Monday, April 02, 2012

RAÍZ DE AMOR. Un cuento de Andrea Crespo Madrid



Raíz de Amor
Andrea Sofía Crespo Madrid


Les presentamos un cuento de la jovencísima Andrea Crespo Madrid. Compruébenlo en la estampa que acompaña a su texto. En este relato, fondo y forma se conjugan en una factura textual impecable. El insoslayable tema amoroso, no en balde un título que simula una novela sentimental, es interpretado en un tono afín a la narrativa gótica: la obsesión, el desamor y la compulsión apuñalan impíamente al personaje masculino y al lector, eso sí, en el marco de la mustia cotidianidad urbana, hecha prisión en el baño y el dormitorio. ¡Salud, afición lectora!

Un rasguño extenuado se aferraba a los viejos bloques de Gracia, dejando por sentado los inservibles y furiosos nudillos que constantemente impactaban contra el frío cemento; incluso llegó a pensar que raspando la mugre encontraría el alma de la mujer perdida entre suspiros. La búsqueda se había hecho eterna con el paso del tiempo, el cuero humedecido bajo el pantalón poseía la conquista en vano y la penúltima evidencia de una sonrisa que se había desvanecido hace veinticinco años y catorce días exactamente. Escondido entre sollozos había regresado a buscarla, aquel lugar donde juró haberla visto por última vez; sus rastros se hallaban en el recuerdo, y como condena para prisionero de sus encantos, no quiso volver a la celda. Su aliento helado ahogaba las palabras, su voz lo esquivaba y sus ojos se negaban a mirar lo que ya no estaba. Así, Hernando Villalobos se buscaba a sí mismo entre tantos, a pesar de saber que para encontrarse debía hallarla. Jamás llegó a pensar que ambos habían sido cómplices de la mentira, que sus juegos de amor se limitaban al cadáver exquisito de sus cuadernos y al trazo efímero que dibujó sobre su cuello con la lengua propia.
Delicadamente, sacó la fotografía del bolsillo y posó sus labios sobre el inmortalizado rostro, besando a la soledad. Sus pestañas marcaron los pasos del amor en el suelo y siguió con las yemas aquel trayecto nunca transitado por su amada. De a ratos podía observarla en el azúcar de una mordida de labio y presenciar el filo de sus lágrimas permanentes sobre su rostro, una a una, resonando sobre su garganta; finalmente deslizándose hacia el corazón metafísico. Gabriela era una lágrima perdida, de esas que frecuentemente se refugian en el cabello para no verlas jamás.
Pasaron los días y Hernando Villalobos se limitaba a llorarla en la ducha, como siempre, los puñales torturaban su espalda magullada cuando se atrevía a reposar la frente sobre la cerámica: estaba cansado de amarla tanto. Decidió entonces subir escaleras paradójicas hasta la azotea donde la soñó por tercera vez, expirando pensamientos dolorosos y permitiendo que volaran con el aire, finalmente alcanzando su destino. Trajo a sus manos la foto nuevamente y dudando miró por primera vez a una Gabriela de 7 años que no volvería jamás. De esta manera, soltó a su amada, dejándola libre para que le susurrara picardías a las estrellas; ya no le importaba ser el guardián de sus falsas reconquistas. Cualquier buen hombre sabe que para una mujer como ella, enamorarse cientos de veces de la misma persona, siendo un siglo de Hernandos distintos, podía matar a cualquiera.

2 comments:

Anonymous said...

Amo ese cuento. Y cómo no amarlo... No es uno de esos textos que se relacionan con tu vida porque la historia tiene similitudes a la tuya... Este cuento narra una historia mía y de alguien más. Andrea desacraliza a los sujetos y los hace personajes de manera inigualable.
Gracias

Anonymous said...

Gracias!! Ha sido un excelente cuento, éxito Andrea.