TEOREMAS DE LOS ADIOSES Y LOS AJUSTES DE CUENTA
José Carlos De Nóbrega
Ay, cásate y no te quedes jamona que en el cielo tienen su elefante ahora. Héctor Lavoe, canción “Se acaba este mundo” del álbum The Hustle (1968).
¡Qué tarde es comenzar a vivir en el momento mismo en que es preciso cesar! ¡Qué loco olvido de nuestra condición mortal demorar hasta los cincuenta o sesenta años las resoluciones sensatas, y querer debutar en la vida a la edad en que pocos hombres llegan! Séneca, De la brevedad de la vida.
Nosotros tenemos un apetito por las relecturas de lo vivido, los balances y los estados demostrativos de pérdidas y ganancias. Luego nos consolamos fallidamente en proyectos de vida futura, presupuestos y créditos sobregirados que no soportan los efectos erosivos del tiempo abrazado al despropósito. No nos gusta escuchar voces agoreras que cuestionen y hundan en la desilusión la historia de vida que habíamos diseñado con suma prudencia; el escepticismo nos arranca de raíz respecto al confortable espacio de los discursos autorizados, los dogmas y el exquisito y ciego gregarismo de las escuelas de toda índole. Así lo reconoce la voz poética de Carlos Néjar:
José Carlos De Nóbrega
Ay, cásate y no te quedes jamona que en el cielo tienen su elefante ahora. Héctor Lavoe, canción “Se acaba este mundo” del álbum The Hustle (1968).
¡Qué tarde es comenzar a vivir en el momento mismo en que es preciso cesar! ¡Qué loco olvido de nuestra condición mortal demorar hasta los cincuenta o sesenta años las resoluciones sensatas, y querer debutar en la vida a la edad en que pocos hombres llegan! Séneca, De la brevedad de la vida.
Nosotros tenemos un apetito por las relecturas de lo vivido, los balances y los estados demostrativos de pérdidas y ganancias. Luego nos consolamos fallidamente en proyectos de vida futura, presupuestos y créditos sobregirados que no soportan los efectos erosivos del tiempo abrazado al despropósito. No nos gusta escuchar voces agoreras que cuestionen y hundan en la desilusión la historia de vida que habíamos diseñado con suma prudencia; el escepticismo nos arranca de raíz respecto al confortable espacio de los discursos autorizados, los dogmas y el exquisito y ciego gregarismo de las escuelas de toda índole. Así lo reconoce la voz poética de Carlos Néjar:
Cerrado por inventario
comprando y vendiendo
al detal de estar viviendo,
comercio del tiempo,
peso mis ambiciones
en la balanza de la muerte
y soy tan extraño a mí mismo
que parezco otro.
comprando y vendiendo
al detal de estar viviendo,
comercio del tiempo,
peso mis ambiciones
en la balanza de la muerte
y soy tan extraño a mí mismo
que parezco otro.
La mosca se estrella de improviso en el diáfano cristal del parabrisas. Solamente para que no nos demos cuenta que hemos sido víctimas propiciatorias del discurso del poder. Remedando este pequeño, cotidiano y burocrático infierno, Teoría de las Despedidas de Guillermo Cerceau supone una requisitoria contra los recovecos del pensamiento snob, primario y reptil con el que el poder pretende acorralar y aterrorizar al hombre inmerso en la manada bovina que se apresta a la gran degollina. Los falaces hallazgos teóricos de nuestras academias no son más que el eufemismo sobre el cual echa raíces la tiña del poder: esperpento endogámico y falangista que premia con Doctorados y prebendas la medianía, la estupidez y el fraude. No nos conmueven los cuadros apocalípticos y pavosísimos que nos pintan sus autoridades en tanto mera justificación presupuestaria y rentista, ni mucho menos los alaridos revanchistas de los burócratas de siempre, entorpecidos la lengua y el espíritu en el alcohol barato y las hablillas de los brindis por la cultura. Los eventos que pretenden celebrarla tan sólo constituyen obscenos y decadentes pretextos para el narcisismo y el espaldarazo cómplice y lisonjero. Guillermo lo predica sin medias tintas: “nos quedan dos variedades principales de pensadores: aquellos que no tienen nada que decir, pero esa nada la dicen con gracia, con estilo, y que seguirán siendo leídos porque leer, después de todo, es también un placer, y quienes lentamente, silenciosamente, luchan por construir un pensamiento, un discurso, una palabra que sirva de algo (sin necesariamente estar reñida, esta tarea, con la belleza o la complejidad). El tiempo dirá cual de las dos variantes del acto de pensar prevalece, no porque Cronos se ocupe de este sector parásito del quehacer humano, sino porque su destino está ligado a cosas más trascendentes, como las luchas de los pueblos y las artimañas de los poderes constituidos para frenarlas”. Es oportuna entonces la propuesta del poeta Faver Páez que propicia velar en capilla ardiente a estos crípticos pensadores que han hecho perder el tiempo a más de uno (valga el banquete en la modalidad de la Gastronomía de la Miseria).
El texto que da título al libro es revelador de la pericia ensayística de Guillermo Cerceau: No escatima transparencia en el estilo conversado y crítico ni complejidad estructural y paródica; la recensión de una inédita Teoría de las Despedidas, además de homenajear a Jorge Luis Borges de guisa lúdica, apela a la falsificación y a la impostura para desacralizar el acto de pensar y recrear el mundo por vía de la palabra firme y reposada de la sobremesa. Ello “como si el plagio pudiera ser también una forma de parodia y, en última instancia, de distanciamiento crítico”. Del juego plurilingüístico se deriva una serie de teoremas expresivos posibles que tienden a la dialogización. La bivocalidad del discurso ensayístico estriba en la mixtura de las voces y los propósitos críticos tanto del pensador que habla en el manuscrito imaginario como del autor que los refracta. Triturado el contrasentido pervertido de la taxonomía y la preceptiva literaria, queda un dejo de desengaño al abordar un juicio final del cual no se saldrá bien librado.
Precisamente, tal afortunado texto sirve de puente que integra las dos partes del libro: Deserciones y Gestos Teóricos. La primera está referida al ajuste de cuentas a la manera del Bosco expulsando serafines y demonios por el culo o, mejor aún, del Borges real y apócrifo en una insomne confrontación (pero siempre el Uno en el Otro). Es evidente la alusión al descuidado Jardín del Malcolm Lowry de Under the Volcano, “porque un jardín abandonado es siempre el resultado de una mentira, de una falsa promesa”. Bien lo dice Baltasar Gracián, sin mentir no decir toda la verdad que es un desangrar del corazón. La batalla personal contra los Dioses convoca al desencanto, pero trae consigo el ejercicio libertario que es ensayar ante la página o el monitor en blanco. Del diccionario sacrílego de Cerceau extraemos una acepción del verbo Comparecer: “es el primer eslabón en la cadena de hechos que llevan a un enigma a convertirse en conocimiento”. Comparece la repulsión religiosa y positiva en el amor a la apostasía que reivindica la vida en el sambódromo de la plaza pública. En tanto que la segunda parte pulveriza las estancias ridículas de la intelectualidad universal, al punto de asimilarla al circo paródico de sombras chinas que espanta tanto al hombre agazapado en las cavernas como al espectador y habitante del museo del siglo XXI que es el Centro Comercial. Aristóteles dice que los tiranos no lo son para preservarse del frío; nuestro amigo Guillermo apunta que “los hombres viven esclavos porque sus amos no saben dudar”. La Política de Ultratumba puede leerse por partida doble: lo que se ata en el cielo se ata en la tierra, esto es que apedrear mujeres adúlteras o estigmatizarlas al rape por colaboracionistas signifique lo mismo, una apología a la intolerancia y al sadomasoquismo a expensas del sufrimiento del Otro; asimismo la vida es la escala por la que se trepa a Paraísos artificiales que despojan a la humanidad de su derecho a disentir y tropezar varias veces con la misma piedra. Esta es una magnífica y placentera oportunidad de atravesar la pradera como los caballos salvajes que han arrojado de sí a los jockeys, esos viles maestros que enturbian la mirada asombrosa con mezquinas gríngolas. Te conozco bacalao, aunque vengas disfrazao...
Valencia de San Simeón el estilita, 23 de octubre de 2007.
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