EL MOSAICO FOTOGRÁFICO DE YURI VALECILLO (Versión 2)
José Carlos De Nóbrega
José Carlos De Nóbrega
Fotografías de Yuri Valecillo, por suopuesto
No es un atrevimiento decir que Yuri Valecillo es un discípulo muy aventajado de grandes fotógrafos: el mexicano Héctor García, el húngaro Robert Capa y la ítalomexicana Tina Modotti, por ejemplo. Su obra fotográfica constituye un registro descarnado, poético y comprometido del tiempo histórico que le ha tocado vivir; es un ejercicio de vida que desdice el discurso veleidoso, rococó y vacuo de una fotografía que encuadra exclusivamente (con) el mercado burgués del arte. Yuri, nacido en Valencia -la de Venezuela- y oriundo de El Palotal, es uno de nuestros más apreciados artistas. Sólo que su obra no es ruidosa ni artificial como la de otros colegas (?, más que fotógrafos, son policías o burócratas utilitarios adosados a una cámara) que no queremos recordar. Le ha importado un bledo la fetichización egocéntrica de sí y, mucho menos, la mercantilización del arte típica de los grandes circuitos museísticos. Ha incursionado de guisa extraordinaria en el retrato, el reporterismo gráfico, el cuadro crítico de costumbres o el mural épico de las masas que asaltan la ciudad en búsqueda de justicia (hermoso colectivo dignificado en su anárquica y noble desnudez). Su mirada aborda con una ácida ternura el laberinto caótico que es la ciudad latinoamericana, sin importar su nombre: Valencia, La Habana o Ciudad de México. Los retratos toman en un asalto asombroso a personajes públicos (recordamos una magnífica fotografía de Juan Nuño y otra –harto sartreana- de un desdichado embajador), ciudadanos de a pie y amigos suyos en un afán cómplice e igualitario. Asimismo, cobran vida la pía y olvidada estatuaria del Cementerio Municipal de Valencia, síntoma inequívoco de sus pésimos gobiernos que siempre riñen a dentelladas con el arte (junto a Yuri aún nos preguntamos hoy quién desgobierna a nuestra ciudad, sin importar si es la diestra o la siniestra, pues con ambas lanzan la piedra y esconden la mano). La cámara, traviesa y anarquista a la vez, rescata en la memoria la arquitectura variopinta, mestiza y abigarrada de nuestras ciudades; para muestras tenemos el puente Morillo de Valencia (recientemente disfrazaron de blanco su falta de mantenimiento), el rancherío costero de San Vicente y las Granadinas o las casas de adobe en ruinas del centro de Valencia del Rey. Hay que destacar sus murales épicos en los cuales las masas oprimidas se alzan -desnudas o disfrazadas de obispos o políticos- hiriendo el severo rostro del orden establecido, con tan sólo el mero porte de la picardía y la chispa del obrero, el campesino y por qué no el pachuco o crossover. Sin duda alguna, la fotografía de Yuri Valecillo roza lo transgenérico: el tratamiento crítico de la imagen concilia la poesía, la filosofía y –por ende- el ensayo, lo cual conlleva un inequívoco ejercicio de interpretación del mudo “texto” fotográfico (la imagen fotográfica, por lo tanto, se forja su ars poética sin la necesidad de sosos y soporíferos textos literarios que la justifiquen en un gesto fallido, confundiéndola en la vaquería). A tal respecto nos dice el poeta Juan Calzadilla: “La fotografía, ver fotografías y pasárselas de mano en mano, es un recurso invalorable entre los que se pueden emplear para los ejercicios de escritura en el taller, dado el poder estimulante que tiene la imagen visual bajo una simple lectura”. Sea la escritura poética (“A mis espaldas / muere una ciudad / bombardeada”), crítica (eso pretendemos en este texto amigo y malandro) e incluso difamatoria (Guayacol dixit: “La verdad de los hechos es que se trata de una persona muy inteligente e ingeniosa … que utiliza esos atributos de la condición humana como artista de la simulación … cuyo referente revolucionario no es la revolución popular y antiimperialista del Negro Chávez sino el mundo existencialista de Jean Paul Sartre”). El mosaico fotográfico de Yuri Valecillo, sin importar elogios y denuestos merecidos por igual dada su vocación satírica por la impostura, parte de la legión endemoniada de adentro la cual seguimos con camaradería, morbo y placer teñidos por el agradecimiento. Los que vamos a pie por la rúa, te saludamos camarada. Espero que te (les) guste esta postal comentada.
En Valencia de San Simeón el estilita, 22 de agosto de 2009.
No es un atrevimiento decir que Yuri Valecillo es un discípulo muy aventajado de grandes fotógrafos: el mexicano Héctor García, el húngaro Robert Capa y la ítalomexicana Tina Modotti, por ejemplo. Su obra fotográfica constituye un registro descarnado, poético y comprometido del tiempo histórico que le ha tocado vivir; es un ejercicio de vida que desdice el discurso veleidoso, rococó y vacuo de una fotografía que encuadra exclusivamente (con) el mercado burgués del arte. Yuri, nacido en Valencia -la de Venezuela- y oriundo de El Palotal, es uno de nuestros más apreciados artistas. Sólo que su obra no es ruidosa ni artificial como la de otros colegas (?, más que fotógrafos, son policías o burócratas utilitarios adosados a una cámara) que no queremos recordar. Le ha importado un bledo la fetichización egocéntrica de sí y, mucho menos, la mercantilización del arte típica de los grandes circuitos museísticos. Ha incursionado de guisa extraordinaria en el retrato, el reporterismo gráfico, el cuadro crítico de costumbres o el mural épico de las masas que asaltan la ciudad en búsqueda de justicia (hermoso colectivo dignificado en su anárquica y noble desnudez). Su mirada aborda con una ácida ternura el laberinto caótico que es la ciudad latinoamericana, sin importar su nombre: Valencia, La Habana o Ciudad de México. Los retratos toman en un asalto asombroso a personajes públicos (recordamos una magnífica fotografía de Juan Nuño y otra –harto sartreana- de un desdichado embajador), ciudadanos de a pie y amigos suyos en un afán cómplice e igualitario. Asimismo, cobran vida la pía y olvidada estatuaria del Cementerio Municipal de Valencia, síntoma inequívoco de sus pésimos gobiernos que siempre riñen a dentelladas con el arte (junto a Yuri aún nos preguntamos hoy quién desgobierna a nuestra ciudad, sin importar si es la diestra o la siniestra, pues con ambas lanzan la piedra y esconden la mano). La cámara, traviesa y anarquista a la vez, rescata en la memoria la arquitectura variopinta, mestiza y abigarrada de nuestras ciudades; para muestras tenemos el puente Morillo de Valencia (recientemente disfrazaron de blanco su falta de mantenimiento), el rancherío costero de San Vicente y las Granadinas o las casas de adobe en ruinas del centro de Valencia del Rey. Hay que destacar sus murales épicos en los cuales las masas oprimidas se alzan -desnudas o disfrazadas de obispos o políticos- hiriendo el severo rostro del orden establecido, con tan sólo el mero porte de la picardía y la chispa del obrero, el campesino y por qué no el pachuco o crossover. Sin duda alguna, la fotografía de Yuri Valecillo roza lo transgenérico: el tratamiento crítico de la imagen concilia la poesía, la filosofía y –por ende- el ensayo, lo cual conlleva un inequívoco ejercicio de interpretación del mudo “texto” fotográfico (la imagen fotográfica, por lo tanto, se forja su ars poética sin la necesidad de sosos y soporíferos textos literarios que la justifiquen en un gesto fallido, confundiéndola en la vaquería). A tal respecto nos dice el poeta Juan Calzadilla: “La fotografía, ver fotografías y pasárselas de mano en mano, es un recurso invalorable entre los que se pueden emplear para los ejercicios de escritura en el taller, dado el poder estimulante que tiene la imagen visual bajo una simple lectura”. Sea la escritura poética (“A mis espaldas / muere una ciudad / bombardeada”), crítica (eso pretendemos en este texto amigo y malandro) e incluso difamatoria (Guayacol dixit: “La verdad de los hechos es que se trata de una persona muy inteligente e ingeniosa … que utiliza esos atributos de la condición humana como artista de la simulación … cuyo referente revolucionario no es la revolución popular y antiimperialista del Negro Chávez sino el mundo existencialista de Jean Paul Sartre”). El mosaico fotográfico de Yuri Valecillo, sin importar elogios y denuestos merecidos por igual dada su vocación satírica por la impostura, parte de la legión endemoniada de adentro la cual seguimos con camaradería, morbo y placer teñidos por el agradecimiento. Los que vamos a pie por la rúa, te saludamos camarada. Espero que te (les) guste esta postal comentada.
En Valencia de San Simeón el estilita, 22 de agosto de 2009.
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