sin salida, llámese análisis estructural o lectura transdisciplinaria del texto literario, o mútese en la estúpida costumbre de asirlo por vía de la consideración biográfica y anecdótica del poeta. La lectura y el lúdico goce del poema estriban en el sacro y delicuescente instante en que nuestros ojos topan –de improviso- con la revelación portentosa: las abejas bullen en la colmena, ebrias de miel, tendiendo un puente pleno de emociones.

3.- La Naturaleza ama esconderse, Heráclito. La Poesía es una apología de tal aforismo. Es un suplicio de Tántalo o un extenuante afán de Sísifo determinar qué verdad subyace en el poema. Los versos no forman parte de decálogo moral alguno, ni mucho menos de la inútil preceptiva de tratadistas que utilitariamente buscan hallar la comprensión de lo incomprensible. El paisaje interiorizado se oculta tras la geografía y la aprehensión topográfica fundada en la biografía del poeta. Es comparable a los cervatillos traviesos, candorosos, febriles y juguetones que recorren la mística campiña que es el Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz.

4.- Sin mentir, no decir toda la verdad que es un desangrar del corazón, Baltasar Gracián. Si tomamos en cuenta el aforismo anterior y lo contrastamos con una consideración cursi y kitch del poema, el comento de este aserto descansa entonces en el silencio de los espacios en blanco con el que nos premia la Poesía. ¿Cómo describir el imperceptible sonido de los pétalos de los tulipanes estrellándose deliciosamente en el piso?

5.- Porque no el mucho saber harta y satisface al alma, sino el sentir y gustar las cosas internamente, San Ignacio de Loyola. Más allá de ver y experimentar con la imaginación de los sentidos “la longitud, anchura y profundidad del infierno”, no es posible la Poesía apelando solamente a los artilugios del intelecto y la retórica. En muchos afortunados casos, el poema comienza a moverse en el vislumbre de una imagen aparentemente salida de no se sabe dónde. Como bien lo comenta Octavio Paz, en ello consiste el salto al vacío. Sin embargo, la imagen fue sentida, acariciada y soñada en la imprecisión del momento, en el estremecimiento de las vísceras. Entonces, la preocupación gramatical pasa a un segundo plano o, mejor aún, queda de lado y a la vera del juego del lenguaje.

Friday, January 06, 2012

Camilo Jiménez, periodista y profesor de Comunicación Social de la Javeriana, renunció a su cátedra (pues sus alumnos son analfabetas funcionales).


El siguiente texto -desconocemos si es real o apócrifo- no pretende asumir el pesimismo de los profetas del desastre o la soledad de la voz que clama en el desierto, sin embargo puede constituir una advertencia pertinente acerca del pobrísimo uso que hacemos de la lengua. Esperamos trascender la perplejidad de la perrita que ilustra este post: Es menester que los docentes destierren la apatía fruto de salarios bajos y polémicas politiqueras estériles, en tanto primer paso para agarrar al toro por los cachos. P.S.: Evidentemente, a los que aspiran ser comunicadores sociales sólo les importa el oropel de la Televisión. ¿Cuál es el interés de los estudiantes de Letras que sienten repulsión por la Poesía?
El compulsivo administrador de esta página blog.

Camilo Jiménez, periodista y profesor de Comunicación Social de la Javeriana, renunció a su cátedra.

Un párrafo sin errores. No se trataba de resolver un acertijo, de componer una pieza que pudiera pasar por literaria o de encontrar razones para defender un argumento resbaloso. No. Se trataba de condensar un texto de mayor extensión, es decir, un resumen, un resumen de un párrafo, en el que cada frase dijera algo significativo sobre el texto original, en el que se atendieran los más básicos mandatos del lenguaje escrito -ortografía, sintaxis- y se cuidaran las mínimas normas: claridad, economía, pertinencia. Si tenía ritmo y originalidad, mejor, pero no era una condición. Era solo componer un resumen de un párrafo sin errores vistosos. Y no pudieron.

No voy a generalizar. De 30, tres se acercaron y dos más hicieron su mejor esfuerzo. Veinticinco muchachos en sus 20 años no pudieron, en cuatro meses, escribir el resumen de una obra en un párrafo atildado, entregarlo en el plazo pactado y usar un número de palabras limitado, que varió de un ejercicio a otro. Estudiantes de Comunicación Social entre su tercer y su octavo semestre, que estudiaron doce años en colegios privados. Es probable que entre cinco y diez de ellos hubieran ido de intercambio a otro país, y que otros más conocieran una cultura distinta a la suya en algún viaje de vacaciones con la familia. Son hijos de ejecutivos que están por los 40 y los 50, que tienen buenos trabajos, educación universitaria. Muchos, posgraduados. En casa siempre hubo un computador; puedo apostar a que al menos 20 de esos estudiantes tiene banda ancha, y que la tele de casa pasa encendida más tiempo en canales por cable que en señal abierta. Tomaron más Milo que aguadepanela, comieron más lomo y ensalada que arroz con huevo. Ustedes saben a qué me refiero.

Por supuesto que he considerado mis dubitaciones, mis debilidades. No me he sintonizado con los tiempos que corren. Mis clases no tienen presentaciones de Power Point ni películas; a lo más, vemos una o dos en todo el semestre. Quizá, ya no es una manera válida saber qué es una crónica leyendo crónicas, y debo más bien proyectarles una presentación con frases en mayúsculas que indiquen qué es una crónica y en cuántas partes se divide. Mostrarles la película Capote en lugar de hacer que lean A sangre fría. Quizá, no debí insistir tanto en la brevedad, en la economía, en la puntualidad. No pedirles un escrito de cien palabras, sino de tres cuartillas, mínimo. Que lo entregaran el lunes, o el miércoles.

De esas limitaciones y dubitaciones, quizá, vengan las pocas y tibias preguntas de mis estudiantes este último semestre, sus silencios, su absoluta ausencia de curiosidad y de crítica. De ahí, quizá, vengan sus párrafos aguados, con errores e imprecisiones, inútilmente enrevesados, con frases cojas, desgreñadas. Esos párrafos vacilantes, grises, que me entregaron durante todo el semestre. Pareciera que estoy describiendo a un grupo de zombis. Quizá, eso es lo que son. Los párrafos, quiero decir.

El curso se llama Evaluación de Textos de No Ficción y pertenece a la línea de Producción Editorial y Multimedial de la carrera de Comunicación Social de la Universidad Javeriana. En cuanto a lecturas, siempre propuse piezas ejemplares en los géneros más notorios de la no ficción: crónica, perfil, ensayo, memorias y testimonios. A partir de clásicos nacionales y extranjeros, los estudiantes componían escritos como los que debe elaborar un editor durante su ejercicio profesional. Primero, un resumen: todos los textos de los editores son breves, o deberían serlo -contracubiertas, textos de catálogo, solapas, etcétera-. Una vez que la mayoría hubiera conseguido un resumen pertinente y económico, pasábamos a escritos más complejos: notas de prensa y contracubiertas, para terminar con un informe editorial o una reseña.

En el centro de todo el programa estaban la participación y la escritura de textos breves a partir de otro texto mayor. Insistí siempre en la participación en clase para fomentar actividades que noto algo empañadas en la actualidad: la escucha atenta, la elaboración de razones y argumentos, oír lo que uno mismo dice y lo que dice el otro en una conversación.

El otro concepto transversal, la economía lingüística, buscaba mostrarles la importancia de honrar la prosa. Si uno en 100 palabras debe sintetizar un libro de 200 páginas, debe cuidar cada palabra, cada frase, cada giro. En últimas, la palabra escrita les dará de comer a estos estudiantes cuando sean profesionales, no importa si se desempeñan como editores de libros, revistas o páginas web, como periodistas o como profesores e investigadores.

Los estudiantes de este último semestre, y los de dos o tres anteriores, nunca pudieron pasar del resumen. No siempre fue así. Desde que empecé mi cátedra, en el 2002, los estudiantes tenían problemas para lograr una síntesis bien hecha, y en su elaboración nos tomábamos un buen tiempo. Pero se lograba avanzar. Lo que siento de tres o cuatro semestres para acá es más apatía y menos curiosidad. Menos proyectos personales de los estudiantes. Menos autonomía. Menos desconfianza. Menos ironía y espíritu crítico.

Debe ser que no advertí cuándo la atención de mis estudiantes pasó de lo trascendente a lo insignificante. El estado de Facebook. "Esos gorditos de más". El mensaje en el Blackberry.

Nunca he sido mamerto ni amargado ni ñoño: a los 20 años, fumaba marihuana como un rastafari y me descerebraba con alcohol cada vez que podía al lado de mis cuates. Quería ver tetas, e hice cosas de las que ahora no me enorgullezco por tocarlas. Empeñé mucho, mucho tiempo en eso. Pero leía.

No sé. En esos tiempos lo importante, creo, era discutir, especular, quedar picados para buscar después el dato inútil. Interesaba eso: buscar. Estoy por pensar que la curiosidad se esfumó de estos veinteañeros alumnos míos desde el momento en que todo lo comenzó a contestar ya, ahora mismo, el doctor Google.

Es cándido echarle la culpa a la televisión, a Internet, al Nintendo, a los teléfonos inteligentes. A los colegios, que se afanan en el bilingüismo, sin alcanzar un conocimiento básico de la propia lengua. A los padres que querían que sus hijos estuvieran seguros, bien entretenidos en sus casas. Es cándido culpar al "sistema". Pero algo está pasando en la educación básica, algo está pasando en las casas de quienes ahora están por los 20 años o menos.

Mi sobrino le dice a su madre, mi hermana, que él sí lee mucho, en Internet. Lo que debe preguntarse es cómo se lee en Internet. Lo que he visto es que se lee en medio del parloteo de las ventanas abiertas del chat, mientras se va cargando un video en Youtube, siguiendo vínculos. Lo que han perdido los nativos digitales es la capacidad de concentración, de introspección, de silencio. La capacidad de estar solos. Solo en soledad, en silencio, nacen las preguntas, las ideas. Los nativos digitales no conocen la soledad ni la introspección. Tienen 302 seguidores en Twitter. Tienen 643 amigos en Facebook.

Dejo la cátedra porque no me pude comunicar con los nativos digitales. No entiendo sus nuevos intereses, no encontré la manera de mostrarles lo que considero esencial en este hermoso oficio de la edición. Quizá la lectura sea ahora salir al mar de Internet a pescar fragmentos, citas y vínculos. Y en consecuencia, la escritura esté mudando a esas frases sueltas, grises, sin vida, siempre con errores. Por eso, los nuevos párrafos que se están escribiendo parecen zombis. Ya veremos qué pasa dentro de unos pocos años, cuando estos veinteañeros de ahora tengan 30 y estén trabajando en editoriales, en portales y revistas. Por ahora, para mí, ha llegado el momento de retirarme. Al tiempo que sigo con mis cosas, voy a pensar en este asunto, a mirarlo con detenimiento. Pongo el punto final a esta carta de renuncia con un nudo en la garganta.

Thursday, December 15, 2011

LAS CELESTIALES: UNA PARODIA DE LOS DISCURSOS AUTORIZADOS.José Carlos De Nóbrega


LAS CELESTIALES: UNA PARODIA DE LOS DISCURSOS AUTORIZADOS
José Carlos De Nóbrega


El padre parecía una capitular de oro; yo, junto a él, una insignificante minúscula impresa en tinta roja. José Rubén Romero: La vida inútil de Pito Pérez.

La agudeza literaria de Miguel Otero Silva se exhibe sin freno en dos de sus obras más disímiles entre sí: Tenemos la incendiaria parodia del discurso católico que es Las Celestiales, con sus Santos asaeteados por la coprolalia popular, y la aproximación poética a la figura de Jesucristo vertida en el texto novelístico de La piedra que era Cristo (no podemos olvidar el impactante monólogo de la cabeza cortada de Juan el Bautista que escarnece la banalidad impía del rey Herodes). Ambos textos no sólo refieren el espíritu rojo y ateo de su autor (rebatido hoy por el insulso desencanto burgués de su hijo, Miguel Henrique, pésimo editor y peor editorialista del diario El Nacional), sino el apetito descarado del escritor por desmontar los discursos autorizados que sustentan el Poder vertical, mezquino y usurero que tritura sin clemencia a las mayorías. La literatura acomete la labor profética de promover e instaurar a cómo dé lugar la justicia social. Ya lo manifiesta ese vagabundo y borracho de Pito Pérez: ¡Pobre de los pobres! Yo les aconsejo que respeten siempre la ley, y que la cumplan, pero que se orinen en sus representantes. Por supuesto, la ley hecha carne en la lucha revolucionaria de a de veras, no la propuesta por los grandes laboratorios de la propaganda periodística, historiográfica e ideológica que pretenden pervertirla y envilecerla. El discurso diabólico, como ocurre con el habla salvaje y primaria de los niños y los locos, es un recurso insoslayable para atacar y poner en evidencia la fragilidad y la corrupción de un orden de cosas bizarro que ha invadido a los templos y las academias: La política de ultratumba, con sus cielos de algodón y sus infiernos carbonizados –no entendemos aún por qué la burocracia eclesiástica nos quita la sala de espera que es el purgatorio-, engorda las finanzas vaticanas y protestantes, amén de proveer de carne fresca a curas y obispos pedófilos; nuestras universidades autónomas, experimentales o paralelas coinciden en la tercerización laboral de docentes y empleados y la cosificación del conocimiento a expensas de los intereses de grupos de poder. La Iglesia está penetrada por la politiquería más árida, en tanto que las academias son el detritus de organizaciones religiosas que hacen acólitos con su verborrea terrorista y macabra. Es justa y necesaria la lucidez satánica para ir a contracorriente del imperio de la lasitud vital.

Este gran rosario inverso, integrado por 25 coplas picantísimas y prevaricadoras, tuvo dos ediciones: la primera de 1965, firmada con el pseudónimo doble de Iñaki de Errandonea (alias Miguel Otero Silva), Sacerdote Jesuita, como compilador y comentarista, además de Fray Joseba Escucarreta (alias Pedro León Zapata), S.J., en tanto ilustrador que caricaturiza a santos y mártires. Fue una bomba que estalló simultáneamente en la meritita cara de la histérica feligresía y en las barbas remojadas de la anquilosada jerarquía católica. Valga la desaprobación del Cardenal José Humberto Quintero: No está de sobra advertir que ese libro, en el que de propósito se ataca a la Religión y a las buenas costumbres y se hace mofa de los santos, se halla por ello mismo comprendido en la publicación del canon 1.399 del Código de Derecho Canónico. La segunda edición data de 1974, Ediciones de José Agustín Catalá, la cual agrega un prefacio de Miguel Otero Silva en carne y hueso que simula una apología exquisita de tan vituperado texto diabólico. Las Celestiales constituye un ejercicio transgenérico a la par de referentes notables como Borges, Bioy Casares e incluso Héctor Murena: La copla, destacada en negritas y caracteres gigantes, se fusiona con la prosa dialógica que se regodea en la impostura, el humor negro y una apasionada óptica crítica de la Historia de la Iglesia Católica. El Papado es la alcabala religiosa que tan sólo merece un jalón de papada aparejado con la carcajada del vulgo: Al Papa Ruperto Doce / ni lo menciona la Historia, / porque se cagó una noche / en la Silla Gestatoria. En este fetiche, nada que ver con la estupenda silla de Van Gogh, queda al descubierto el culo y los cojones del Papa electo, pues el colegio cardenalicio debe templar las dos bolitas para evitar que otra Juana la Papisa escarnezca tan sagrada institución machista. Fetichismo y escatología van de la mano en lo que toca a la crítica del catolicismo, a los fines de configurar un intervalo estético y apóstata que nos retrotrae a Rabelais, el Decamerón de Boccaccio y Pasolini, el Nazarín de Galdós y Buñuel, el Satiricón de Petronio y Fellini e incluso el crucifijo inverso del cura Carlos Borges que lame y eyacula el voluptuoso cuerpo femenino. Qué decir de los prejuicios y mitos urbanos que aún despierta la orden jesuítica, suponemos entonces una dulce venganza de parte de ambos coautores: Hiciste lo que quisiste, / San Ignacio de Loyola, / pero quisiste ser Papa / y te pisaste una bola.

LA PUNTUALIDAD DEL VENEZOLANO: ENTRE EL MITO Y LA ANARQUÍA. José Carlos De Nóbrega


LA PUNTUALIDAD DEL VENEZOLANO: ENTRE EL MITO Y LA ANARQUÍA
José Carlos De Nóbrega


No es que he llegado tarde: ustedes llegaron demasiado temprano. Héctor Lavoe, el Rey de la Puntualidad (valga la paráfrasis).

Hace mucho tiempo que desconfiamos de la caracterización de las personas por vía del gentilicio y la idiosincrasia: Sea apología o descrédito, tal juicio apunta a lo Standard, al lugar común y –en consecuencia- a la simplificación del pensamiento. Por ejemplo, contrastemos dos ópticas que fracasan en el tratamiento del mismo asunto: esto es el mito de la pureza de la raza en nuestro medio (muy a pesar de la tolerancia y afabilidad del venezolano). Por un lado, se afirma que nuestro mestizaje es una tara genética que ha traído consigo la impuntualidad, la flojera, la improvisación y una disposición dionisíaca al bochinche (jurunguen, a tal respecto, el fofo corpus teórico de la antropóloga neonazi Beatriz de Majo, discípula del CEN de AD). Tan sólo se salvarían nuestras mujeres, acreedoras de premios de belleza y deudoras del bisturí famélico de Osmel Sousa. Cruzando la calle en dirección a la acera opuesta, pensadores de la izquierda venezolana insisten que la inmigración europea de los años cincuenta respondió a una política pérezjimenista de blanqueamiento racial (lo cual implica la confortabilidad de las teorías conspirativas en la consideración de los fenómenos sociales). ¿Qué decir de los desplazados, políticos o no, por el acoso del fascismo y el hambre durante la guerra y la postguerra? El único blanqueamiento político-racial admisible es el de Barack Obama, heredero de la saga tejana de los Bush. Por supuesto, atribuimos el blanqueamiento literal de Michael Jackson al influjo maternal -¿filicida?- de Diana Ross y Elizabeth Taylor. Es menester la prevención respecto a las líneas simplistas del pensamiento, pues son un sucedáneo de la sociedad esclavista que persiste en promover la infelicidad (como se sabe, la tercerización laboral es uno de sus productos más recientes). Así ocurre con la tan divulgada y escarnecida impuntualidad de los venezolanos, un pretexto que añora a la godarria zahiriendo impíamente al pardaje, clase a la cual pertenecemos y que se desternilla de la risa ante las afectadas maneras de los defenestrados amos del valle y sus estúpidos apólogos.

La impuntualidad del venezolano es proverbial, colindante con la cotidianidad y la mitología urbana. ¿Tal vicio tiene su origen en nuestra condición mestiza o en la esencia misma de un orden de cosas que se nos impone sin piedad? Mientras que Beatriz y sus cachimbos anglosajones pontifican nuestra parda indisciplina, observamos que masas de venezolanos madrugan para acudir a sus centros de trabajo y de estudio. Muy a pesar del desmadre urbanístico que desemboca en el colapso, la ineficacia del sistema de transporte privado por obra y gracia de su cartelización (amén de las debilidades del Metro) y el despropósito político encaramado en el autobús del progreso, esa masa trabajadora es susceptible de ser retratada en su precariedad y belleza por un arte comprometido (a contracorriente del panfleto).

La burocracia moderna venezolana, en especial la criada a expensas del manguareo adeco-copeyano, ha sido una dispensadora de ineficiencia, impuntualidad y villanía: Posee la odiosa patente de la cultura de los números, esto es repartir 20 tickets numerados para atender a tan pírrico grupo de personas en una jornada y someter a la gran mayoría a la vacuna impuesta por gestores corrompidos. Mientras la masa ciudadana espera su turno a la intemperie, los funcionarios llegan en el impune ejercicio del retardo comentarios insulsos y hablillas mediante. No vale nada madrugar, dado el infierno de cuello blanco que aún nos espera en ciertas dependencias.

Obviamente, es un imperativo deslastrarnos del modo de producción capitalista que nos reseca y explota a más no poder: Se nos va el tiempo en la plusvalía que nos arrebatan, no sólo en su forma económica sino en la estragada condición física y mental del cuerpo (respecto al imperialismo, tenemos que tan sólo ha cambiado la tecnología armamentista, la práctica colonial hoy es incluso peor que la del siglo XIX; pregúntenle a Obama, Sarkozy o Berlusconi). La acumulación del capital no olvida ni perdona: No hay siquiera cortos plazos para la autorrealización de la clase trabajadora, lo cual es harto indignante. Ustedes me increparán: ¿Quién carrizo es este polemista compulsivo que pontifica contra el orden establecido? Un obrero de la educación y la escritura que mañana viernes debe hacer un desayuno-almuerzo-merienda a las 5 am, a los fines de completar una negrera jornada de trabajo en la Universidad y luego en el liceo. Sin embargo, hacemos de tripas corazón para escribir textos que bordean el anarcotrostkismo, la poesía y la compulsión por la vida. Como dice Joaquín Sabina, de las dos majas de Goya me gusta la misma que tú.

Thursday, November 10, 2011

25 POEMAS: UNA REEDICIÓN EN LOS AFECTOS. José Carlos De Nóbrega


25 POEMAS: UNA REEDICIÓN EN LOS AFECTOS
José Carlos De Nóbrega


canta
pues el río está solo

Reynaldo Pérez Só

Es grande nuestro contentamiento a raíz de la afortunada reedición de 25 poemas (2011) de Reynaldo Pérez Só por parte de Fundarte, no obstante sus casi 29 años de edad: Su transparencia y vitalidad persisten todavía en la terquedad más impune. Para aquel entonces (1982), disfrutábamos a los 18 años Demián y El Lobo Estepario de Hermann Hesse, así como también Última luna en la piel de Orlando Chirinos (volumen de cuentos publicado igualmente por Fundarte). Es una colección poética solar, de una luz clarísima hasta el enceguecimiento que nos remite a un maestro como Armando Reverón o, mejor aún, a un mago de la objetualidad plástica llamado Mario Abreu. Ahora sí sé por qué se me antoja un poemario ligado a la literatura de formación o bildungsroman: Hallamos muchos textos llenos de frescura y lozanía (estoy pleno / de sol y corro / entre campos / crece el árbol crece / en mi vista) que conviven con otros pocos más duros (he dejado que la muerte / me socave / no he hecho nada), siendo estos últimos un puente para un libro puntual como Matadero (1986).

Efectivamente, 25 poemas es un magnífico libro de transición: ratifica el inicio asombroso que significó Para morirnos de otro sueño (1971), amén de completar la evolución de su discurso patente en Tanmatra (1972) y Nuevos Poemas (1975). El poema 5 apela tan sólo a dos adjetivos para aproximarnos a la sensualidad, esto es a la poesía que se apoya en lo tocable: el árbol / y el algodón de la cama // la puerta / entornada // que voy entrando / de cuerpo // en la puerta misma / en el árbol que veo / con el suave algodón. El Decir, inmediato y austero, puede forjar así nomás imágenes sinestésicas y placenteras en la ausencia de la estridencia formal y metafórica: hincamos el diente en la piel toda pelusa del durazno, sin piedad ni mea culpa. Los siete primeros poemas simulan la creación del mundo: Además de su carnalidad, tenemos el Acto de Fe consecuente (cuando el sol no / existe / otro sol camina / y hace día // en la lluvia yo creo / yo creo en la tierra / que crezco) e incluso un lúcido Apocalipsis del séptimo día con su arrebatamiento –el juego del escondite- y ulterior epifanía (hace sueño en el campo / es apenas / sol / sueño como soñar hasta tarde / pequeño / terrón para apretarse en la mano // si hay viento y si hay / volarás / campo húmedo / de la lluvia). Nos basta acompañar –en curiara- a los ríos, ello en la indecible presencia de la muerte día a día: no miento otro muerto / me toca // no diré nada / nada. Sólo es posible confrontar y convivir con la muerte en la abyecta cotidianidad de las luces y sombras.

EN MEDIODÍA supone el corpus adosado a la semana de la creación: el elogio de la luz que arropa y ennoblece al objeto poético, comparte el mundo con la punzante duda de índole religiosa –en tanto modo de vida que se opone al discurso de Poder de rituales y misterios-. Permítasenos citar casi todo este poema perturbador e inquietante: señor si fueran tus / labios / si fueran tus labios // esa calle y su paso / se fue y se repite // una noche pondría / en mi almohada / no el mar ni los bosques // las montañas y la / vuelta / hacia la misma calle / no se entrega a / la muerte / oh animal mío / señor / tus labios? No en balde sus dos versiones –nos referimos a la primera y segunda edición del poemario bajo el sello de Fundarte-, la fractura del verso por vía del encabalgamiento, sumada al porrazo de la anáfora, recrean contundentemente y sin remilgos retóricos la experiencia y la agonía de forcejear con la muerte (por supuesto, en pos de una bendición en suspenso). Sin embargo, nos conmueve hasta el tuétano de huesos astillados esta otra interrogante, dramática y amorosa, que increpa al paisaje interiorizado: tú que tienes cuerpo / hierba / adónde iré a parar / pequeña / adónde?

Si de algo se precia este libro, es de su corporeidad enclavada en la contingencia y la cruda inmediatez de la voz poética. Una unidad de conjunto apolínea y fundamentalista sólo conduce a Paraísos artificiales, esto es la antesala del despropósito egótico y académico que pretende encorsetar a la Poesía misma. He aquí otra muestra a contracorriente: será que existe / otro cuerpo // un viento más perfecto / que este / que ha movido la puerta // no debe importarme que tengo / ganas de caminar / verdaderamente ganas.

En Valencia de San Desiderio, viernes 14 de octubre de 2011.

Sunday, November 06, 2011

RECITAL POÉTICO EN EL INSTITUTO DE TECNOLOGÍA DE VALENCIA, MARTES 15 DE NOVIEMBRE DE 2011, 9 AM


Recital Poético en el Instituto Universitario de Tecnología de Valencia

Fesha y hora: Martes, 15 de noviembre · 9:00 am - 12:00 m

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Lugar: Instituto Universitario de Tecnología de Valencia , La Manguita, entre la UPEL Valencia y la Zona Educativa del estado Carabobo

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Creado por José Carlos De Nóbrega

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Más información He aquí la siguiente invitación:

El próximo martes 15 de noviembre de 2011, a las 9 am., la Coordinación de Extensión y Cultura del Instituto Universitario de Tecnología de Valencia realizará, en su salón de seminarios, una lectura de poesía. Ente los poetas invitados figuran: Vielsi Arias, Juan Medina, Luis Alberto Angulo, Reynaldo Pérez Só y Enrique Mujica. La presentación de estos poetas estará a cargo del escritor José Carlos De Nóbrega.

Monday, October 31, 2011

CICLO DE CHARLAS "NOVIEMBRE DIABÓLICO, 2011" DEL GRUPO LI PO Y EL GRUPO LITERARIO ENRIQUETA ARVELO LARRIVA



Están cordialmente invitados a participar en el Ciclo Noviembre Diabólico, una serie de conversatorios dedicados a estudiar la presencia del diablo como personaje en diversas manifestaciones culturales.


A continuación el cronograma de actividades:


Sábado 05 de noviembre:

"El diablo y la música" a cargo del músico Régulo Castro.
Lugar: Librerías del Sur Valencia, Primer nivel del Centro Comercial Camoruco, Avenida Bolívar Norte.

Hora: 10 am


Sábado 12 de noviembre:

Conversatorio sobre "Amalec" a cargo del poeta Reynaldo Pérez Só y una charla sobre el narcocorrido por el escritor José Carlos De Nóbrega.
Lugar: Librerías del Sur Valencia, Primer nivel del Centro Comercial Camoruco, Avenida Bolívar Norte.

Hora: 10 am

Sábado 19 de noviembre:

Charla: "Dos textos lúdicos sobre el diablo" a cargo del escritor José Carlos De Nóbrega.
Lugar: Librerías del Sur Valencia, Primer nivel del Centro Comercial Camoruco, Avenida Bolívar Norte.

Hora: 10 am


Sábado 26 de noviembre:

Charla: "La maldad cotidiana según Saki" a cargo del ensayista Pedro Téllez.
Lugar: Librerías del Sur Valencia, Primer nivel del Centro Comercial Camoruco, Avenida Bolívar Norte.

Hora: 10 am

Friday, October 28, 2011

EL BOOM REVISITADO (MÁS ALLÁ DE LA PUBLICIDAD Y EL MERCADEO). José Carlos De Nóbrega


EL BOOM REVISITADO (MÁS ALLÁ DE LA PUBLICIDAD Y EL MERCADEO).
José Carlos De Nóbrega

He aquí un adelanto de mi libro de ensayos "Salmos Compulsivos / El Libro de los Aforismos Comentados", de próxima aparición en Valencia de San Desiderio. Por supuesto, ya se había publicado en el diario "El Venezolano" de Guayana. Espero que lo disfruten.J.C.D.N..

“-¿Aceptaría usted la afirmación de que, en cierta forma, el boom es invento suyo?
“B: No, pero me gustaría creer que he contribuido a eso que seguimos llamando boom, aunque es un término que no me gusta.
“-¿Por qué no le gusta?
“B: Porque un boom implica siempre un fondo de falsedad, y ya digo desde el principio que yo creo que realmente ocurre que en este momento la narrativa latinoamericana, la de esta generación, debe contar entre las dos o tres más importantes del mundo”.
Carlos Barral entrevistado por Tola y Grieve (1971: p. 15).

Tal es el problema de las etiquetas y los remoquetes realzados en el “ismo”: Facilitan las taxonomías literarias pero propenden a una lectura y consideración manchadas por la superficialidad del slogan publicitario. La agrupación de autores en una generación, por lo general, distrae al lector en la degustación de la personalidad y el estilo de cada quien y cada cual. Topamos con un cliente snobista antes que con un lector lúdico. Quizás por tal razón, Charles Bukowski –el personaje- se siente oprimido y comprimido entre la tabiquería que es el espacio burocrático obsequiado por un codicioso editor en un lujoso piso de NYC (magnífica versión fílmica de Marco Ferreri de sus Cuentos de la Locura Corriente, con un Ben Gazzara esparciendo papeles en un gesto alcohólico y anarquista). Ahora bien, la generación del Boom no es afectada por la inmediatez de las campañas publicitarias, ni por el prestigio de los premios internacionales; su aporte a la narrativa latinoamericana y, mejor aún, en lengua española, es inconmovible y trascendental. Vale más, por ejemplo, el guiño cómplice que nos hace Julio Cortázar cada vez que sus cuentos vindican la lectura asombrosa, tierna y juguetona en oposición a un entorno raído y mustio por la rutina en la urbe post-industrial. Si de algo han servido las modernas técnicas de marketing editorial, es precisamente en el hecho controversial de dar a conocer con amplitud la obra de nuestros escritores. Ello sin importar las lecturas cuasi disléxicas de algunos editores y críticos literarios.

Los cuatro egregios del bien o mal llamado Boom –Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes y Julio Cortázar-, amén de su condición de exiliados en momentos puntuales de su vida y obra, han constituido un notable estadio en la evolución de la narrativa latinoamericana. Por supuesto, no como isla a la deriva respecto a sus antecesores (Roberto Arlt, Felisberto Hernández, Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Juan Rulfo, Miguel Ángel Asturias), sino como la continuidad de la ola que comprende la cresta y los reflujos internos. En la entrevista citada al inicio, Carlos Barral así lo reconoce:

“B: Sí, a mí me parece que la narrativa de esta generación, a la que identificamos cuando hablamos del boom, con respecto a sus antecedentes en la historia de la literatura hispanoamericana, representa un cambio muy considerable en cuanto a la universalidad de la ambición de lo que trata de expresar y, justamente, eso es lo que la identifica, lo que la despega en cuanto a la tradición. Pero en cuanto al instrumental, no ha hecho más que perfeccionar lo que ya era de primera calidad” (Tola y Grieve, 1971: páginas 14 y 15).

Efectivamente, Julio Cortázar es cómplice y lector atento de la obra de Felisberto Hernández, sobre todo en el discurso o en la disposición del instrumental, acomodada la cama de disección en la que yace la resbaladiza realidad. Ambos problematizan y parodian la realidad hundiendo afilados bisturíes en su desgastado corpus: El discurso fantástico se funde y justifica a plenitud por vía de la ironía y el desenfado. Alberto Cousté lo espeta sin medias tintas: “Cortázar –cronopio crónico- ha intentado una obra que irrita hasta el crujir de dientes a quienes no pertenecen a la tribu” (en Cortázar, 1980: p. 7). Ello con un gran vuelo poético: “pero no sé por qué en ese momento se me daba por pensar que también a veces papá y mamá sacaban el pañuelo para secarse, y que también en el pañuelo había una hoja seca que les lastimaba la cara” (Cortázar, 1980: p. 77). Es el final del cuento Después del Almuerzo, en el que el protagonista alivia un sentimiento de culpa suyo y de sus padres al convivir forzosamente con un personaje innominado y minusválido. Qué decir, además, de la particular oralidad sureña –en Argentina o fuera de ella-impregnada en sus cuentos y novelas. Muy a pesar de que no se identifica –sobre todo en lo político- con Jorge Luis Borges (recordemos lo que le dijo a José Pulido en una entrevista acerca de un cuento suyo dedicado a Borges: “ ‘No puede ser’ comentaron los lectores argentinos y tenían razón: al final del cuento decía: este cuento se lo he dedicado al pintor venezolano Jacobo Borges”; Pulido, 1982: p. C-16), hay cierta vinculación en lo que toca a las preocupaciones y búsquedas de ambos pibes: la literatura fantástica y el juego que acarrea explayarla en el papel, llevar al lector vendado por los pasadizos múltiples y postizos del laberinto narrativo. Paradójicamente, Jorge Luis Borges le publicó en la revista Sur el cuento Casa Tomada, en el inicio mismo de su periplo literario y luego geográfico. Por otra parte, Carlos Fuentes adaptó al cine la novela Pedro Páramo de Rulfo, no obstante las diferencias de fondo y forma -e incluso políticas- entre ambos narradores mexicanos. Si bien Fuentes recibió la influencia de John Dos Passos y su Manhattan Transfer, especialmente en lo que toca a la técnica narrativa, el Gabo absorbió otro tanto de la obra novelística de William Faulkner: la decadencia del sur de los Estados Unidos, posterior a la Guerra de Secesión, se transplanta con poderosa personalidad del condado de Yoknapatawpha al Macondo del Trópico, asolado por las disputas políticas y bélicas internas, amén de la explotación de la Compañía Bananera encarnada sin duda por la United Fruit Company. En resumidas cuentas, la generación del Boom significa la continuidad de la ruptura con la narrativa realista latinoamericana, de corte positivista y nativista, iniciada en los años treinta y consolidada a partir de los cincuenta; sobre todo a la luz de los rasgos diferenciales y las contradicciones habidas entre esas tres generaciones. La línea evolutiva de nuestra narrativa no se asimila a la recta, más bien se esboza como una elipse: remite a la noción de ciclo, de un retorno o reacomodo del discurso y sus instrumentos expresivos, así como también la revisión o aireación de la temática.

Las críticas al Boom han sido de diverso calibre, destacándose dos aparejadas con una miope y maniquea apreciación: confundir universalidad y contemporaneidad con un sentimiento de cosmopolitismo extemporáneo, tal como ocurrió con la obra poética de Darío; y, su inmediata antípoda, el excesivo color local o exotismo que aparentemente abunda en muchos de los casos. Carlos Fuentes, le sale al paso a la primera de tales críticas parciales: “Pero también la aspiración cosmopolita, digámoslo con esa palabra que a veces tiene un sentido peyorativo, me parece muy importante, sobre todo en ese momento en que, como dice Octavio Paz, somos por primera vez contemporáneos de todos los hombres” (Rodríguez Monegal, 1977: p. 122). No se trata de asumir una ciudadanía universal superficial y forzada, más bien hallar en el cosmopolitismo la cabeza de turco que derrumbará el aislacionismo de América Latina, producto de un proceso de neocolonialismo que ha venido ahogando su espíritu mestizo y heterogéneo. Sólo así se podría comprender la materia de la que está hecha la Rayuela de Cortázar: el exilio físico es un magnífico pretexto para el arraigo en el terruño; la oralidad, la carga onomatopéyica y la salvaje seducción de las imágenes que forja el lenguaje hablado en los puertos y los arrabales de Buenos Aires (el lunfardo recreado antes por Arlt sin cortapisas), constituyen su más válida y sentida prueba. En lo que corresponde al exotismo, los críticos pretenden que los cuadros de costumbres, el paisaje selvático e incluso urbano, además de la recreación de las contradicciones políticas y sociales, rayan en lo pintoresco. No se tiene en cuenta o no se repara un tratamiento estético y personal del paisaje rural y urbano: bien sea en casos tales como La Casa Verde y Pantaleón y las Visitadoras de Vargas Llosa, en las que la selva –además de escupir animales y portentos- sobredimensiona la precariedad, la desolación y la humanidad de los personajes, más allá de la determinista argumentación positivista; o las novelas de Carlos Fuentes que tienen como centro épico, lírico e histórico a la ciudad de México, en un afán de deconstruir historiografías que entumecen y alienan la conciencia de los mexicanos y, por extensión, de los latinoamericanos. Carlos Barral lo asevera con conocimiento de causa: “Yo creo que no y, sobre todo, el exotismo es completamente impredicable en las novelas de Cortázar, por ejemplo, o lo es escasamente en la mayor parte de las novelas de Vargas Llosa” (Tola y Grieve, 1971: p. 17). Es innegable, pese a la irregularidad de ciertas obras, que los autores a los que se les encasilla con el mote del Boom, han redescubierto a América Latina realizando la travesía colombina a la inversa: seducir al público español y europeo con un éxito poco común en el devenir de la literatura de habla hispana. Son herederos, qué duda cabe, de las maravillosas historias de los Cronistas de Indias y de los mitos, las cosmogonías y cosmologías oriundos de la América Precolombina. No en balde uno de sus paradigmas escriturales descansa en la obra del Inca Garcilaso de la Vega.

He aquí un magistral cierre de la figura, sierpe que mordisquea su propia cola al amparo de la tormenta: “que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra” (García Márquez, 1984: p. 325). Nuestra condición mestiza y pluricultural, sin duda facilitó la escritura del continente desde el ‘centro’ a la ‘periferia’. Siendo el exilio forzado (Roa Bastos o Carpentier) o no (García Márquez, Vargas Llosa o Fuentes), los narradores latinoamericanos expresaron, desde el tuétano hasta el blanco de la página, una sensación de extrañamiento y de saudade –término portugués que trasciende la nostalgia- por su América Latina, acosada en ese entonces por cruentas dictaduras y las constantes profanaciones de su soberanía, fuere cual fuere el Imperio. La retroalimentación respecto a la cultura literaria y artística del centro, amén del padecimiento y afecto por la suya propia –acogotada en la despectiva categoría de periferia-, posibilitó la edificación de una obra diversa, maravillosa y harto peculiar. Adolfo Colombres (2004) acompaña tal razonamiento:

“Así como Europa partió siempre del presupuesto de la superioridad de su cultura, nosotros partimos del presupuesto de la insuficiencia de la nuestra, y quisimos suplir ese hipotético vacío con reverencias, con miradas extrañadas, exotistas, como si fuéramos viajeros europeos de paso y no nativos de este suelo” (páginas 240 y 241).

La narrativa latinoamericana a partir del Boom, llamémosle así o no, ha acertado en el reconocimiento del mal diagnosticado antes por Colombres. Asimismo, en la cura posible de la enfermedad: la creación del antivirus partiendo de la constitución misma del virus, de la epidemia. Revisar lo mejor del aporte europeo, reconstruir nuestra cultura propia y ser amos y señores de nuestro espíritu mestizo, heterogéneo y escurridizo. En el ejercicio, si se quiere, libertario y paradójico de la ciudadanía latinoamericana; desterrando los extremos que conducen a la villanía y al modo de vida servil: ¡Ni la globalización ni el realismo socialista que uniforman y mutilan el pensamiento y las pasiones!

Maracay, diciembre de 2005.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.

Colombres, Adolfo (2004). América como Civilización Emergente. Buenos Aires: Editorial Sudamericana.
Cortázar, Julio (1980). El Perseguidor y otros relatos. Barcelona (España): Bruguera.
García Márquez, Gabriel (1984). Cien Años de Soledad. Bogotá: Oveja Negra.
Pulido, José (1982). Lo confieso: tengo momentos de desánimo (Entrevista a Julio Cortázar). En Diario El Nacional, Caracas, 16 de marzo de 1992, p. C-16.
Rodríguez Monegal, Emir (1977). El Arte de Narrar. Caracas: Monte Ávila.
Tola de Habich, Fernando y Grieve, Patricia (1971). Los Españoles y el Boom. Caracas: Tiempo Nuevo.