Friday, April 04, 2008

TRES BREVES COMENTARIOS SOBRE EL GOLEM




TRES BREVES COMENTARIOS SOBRE EL GOLEM

José Carlos De Nóbrega


Más allá de las leyendas y relatos medievales, el Golem es una metáfora viva del poder por obra y gracia de la palabra: al contrario de Frankenstein, el homúnculo no es producto de un uso abusivo de la ciencia, sino del juego de las palabras que mientan a Dios y constituyen la evocación del poder creador del universo; por supuesto, después que Adán extravió el Paraíso y Prometeo se rebeló a los Dioses por amor a la humanidad. El salmista, apelando al don profético de la poesía, previó con siglos de anticipación su fabricación a cargo del rabino Judah Loew en el siglo XVI: "Tus ojos vieron mi golem -embrión en la versión Reina Valera revisada en 1960- y en tu libro estaban escritos todos los días a mí señalados, antes que existiera alguno de ellos" (Salmos 139:16). Quizá podamos leer entre líneas una advertencia: El Golem es el sucédaneo aterrado del hombre que reaparece de vez en cuando, cada treinta y tres años según Gustav Meyrink, rumiando en un monólogo ininteligible su afán libertario que desdice a Dios, el Destino y la moral. Dios es defenestrado por una raza torcida de titiriteros que dialogan con sus muñecos en la simulación de hombres nuevos, súbditos o republicanos hermanados en un discurso que reivindica arquetipos de barro o de madera.


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El Golem (1915) de Gustav Meyrink retoma la leyenda apelando al poderío sugestivo de la palabra, transmutada esta vez en metáforas y alegorías que confunden lo real, lo mítico y lo onírico: "No estoy dormido ni despierto, y, en el ensueño, se mezclan en mi alma lo vivido con lo leído y oído, como corrientes de distinto brillo y color que confluyeran". La piedra que parece un pedazo de tocino es una metáfora objetual afortunada: El ídolo o el fetiche -traducido en conocimiento lírico, mágico y religioso- nos seduce aturdiendo el cuerpo y el espíritu en procura de la apostasía y la embriaguez del poder: fabricar al Golem implica coleccionar hombres enceguecidos que estén siempre dispuestos a vender la primogenitura por un suculento guiso de lentejas. La secuencia simbólica va del sello íntegro en la frente, Emet (verdad), a la amputación de la letra alef que muta en met (muerte). El Golem es nuestro reflejo inquietante y distorsionado, pues el ego se escinde en una horda ruidosa y atonal que marcha espoleada por miedos primarios y atávicos. Meyrink es tajante, no hay pasadizos que conduzcan a paraísos artificiales que anulen la conciencia y atenúen la culpabilidad: "Admítelo: el hombre que ha venido a tu casa y que tú llamas el Golem no es sino el despertar del pasado por medio de la vida espiritual. Toda cosa sobre la tierra no es sino un símbolo eterno encarnado en el polvo". Poseer el Golem, por lo tanto, no apunta precisamente a la sabiduría y santidad del detentador, sino a su mezquindad y profundo desprecio por la humanidad. Lo que significaba ayudar al rabí en los oficios domésticos, amén de constituir el brazo protector y armado de la judería en contra de los pogroms, decae en la vil destrucción de todo lo que encontrara a su paso descocado, fueren judíos o gentiles. Por fortuna, al retirar el papiro de la boca del Golem o borrar el alef de su frente, se desactivaba el mudo e inconsciente mecanismo.


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En 1920 Paul Wegener y Carl Boese dirigen una versión fílmica del libro de Meyrink, ejercicio estético del mejor expresionismo alemán a la par de Nosferatu y El Gabinete del Doctor Caligari. Sin duda es el magnífico antecedente de películas como Frankenstein (1931) de James Whale, y la saga relativa a los androides, robots o cyborgs tan cotidianamente cercana, mercantil y trivial. Si nos atenemos a un film como It! (llamada también La Estatua Viviente o Curse of the Golem) de 1967 y dirigida por Herbert J. Leder, no ocurrió lo mismo que con el género del Cine Negro norteamericano, enriquecido por la presencia de los directores expresionistas alemanes Murnau y Lang; falla en la composición de un pastiche o mala fusión de los géneros de suspenso y terror. Prefirió remedar al film Psycho de Hitchcock para complacer a la moda y a la taquilla, antes que recrear una versión más auténtica y respetuosa del antecedente germano.

1 comment:

ARGENIS SALAZAR said...

Un NANODIALOGO , Un NANOCOMENTARIO

Salmo 139
22-¡Los odio con toda mi alma¡
!Los considero mis enemigos ¡
JOB
2.9- Pero su mujer le dijo:
¿Todavía te empeñas en seguir siendo bueno? ¡ Malidice a Dios y muérete !

De las palabras como llagas en garganta que no dejan tragar Saliva.