Wednesday, October 24, 2007

EL SABELOTODO. Guillermo Cerceau


El sabelotodo. Guillermo Cerceau.

Él sabe todas las cosas, es capaz de hablar por horas, sin parar, sobre los temas más recónditos y de avergonzar a los eruditos de todas las culturas con la profundidad de sus conocimientos, pero hoy ha decidido permanecer en silencio, y ni siquiera una petición oficial, del Rey mismo, escrita de su puño y letra, logra persuadirlo de compartir su sabiduría, para frustración e impotencia de quienes vinieron desde muy lejos a escucharlo.

¿Cómo se puede saber todas las cosas? ¿Acaso alguien puede saber, por ejemplo, a qué hora me desperté esta mañana, o de qué color es el gato que se asoma cada noche a mi ventana? Es obvio que hablamos de las cosas que tienen cierta dignidad, como para que ameriten ser estudiadas, cosas de las ciencias y de las letras, hechos famosos, monumentos, guerras o imperios. Es posible que de las cosas simples de mi vida él no sepa nada, de hecho, es muy probable que ni siquiera sepa de mí, de mi pobre existencia, de mis cavilaciones, del mismo hecho de que en este instante estoy pensando en él. No se puede hacer ciencia ni historia de lo cotidiano, mucho menos erigirle monumentos a los insignificantes o entablar guerras por sus intereses.

Él sabe todas las cosas dignas de ser sabidas. Un rey no se hubiera molestado en tomar su noble pluma y escribir un decreto para que se discurra interminablemente sobre hechos vulgares. Corresponde a su dignidad que tanta molestia real esté relacionada con lo que figura en libros o lo que se discute en academias. Es posible que el rey ignore todas estas cosas, pero seguro que sabe distinguirlas de las otras. Extraño misterio este del saber: que podemos distinguir lo que es digno de saberse de lo que no lo es, aun ignorando ambas cosas.

El día está por terminar y nada parece convencer al sabelotodo de que abra su boca y diga lo que sabe. El obispo y el rabino, por una vez de acuerdo, han acudido a reiterar la petición del rey. Hay generales, empresarios, sindicalistas y todos parecen encontrar la misma indiferencia. Alguien sugirió traer personajes más conmovedores, y desfilaron frente al sabelotodo primero niños y monjas y después mendigos y locos, y nada pudo conmover el endurecido corazón del sabio convertido en mudo.

Nunca faltan los suspicaces que comienzan a murmurar que tal vez no lo sabe todo, que a lo mejor se le acabaron las historias (como si el saber perdiera su condición de tal por ser finito), que se trata de un embustero que encantaba con su verbo vacío y que, por comodidad o negligencia, nadie se había percatado. Otros, más benévolos, piensan que el hombre simplemente está cansado o que ya cumplió su misión, y dijo todo lo que tenía que decir.

El hecho es que él sabe todo y decidió no hablar más. Me temo que solo él sabe por qué ha tomado una decisión tan drástica.

TEOREMAS DE LOS ADIOSES Y LOS AJUSTES DE CUENTA


TEOREMAS DE LOS ADIOSES Y LOS AJUSTES DE CUENTA
José Carlos De Nóbrega


Ay, cásate y no te quedes jamona que en el cielo tienen su elefante ahora. Héctor Lavoe, canción “Se acaba este mundo” del álbum The Hustle (1968).

¡Qué tarde es comenzar a vivir en el momento mismo en que es preciso cesar! ¡Qué loco olvido de nuestra condición mortal demorar hasta los cincuenta o sesenta años las resoluciones sensatas, y querer debutar en la vida a la edad en que pocos hombres llegan! Séneca, De la brevedad de la vida.

Nosotros tenemos un apetito por las relecturas de lo vivido, los balances y los estados demostrativos de pérdidas y ganancias. Luego nos consolamos fallidamente en proyectos de vida futura, presupuestos y créditos sobregirados que no soportan los efectos erosivos del tiempo abrazado al despropósito. No nos gusta escuchar voces agoreras que cuestionen y hundan en la desilusión la historia de vida que habíamos diseñado con suma prudencia; el escepticismo nos arranca de raíz respecto al confortable espacio de los discursos autorizados, los dogmas y el exquisito y ciego gregarismo de las escuelas de toda índole. Así lo reconoce la voz poética de Carlos Néjar:

Cerrado por inventario
comprando y vendiendo
al detal de estar viviendo,
comercio del tiempo,
peso mis ambiciones
en la balanza de la muerte
y soy tan extraño a mí mismo
que parezco otro.


La mosca se estrella de improviso en el diáfano cristal del parabrisas. Solamente para que no nos demos cuenta que hemos sido víctimas propiciatorias del discurso del poder. Remedando este pequeño, cotidiano y burocrático infierno, Teoría de las Despedidas de Guillermo Cerceau supone una requisitoria contra los recovecos del pensamiento snob, primario y reptil con el que el poder pretende acorralar y aterrorizar al hombre inmerso en la manada bovina que se apresta a la gran degollina. Los falaces hallazgos teóricos de nuestras academias no son más que el eufemismo sobre el cual echa raíces la tiña del poder: esperpento endogámico y falangista que premia con Doctorados y prebendas la medianía, la estupidez y el fraude. No nos conmueven los cuadros apocalípticos y pavosísimos que nos pintan sus autoridades en tanto mera justificación presupuestaria y rentista, ni mucho menos los alaridos revanchistas de los burócratas de siempre, entorpecidos la lengua y el espíritu en el alcohol barato y las hablillas de los brindis por la cultura. Los eventos que pretenden celebrarla tan sólo constituyen obscenos y decadentes pretextos para el narcisismo y el espaldarazo cómplice y lisonjero. Guillermo lo predica sin medias tintas: “nos quedan dos variedades principales de pensadores: aquellos que no tienen nada que decir, pero esa nada la dicen con gracia, con estilo, y que seguirán siendo leídos porque leer, después de todo, es también un placer, y quienes lentamente, silenciosamente, luchan por construir un pensamiento, un discurso, una palabra que sirva de algo (sin necesariamente estar reñida, esta tarea, con la belleza o la complejidad). El tiempo dirá cual de las dos variantes del acto de pensar prevalece, no porque Cronos se ocupe de este sector parásito del quehacer humano, sino porque su destino está ligado a cosas más trascendentes, como las luchas de los pueblos y las artimañas de los poderes constituidos para frenarlas”. Es oportuna entonces la propuesta del poeta Faver Páez que propicia velar en capilla ardiente a estos crípticos pensadores que han hecho perder el tiempo a más de uno (valga el banquete en la modalidad de la Gastronomía de la Miseria).

El texto que da título al libro es revelador de la pericia ensayística de Guillermo Cerceau: No escatima transparencia en el estilo conversado y crítico ni complejidad estructural y paródica; la recensión de una inédita Teoría de las Despedidas, además de homenajear a Jorge Luis Borges de guisa lúdica, apela a la falsificación y a la impostura para desacralizar el acto de pensar y recrear el mundo por vía de la palabra firme y reposada de la sobremesa. Ello “como si el plagio pudiera ser también una forma de parodia y, en última instancia, de distanciamiento crítico”. Del juego plurilingüístico se deriva una serie de teoremas expresivos posibles que tienden a la dialogización. La bivocalidad del discurso ensayístico estriba en la mixtura de las voces y los propósitos críticos tanto del pensador que habla en el manuscrito imaginario como del autor que los refracta. Triturado el contrasentido pervertido de la taxonomía y la preceptiva literaria, queda un dejo de desengaño al abordar un juicio final del cual no se saldrá bien librado.
Precisamente, tal afortunado texto sirve de puente que integra las dos partes del libro: Deserciones y Gestos Teóricos. La primera está referida al ajuste de cuentas a la manera del Bosco expulsando serafines y demonios por el culo o, mejor aún, del Borges real y apócrifo en una insomne confrontación (pero siempre el Uno en el Otro). Es evidente la alusión al descuidado Jardín del Malcolm Lowry de Under the Volcano, “porque un jardín abandonado es siempre el resultado de una mentira, de una falsa promesa”. Bien lo dice Baltasar Gracián, sin mentir no decir toda la verdad que es un desangrar del corazón. La batalla personal contra los Dioses convoca al desencanto, pero trae consigo el ejercicio libertario que es ensayar ante la página o el monitor en blanco. Del diccionario sacrílego de Cerceau extraemos una acepción del verbo Comparecer: “es el primer eslabón en la cadena de hechos que llevan a un enigma a convertirse en conocimiento”. Comparece la repulsión religiosa y positiva en el amor a la apostasía que reivindica la vida en el sambódromo de la plaza pública. En tanto que la segunda parte pulveriza las estancias ridículas de la intelectualidad universal, al punto de asimilarla al circo paródico de sombras chinas que espanta tanto al hombre agazapado en las cavernas como al espectador y habitante del museo del siglo XXI que es el Centro Comercial. Aristóteles dice que los tiranos no lo son para preservarse del frío; nuestro amigo Guillermo apunta que “los hombres viven esclavos porque sus amos no saben dudar”. La Política de Ultratumba puede leerse por partida doble: lo que se ata en el cielo se ata en la tierra, esto es que apedrear mujeres adúlteras o estigmatizarlas al rape por colaboracionistas signifique lo mismo, una apología a la intolerancia y al sadomasoquismo a expensas del sufrimiento del Otro; asimismo la vida es la escala por la que se trepa a Paraísos artificiales que despojan a la humanidad de su derecho a disentir y tropezar varias veces con la misma piedra. Esta es una magnífica y placentera oportunidad de atravesar la pradera como los caballos salvajes que han arrojado de sí a los jockeys, esos viles maestros que enturbian la mirada asombrosa con mezquinas gríngolas. Te conozco bacalao, aunque vengas disfrazao...

Valencia de San Simeón el estilita, 23 de octubre de 2007.


Sunday, October 21, 2007

BESO DE LENGUA: LA NOVELA ENMANTILLADA POR VENIR


BESO DE LENGUA: LA NOVELA ENMANTILLADA POR VENIR
José Carlos De Nóbrega

Era tal nuestra obsesión que nos bautizaron las pulgas, porque siempre andábamos chupándole las historias a la gente. Richard Montenegro: La Conejera, último cuento del libro “13 fábulas y otros relatos”.

Todavía muchos críticos y lectores desprevenidos aguardan la Parusía de la Novela que nos contenga y explique como nación: esta isla hecha astillas en nuestra precaria memoria. Otros, no menos incautos que aquéllos, negarán la posibilidad del advenimiento del Gran Relato en función de nuestra advenediza y primigenia condición de Capitanía General del Imperio Español. Muy a pesar de la campaña franciscana, villana y urbanística que pretende deconstruir la ciudad –es harto significativo el derrumbe del hotel Excélsior, con su carga de Art Deco, para vindicar el horrendo espejo kitch de la Torre Da Vinci-, la mezquindad de nuestra crítica profesoral y resentida apunta precisamente a los caminos que no han de transitar los lectores. Ha pasado por debajo de la mesa la atenta lectura de algunas notables propuestas que escarnecen el mito de la gran novela venezolana por venir: revisemos, por ejemplo, Círculo Croata de Slavko Zupcic, Parte de Guerra y Los Días Mayores (este último, volumen de cuentos que simula una novela o viceversa) de Orlando Chirinos. En ninguno de los tres casos se halla una fútil y posada sed por la fama y la trascendencia extramuros: el apego a la tierra de confusión que es el país descansa en el asombro y el juego lingüístico, llamada entre líneas a la complicidad y el morbo; los personajes no son arquetipos mohosos ni encarnan valores que salven a la humanidad, por el contrario, son abrasados por un humanismo cotidiano, tierno y poético; la estructura narrativa no copia las imposturas de paradigmas académicos a la moda, va de la mano con los espasmos eléctricos del cuerpo aturdido y ardiente de amor.


Es para mí un placer anclado en la sin razón del corazón, presentar esta fabulosa novela enmantillada que es Beso de Lengua de nuestro amigo Orlando Chirinos. En mi adolescencia -mientras festejaba la lectura de autores como Hermann Hesse, Thomas Mann, Robert Musil y Pancho Massiani (en especial, las novelas de formación o Bildungsroman)-, topé con un precioso y sentido volumen de cuentos titulado Última Luna en la Piel, editado en 1979 por Fundarte. Aún Orlando me debe la dedicatoria de la maravillosa novela En Virtud de los Favores Recibidos, en su primera edición de 1987, la cual sobrevivió el incendio del resto de los ejemplares en el abasto de unos chinos adosados al sol marabino (razón más que suficiente para la reedición cuidadosa que hizo Laura Antillano en el año 2000, para exorcizar el Fin del Mundo). Años después, recibí de Carlos Villaverde el primer y único pago –hasta ahora- por mi escritura: una reseña entusiasta al libro de cuentos Mercurio y otros metales, editado en 1997 por Ediciones Huella de Tinta y Fondo Editorial Predios (el ensayo cobrador de marras se halla en la revista Predios, nº 14, septiembre de 1999). En el año 2005, luego de ver clases con Orlando en el inicio de la Maestría de Literatura Latinoamericana en la UPEL de Maracay, fui sacudido por otra colección de cuentos suyos (que ahora confieso míos y vuestros): Los Días Mayores, libro que habría querido escribir alguna vez, sobre todo Sagrado Vino de los Dioses y Cegato como Homero. Como ven, no hay lugar para la imparcialidad y la ecuanimidad en mi corazón, la literatura de Orlando Chirinos me ha acompañado a lo largo de mi vida como agradecido lector y compulsivo escritor.


Este fervor cómplice no es ajeno al abordar la lectura de Beso de Lengua, novela que para y por la gracia de la Editorial Planeta forma parte de su amplio y diverso catálogo (allá otra empresa –cuyo nombre no vamos a mencionar- que extravió tal fortuna a merced de la estrechez mental y su nomenclatura políticamente correcta de Centro Comercial). Los setenta capítulos de la novela son los discos de 45 rpm que nos conmueven a la beira u orilla de las cervezas, los tragos y las candorosas ficheras en el botiquín. El corpus está transido y estremecido por la saudade que destila la musicalidad polifónica del bolero, el tango y por qué no el fado que se mimetizan en el ejercicio de la palabra poética cantada y bien dicha, sin concesiones a esa hondonada abisal y absurda que separa lo culto de lo popular: “Ahí se nos hizo e’noche. Yo insistí con lo de los tragos y quise animalo parándome pa’poné unos tangos, pero él me dijo na’ de tangos ni de na’, ya se hizo e’noche y estas calles quedan muy solas. Mejor vámonos” (Sin tangos, por favor). La oralidad del concierto variopinto de la calle no necesita de mayor comento, habla por sí misma y ennoblece el discurso literario como tal.


Beso de Lengua constituye una apología festiva a la literatura misma: la parodia del discurso literario se pasea con impunidad entre la angustia de las influencias –trabajada con pulso firme y despiadado por Harold Bloom- y la falsificación que raya en las innumerables lecturas de los clásicos. Bordea el plagio con el mero fin de celebrar la lectura amorosa y cómplice. Por ejemplo, Sancho Panza no sale del limbo al que el ejercicio novelístico lo ha condenado lúdicamente: va del Cándido de Voltaire al Decamerón de Boccaccio inundado de historias que tejen una red ebria y placentera. Valga este sentimental intermezzo: “-¿Tú te has puesto a pensar quién teje las redes? Cada vida, cada historia se va bifurcando y una persona te conduce a otra u otras, y cada una de éstas, a su vez, te remite a otra y así sucesivamente. Algunas se miran entre sí o varias de ellas miran a una y la van armando. Como un juego de espejos ¿verdad?” No hay otra: las voces de nuestros autores amados se apiñan en el imaginario, si bien nos angustia el efecto de repetir versos y líneas formidables proferidos por los textos paternos, no es un contrasentido que los hijos registren y custodien las metamorfosis que del origen se derivan para enriquecer lo que se escribe a la luz del presente.


El novelista -¿el narrador omnisciente, el autor espúreo, y/o el director?- denuncia a Don Miguel de Cervantes el extravío de Sancho, quien cual Rey de la Puntualidad lo somete al escarnio de la espera incómoda y húmeda de la página en blanco: “Sé de autores, obras y personajes que se ahogaron en ese océano pese a las buenas intenciones de los primeros, la perfecta estructura de las segundas y la inocencia, la buena fe de los terceros, que al fin y al cabo están condenados, (los personajes) como los del Infierno de Alighieri, a ser lo que son, por los siglos de los siglos amén. Sostengo que ellos son los que portan sobre sus hombros la mayor carga. Son, y me disculpa la expresión: los pagapeos”. Sin embargo, la sátira no sólo conduce a la risa compasiva que falla en consolar al autor preocupado por la página perfecta o la colocación de una escurridiza y perturbadora coma; el lector se encontrará con un cuadro abigarrado de personajes hermosísimos y conmovedores, recreados a la sombra de la nostalgia, la desilusión y el amor en sus implicaciones más caras y viscerales. Apelar al discurso fotográfico no descansa en la parafernalia del discurso transgenérico, cuando no se tiene nada lindo que decir; por el contrario, como bien lo exponía con crudeza la cámara de Lissette Model, se trata de golpear el estómago inmisericordemente, sin concesiones a los discursos autorizados y a la estandarización de la belleza: “-¿De qué sarcófago sacaste ésta? ¡Madre mía! Este es el cafetín del galleguito Castro. Cada quien cogió su camino ¿no? Lo que más me impresiona es la cara de felicidad que la mayoría tiene. Bueno... a esa edad la felicidad es fácil, no cuesta casi nada, te empeñas en almacenar esperanzas ¡hazme tú el favor!” Es admirable no sólo la ternura polifónica de la novela, en el carnaval del habla que es el mercado periférico, sino la transición que va del texto de formación al hondo canto de una contemplación aferrada a la madurez de aquél que ama y celebra la vida, eso sí en el esplendor y la miseria. Por lo tanto, no es casual que su lectura me retrotraiga filmes que te hagan balbucear del asombro: Fresas Salvajes de Ingmar Bergman o, mejor aún, Vivir y Los Sueños de Akira Kurosawa. Por otra parte, la novela provoca erecciones de campeonato, orgasmos titánicos que estremecen hasta la cartilaginosa consistencia del alma: el agradecimiento no escatima el entusiasmo patente en la pelusilla eléctrica que acaricia la espina dorsal mientras le hacemos el amor a una bellísima puta acodada en la ventana, con la ciudad a su merced.


Sin duda, el lector tendrá la sartén por el mango en el puente que le tiende la implacable poesía de este Beso de Lengua, inequívocamente carnal y voluptuoso. No está de más un prudente consejo: Maneje con precaución: lenguas en la vía.


Valencia de San Simeón el estilita, 20 de octubre de 2007.


Tuesday, October 16, 2007

TEÓFILO. José Joaquín Burgos


Indocencias
Teófilo
José Joaquín Burgos


De feria anduvimos. Feria Internacional del Libro de Venezuela, que bien puede llamarse así, porque ahora en nuestro país el gobierno edita en proporciones jamás experimentadas y ésta, si así puede decirse, rompiendo élites para llegar a todos los estratos. Ediciones bien cuidadas, atractivas, dignas del autor, de los lectores, del editor y del país. Y, sobre todo, económicas, muy económicas. Esta Filven fue, realmente, regocijante.


Además de la tradicional expoventa, hubo un vasto programa de recitales, conferencias, foros y encuentros. Concebido, hasta donde me sea posible decirlo, no para un grupo sino para toda la población. Filven, como debe serlo cualquier otra feria de materia intelectual, no es gobiernera ni escuálida: es un encuentro de valores que están por encima de pequeñeces grupales o de intereses manejados por los grandes medios del poder mediático internacional. Y eso es grato decirlo.


En fraternal reunión con los poetas Oswaldo González, Jon Jairo Ballesteros, Luis Alberto Angulo, José Carlos De Nóbrega, y dos bellísimas muchachas también poetas; reunión continuada después con Richard Montenegro; Zayda, Andrés y Guillermo Cerceau, Lenín Sánchez, Nora Guédez y otros amigos, surgió el recuerdo de Teófilo Tortolero, fabuloso poeta universal nativo de Nirgua y forjado aquí en Valencia.


Pensamos, y así se lo proponemos al Gobierno de Carabobo, que es justo (y necesario, como se dice en la misa) crear un premio en homenaje suyo, quien bien lo merece.


No significará esto echarle olvido a Vicente Gerbasi, Daría Clemencia Camarán (nativa también de Nirgua), Pedro Francisco Lizardo, Eduardo Herrera, Luis Eduardo Chávez, Manuel Alcázar y tantos otros, sino reconocer la universalidad de este escritor graduado de abogado en la UC y de poeta en la vida valenciana; un poeta que, así lo creemos, perdurará en el tiempo como los que realmente han sentido y sienten arder en su vida la llama del tón poiéos, Teófilo Tortolero es una referencia que deben conocer y estudiar las generaciones, en fin presentes y futuras.


FILVEN tuvo resonancia popular. Dentro de pocos días, será FILUC-2007.

En Valencia, gracias a Dios, siempre suceden cosas hermosas.

LA BELLÍSIMA MARISOL ENTREVISTA A NUESTRO ALTO PANA ORLANDO CHIRINOS



Orlando Chirinos presentará "Beso de Lengua" en la Filuc
El escritor pone y la novela dispone

Marisol Pradas

Foto de Edsaú Olivares

Orlando Chirinos presentará el próximo sábado 20, a las 4 y 30 de la tarde en el marco de la 8va. Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo su novela "Beso de Lengua", bajo el sello de la editorial Planeta.

- Voy a remontarme a siete años atrás: En el año 2000 tuve la oportunidad de ir, con dos escritores venezolanos, Ana Teresa Torres y Wilfredo Machado, a la Universidad de Salamanca. Recuerdo que estaba la profesora Judit Gerendas, veníamos bajando unas escaleras juntos, y me preguntó qué estaba haciendo en esos momentos. Le dije que escribía una novela sobre un viejo tópico, la confrontación del bien y el mal, Caín y Abel. De esa idea original quedó el nombre de uno de los personajes, Abel. En el camino la novela se fue haciendo.

Empecé a escribir "Beso de Lengua" en Salamanca a finales de noviembre, con mucho frío. Eran las 8 de la mañana y todo estaba muy oscuro, con un bolígrafo que tenía y unos papeles a la mano. El comienzo ya se había ido madurando, con un requerimiento, con una pregunta a uno de los personajes, que se llama "El Flaco". Escribí como 3 cuartillas, regresé a Venezuela y al tiempo arranqué a escribir la novela en forma. La terminé en septiembre del 2003 en mi casa de La Entrada.

¿Cómo logró publicar con la editorial Planeta?
La novela nació casi simultáneamente con el título, "Beso de Lengua", me enamoré de él. Escribí un capitulo, entre comillas, si es que se le puede llamar así , porque son, los capítulos, como módulos, mas bien. Hay algunos muy cortos, de media cuartilla, una cuartilla, cuartilla y media. Llevé la novela a una editorial, que no voy a nombrar, y la aprobaron muy rápido, pero, cuando fui a firmar el contrato, decía entre paréntesis "titulo tentativo". Les dije que eso no era así, que era definitivo y no lo iba a cambiar. Retiré mi novela y se la propuse a Planeta; la aceptaron y ya pronto va a ver la luz.

Ya no es la lucha entre el bien y el mal... ¿de qué trata la novela?
Esa novela empieza con un epígrafe y está dividida en dos partes. La primera se llama "Háblame de ellas" y la última parte es un verso de un bolero de Wello Rivas, "Cenizas". El espíritu de esta novela está en los tres epígrafes, sobre todo, en los versos de un poeta colombiano, Miguel Méndez Camacho, y uno de sus poemas "Kampeones" que dice, entre otros versos: "una fotografía de treinta años atrás/donde estamos posando sudorosos/después de la victoria./Todos tenemos un aire de grandeza/que hemos ido gastando..." Me conmovió mucho. No sé si ya había pensado o estaba dentro madurándose la idea, de esa época encantadora, que se queda con uno para siempre, de los estudios de secundaria. Cuando uno se pregunta por los compañeros, por cuantos de ellos llegaron a sus sueños.

El segundo epígrafe es de Luz Marina Rivas de un trabajo suyo titulado "La novela intrahistórica: tres miradas femeninas de la historia venezolana" donde dice: "La nueva historia o el nuevo historicismo, en cambio, se interesa por la historia total. Todo es historisable. La infancia, la locura, el clima, los gustos, el inconsciente, la construcción de la femineidad, la vida privada, el habla, el silencio. Parte de la idea de que la cultura es el fundamento de la vida social".

Es decir, todo puede ser novelable o novelado. Las cosas más ínfimas, cotidianas, comunes hasta lo grandioso, lo trascendente. Ese es el segundo pilar de la novela.

La tercera, como no había que ponerse tan trágico y tan dramático, pues la vida tiene un anverso y un reverso, tomé unos versos del tango de Enrique Santos Discepolo "Qué bachaché" que dice: "Qué culpa tengo si has tomado la vida en serio". A mí me causó mucha risa y me dije que era verdad, por qué hay que dramatizar todo. ¿Por qué tiene que tener un sentido trágico la vida, que sin duda lo tiene? ¿Por qué hay que dramatizar todo? ¿Por qué quedarse anclado en el drama, la tragedia, el dolor?

¿Hay algo de nostálgico en sus cuentos y novelas, que se reitera?
Sí y en esta novela también. Pero yo no quise quedarme anclado en la nostalgia y por ello la letra del tango de Discepolo.

¿Por qué la necesidad de romper con ese sentimiento?
No es que este descubriendo el agua tibia, pero a mi me encantan los cuentos Decamaron de Boccaccio porque en medio de los relatos dolorosos siempre hay paso a la risa, a la alegría.

¿Tiene la novela en ese sentido un personaje que celebre vida?
Sí, un personaje muy festivo, que a mi me enamora, que se llama la negra Irima. En los momentos más apremiantes, de mayor sufrimiento, siempre tiene una salida jocosa.

¿Su inspiración nació de alguna persona real, familiar o espíritu?
Quizás si. Pero llega un momento en que uno no sabe dónde empieza la realidad y dónde termina la ficción, y viceversa.

Me pasó algo curioso con esta novela. Me obsesionó, en el sentido literal. Salía de dar clases y estaba desesperado por llegar a la casa, a sentarme a escribir. Y todo giraba alrededor de la novela. Recuerdo una vez, hace muchos años, que Vargas Llosa dijo " a mi la literatura me organiza la vida". En ese momento me dije para mi lo primero es la vida, la familia. Eso lo entendí con esta novela. Por supuesto para mi lo primero sigue siendo lo cotidiano, el compartir, el viajar, pero esta novela me agarró por el cuello y me sentó. Vivía pensando en los personajes. Me despertaba en la madrugada pensando en ellos y en la salida que les iba a dar.
Sospecho que esta novela tiene mucho de erótico...

Sí... ¿lo dices por el título?...
Lo digo porque todos sus relatos tienen intensidad erótica...
Hay un capitulo que da titulo a la novela, de un poema de Armando Rojas Guardia. La novela no es política, de militancia política, quiero decir. Como dice el dicho popular "Uno pone y Dios dispone". Aquí uno pone y la novela dispone. La novela hace lo que le da la gana. Hay una pareja en esa novela, dirigentes políticos. Ella se va a otro lugar , conoce a otro joven y pasa lo que tiene que pasar. Le roban 24 horas al compromiso político, se van a una playa. Yo tenía ese prurito moral de decir que ella no se podía empatar con otro porque tenía novio. Es en todo ese encuentro del modulo de la novela donde hay mucha eroticidad.

Nacido en Maracaibo, Edo. Zulia, Orlando Chirinos está ligado también, por razones de afecto, a Falcón, Guárico y Carabobo. Hasta ahora es autor de 9 libros de narrativa, entre ellos: Ultima luna en la piel, (1979), En virtud de los favores recibidos, (1987), Adiós gente del Sur, (1991), Parte de Guerra, (1998), y Los días mayores, (2005). Algunos de sus trabajos han sido publicados en antologías dentro y fuera del país: 35 Cuentistas Contemporáneos Venezolanos (Yugoslavia, 1985); Anthologie de la nouvelle Latino-Americaine (Francia, 1991) y Narrativa Venezolana Attuale (Roma, 1995). Sus colaboraciones han aparecido en algunos órganos nacionales y foráneos: El Nacional, El Carabobeño, las revistas Nacional de Cultura, Imagen, El cuento, México y Casa de Las Américas, La Habana. Fue columnista de El Diario de Caracas. Forma parte del comité de redacción de Zona Tórrida. Ha recibido algunos reconocimientos literarios entre otros: el Concurso Anual de Cuentos del diario El Nacional, 1983; Premio Municipal de Literatura, Mención Narrativa, del Concejo Municipal del Distrito Federal, Caracas 1984 y 1997; Concurso de Cuentos "Juan Rulfo", (París, 1987), finalista. Invitado de la Cátedra "José Antonio Ramos Sucre", Universidad de Salamanca (España, 2000 y 2006), ha sido también coordinador de algunos talleres literarios y profesor de postgrado en la Universidad de Carabobo, en la Universidad de los Andes, Núcleo "Rafael Rangel" del Edo. Trujillo y en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Maracay, Edo. Aragua. En la actualidad se desempeña como profesor ordinario en pregrado en el departamento de Lengua y Literatura de la Facultad de Ciencias de la Educación de la UC y como miembro de la Comisión del Postgrado en Literatura Venezolana de la misma.

INVITACIÓN A VIII FILUC 2007


Estimados Amigos: Les invitamos, a nombre del Grupo de Incursiones Culturales y Científicas Li Po, a los siguientes eventos en el marco de la VIII Edición de la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo (FILUC), el cual se llevará a cabo en el Centro Comercial Cristal de Naguanagua, justo detrás del Centro Comercial La Granja, entre el 20 y el 28 de octubre de 2007:

Sábado 20 de octubre de 2007: Presentación de la novela "Beso de Lengua" del escritor Orlando Chirinos, a cargo de Laura Antillano y José Carlos De Nóbrega. Salón Macondo, 4:30 pm.

Martes 23 de octubre de 2007: Conferencia de Guillermo Cerceau titulada "La Mirada de la Crueldad, una exploración de la sensibilidad frente a la representación gráfica". Salón Macondo, 4 pm. Moderadora: Lyerka Bonanno.

Martes 23 de octubre de 2007: Presentación de los libros "El Elefante Muere" y "Teoría de las Despedidas" de Guillermo Cerceau, a cargo de José Carlos De Nóbrega y José Joaquín Burgos. Salón Macondo, 5 pm. Moderadora: Lyerka Bonanno.

Además, se les notifica que los sábados de noviembre (incluyendo el 1° de diciembre) reiniciamos nuestras actividades en la sede de Librerías del Sur, 10:30 am. Esta vez tendremos el Ciclo de Charlas NOVIEMBRE ALUCINANTE 2007, pretexto afortunado y placentero para conversar sobre autores como Tolkien, Ray Bradbury, Ítalo Calvino, Bruno Shulz e Isaac Asimov.

Sin más, vuestro pana agradecido José Carlos De Nóbrega.

Wednesday, October 10, 2007

LÍNEAS AGRADECIDAS A III FILVEN 2007


Nos llena de satisfacción, sazonada por el placer y la solidaridad, la realización exitosa de nuestra III Feria Internacional del Libro de Venezuela 2007. Agradezco al equipo con el que nos tocó en gracia compartir afortunadas vivencias durante cinco días: el pulso firme de Freddy Rojas en la configuración del ágape; la incansable y asertiva presencia de Chemir Colina en pasillos y pabellones muy invadidos por su ternura; la belleza y la consecuente diligencia de Roxelys y la china Claudia; el apoyo imprescindible de Antoinette Antypas, comunitaria como siempre; la bondad sin par de José Félix Peraza al frente del museo de la palabra que es hoy la Biblioteca Feo La Cruz (su personal bregó sin pausa ni quejas en el espíritu de una bullente colmena) ; el refrescante aliento que nos transmitió Marielsa Rodríguez, acompañada del entusiasmo y la bella sonrisa de su nieta; el humor afrocaribeño de José Manuel; la solidaridad y el empeño impecables de Niddy Calderón en la organización y el acompañamiento de la programación literaria y cultural. En especial, confesamos nuestra deuda a los escritores y artistas que acudieron al llamado de esta fiesta del libro (en tanto ponentes y fieles espectadores, intercambio sabroso de roles que nos honra y enorgullece). Valgan mil bendiciones a aquellos que me acompañaron en mi primera experiencia como editor: los autores Richard Montenegro, Norys Nicoliello y José Guillén, amén de mi amadísima Anaís Silva en la diagramación y Héctor Villagómez en la hechura de los tres encantadores libritos. Nos vemos pronto: GRACIAS TOTALES. El hormigueo nervioso de la emoción me impide seguir. Sin más, vuestro amigo que los quiere

José Carlos De Nóbrega

Monday, October 01, 2007

LA PASIÓN SEGÚN SERGIO RAMÍREZ



LA PASIÓN SEGÚN SERGIO RAMÍREZ
Aproximación cómplice a la novela Castigo Divino
José Carlos De Nóbrega

El mal que nos hiciste, ¡oh maestro!
Porque en tus filosofías de culebra
guindadas de unas ramas nos dejaste tus mudas
que vistieron después los papanatas.


“A Don Rubén Darío” de Manolo Cuadra.

A Don Abelardo Cuadra y José Francisco Jiménez

A Sergio Ramírez lo he leído a raíz de mi vinculación con la figura de Don Abelardo Cuadra (1904-1993), papá de mi amigo el Doctor Víctor Cuadra Elmer. Asumo el atrevimiento de afirmar que Sergio y yo compartimos la admiración por este Legionario del Caribe, personaje que pasa inadvertido en la Historia Contemporánea de Nicaragua. Publiqué en mi blog (http://salmoscompulsivos.blogspot.com) una breve semblanza sobre su vida afincada en la única conversación que sostuve con él y en sus memorias –pasadas en limpio y editadas por Sergio bajo el sello de la Editorial Universitaria Centroamericana- que se titulaban Hombre del Caribe (1979, segunda edición). No puedo negar la incidencia de mi entusiasmo adolescente por el proceso revolucionario sandinista en sus inicios. Ni mucho menos obviar la versión televisiva de la novela Castigo Divino, llevada a cabo por RTI de Colombia, bajo la dirección de Jorge Alí Triana y el guión de Carlos José Reyes. Don Abelardo, si bien perteneció a la Guardia Nacional somocista y levantó el informe sobre la muerte de Sandino (leamos esta dramática y sentida confesión: “Total: catorce asesinos y conmigo quince”, luego de inventariar a los que planearon y ejecutaron tan cobarde y repudiable asesinato), se le rebeló a Tacho Somoza ganando la prisión perpetua; sólo que escapó a pie hacia Costa Rica para iniciar la Jodisea –como el viejo nos decía- que le metió de lleno en el combate a las dictaduras que estigmatizaban una buena parte de Centroamérica. Finalmente, se detuvo en Venezuela donde –con algunas intermitencias- dio descanso a su brazo guerrero, encapillado y refugiado en los Altos Mirandinos. Quizá Alejandro Rossi pueda explicar mejor la índole de nuestra mutua veneración por quien era apodado Sangre’mula: “Más aún, con el tiempo he logrado una auténtica repugnancia por las grandes figuras, por los héroes culturales; desde hace muchísimos años mis lecturas se nutren de epígonos, de confortables personajes secundarios cuya luz es un reflejo de los grandes astros. Encuentro en ellos más claridad, más orden, menos impertinencia. No extrapolan, carecen de visiones totalitarias, los puedo abandonar sin resentimientos”. La vida de Abelardo Cuadra está cargada de profunda humanidad, se nos antoja más cercana a la poesía de las novelas de Conrad o London, o a la épica desmitologizada patente en la poesía de Pablo Antonio Cuadra: “Así nació, así acogimos el metro largo, medido con cansancios de llano, con respiraciones de jornadas –algo como el metro de los salmos bíblicos, poesía de un pueblo en peregrinación”. La enjundiosa y vivaz conversación de Don Abelardo va de la mano con la poesía conversacional y del decir practicada por Ernesto Cardenal, más allá de la hiperbólica puesta en escena de las escuelas historiográficas y literarias.

Nos llama la atención que Sergio Ramírez prescindiera del testimonio de Abelardo Cuadra respecto a la polifónica disposición narrativa de la novela Castigo Divino. Como se sabe, la obra está basada en el asesinato múltiple por envenenamiento atribuido al abogado guatemalteco Oliverio Castañeda, acaecido en la ciudad de León (Nicaragua) a principios de los años treinta. En sus memorias, Don Abelardo nos cuenta que compartió la prisión en la XXI de León con Castañeda, hasta el extremo de soñar con él en el mismo instante de que la Guardia Nacional le aplicara la trapera ley de fuga: “Se sentó en el borde de la cama, y me dijo en tono misterioso: ‘Ahora te voy a revelar mi secreto’. En el sueño, yo estaba boca arriba leyendo un libro, y para decirme el secreto se me fue acercando hasta pegar su cara a la mía, pero yo lo rechacé con repugnancia. ‘No te me pegués tanto’, le dije. En ese instante descubrí que tenía el rostro ensangrentado, y que en sus ojos había una lumbre extraña”. Sin embargo, la novela no sólo constituye un puzzle de este caso real, sino la proposición de un ars novelística enclavada en el abordaje problematizador y crítico de la realidad: se deshacen las fronteras de género por vía de la parodia del discurso literario y la estructuración a la manera de un pastiche; la poesía se infiltra en el juego polifónico que raya en la heteronimia; el tono aparenta realismo, pues al fragmentar el hilo lineal y la perspectiva de la narración, la incertidumbre se enseñorea del lector apuntando a la relativización del juicio moral y estético.

Coincidimos con Carlos Fuentes, Ernesto Cardenal y Tomás Eloy Martínez en la pericia narrativa de Sergio Ramírez relativa al enhebramiento de discursos genéricos dispares: el lenguaje legal de voluminosos expedientes que reposan en esas instituciones aterradoras que son los tribunales; el remedo decadente del modernismo dariano; el efectismo periodístico de provincias; el discurso epistolar pleno de cursilería e, incluso, el morbo pegajoso y prevaricador de la chismografía callejera. La carnavalización del caso Castañeda en la novela, recurre al personaje masa típico de la dramaturgia de Lope de Vega: El pueblo erige tribunales paralelos, siendo la mesa maldita su Corte Suprema y su Jurisprudencia. Incluso se inmiscuye la voz misma del autor, impunemente, violando la preceptiva literaria y lo políticamente correcto: “Esos documentos (la libreta de la Casa Squibb en la que el Doctor Salmerón llevaba el expediente paralelo) no habían llegado a mis manos para las fechas de nuestras pláticas del año 1964 (el autor se refiere al juez de la causa, Mariano Fiallos, prologuista de su primer libro de cuentos), pues solamente los obtuve en 1981”. El autor logra la misión divina de infiltrar y despedazar el enfoque realista por dentro. No repara en utilizar a personas reales, ajenas o no a su entorno afectivo, para dibujar una figura en el tapiz que no sea de fácil acceso al lector. Nos recuerda con facilidad el film Rashomon de Akira Kurosawa, pues hay un registro de las diversas versiones del hecho que tan sólo conducen a la amargura que causa la precariedad del hombre en su desolación y desarraigo. La Pasión Nicaragüense de Oliverio Castañeda, pan y circo de los habitantes de León, oculta la mano criminal de Anastasio Somoza que en 1936 se haría del poder en Nicaragua. Al contrario de la novela ¿Te dio miedo la sangre?, editada por Monte Ávila Editores en 1977, o en cuentos como De la afición a las bestias de silla, donde la figura del dictador se muestra y fractura en el ejercicio omnímodo del poder a través de un sentido crítico y terrorista del humor, en Castigo Divino se oculta tras bastidores en la persistencia de una actitud de acecho predatorio; las sombras chinescas atravesarán las puertas a pesar de las contras, los ensalmes y el sacrificio de la víctima propiciatoria que fue Castañeda. He allí el poder de seducción de las historias o versiones del hecho que distraigan la abulia y el miedo de la comunidad, el oprobio de la lucha por la subsistencia en un país latinoamericano atrasado. Abelardo nos lo revela en el castillo feudal que es el presidio: “los prisioneros escuchaban las narraciones heroicas que hacían los más ilustrados, que entre la común admiración cumplían su papel de juglares: Carlomagno entraba en guerra con Herodes por la matanza de los inocentes, pero sucumbía al fin Carlomagno en una batalla, y morían con él los doce pares de Francia; continuaba la guerra Alejandro Magno, su hijo, que se enamora de Cleopatra y desafiaba a Nerón, e iban apareciendo todos los personajes de El Mártir del Gólgota, hasta terminar con la muerte de Cristo en Roma”. La desfiguración de la realidad a punta de chismes, rumores y pistas falsas enriquece su abordaje multifactorial: la comedia de tenor estafador deviene en tragedia movida por el discurso de poder que legitima la vía dolorosa de Oliverio Castañeda y los Contreras.

Retomando la novela objeto de esta crónica, llama poderosamente la atención que la polifonía asuma las múltiples caras de la heteronimia: la mayoría de los involucrados escribe poesía. El reo, el juez, el secretario y los cronistas del proceso se debaten en un certamen declamatorio y floral; en la tradición de las disputas entre poetas, tales como Quevedo y Góngora. Así lo reconoce Manolo Cuadra, hermano de Don Abelardo: “Poetas, poetas, repite el pregón... en los papeles requisados al reo en sus baúles se han hallado poesías de factura romántica. Escribe poesías, de talante vanguardista, Alí Vanegas, secretario judicial; nos las ha leído y nos informa que dará pronto a luz un libro. Su padre, Juan de Dios Vanegas, quien se prepara a asumir la acusación frente al reo, según es el decir, pulsa también el estro, heredero de la corriente modernista que hizo de León su plaza fuerte... Y Mariano Fiallos, juez de la causa, poeta”. Más que panorama velado de la poesía en la Nicaragua de entonces, los heterónimos reales versifican anticipando la tragedia nacional que se hará patente más temprano que tarde con el asesinato de Sandino y el establecimiento del reinado negro de los Somoza. Es el Evangelio Apócrifo o transfiguración ficcional que se escribe a varias manos para preconizar el Pacto o la Alianza del Pueblo en pos de su redención, pese a la tortura, la dispersión y la degollina del rebaño.

Manolo hace su reclamo al modernismo cosmopolita vindicando la poesía exteriorista:

Y ahora, ¿quién no sabe
que tus ninfas de dedos satinados
gastan unas manos puercas
de cigarrillos y volantes,
y que mejor que tus pájaros exóticos
vuelan nuestros zopilotes nacionales
y que a tu luna veneciana
le da luz nuestro sol?.


La dosis de humor aparejada a la crueldad se evidencia en la parodia del discurso literario que es la polémica médico-farmacológica entre los doctores Darbishire y Salmerón, maestro y discípulo respectivamente, en la explicación de las muertes de la esposa de Castañeda , Matilde y Don Carmen Contreras. Nombres tales como Théophile Gautier, G. Grass, Mallarmé, William Styron, son cómplices de la intoxicación de la ciudad en especulaciones sobre la idiosincracia refractaria y otros tópicos inútiles en la develación del misterio. Más bien su discurso académico y enrevesado nos ha pringado al revolver la mierda del bacín. En este caso, simular la voz del otro –o falsificarla- significa la detentación del poder a través del uso de máscaras amistosas que ocultan la hostilidad. Nos dice Elías Canetti en Masa y Poder: “La tensión entre la rigidez de la apariencia y el misterio tras ella puede alcanzar una dimensión monstruosa. Ella es la razón propiamente dicha de lo amenazante de la máscara. ‘Yo soy exactamente lo que ves –dice la máscara- y todo lo que temes detrás’. Fascina y al mismo tiempo impone una distancia”. Del mismo modo, las teorías conspirativas son un recurso que permite desviar la atención del debate de temas trascendentales en la transformación de la sociedad. A tal respecto, Sergio Ramírez en el prólogo de Hombre del Caribe, nos lo aclara definitivamente: “La ingenuidad, o la perversidad del esquema, se demuestra con su rápido fracaso, al articularse la Guardia Nacional como base primera del poder personal de Somoza, que una vez avasallados los restos de las instituciones civiles empieza a reacomodarlas, creando para los dos partidos políticos tradicionales la alternativa única de plegarse a ese esquema cuya efectividad proviene nada menos que de la intervención norteamericana misma y es prolongación de la intervención”.

La frase final de la novela (“Que el novelista no se olvide de ponerle ese cierre a su libro. Si con Rosalío empezó, justo es que con Rosalío termine”) alude a la serpiente que se muerde la cola, a la configuración cíclica de la obra. Se homenajea a Cien Años de Soledad del Gabo, se la reconoce como hito de la novelística hispanoamericana, pero plantea el fin de un ciclo y el inicio de otro mucho más contingente aún por construir. No en balde Don Abelardo Cuadra se nos emparenta con el coronel Aureliano Buendía, héroe ignorado de las mil batallas perdidas: cambió los honores burocráticos por la elaboración ad infinitum de pescaditos de oro. Abelardo Cuadra ejerció, en los tiempos libres que le dejaba su “jodisea”, la pintura de brocha gorda, el entrenamiento de pugilistas y la tan mal pagada docencia. Sin duda utilizó el lápiz como bien manda la Biblia: escribió páginas plenas de vida, con sus virtudes y defectos, y corrigió los errores restregando el borrador rojo contra su dialéctica y poética superficie. Me hago acompañar por la voz de Sergio, treinta años antes: “Una vida, en fin, intensa y contradictoria y llena de esperanzas pendientes, de sueños incumplidos y de viejos recuerdos torturantes. La vida de un hombre del caribe que no desespera de ganar aún su primera batalla”.


Valencia de San Desiderio, 1º de octubre de 2007.


SALUD A NUESTRO AMIGO SERGIO RAMÍREZ.