Monday, September 03, 2007

SALÓN CABRIALES. José Joaquín Burgos


Salón Cabriales
José Joaquín Burgos


Siempre es grato darse un baño de luz, meterse, virtualmente, por los ojos de los pintores. Y en el caso de hoy, muy personal, sumergirse en el recuerdo, un tanto pastoral, de las aguas de aquel heraclitiano Cabriales que todavía sobrevive en los cuadros de Leopoldo La Madriz y de Braulio Salazar, así como en la feliz terquedad de los artistas que no quieren dejarlas morir y las reviven, año a año, en el Salón Cabriales. Esta vez, llevado por la amistad y al mismo tiempo por la curiosidad y el deseo de regocijarnos con la universalidad del arte, me llegué hasta la sede del salón, en la Secretaría de Cultura de Carabobo, frente a la Asociación de Escritores. Íntimo, por solitario; acogedor, por la vitalidad y la alegría creadora que muestra. Fue una visita breve, pero intensa. Una visita gratificada por sentir, de corazón y conciencia, que los verdaderos artistas no tienen gríngolas, ni soportan amarras grupales, políticas, sectarias, excluyentes. Las obras participantes en esta edición del Salón Cabriales tienen calidad, revelan un trabajo serio, un oficio noblemente ejercido. Para mí, todos, sin excepción. Al vuelo cito, por lo menos, las de Richard Camacho, Tania Jiménez, Jossie Bosnjak, Aldo Muzzarelli y de María Cristina González, cuyas saudades tocan muy de cerca mi corazón. Bien vale la pena hacer un registro completo, un análisis serio, objetivo, de este Salón Cabriales. El arte (poesía, música, plástica) tiene un lenguaje superior al que puedan registrar todos los diccionarios del sectarismo, del odio, del partidismo y hasta de la llamada cultura institucional, cuyos "dueños" a veces padecen una ceguera que no les permite ver más allá de sus narices. Y, hoy más que nunca, es necesario ver a esta ciudad para quererla más; verla por los ojos de sus artistas, "ciudad plena mientras cae la noche y algunos duermen y otros descansan sin esperanza a las orillas de aquel otrora luminoso río (...) fragmentaremos las imágenes -dice Chemir Colina en su breve y densa presentación- encontrándonos con nuestro propio rostro en ese brillante tiempo en que la tempestad renueva cada hoja, cada fibra de la naturaleza y de los seres que la habitamos", una categórica afirmación cargada de intención y de significado.

En Valencia, actualmente, hay unos cuantos miles de artistas (sobre todo de artes visuales) que viven, prácticamente, en el anonimato. No hay espacio para ellos en la gran prensa, ni en los espacios consagrados, sino en las calles o en la soledad de cualquier rincón escondido en cualquier barrio. Salones como el Cabriales y el de la Avap, son algo más que necesarios: son vitales para que su obra no sea ignorada ni excluida.

En tal sentido, mucho se logra con la edición de este salón. Una moneda más -sin peso material, mas de oro puro- para esa avara coleccionista que es la memoria cultural del pueblo. Gracias, Alicia, Quintín, Chemir, Guillermo Pou, Jaime Gordillo. A todo el magnífico equipo.

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