ALGUNAS VERSIONES EN ESPAÑOL DE LÊDO IVO
[La Tierra Allende, antología poética 1944-2005. Ediciones del Azar, Chihuahua, México, 2005, 109 páginas. Tomado de http://fundacionverdebiche.blogspot.com/2012/12/poemas-de-ledo-ivo.html]
NOTA: EN ESTA ANTOLOGÍA BILINGÜE PUBLICARON UNA VERSIÓN MÍA EN CASTELLANO DE SIETE POEMAS DE IVO, POSIBLEMENTE TOMADA DE LA REVISTA "LA TUNA DE ORO", VALENCIA - VENEZUELA, UNIVERSIDAD DE CARABOBO, O DE ESTE U OTRO BLOG. POR SUPUESTO, AGRADECEMOS DICHA INCLUSIÓN QUE NOS VINCULA CON POETAS Y TRADUCTORES INTERNACIONALES. J.C.De N.
LOS MURCIÉLAGOS
Versión de José Emilio Pacheco
En la cornisa de la aduana se ocultan los murciélagos.
Pero ¿dónde se esconden los hombres
que vuelan en tinieblas toda su vida y se estrellan
en la blancas paredes del amor?
La casa de nuestro padre estaba llena de murciélagos:
Candelabros pendientes de las vigas, sostén
del techo amenazado por la lluvias.
“Estos hijos nos sorben la sangre”, se quejaba mi padre.
¿Quién lanzará la primera piedra contra este mamífero
que, como el hombre, se alimenta de la sangre
(¡hermano! hermano!) y exige, comunitario,
aun en tinieblas el sudor de su prójimo?
En la aureola de un seno joven como la noche
se esconde el hombre, guarda su amor,
como si fuera oro, en su almohada
o a la luz de un farol. El murciélago duerme como péndulo
y guarda nada más el día ofendido.
A mis ochos hermanos y a mí nos legó nuestro padre
su casa en la que por la noche
caía la lluvia entre las tejas rotas.
Pagamos la hipoteca y conservamos los murciélagos.
Ahora se debaten en nuestros muros,
ciegos como nosotros.
LOS POBRES EN LA CENTRAL DE AUTOBUSES
Versión: Margarito Cuellar
Los pobre viajan, en la central de autobuses
levantan los cuellos, como gansos para mirar
los letreros del autobús. Sus miradas
son de quien teme perder alguna cosa:
la valija que guarda un radio de pilas y una chaqueta
que tiene el color del frío en un día sin sueños,
el sándwich de mortadela en el fondo de la bolsa,
el sol del suburbio y polvo más allá de los viaductos.
Entre el rumor de los altoparlantes y el acelerar del autobús
temen perder su propio viaje
oculto en la niebla de los horarios.
Los que dormitan en los asientos despiertan asustados,
aunque las pesadillas sean privilegio
de los que abastecen los oídos y el tedio de los psicoanalistas
en consultorios asépticos como el algodón que tapa la nariz de los muertos.
En las filas los pobres asumen un aire grave
que une temor, impaciencia y sumisión.
¡Qué grotescos los pobres! ¡Y cómo sus olores
Incomodan la noción de la conveniencias, no saben comportarse.
El dedo sucio de nicotina restriega el ojo irritado
que del sueño retuvo apenas la legaña.
Del seno caído y dilatado escurre un hilillo de leche
hacia la pequeña boca habituada al llanto.
En la plataforma van y vienen, corren, aseguran maletas y paquetes,
hacen preguntas inconvenientes en las ventanillas, susurran palabras misteriosas
y contemplan las portadas de las revistas con el aire de espanto
de quien no sabe el camino del salón de la vida.
¿Por qué ese ir y venir? Y esas ropas extravagantes,
esos amarillos de aceite de palmera que duelen a la vista delicada
del viajante obligado a soportar tantos olores incómodos.
¿Y esos rojos contundentes de feria y parque de diversiones?
Los pobres no saben viajar ni vestirse.
Tampoco saben vivir: no tienen noción del bienestar
aunque algunos poseen hasta televisión.
La verdad es que los pobres no saben ni morir.
(Tienen casi siempre una muerte fea y poco elegante).
En cualquier lugar del mundo incomodan,
… viajeros inoportunos que ocupan nuestros lugares aunque viajemos sentados y …
ellos de pie.
ASILO DE SANTA LEOPOLDINA
Traducción de Stefan Baciu y Jorge Lobillo
Todos los días vuelvo a Maceió.
Llego en navíos desaparecidos, en trenes sedientos.
En aviones ciegos que sólo aterrizan al anochecer.
En los estrados de las plazas blancas pasean cangrejos.
Entre las piedras de las calles escurren ríos de azúcar
fluyendo dulcemente de los sacos almacenados en los trapiches
y clarean la sangre vieja de los asesinados.
Luego que desembarco tomo el camino del hospicio.
En la ciudad donde mis ancestros reposan en cementerios marinos
sólo los locos de mi infancia continúan vivos a mi espera.
Todos me reconocen y me saludan con gruñidos
y gestos obscenos o ruidosos.
Cerca, en el cuartel, la corneta que chilla
separa la puesta de sol de la noche estrellada.
Los locos lánguidos bailan y cantan entre las gradas.
¡Aleluya! ¡Aleluya! Más allá de la piedad
el orden del mundo brilla como una espada.
Y el viento del mar océano inunda mis ojos de lágrimas.
EL PÁJARO MUERTO
Traducción: Francisco Cervantes
La santidad del mundo se me aparece
bajo la forma espantada de ardilla
que me contempla entre los arbustos.
Debo esta aparición al Dios que me creó
y me hace notar lo menudo y lo insólito.
El polvillo en el ala de la mariposa,
En la lluvia radiante.
Me agacho y agarro el pajarito muerto
que ni la nieve supo guardar.
¿Por qué lo has matado, dios del frío,
que, en la noche de Nueva York, unes a hombre y mujer?
Como una hormiga, espero a que pase el tren
para atravesar
las vías ensangrentadas del óxido
y, diamantero, amo lo que el tiempo hizo
sin que fuese necesario herir o insultar;
ola en la plancha putrefacta de un navío
o el fulgor de un diamante.
A esa forma de perfección, luminosa y fría
es a la que aspiro a veces cuando, en el banco de un parque,
veo a un pajarito muerto
u, hombre, soy una ardilla
que las ardillas vienen a mirar con sorpresa.
A los cielos, que guardan el granizo y la pedrisca,
pido la no implantación del sello funerario.
¿Pero cómo ese dios sordo me oiría?
¿Cómo sus ojos vacíos, de qué modo
me adivinaría? Y las hojas caen, deslavadas, y el otoño
es viento y putrefacción.
SONETO A LA PATRIA
Versión: Héctor Carreto
Esta noche, en Toronto, junto a un lago de hielo
que es inmune al graznido de los gansos,
una patria ofendida surge de lo oscuro
y sale a mi encuentro con su sol y andrajos.
A su alrededor están los habitantes
del suelo silencioso de los mangles, la señal del semáforo
que como un ave se estremece en la marejada
y los mendigos que esperan la muerte bajo el paso a desnivel.
Mientras camino bajo la nieve de esta noche extranjera,
entre las sílabas negras de los frígidos pinos,
murmuro al viento tu nombre devastado.
Oh patria desamada, oh ramera,
mientras más me distancio, tu espina
más punza en mi mano inútil y helada.
EL PORTÓN DE LA NOCHE
Versión: Rubén Mejía
El portón permanece abierto el día entero,
pero en la noche yo mismo lo cierro.
No espero a ningún visitante nocturno
a no ser el ladrón que salta el muro de los sueños.
La noche silenciosa que me hace escuchar
el nacimiento de los manantiales en los bosques.
Mi cama, blanca como la Vía Láctea,
es angosta para mí en la noche negra.
Ocupo todo el espacio del mundo: mi mano desatenta
Derriba una estrella y ahuyenta un murciélago.
El latir de mi corazón intriga a las lechuzas
que, en las ramas de los cedros, rumian el enigma
del día y de la noche paridos por las aguas.
En mi sueño de piedra quedo inmóvil y viajo:
soy el viento que palpa las alcachofas
y enmohece los arreos colgados en el establo,
soy la hormiga que, guiada por las constelaciones,
aspira los perfumes de la tierra y del océano.
Un hombre que sueña es todo lo que no es:
el mar dañado por los navíos,
el silbido negro del tren entre hogueras,
la mancha que ennegrece el tambor de querosén.
Cierro el portón antes de dormir,
mas en el sueño se abre. Quien no vino de día
pisando las hojas secas de los eucaliptos
viene de noche, pues conoce el camino, al igual que los muertos
que aún no han venido, pero saben dónde estoy,
—cubierto por una mortaja, como todos los que sueñan
y se agitan en la oscuridad, gritando las palabras
que huyeron del diccionario y fueron a respirar el aire de la noche que huele a jazmín
y al dulce estiércol fermentado.
Los visitantes indeseables atraviesan las puertas atrancadas
y las persianas que filtran el paso de la brisa, rodeándome.
¡Oh misterio del mundo, ningún candado cierra el portón de la noche!
Fue vano pensar que el anochecer dormiría solo,
protegido por el alambrado de púas que cerca mis tierras
y por mis perros que sueñan con los ojos abiertos.
En la noche, una simple brisa destruye los muros levantados por los hombres.
Aunque mi portón va a amanecer cerrado,
sé que alguien lo abrió en el silencio de la noche
y participó en la oscuridad de mi sueño inquieto.
LA QUEMA
Versión: Rubén Mejía
Quema todo lo puedas:
las cartas de amor
las cuentas telefónicas
la lista de la ropa sucia
las escrituras y los certificados
las indiscreciones de los colegas resentidos
la confesión a medias
el poema erótico que ratifica la impotencia
y anuncia la arterioesclerosis
los recortes antiguos y las fotografías amarillentas.
No dejes a los herederos hambrientos
Ninguna herencia de papel.
Sé como los lobos: habita en una cueva
Y sólo muestra a la canalla de las calles tus dientes afilados.
Vive y muere encerrado como un caracol.
Di siempre no a la escoria electrónica.
Destruye los poemas inacabados, los esbozos,
las variantes y los fragmentos
que provocan el orgasmo tardío de los filólogos y académicos.
No dejes a los catadores de basura literaria ninguna migaja.
No confíes a nadie tu secreto.
La verdad no puede ser dicha.
Extraídos de: La Tierra Allende, antología poética 1944-2005. Edición bilingüe. Chihuahua, México: Ediciones del Azar, 1001 Libros, Serie Lo Poesible, 2005, con la debida autorización del autor.
Estimados Lectores: Les agradecería a los lectores que tengan el libro "La Tierra Allende. Antología Poética 1944-2005" de Lêdo Ivo, publicado en Chihuahua-México por Ediciones del Azar, que me lo hagan llegar escaneado en pdf a los buzones electrónicos c_denobrega@hotmail.com ó josecarlosdenobrega@gmail.com . Resulta que lo necesito con urgencia, pues se publicó allí una versión mía en castellano de siete poemas de este poeta de Brasil. Un abrazo de José Carlos De Nóbrega.
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