Thursday, August 04, 2011

LUIS ERNESTO GÓMEZ O DEL OTRO LADO DE LA MÚSICA. José Carlos De Nóbrega


Salmos Compulsivos
LUIS ERNESTO GÓMEZ O DEL OTRO LADO DE LA MÚSICA
José Carlos De Nóbrega

Partitura borrada y reescrita en el blanco
Antiguo vacío que fluye con el tiempo
Aquél del que despiertas
Increíble forma de ser público
Escuchante señal del movimiento.
Luis Ernesto Gómez.

Hay una obvia relación dialéctica entre la Poesía y la Música: Es la consideración y recreación del mundo en un maravilloso clima musical que excede –por supuesto- la disposición en verso y en el pentagrama. La “Oda a la Alegría” de Beethoven, incrustada en la Novena Sinfonía, no puede asumirse como la mera traslación del poema homónimo de Schiller. Por el contrario, supone más bien la lectura y la glosa musical de la fraternidad de los hombres en libertad: Se rompe entonces la elitesca servidumbre del creador al mecenas de turno, en la justa y necesaria proposición de un diálogo libertario con sus iguales, amigos visibles o invisibles. ¿Acaso la Weltanschauung musical de Gustav Mahler, nuestro imprescindible gigante, no anticipa el discurso poético desencantado e insurgente de la Europa agobiada por las dos grandes guerras? A tal respecto, los invitamos a escuchar el Andante-Adagio de la Sinfonía nº 10 (inconclusa) y las Canciones a la muerte de los niños (basadas en unos poemas de Friedrich Rücker). Nos complace, entonces, conversar sobre la obra musical del amigo y poeta Luis Ernesto Gómez (en otras ocasiones, nos habíamos referido a su labor de compilación poética –junto a Luis Alberto Angulo- que ha comprendido la solidaridad con los pueblos árabes y la Poesía del Decir de nuestra patria). Su primer Disco Compacto, Concierto para Orquesta / Cantos Veloces (2011), registra cuatro magníficas piezas: Cantos Veloces para clarinete solo (2008), Concierto para Orquesta (2010), Dialéctica de lo Incierto (2002) y El Amauta Mariátegui (2005). Este cuarteto nos asombra cada vez más, pues su constante (re)lectura sónica depara reveladoras aristas que enriquecen la experiencia estética que es el diálogo entre el compositor y el espectador. El conjunto implica a su vez la herencia y el cuidadoso estudio de significativos referentes de la música nacional y occidental: Beethoven, Mahler, Bela Bartók, Zoltan Kodaly, Charlie Parker, Satie, Lamas, Antonio Estévez y Juan Carlos Núñez.

Cantos Veloces para clarinete solo (2008) es una extraordinaria pieza alusiva al free jazz que se estructura en cuatro partes: Canto vivo, Aéreo, Cadenza y Canto rítmico. Es sumamente luminosa la interpretación de Carmen Borregales al clarinete: precisa, traviesa e inobjetable. Canto vivo posee una fluencia jazzística respetuosa que nos retrotrae en el afecto a Charlie Parker y Dizzy Gillespie (sí, en especial el de My Heart Belongs To Daddy): El lúdico clarinete de Carmen Borregales nos obsequia florituras sincopadas que anuncian la estrepitosa andanza de gnomos y fuegos fatuos a nuestro alrededor, en la construcción de una sátira al formalismo litúrgico-musical. Aéreo es un movimiento algo más lento al inicio que conducirá paulatinamente a una aguda estridencia: Esto es un desplazamiento sigiloso, a hurtadillas, que va de lo depresivo a lo psicótico. Esta segunda parte va de la mano con este poema de Reynaldo Pérez Só que aborda sin el escándalo una urbe terrorista: calle / de hombre solo // tajo / de miedo // no para esto vamos día a día / cruzando una acera / pisando otra. Cadenza es un canto lírico que nos remite a la sutileza y al bello efectismo esencial del Haiku japonés. Nos dice Alfonso Cisneros Cox: Poesía pura, dicen algunos autores, sin engranajes intelectuales, ni formas artificiosas que hay que aprender mediante un proceso de racionalización. El color, en este caso, es frío (en lo imaginativo musical) y corresponde a la tempestad que balbucea el alma, siguiendo al poeta Sogui en la impactante interrogante vespertina: ¿Habrá cesado / la llovizna de mayo? / Murmura el agua. Canto rítmico recrea otro viaje interior que va de la desesperación al desconsuelo, por vía de la fragmentación del yo: Borregales ataca el instrumento a dentelladas, la melodía y el ritmo son presa de los chasquidos, la polifonía monódica y la mixtura urbana y étnica. Este virtuoso ejercicio del clarinete se equipara a la Suite para flauta y piano de jazz (1973) de Claude Bolling (la cual registra el duelo contrapuntístico entre la flauta de Jean Pierre Rampal y el piano de Bolling). En la yunta Gómez/ Borregales se apuesta por la polifonía del clarinete que triza el monólogo. A partir de hoy, ambas grabaciones tendrán un espacio de honor en el corazón melómano.

Concierto para Orquesta (2010), obra acreedora del Concurso Nacional de Composición Musical de ese año auspiciado por la Orquesta Sinfónica de Venezuela, presenta cuatro movimientos: Dialéctica, Lúdico, Elegía lírica y Toccata rítmica. Dialéctica, fiel a su nombre, complementa fuerza, dramatismo y eclosión sonora con instantes de quietud y moderación. Más allá de la confluencia de contrarios que sazona el drama de la existencia humana, realza su cariz histórico que descansa en una problemática de antagonismos, es ni más ni menos lucha de clases: (Marx) No veía un proceso lógico de negaciones íntimas de la Idea en su desarrollo, sino el desarrollo de antagonismos materiales de carácter histórico –despontifica Ludovico Silva en el Anti-Manual-. Sin embargo, este primer movimiento posee la extraña poesía del cuento “El Espejo” de Machado de Assis: La alienación del personaje principal lo salva de la soledad, paradójicamente el alférez invisibiliza al hombre, Ocurrió entonces que el alma exterior que antes era el sol, el campo, los ojos de las muchachas, cambió de naturaleza y pasó a ser la cortesía y las adulaciones de la casa, todo lo que hablaba de mi cargo, nada de lo que me hablaba del hombre. Lo apolíneo y lo dionisíaco son expresados en el enjambre de las cuerdas y la brutal estampida de los metales y la percusión. Lúdico es un momento interesantísimo del Concierto: La marcha simula una parada de niños terribles y fenómenos de circo tan del gusto de Bergman, Fellini y Diane Arbus. Excúsenme esta nueva digresión, es afín a la celebración carnavalesca del Padre recreada por Bruno Schulz en un inolvidable cuarteto narrativo: Los maniquíes, Tratado de maniquíes o el segundo libro del Génesis, Tratado de maniquíes (continuación) y Tratado de maniquíes (fin). El discurso febril del padre, bordeando la esquizofrenia, configura una nueva creación del universo: Aquí comenzó a construir ante nuestros ojos la imagen de esta generatio aequivoca soñada por él, una generación de seres semi-orgánicos, una pseudo-vegetación y pseudofauna, resultado de la fermentación fantástica de la materia. El juego y la risa reescriben un Génesis atípico que se encarna en un rondó desarrollado, de donde el tutti orquestal parodia el cántico coral de una función de títeres. Elegía lírica nos sume en la agonía que nos postra en el Monte de los Olivos, recrea una llovizna roja que resbala por la frente y constituye la víspera de la muerte. No olvidemos este cuarteto de Quevedo: ¡Cómo entre mis manos te resbalas! / ¡Oh, cómo te deslizas, edad mía! / ¡Que mudos pasos traes, oh, muerte fría, / pues con callado pie todo lo igualas! Si bien Martin Heidegger afirma que nadie puede apropiarse de la muerte de otro, nos siguen inquietando y seduciendo su misterio implícito, su espíritu aglutinador y su acoso cotidiano e incansable a nuestra diestra. Qué tal estos versos de Miguel Hernández: ¡Clávame la espada fina / ya, Señor, si es de esta suerte / la hora lejana y vecina!: / ¡con qué lentitud taurina / estoy viviendo mi muerte! La profundidad de las cuerdas conduce al resto de la orquesta en la musicalización fúnebre que involucra la muerte de un músico en Venecia, de decenas de presos en las colonias de los dos Rodeos o de un soldado republicano atrapado por el ojo fotográfico de Robert Capa. Toccata rítmica nos contagia la respiración entrecortada del que huye por la supervivencia: Llevamos consigo la Guerra Florida y su Piedra del Sacrificio; la lucha independentista y sus épicas reverberaciones; o, peor aún, el fratricidio inevitable de las guerras civiles. El ejercicio orquestal se nos muestra dual e incluso cinematográfico (nos cita al Bernard Hermann de Psicosis, Vértigo o North by Northwest). Bien lo ironiza con maestría Juan Calzadilla: Reír a toda prisa en la vía pública / antes de que uno pueda ser detenido / por reír en la vía pública.

Dialéctica de lo Incierto (2002), ganadora del Premio Municipal de Caracas (mención obra sinfónica breve, 2003), nos parece un extraordinario texto musical no obstante su brevedad. La incertidumbre de la existencia tiene como antípoda la rebeldía prometeica y metafísica. A tal respecto, nos acompaña Albert Camus: El rebelde metafísico no es, pues, seguramente ateo, como podría creerse, pero es forzosamente blasfemo. Sencillamente, blasfema ante todo en nombre del orden, denunciando en Dios al padre de la muerte y al supremo escándalo. Esta pequeña obra maestra, estructurada en cuatro secciones que juegan a la alternabilidad (lento-rápido-lento-rápido), contrapone la desilusión (existencial, política y estética) al estruendo revolucionario y sedicioso que trastorne y transforme al mundo. La voz compositora le imprime un tono impunemente esquizoide a esta sinfonía breve, al punto de emparentarse con Demencia Precoz de Teófilo Tortolero: No queremos ser cosas de Dios / por batas que llevemos / a los cuerpos de zorro / despertar sin la gracia orinando. La propuesta, en resumidas cuentas, plantea la dialéctica como método o visión crítica del mundo que nos rodea y reseca. Por supuesto, teniendo en cuenta nuestra fragilidad individual y colectiva. Karel Kosík nos ilumina la accidentada carretera que hemos de transitar: La dialéctica es el pensamiento crítico que quiere comprender la “cosa misma”, y se pregunta sistemáticamente cómo es posible llegar a la comprensión de la realidad. Es, pues, lo opuesto a la sistematización doctrinaria o romantización de las representaciones comunes. La tetraestructura musical, a la que es devoto Luis Ernesto, se manifiesta en el motivo sobre el que se sostiene la trama musical: esto es un puente sincopado de cuatro notas. El discurso musical se aproxima a las tres condiciones paradójicas de la existencia: riesgo, ambigüedad y cambio. Detrás del cromatismo libertario de la pieza, observamos la navaja que extirpará las tinieblas de nuestra mirada intervenida tiempo ha por el Poder.

El Amauta Mariátegui (2005) es un homenaje sentido al ensayista peruano José Carlos Mariátegui (1894-1930), no en balde la condición de obra por encargo. Está estructurada en dos movimientos: Elegía y Retorno. Elegía recrea una endecha sombría en la contemplación del cadáver del Amauta: el cromatismo lírico y contrapuntístico nos lo ennoblece y rescata de la estantería anquilosada de bibliotecas y museos poco frecuentados. La osamenta muta en palabra viva, actual y libertaria. Martín Guerra, pseudónimo de Jorge Bacacorzo Díaz, lo complementa de esta forma: Mariátegui es la expresión política más alta del mundo mestizo; y al mismo tiempo de la marginalidad, de lo subversivo contra lo colonial –de cualquier índole-, de la creatividad revolucionaria. Retorno musicaliza el texto poético homónimo del poeta peruano Jacobo Hurwitz (entonado por Isrrael Sotillo). Se trata, con fortuna, de la apropiación colectiva y revolucionaria de un José Carlos Mariátegui nuestro de cada día: Un día volverás José Carlos Mariátegui / Un día se levantarán las frentes / y más alto que las frentes / flamearán los puños / y más alto que los puños / en un viento de canciones / tu nombre desplegará sus alas. El trabajo musical no es aséptico en lo formal ni políticamente correcto.

Los instamos, no sin cierto dejo de complicidad, a disfrutar atentamente la obra musical inicial de Luis Ernesto Gómez. Estamos seguros que, en unos cuantos años más, su nombre ocupará un lugar de vanguardia en el devenir musical contemporáneo de Venezuela. Esperamos escuchar en vivo –aquí, en el Teatro Municipal de Valencia- las piezas de este Disco Compacto notable.

En Valencia de San Simeón el estilita, donde La Cosiata hizo una particular puesta en escena de Otelo, sábado 23 de julio de 2011.

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