LA
BÚSQUEDA DEL PARAÍSO EN UNA ENCRUCIJADA DE LENGUAS
José
Carlos De Nóbrega
No consintió que abandonara las demás
lenguas, la cultura se hallaba en la literatura de todas las lenguas que
conocía, pero la lengua de nuestro amor -¡y qué gran amor!- sería el alemán. Elías
Canetti, “La Lengua Absuelta”.
Soy uno de los muchos hijos de la diáspora europea en Venezuela de la
segunda postguerra. Me muevo hoy entre dos lenguas: el castellano hablado en el
país y el honrado en la literatura de América Latina y, por supuesto, el portugués
oral de mis padres madeirenses que recaló a posteriori en la musicalidad
asombrosa de la poesía contemporánea de Brasil y Portugal. Por lo tanto, no
deja de asombrarme que nuestro Elías Cañete (escritor judeo-sefardí y búlgaro)
estableciera con su madre una comunión íntima y amorosa en la que se conversa
en alemán, no obstante las otras tres lenguas que salpicaban su casa con
vivacidad. Tampoco me es ajena la calidad lingüística, narrativa y polifónica
de la novela “El Paraíso Prestado. Wörter” de la escritora y docente
universitaria Doris Poreda, texto que se adjudicó el Premio Stefania Mosca,
mención narrativa, en su cuarta edición correspondiente al año 2013. Como
lector y miembro del jurado, me atrapó la inusual convivencia simultánea del
texto narrativo en castellano y las palabras y frases cortas en alemán que
configura la Odisea femenina protagonizada por Dorly, su madre Elli y su abuela
Mutti. Siguiendo al poeta alemán Gottfried Benn, este trío de mujeres se nos
antoja una pequeña bandada de “golondrinas que rozan el oleaje, / y beben viaje
y beben de la noche”. Los vocablos germánicos constituyen las llaves que
vinculan el reino perdido y el paraíso prestado por venir, coordenadas a las
que se aferra el discurso del exilio. Son evidentes los nexos con la literatura
clásica, pues el desplazamiento o la peripecia física traen consigo un viaje
interior complejo, paradójico y conmovedor que reúne a estas tres heroínas.
Sólo que la atmósfera novelada no apunta a la nostalgia de ramplón corte
romántico, sino a una requisitoria dura y sufriente que embiste a la cultura
machista occidental, con su esencia discriminatoria y utilitarista. La mayoría
de los títulos alude a términos en alemán que fungen de catalizadores en esta
bien habida encrucijada de lenguas.
Dorly centra su compulsión vital en la ausencia de Hans, el padre
biológico, sumada a la sucesión de padres postizos que padeció durante sus años
de formación, desde el abusivo y pederasta Werner hasta el patético Pero
Markoviç y sus siseos en serbo-croata. El odio al padre, en este caso, nos
retrotrae dos volúmenes de cuentos de Slavko Zupcic, Dragi Sol (1989) y Vinko Spolovtiva, ¿Quién te mató? (1990),
en los cuales se propone varias versiones del parricidio o la venganza del hijo
venezolano abandonado por el padre yugoslavo de origen croata. En el caso de
Dorly, la anima el despecho y el desprecio de Electra vomitados en la escritura
de su Diario y de un relato alusivo a Hans, su engendrador desconocido: Has hecho de mí, sin sospecharlo –Ohne
es zu ahnen- la perfecta ciudadana
cósmica: sin maleta ni patria, sin padre ni nombre. Nada desdeñable, aunque
demasiado abstracto para el entendimiento de una niña que comienza a hacer
preguntas. Unos párrafos antes, la díscola hija nos habla de la
peculiaridad de su propio desarraigo en la selvática Guayana, muy distante del
diálogo y la contrastación de experiencias y paisajes que va del hijo al padre
en “Mi padre, el inmigrante” de Vicente Gerbasi: Tal vez por eso no me había dado cuenta de esta carencia de manera tan
intensa, por vivir en un país de machos rocheleros donde lo materno llena todos
los baches, donde todos los caminos conducen a la madre. La lengua es un
afilado cuchillo a la par y a pesar del resentimiento acumulado, franca y sin
concesiones, pues no se ahorra epítetos zahirientes, críticas punzantes ni
giros satíricos. La repulsión respecto al patriarcado comprende también la obra
de Kafka y su irresoluta vida sentimental, “Los hermanos Karamazov” de
Dostoievski que prefiguraría la ejecución sumaria del Zar, o películas
recientes como “Magnolia” y “Petróleo Sangriento” del norteamericano Paul
Thomas Anderson. Lo que entre machos representa una conflagración sin cuartel,
para la mujer –hija, esposa o amante maltratadas- supone una oportunidad única
de castración del poder patriarcal, sin importar si el instrumento es una
hojilla de afeitar escondida bajo la lengua o en el área genital, o una pluma
de ganso aguerrida que chapotea la superficie blanca y nutricia del papel. Las
palabras no sólo implican una posición responsable ante la vida, sino una
instancia válida y sentida de expiación y liberación. Nuestra esencia divina y
profana se desdobla en la multiplicidad de las voces que estallan en el
laberinto de adentro: Soy las palabras
perdidas de la niñez. Soy Elli. Soy Mutti. Soy Bert. Soy Dorly. Soy aquella que
habla por todos. Soy todos los que hablan por mí. Musicalidad atonal
mediante que recurre a la aliteración y a la repetición ebria y persistente de
preces que enhebran las cuentas del alma. Este concierto barroco y minimalista
a la vez, se explaya placenteramente en la transparencia formal e inmediata de
la prosa bien dicha.
La estructuración de la novela en dos dípticos de catorce capítulos cada
uno, propende a abordar tan intensas y abstrusas historias por vía apolínea y
transgenérica al punto de simular la escalera de Jacob, las entrañas de la
ballena que engulló a Jonás y la danza frenética de David al inaugurar el
Templo que destruirían los romanos siglos después. Apolínea, pues la simetría
greco-latina de las formas exalta al paroxismo la belleza contingente y
dispareja de las cosas; transgenérica, porque la novela se mixtura con el arte
del relato breve en su completación abierta y sugerente. La multiplicidad de
los puntos de vista narrativos se emparenta con los cuatro evangelios
autorizados e incluso con los evangelios apócrifos: La totalidad a la que
aspira el ejercicio novelístico, no fracasa en el absoluto sinsentido del
compartimiento estanco, sino en la reconstrucción viva de los acontecimientos
que le acontecen a esta “Cofradía de la Jaqueca”; conversación amorosa que
involucra a Dorly en primera y tercera persona, a la astuta actriz de carácter
y diva matriarcal que es Mutti, a la bellísima Elli atascada en su magnífica
precariedad, a la solidaridad paternal y sacrificada del tío Bert e incluso al
morboso y cómplice lector. Todos ellos inmersos en la dicotomía universal del
dolor y el amor. Ya nos acompaña otro escritor alemán de nuestros afectos, Alexander
Kluge, en cuanto a los experimentos amorosos que nos enervan y angustian: ¿Quiere todo ello decir que al llegar a un
determinado punto de la desgracia no es ya posible el amor?
El Paraíso Prestado. Wörter constituye una exploración
conmovedora y poética del mundo femenino, teniendo como coordenadas el
desarraigo y la desesperanza. Son notables su discurso transgenérico
(encrucijada de la literatura epistolar, el cuento y la novela), la musicalidad
bilingüe (alemán-español) y, en especial, la transparencia e inmediatez del
lenguaje. La problemática existencial
de estos personajes maravillosos y humanos al extremo, está magistralmente
delineada en el marco generoso de un discurso narrativo accesible, lúdico y
harto asertivo. Doris Poreda, por fortuna, ejerce el oficio novelístico con la
pasión febril y el devoto respeto que obsequia a todo lector entusiasta. Esta
estupenda novela confirma que la escritura femenina en Venezuela atraviesa hoy
por un momento estelar y promisorio; a tal respecto, revisemos con sumo placer
los títulos más recientes de Laura Antillano, Sol Linares, Ximena Benítez y Ana
Enriqueta Terán. Bienvenidos, pues, a esta fiesta de la palabra y el buen
decir.
En la ciudad de Caracas, enclave revoltoso y libertario, miércoles 30 de
julio de 2014.
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