LA ODISEA LÚDICA DE RICHARD MONTENEGRO
José Carlos De Nóbrega
En la ciudad de Valencia de San Simeón el estilita, encaramado nuestro patrón en el monolito de la Plaza Mayor, nos topamos con voces que profesan su devoción por la literatura y la mitología griega clásica: Teodoro Láscaris, por supuesto, heredero del trono de Grecia quien nos enseñó su gran filosofía en la U.C.; Alejandro Oliveros, por vía de su persistente trabajo poético y ensayístico; o Pedro Téllez, en sus comentarios añadidos y reseñas bibliográficas que tienen como pretexto conversar sobre la relectura placentera de los clásicos. Muy a pesar de las dificultades que suponen el trabajo editorial en América Latina, hallamos al fin en los estantes de Librerías del Sur Valencia, el pequeño volumen de cuentos 13 fábulas y otros relatos de Richard Montenegro.
José Carlos De Nóbrega
En la ciudad de Valencia de San Simeón el estilita, encaramado nuestro patrón en el monolito de la Plaza Mayor, nos topamos con voces que profesan su devoción por la literatura y la mitología griega clásica: Teodoro Láscaris, por supuesto, heredero del trono de Grecia quien nos enseñó su gran filosofía en la U.C.; Alejandro Oliveros, por vía de su persistente trabajo poético y ensayístico; o Pedro Téllez, en sus comentarios añadidos y reseñas bibliográficas que tienen como pretexto conversar sobre la relectura placentera de los clásicos. Muy a pesar de las dificultades que suponen el trabajo editorial en América Latina, hallamos al fin en los estantes de Librerías del Sur Valencia, el pequeño volumen de cuentos 13 fábulas y otros relatos de Richard Montenegro.
Es un honor presentar este libro primerizo por partida triple: Es el primero de nuestro amigo Richard como autor; el primer título que inaugura la Imprenta Regional Carabobo; y mi primera experiencia como editor. Como dato curioso, presenta dos ediciones: la primera de agosto de 2007 equivalente, según reza la última página, a 500 ejemplares; la segunda de enero de 2008, corregida si se quiere, montante el tiraje en 250 ejemplares. Nos importa hablar de la obra y el autor, no de las peripecias relativas a la primera edición, dignas más bien de las disparatadas crónicas de Martín Romaña.
Las trece fábulas, a las que hace referencia el título, constituyen el motivo central de esta colección narrativa: Una aproximación lúdica y muy venezolana de la mitología griega, harto afortunada como se puede comprobar, distante de –por ejemplo- la pésima imitación de Rubén Darío atribuida a poetas pavosos y advenedizos –aquí los cisnes níveos mutan en pájaros de papel marché- o el desafortunado acercamiento de Marcel Camus al mito órfico y, peor aún, a la idiosincracia y la cultura de Brasil en el film Orfeo Negro. El tono funde la comedia, la poesía y la cita textual inteligente y oportuna: La apertura muestra la cornamenta de un Menelao escarnecido por el pueblo, en tanto desquite político del oprobio esclavista al que es sometido por la nomenclatura del clan guerrero de turno. Las verduras que la turba le arroja al cornudo monarca, nos retrotrae aquella escena de Novecento de Bernardo Bertolucci, en la que los campesinos le arrojan estiércol de caballo a los opresores. La quinta fábula nos refiere el suplicio y el despecho de Orfeo, sin importar que la locación sea un mercado de pulgas del libro auspiciado por una casa que hasta las sombras vende, pues como se sabe a esta academia se le fundieron los fusibles hace mucho tiempo. Entonces, la recreación poética del mito, equivalente a su multiplicidad de lecturas, no desdice la necesaria crítica cultural que ha de merecer un medio mezquino, tonto y definitivamente ágrafo como el nuestro (muy a pesar de los DTA en nuestras universidades e instituciones culturales): “Fue inútil, Eurídice y la cultura permanecen en el infierno”. Otra de las fábulas de nuestra preferencia se refiere a Odiseo o Ulises, viejo guerrero reconocido por su perro Argos sin importar la Jodisea que los separó durante años: “Había vuelto, él había vuelto. Con su mirada nublada busca los ojos de su amado y suspira por última vez. Y así Argos descansó por última vez en los brazos del rey de Ítaca”. El suspense implícito en esta séptima fábula pareciera remedar el Cantar de los Cantares de Salomón, las jarchas e, incluso, la relación paradójica entre perros y seres humanos –lindante con lo que llamamos el atajaperro- patente en la película Amores Perros de González Iñárritu. Por otra parte, Alejandro Oliveros nos refiere un Ulises que quiere arrojarse convulso a la mar, evadiendo así la mustia vida sedentaria en una Ítaca de oropel: “Cuánto no daría, sin embargo, por / hacerme de nuevo a la mar, alistar / el resbaloso leño y encontrarme / con el cuerpo desnudo de Calipso, / o, en la noche arenosa de Cumboto, / abrevar de Circe en sus blancos senos”. En ambos casos, sin importar las particularidades de cada quien, sólo nos resta compartir el influjo benévolo y placentero de Homero en nuestras lecturas y los garabatos que desparramamos en el papel o la pantalla de cristal líquido.
Se agregan al volumen tres relatos más: “Mediterráneo”, “Génesis” y “La Conejera”, los cuales no rompen con esta compulsiva profesión de contar y conmover al lector y al oidor (aconsejamos su lectura en voz alta). Nos complace “La Conejera”, una aproximación poética y nostálgica no sólo de la infancia, sino también del arte de narrar vinculado al goce y a la encrucijada de hablas que aún nos maravilla. Los cetáceos van a la par de la bitácora de Jasón y los Argonautas, en un periplo perpetuo en pos del Vellocino de Oro.
Valencia de San Desiderio, 19 y 21 de febrero de 2011.
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