COLECCIÓN "LOS MIL Y UN LIBROS"
Nota promocional de Ediciones del Azar
¨LOS MIL Y UN LIBROS¨ : Es una reunión del pensamiento y la imaginación universales, una forma de contribuir en ese trazo infinito del contínuo tiempo-conocimiento que el hombre delínea para el hombre.
Con "La tierra allende, antología poética 1944-2005", edición bilingüe, del poeta brasileño Lêdo Ivo, Ediciones del Azar da inicio a esta colección. Este primer volumen de la serie Lo poesible, es un homenaje al inconmensurable escritor brasileño Lêdo Ivo, de cuya extensa obra poética hemos integrado un conjunto de textos breves y de largo aliento en su lengua original y traducidos por una docena de escritores mexicanos: los sueños intercambiables de la tribu, la profunda voz de la tierra. Traducciones y versiones de Carlos Montemayor, José Emilio Pacheco, Margarito Cuéllar, Enrique Servín, Ángel Crespo, Stefan Baciu, Jorge Lobillo, Maricela Terán, Francisco Cervantes, José Carlos De Nóbrega, Héctor Carreto y Rubén Mejía.
LEDO IVO (Brasil, 1924)
Poeta, narrador y ensayista, nacido en Maceió, Alagoas, Brasil. Es una de las figuras más representativas de la moderna literatura brasileña. Se le considera el personaje más destacado de la Generación del 45, movimiento contra el clima demoledor y anarquista de la primera fase del modernismo, que pregonaba un regreso a la disciplina y el orden. Como otros poetas de esta generación, volvió a algunas formas poéticas fijas, como el soneto, pero conservando un estilo libre y marcadamente personal.
LA IMAGINARIA VENTANA ABIERTA
Carlos Montemayor
Al igual que todos los poetas de su generación, Lêdo Ivo tiene una alta conciencia del lenguaje; pero su conciencia es mucho más amplia, una conciencia amazónica que implica no sólo su ceñimiento, sino también su liberación, su erupción, su llamarada explosiva.
Desde As Imaginaçoes, su primer libro de poemas, aparecen las constantes de su obra: el sueño, la fantasía, la mujer, lo cotidiano, la ciudad, el ímpetu panteísta empañando el cristal del mundo y de los seres, los poemas que al mismo tiempo son una reflexión del arte poético.
En su arte poética, los puntos esctructurales principales son la tensión entre la disciplina y el desbordamiento. Quiero decir con ello que el verso es extenso, versicular, muy cercano a la prosa... Y a la apertura del verso, corresponde la apertura del alma; a la extensión del verso, corresponde la extensión de los seres y de nuestro ser; a la multiplicidad del verso corresponde la multiplicidad de las cosas que canta el verso. No es fríamente perfecto el poema; es tan imperfectamente humano como la vida que sus versos contienen y aman. Es, como en todas las épocas de la gran poesía, el canto.
LÊDO IVO, LA TIERRA ALLENDE
Texto leído por r.m. [Rubén Mejía] en la presentación del libro "La tierra allende" -antología poética bilingüe- en el homenaje realizado al poeta Lêdo Ivo el 3 de octubre de 2005 en el patio de Palacio de Gobierno de la ciudad de Chihuahua, México.
Entre 1940 y 1945 el joven escritor Lêdo Ivo vislumbraba una travesía personal, un viaje por los siete mares de la poesía hacia nuevos y antiguos mundos, hacia los territorios que están más allá, del otro lado de los días, hacia la tierra allende. El joven Lêdo escribía:
«Cantaré la vida que ante mí se despliega, las ciudades de cemento armado y calles claras que la noche cubre con su misterio dulcemente medieval...
«Cantaré los oceános y los ríos, las estrellas que existen, las bahías, los estrechos, las tempestades y las noches en que la lluvia cae sobre la vieja tierra...
«Cantaré el esplendor de la poesía sin el más pequeño dolor romántico en el corazón, y en caso de que un dolor así surgiera lo escupiría para sentirme fuerte y joven...
«Cantaré el mar, los viajes, el momento en que un hombre diferente y que me desconoce, siente lo que yo siento sin sentirme en él...»
Y hacia una petición, una exigencia personal al mundo y a la vida misma. Exclamaba:
«Cantaré todo pero que me den libertad de cantar, que no me escojan los nombres de las ciudades y de los ríos, que no me indiquen los temas...»
Y más adelante, desplegando al máximo la vista en los fondos claros del espejo, extendiendo para sí mismo puentes visionarios, mirando «La imaginaria ventana abierta» y a la vez viendo desde esa imaginaria ventana abierta, en este poema esplendidamente traducido por Carlos Montemayor, aquel joven lejano poeta nos dice de cerca, casi al oído:
«Después moriré: no me amen o me desprecien de más, pero guarden mi nombre y búsquenme en los versos tal como soy exactamente: unido a todos, rebelde, inconsecuente, confuso y lírico...»
Sesenta y cinco años después, Lêdo Ivo sigue siendo precisa y exactamente: lírico, confuso, inconsecuente, rebelde y entregado a todos, con un adjetivo extra, por añadidura: un espíritu liberado, libertado. Esa libertad que demandaba a sus veinte años, la ha conquistado con creces, verso tras verso, de canto en canto, en sus veintitrés libros de poesía.
Poeta guerrero, desafiante en todas las fases de su larga trayectoria literaria, siempre al alba, en un duelo de amor y muerte con lo inefable, en contra de lo que no puede exlicarse, pero puede hablarse aun sin voz, en contra de lo que no puede decirse, pero puede poetizarse aun sin lápiz ni papel, Lêdo Ivo ha unido con la línea sin fin de sus versos lo mínimo y lo inconmensurable, lo breve y lo infinito, el fragmento y lo total.
En el ensayo introductorio a la primera antología de Lêdo Ivo publicada en México, Carlos Montemayor habla en 1979 sobre una poética de la totalidad. Ahí leemos: «Conviven en el mismo poema la totalidad de las cosas y la descripción particularísima de ella... junto a la totalidad vive también, con la misma entereza, con la misma intensa vida, lo parcial, lo pequeño, lo efímero... Es como si lo total fuera posible por la revelación de lo nimio». Y en otro espacio de ese mismo ensayo nos habla de la tensión del lenguaje entre la disciplina y el desbordamiento de una «conciencia amazónica que implica no sólo su ceñimiento, sino también su liberación, su erupción, su llamarada explosiva».
A estas ideas de Montemayor, quiero agregar que esos extremos entre los que se delínean las formas literarias y la lengua poética de Lêdo Ivo, entre la concentración interior y la repentina ruptura exterior, entre el verso que ahonda en la tierra adentro y la metáfora que va expandiéndose hasta desbordarnos, me encaminan -por lo menos a mí- hacia los territorios literarios y lingüísticos no de otros poetas de su generación, respecto a los cuales podríamos decir que Lêdo Ivo es una síntesis diferenciada, sino por los derroteros de dos narradores brasileños cuyas prosas en novelas y cuentos son de una extraña belleza, tanto en su intensidad concentrada como en su estética altamente irruptiva, me refiero a Clarice Lispector y Joao Gimaraes Rosa, dos extremos que se tocan, se imbrican y se trenzan en el vasto y fascinante panorama de la literatura brasileña del siglo XX. Entre la noche impura que sueña con la Nada y la Pureza de Clarice Lispector y ese sol del Sertón brasileño, ese sol del mediodía y la desmesura que aun de noche exubera en pos del Todo y en pos del amor, en la novela El Gran Sertão Veredas, de Guimaraes Rosa, entre tales extremos se desplaza el espíritu poético, concentrado y liberado, explosivo e implosivo, del maestro Lêdo.
Asimismo, en referencia a lo fragmentario y la totalidad en su poesía,sólo añado que tanto en las antiguas filosofías herméticas como en las ciencias modernas de la complejidad, es decir en una línea en expansión del conocimiento que comprende más de tres mil años, no hay diferencia alguna entre el fragmento y lo absoluto, «La parte es el todo y el todo está en cada una de sus partes», u otra vieja enseñanza: «Como es arriba es abajo, como es abajo es arriba».
En el universo poético de Ivo, viéndolo y leyéndolo precisamente como una totalidad, un verso es la poesía y el poema está en cada uno de sus versos, un fragmento total donde la raícilla más profunda del árbol es, al mismo tiempo, la rama más elevada de su copa, es un árbol y el bosque entero y, a su vez, es un sol filtrándose por entre el follaje, los nidos, los pájaros y los frutos: los rayos luminosos del sol y las manchas negras de ese mismo sol. Su obra poética es una confirmación de la identidad plena entre un grano de mostaza y los reinos de la tierra y de los cielos: «Como es abajo es arriba, como es arriba es abajo».
A partir de su visión panteista de la naturaleza y del mundo, Todo es Dios, Dios es el poema -por lo tanto-, El poema es todo lo posible: o sea, los murciélagos de su niñez que chocan contra las paredes, ciegos como nosotros; los peces que sueñan con los ojos abiertos, inmóviles, y se resisten a enseñarnos cómo debemos soñar; la mujer, esponja del hombre, que mediante su cuerpo y su mirada posee todo el paisaje como un pájaro; las palabras, su patria secreta; su natal Maceió a la que vuelve todos los días de su vida sólo para constatar que su pureza es la del agua, es decir todo lo que está, todo lo que es, pero asimismo todo aquello que no es, lo que no existe ni será. La realidad, Dios mismo no es, no son. Para concebir a Dios de una manera única, como una totalidad, debemos reconocer y aprender a creer que Dios no existe.
Desde sus primeros poemas, Lêdo nos invitaba a poner de cabeza a Santo Tomás, es decir a ver lo que no es para creer en lo que es: «Miren lo que no existe... Creánlo y serán poetas», y en otro de sus versos nos recuerda: «Un hombre que sueña es todo lo que no es...» Y más todavía: «Sólo sé lo que no aprendí:/ el viento que sopla/ la lluvia que cae/ y el amor» ó «Yo que siempre vi lo que no existe/ y veré eternamente lo que jamás será» hasta El deseo, último texto de su poesia completa: «Nací para no ser/ y para ser lo que no es,/ después de tanto soñar/ después de tanto vivir».
En la obra de Ivo no hay asertos ni verdades, no encontramos puertas abiertas entre él y la realidad, sólo hay sueños, encantos, magias y posibilidades, un continuum poético a lo largo de más de mil páginas, un canto de largo aliento a todo aquello que es pero simultáneamente no es, mas es poesible.
Por último, comparto con ustedes la siguiente idea. Así como la ciencia física, a partir de la teoría de la relatividad y de la mecánica cuántica, habla de una continuadad del tiempo y del espacio, de un continuum espacio-tiempo en nuestro universo, del mismo modo, o de otro modo lo mismo, pienso que hay en las artes y en la poesía un continuo espacio-tiempo-poético que se revela en todas las épocas y en las obras individuales, y asimismo colectivas, de artistas y poetas. Citemos un ejemplo a la mano a partir de un bello nombre y una palabra poderosa: Finisterra y de una geografía poética que va de Rio de Janeiro, Brasil, a la ciudad de Chihuahua, México.
En 1972 Lêdo Ivo publica en Río de Janeiro: Finisterra, donde el poema que le da título al libro es una de las altas creaciones de nuestro poeta brasileño; diez años después, en 1982 Carlos Montemayor publica en la ciudad de México uno de sus mejores libros de poesía bajo el título Finisterra; en 1989 en la ciudad de Chihuahua, Gaspar Gumaro Orozco y Alfredo Espinosa fundan Finisterra, revista del malogrado Cidech, en cuyo número 5, en 1990, Enrique Servín publica traducciones de Lêdo Ivo, las primeras en Chihuahua. Finalmente, hoy 3 de octubre de 2005 aquí en Palacio de Gobierno, en el punto nodal de la historia de Chihuahua -que podría ser asimismo el punto final de la tierra-, tenemos entre nosotros al maestro Lêdo Ivo y celebramos la publicación de un libro cuyo nombre invita a ir a la Finisterra prometida, a trascender a los territorios de más allá, en la tierra allende.
Es decir, lo que es para las ciencias es para las artes, el continuum del conocimiento del hombre no distingue un saber del otro. El todo está en el todo.
*
Ahora sí, finalmente:
Cuando hace un par de meses en el bar El Coliseo, Enrique Servín me hizo una invitación para participar en una mesa de lectura al lado de Lêdo Ivo, mi primera reacción -después de apurar el respectivo caballito de Cuervo- fue decirle: «Mejor le hacemos un libro de homenaje con varios traductores mexicanos». Así, entre arenas levantiscas y movedizas, inicié una pausada recopilación de textos de Ivo, entre libros, revistas, suplementos culturales y páginas de internet, traducidos al español por poetas y escritores de diferentes latitudes y generaciones.
Por mi parte, busqué las fotocopias de los poemarios «Magias» y «Um brasileiro em Paris» que Enrique Servín y yo encontramos arrumbados, entre el polvo y el moho, en una ala perdida de la hoy desmantelada y más perdida biblioteca de la Universidad Autónoma de Chihuahua, reemplazada por un servicio cibernético en red gracias a esos modernos dioses que, como diría Lêdo Ivo, «insisten en pregonar la conveniencia de la muerte».
El breve y a la vez largo viaje editorial, que recorrí junto con el pintor Felipe Alcántar y el diseñador Luis Carlos Salcido -prolíficos creadores chihuahuenses cuyos nombres, por cierto, no aparecen entre los invitados de este festival- ese caminó llegó a este punto, aquí en el libro para ustedes: «Lêdo Ivo. La tierra allende. Antología poética 1944-2005. Edición bilingüe» con el cual Ediciones del Azar A.C., empresa cultural independiente, inicia una nueva colección «Los mil y un libros» en su serie Lo poesible.
«La tierra allende» es la primera antología bilingüe de la poesía completa del poeta brasileño, antes traducido al inglés, holandés e italiano. Este libro se integra con una selección de textos de la mayor parte de su vasta obra, intercalados con algunas de las innumerables y brillantes reflexiones de Lêdo Ivo sobre el arte de la poesía.
Reúne a doce escritores de México en torno a una obra y a un maestro. Simplemente un poeta, ahora aquí, a nuestro lado, y padrino de esta colección Los mil y un libros.
(r.m.)
Tomado de azaraza.blogspot.com/2005_10_01_archive.html
Premio Nacional del Libro 2006, capítulo centro occidental, a la mejor página web (otorgado por el CENAL)
Monday, February 02, 2015
Sunday, February 01, 2015
ALGUNAS VERSIONES EN ESPAÑOL DE LÊDO IVO
ALGUNAS VERSIONES EN ESPAÑOL DE LÊDO IVO
[La Tierra Allende, antología poética 1944-2005. Ediciones del Azar, Chihuahua, México, 2005, 109 páginas. Tomado de http://fundacionverdebiche.blogspot.com/2012/12/poemas-de-ledo-ivo.html]
NOTA: EN ESTA ANTOLOGÍA BILINGÜE PUBLICARON UNA VERSIÓN MÍA EN CASTELLANO DE SIETE POEMAS DE IVO, POSIBLEMENTE TOMADA DE LA REVISTA "LA TUNA DE ORO", VALENCIA - VENEZUELA, UNIVERSIDAD DE CARABOBO, O DE ESTE U OTRO BLOG. POR SUPUESTO, AGRADECEMOS DICHA INCLUSIÓN QUE NOS VINCULA CON POETAS Y TRADUCTORES INTERNACIONALES. J.C.De N.
LOS MURCIÉLAGOS
Versión de José Emilio Pacheco
En la cornisa de la aduana se ocultan los murciélagos.
Pero ¿dónde se esconden los hombres
que vuelan en tinieblas toda su vida y se estrellan
en la blancas paredes del amor?
La casa de nuestro padre estaba llena de murciélagos:
Candelabros pendientes de las vigas, sostén
del techo amenazado por la lluvias.
“Estos hijos nos sorben la sangre”, se quejaba mi padre.
¿Quién lanzará la primera piedra contra este mamífero
que, como el hombre, se alimenta de la sangre
(¡hermano! hermano!) y exige, comunitario,
aun en tinieblas el sudor de su prójimo?
En la aureola de un seno joven como la noche
se esconde el hombre, guarda su amor,
como si fuera oro, en su almohada
o a la luz de un farol. El murciélago duerme como péndulo
y guarda nada más el día ofendido.
A mis ochos hermanos y a mí nos legó nuestro padre
su casa en la que por la noche
caía la lluvia entre las tejas rotas.
Pagamos la hipoteca y conservamos los murciélagos.
Ahora se debaten en nuestros muros,
ciegos como nosotros.
LOS POBRES EN LA CENTRAL DE AUTOBUSES
Versión: Margarito Cuellar
Los pobre viajan, en la central de autobuses
levantan los cuellos, como gansos para mirar
los letreros del autobús. Sus miradas
son de quien teme perder alguna cosa:
la valija que guarda un radio de pilas y una chaqueta
que tiene el color del frío en un día sin sueños,
el sándwich de mortadela en el fondo de la bolsa,
el sol del suburbio y polvo más allá de los viaductos.
Entre el rumor de los altoparlantes y el acelerar del autobús
temen perder su propio viaje
oculto en la niebla de los horarios.
Los que dormitan en los asientos despiertan asustados,
aunque las pesadillas sean privilegio
de los que abastecen los oídos y el tedio de los psicoanalistas
en consultorios asépticos como el algodón que tapa la nariz de los muertos.
En las filas los pobres asumen un aire grave
que une temor, impaciencia y sumisión.
¡Qué grotescos los pobres! ¡Y cómo sus olores
Incomodan la noción de la conveniencias, no saben comportarse.
El dedo sucio de nicotina restriega el ojo irritado
que del sueño retuvo apenas la legaña.
Del seno caído y dilatado escurre un hilillo de leche
hacia la pequeña boca habituada al llanto.
En la plataforma van y vienen, corren, aseguran maletas y paquetes,
hacen preguntas inconvenientes en las ventanillas, susurran palabras misteriosas
y contemplan las portadas de las revistas con el aire de espanto
de quien no sabe el camino del salón de la vida.
¿Por qué ese ir y venir? Y esas ropas extravagantes,
esos amarillos de aceite de palmera que duelen a la vista delicada
del viajante obligado a soportar tantos olores incómodos.
¿Y esos rojos contundentes de feria y parque de diversiones?
Los pobres no saben viajar ni vestirse.
Tampoco saben vivir: no tienen noción del bienestar
aunque algunos poseen hasta televisión.
La verdad es que los pobres no saben ni morir.
(Tienen casi siempre una muerte fea y poco elegante).
En cualquier lugar del mundo incomodan,
… viajeros inoportunos que ocupan nuestros lugares aunque viajemos sentados y …
ellos de pie.
ASILO DE SANTA LEOPOLDINA
Traducción de Stefan Baciu y Jorge Lobillo
Todos los días vuelvo a Maceió.
Llego en navíos desaparecidos, en trenes sedientos.
En aviones ciegos que sólo aterrizan al anochecer.
En los estrados de las plazas blancas pasean cangrejos.
Entre las piedras de las calles escurren ríos de azúcar
fluyendo dulcemente de los sacos almacenados en los trapiches
y clarean la sangre vieja de los asesinados.
Luego que desembarco tomo el camino del hospicio.
En la ciudad donde mis ancestros reposan en cementerios marinos
sólo los locos de mi infancia continúan vivos a mi espera.
Todos me reconocen y me saludan con gruñidos
y gestos obscenos o ruidosos.
Cerca, en el cuartel, la corneta que chilla
separa la puesta de sol de la noche estrellada.
Los locos lánguidos bailan y cantan entre las gradas.
¡Aleluya! ¡Aleluya! Más allá de la piedad
el orden del mundo brilla como una espada.
Y el viento del mar océano inunda mis ojos de lágrimas.
EL PÁJARO MUERTO
Traducción: Francisco Cervantes
La santidad del mundo se me aparece
bajo la forma espantada de ardilla
que me contempla entre los arbustos.
Debo esta aparición al Dios que me creó
y me hace notar lo menudo y lo insólito.
El polvillo en el ala de la mariposa,
En la lluvia radiante.
Me agacho y agarro el pajarito muerto
que ni la nieve supo guardar.
¿Por qué lo has matado, dios del frío,
que, en la noche de Nueva York, unes a hombre y mujer?
Como una hormiga, espero a que pase el tren
para atravesar
las vías ensangrentadas del óxido
y, diamantero, amo lo que el tiempo hizo
sin que fuese necesario herir o insultar;
ola en la plancha putrefacta de un navío
o el fulgor de un diamante.
A esa forma de perfección, luminosa y fría
es a la que aspiro a veces cuando, en el banco de un parque,
veo a un pajarito muerto
u, hombre, soy una ardilla
que las ardillas vienen a mirar con sorpresa.
A los cielos, que guardan el granizo y la pedrisca,
pido la no implantación del sello funerario.
¿Pero cómo ese dios sordo me oiría?
¿Cómo sus ojos vacíos, de qué modo
me adivinaría? Y las hojas caen, deslavadas, y el otoño
es viento y putrefacción.
SONETO A LA PATRIA
Versión: Héctor Carreto
Esta noche, en Toronto, junto a un lago de hielo
que es inmune al graznido de los gansos,
una patria ofendida surge de lo oscuro
y sale a mi encuentro con su sol y andrajos.
A su alrededor están los habitantes
del suelo silencioso de los mangles, la señal del semáforo
que como un ave se estremece en la marejada
y los mendigos que esperan la muerte bajo el paso a desnivel.
Mientras camino bajo la nieve de esta noche extranjera,
entre las sílabas negras de los frígidos pinos,
murmuro al viento tu nombre devastado.
Oh patria desamada, oh ramera,
mientras más me distancio, tu espina
más punza en mi mano inútil y helada.
EL PORTÓN DE LA NOCHE
Versión: Rubén Mejía
El portón permanece abierto el día entero,
pero en la noche yo mismo lo cierro.
No espero a ningún visitante nocturno
a no ser el ladrón que salta el muro de los sueños.
La noche silenciosa que me hace escuchar
el nacimiento de los manantiales en los bosques.
Mi cama, blanca como la Vía Láctea,
es angosta para mí en la noche negra.
Ocupo todo el espacio del mundo: mi mano desatenta
Derriba una estrella y ahuyenta un murciélago.
El latir de mi corazón intriga a las lechuzas
que, en las ramas de los cedros, rumian el enigma
del día y de la noche paridos por las aguas.
En mi sueño de piedra quedo inmóvil y viajo:
soy el viento que palpa las alcachofas
y enmohece los arreos colgados en el establo,
soy la hormiga que, guiada por las constelaciones,
aspira los perfumes de la tierra y del océano.
Un hombre que sueña es todo lo que no es:
el mar dañado por los navíos,
el silbido negro del tren entre hogueras,
la mancha que ennegrece el tambor de querosén.
Cierro el portón antes de dormir,
mas en el sueño se abre. Quien no vino de día
pisando las hojas secas de los eucaliptos
viene de noche, pues conoce el camino, al igual que los muertos
que aún no han venido, pero saben dónde estoy,
—cubierto por una mortaja, como todos los que sueñan
y se agitan en la oscuridad, gritando las palabras
que huyeron del diccionario y fueron a respirar el aire de la noche que huele a jazmín
y al dulce estiércol fermentado.
Los visitantes indeseables atraviesan las puertas atrancadas
y las persianas que filtran el paso de la brisa, rodeándome.
¡Oh misterio del mundo, ningún candado cierra el portón de la noche!
Fue vano pensar que el anochecer dormiría solo,
protegido por el alambrado de púas que cerca mis tierras
y por mis perros que sueñan con los ojos abiertos.
En la noche, una simple brisa destruye los muros levantados por los hombres.
Aunque mi portón va a amanecer cerrado,
sé que alguien lo abrió en el silencio de la noche
y participó en la oscuridad de mi sueño inquieto.
LA QUEMA
Versión: Rubén Mejía
Quema todo lo puedas:
las cartas de amor
las cuentas telefónicas
la lista de la ropa sucia
las escrituras y los certificados
las indiscreciones de los colegas resentidos
la confesión a medias
el poema erótico que ratifica la impotencia
y anuncia la arterioesclerosis
los recortes antiguos y las fotografías amarillentas.
No dejes a los herederos hambrientos
Ninguna herencia de papel.
Sé como los lobos: habita en una cueva
Y sólo muestra a la canalla de las calles tus dientes afilados.
Vive y muere encerrado como un caracol.
Di siempre no a la escoria electrónica.
Destruye los poemas inacabados, los esbozos,
las variantes y los fragmentos
que provocan el orgasmo tardío de los filólogos y académicos.
No dejes a los catadores de basura literaria ninguna migaja.
No confíes a nadie tu secreto.
La verdad no puede ser dicha.
Extraídos de: La Tierra Allende, antología poética 1944-2005. Edición bilingüe. Chihuahua, México: Ediciones del Azar, 1001 Libros, Serie Lo Poesible, 2005, con la debida autorización del autor.
[La Tierra Allende, antología poética 1944-2005. Ediciones del Azar, Chihuahua, México, 2005, 109 páginas. Tomado de http://fundacionverdebiche.blogspot.com/2012/12/poemas-de-ledo-ivo.html]
NOTA: EN ESTA ANTOLOGÍA BILINGÜE PUBLICARON UNA VERSIÓN MÍA EN CASTELLANO DE SIETE POEMAS DE IVO, POSIBLEMENTE TOMADA DE LA REVISTA "LA TUNA DE ORO", VALENCIA - VENEZUELA, UNIVERSIDAD DE CARABOBO, O DE ESTE U OTRO BLOG. POR SUPUESTO, AGRADECEMOS DICHA INCLUSIÓN QUE NOS VINCULA CON POETAS Y TRADUCTORES INTERNACIONALES. J.C.De N.
LOS MURCIÉLAGOS
Versión de José Emilio Pacheco
En la cornisa de la aduana se ocultan los murciélagos.
Pero ¿dónde se esconden los hombres
que vuelan en tinieblas toda su vida y se estrellan
en la blancas paredes del amor?
La casa de nuestro padre estaba llena de murciélagos:
Candelabros pendientes de las vigas, sostén
del techo amenazado por la lluvias.
“Estos hijos nos sorben la sangre”, se quejaba mi padre.
¿Quién lanzará la primera piedra contra este mamífero
que, como el hombre, se alimenta de la sangre
(¡hermano! hermano!) y exige, comunitario,
aun en tinieblas el sudor de su prójimo?
En la aureola de un seno joven como la noche
se esconde el hombre, guarda su amor,
como si fuera oro, en su almohada
o a la luz de un farol. El murciélago duerme como péndulo
y guarda nada más el día ofendido.
A mis ochos hermanos y a mí nos legó nuestro padre
su casa en la que por la noche
caía la lluvia entre las tejas rotas.
Pagamos la hipoteca y conservamos los murciélagos.
Ahora se debaten en nuestros muros,
ciegos como nosotros.
LOS POBRES EN LA CENTRAL DE AUTOBUSES
Versión: Margarito Cuellar
Los pobre viajan, en la central de autobuses
levantan los cuellos, como gansos para mirar
los letreros del autobús. Sus miradas
son de quien teme perder alguna cosa:
la valija que guarda un radio de pilas y una chaqueta
que tiene el color del frío en un día sin sueños,
el sándwich de mortadela en el fondo de la bolsa,
el sol del suburbio y polvo más allá de los viaductos.
Entre el rumor de los altoparlantes y el acelerar del autobús
temen perder su propio viaje
oculto en la niebla de los horarios.
Los que dormitan en los asientos despiertan asustados,
aunque las pesadillas sean privilegio
de los que abastecen los oídos y el tedio de los psicoanalistas
en consultorios asépticos como el algodón que tapa la nariz de los muertos.
En las filas los pobres asumen un aire grave
que une temor, impaciencia y sumisión.
¡Qué grotescos los pobres! ¡Y cómo sus olores
Incomodan la noción de la conveniencias, no saben comportarse.
El dedo sucio de nicotina restriega el ojo irritado
que del sueño retuvo apenas la legaña.
Del seno caído y dilatado escurre un hilillo de leche
hacia la pequeña boca habituada al llanto.
En la plataforma van y vienen, corren, aseguran maletas y paquetes,
hacen preguntas inconvenientes en las ventanillas, susurran palabras misteriosas
y contemplan las portadas de las revistas con el aire de espanto
de quien no sabe el camino del salón de la vida.
¿Por qué ese ir y venir? Y esas ropas extravagantes,
esos amarillos de aceite de palmera que duelen a la vista delicada
del viajante obligado a soportar tantos olores incómodos.
¿Y esos rojos contundentes de feria y parque de diversiones?
Los pobres no saben viajar ni vestirse.
Tampoco saben vivir: no tienen noción del bienestar
aunque algunos poseen hasta televisión.
La verdad es que los pobres no saben ni morir.
(Tienen casi siempre una muerte fea y poco elegante).
En cualquier lugar del mundo incomodan,
… viajeros inoportunos que ocupan nuestros lugares aunque viajemos sentados y …
ellos de pie.
ASILO DE SANTA LEOPOLDINA
Traducción de Stefan Baciu y Jorge Lobillo
Todos los días vuelvo a Maceió.
Llego en navíos desaparecidos, en trenes sedientos.
En aviones ciegos que sólo aterrizan al anochecer.
En los estrados de las plazas blancas pasean cangrejos.
Entre las piedras de las calles escurren ríos de azúcar
fluyendo dulcemente de los sacos almacenados en los trapiches
y clarean la sangre vieja de los asesinados.
Luego que desembarco tomo el camino del hospicio.
En la ciudad donde mis ancestros reposan en cementerios marinos
sólo los locos de mi infancia continúan vivos a mi espera.
Todos me reconocen y me saludan con gruñidos
y gestos obscenos o ruidosos.
Cerca, en el cuartel, la corneta que chilla
separa la puesta de sol de la noche estrellada.
Los locos lánguidos bailan y cantan entre las gradas.
¡Aleluya! ¡Aleluya! Más allá de la piedad
el orden del mundo brilla como una espada.
Y el viento del mar océano inunda mis ojos de lágrimas.
EL PÁJARO MUERTO
Traducción: Francisco Cervantes
La santidad del mundo se me aparece
bajo la forma espantada de ardilla
que me contempla entre los arbustos.
Debo esta aparición al Dios que me creó
y me hace notar lo menudo y lo insólito.
El polvillo en el ala de la mariposa,
En la lluvia radiante.
Me agacho y agarro el pajarito muerto
que ni la nieve supo guardar.
¿Por qué lo has matado, dios del frío,
que, en la noche de Nueva York, unes a hombre y mujer?
Como una hormiga, espero a que pase el tren
para atravesar
las vías ensangrentadas del óxido
y, diamantero, amo lo que el tiempo hizo
sin que fuese necesario herir o insultar;
ola en la plancha putrefacta de un navío
o el fulgor de un diamante.
A esa forma de perfección, luminosa y fría
es a la que aspiro a veces cuando, en el banco de un parque,
veo a un pajarito muerto
u, hombre, soy una ardilla
que las ardillas vienen a mirar con sorpresa.
A los cielos, que guardan el granizo y la pedrisca,
pido la no implantación del sello funerario.
¿Pero cómo ese dios sordo me oiría?
¿Cómo sus ojos vacíos, de qué modo
me adivinaría? Y las hojas caen, deslavadas, y el otoño
es viento y putrefacción.
SONETO A LA PATRIA
Versión: Héctor Carreto
Esta noche, en Toronto, junto a un lago de hielo
que es inmune al graznido de los gansos,
una patria ofendida surge de lo oscuro
y sale a mi encuentro con su sol y andrajos.
A su alrededor están los habitantes
del suelo silencioso de los mangles, la señal del semáforo
que como un ave se estremece en la marejada
y los mendigos que esperan la muerte bajo el paso a desnivel.
Mientras camino bajo la nieve de esta noche extranjera,
entre las sílabas negras de los frígidos pinos,
murmuro al viento tu nombre devastado.
Oh patria desamada, oh ramera,
mientras más me distancio, tu espina
más punza en mi mano inútil y helada.
EL PORTÓN DE LA NOCHE
Versión: Rubén Mejía
El portón permanece abierto el día entero,
pero en la noche yo mismo lo cierro.
No espero a ningún visitante nocturno
a no ser el ladrón que salta el muro de los sueños.
La noche silenciosa que me hace escuchar
el nacimiento de los manantiales en los bosques.
Mi cama, blanca como la Vía Láctea,
es angosta para mí en la noche negra.
Ocupo todo el espacio del mundo: mi mano desatenta
Derriba una estrella y ahuyenta un murciélago.
El latir de mi corazón intriga a las lechuzas
que, en las ramas de los cedros, rumian el enigma
del día y de la noche paridos por las aguas.
En mi sueño de piedra quedo inmóvil y viajo:
soy el viento que palpa las alcachofas
y enmohece los arreos colgados en el establo,
soy la hormiga que, guiada por las constelaciones,
aspira los perfumes de la tierra y del océano.
Un hombre que sueña es todo lo que no es:
el mar dañado por los navíos,
el silbido negro del tren entre hogueras,
la mancha que ennegrece el tambor de querosén.
Cierro el portón antes de dormir,
mas en el sueño se abre. Quien no vino de día
pisando las hojas secas de los eucaliptos
viene de noche, pues conoce el camino, al igual que los muertos
que aún no han venido, pero saben dónde estoy,
—cubierto por una mortaja, como todos los que sueñan
y se agitan en la oscuridad, gritando las palabras
que huyeron del diccionario y fueron a respirar el aire de la noche que huele a jazmín
y al dulce estiércol fermentado.
Los visitantes indeseables atraviesan las puertas atrancadas
y las persianas que filtran el paso de la brisa, rodeándome.
¡Oh misterio del mundo, ningún candado cierra el portón de la noche!
Fue vano pensar que el anochecer dormiría solo,
protegido por el alambrado de púas que cerca mis tierras
y por mis perros que sueñan con los ojos abiertos.
En la noche, una simple brisa destruye los muros levantados por los hombres.
Aunque mi portón va a amanecer cerrado,
sé que alguien lo abrió en el silencio de la noche
y participó en la oscuridad de mi sueño inquieto.
LA QUEMA
Versión: Rubén Mejía
Quema todo lo puedas:
las cartas de amor
las cuentas telefónicas
la lista de la ropa sucia
las escrituras y los certificados
las indiscreciones de los colegas resentidos
la confesión a medias
el poema erótico que ratifica la impotencia
y anuncia la arterioesclerosis
los recortes antiguos y las fotografías amarillentas.
No dejes a los herederos hambrientos
Ninguna herencia de papel.
Sé como los lobos: habita en una cueva
Y sólo muestra a la canalla de las calles tus dientes afilados.
Vive y muere encerrado como un caracol.
Di siempre no a la escoria electrónica.
Destruye los poemas inacabados, los esbozos,
las variantes y los fragmentos
que provocan el orgasmo tardío de los filólogos y académicos.
No dejes a los catadores de basura literaria ninguna migaja.
No confíes a nadie tu secreto.
La verdad no puede ser dicha.
Extraídos de: La Tierra Allende, antología poética 1944-2005. Edición bilingüe. Chihuahua, México: Ediciones del Azar, 1001 Libros, Serie Lo Poesible, 2005, con la debida autorización del autor.
NELSON GUZMÁN: HUMANISMO Y REVOLUCIÓN. José Carlos De Nóbrega
NELSON GUZMÁN: HUMANISMO Y REVOLUCIÓN
José Carlos De Nóbrega
El humanismo actual, muy a pesar de la banalización pervertida de los discursos, pareciera encontrarse de bajo perfil. Peor aún, desconociendo sus antecedentes históricos y culturales, se pretende reducirlo unidimensionalmente en la aridez nefasta de slogans huecos que, eso sí, entenebrecen el pensamiento universal. Por supuesto, sin importar la óptica o cosmovisión, sea Occidental u Oriental. La confrontación de las culturas, según Huntington, justifica vilmente los terrorismos de Estado y de grupúsculos fundamentalistas minoritarios. A los rebaños humanos alienados por los aparatos ideológicos del Estado burgués, les aterroriza el discurso y la praxis de la libertad que implican la autonomía y el placer ciudadano cuando concilian lo individual y lo colectivo. La educación bancaria y burocrática si no puede quemar sus referentes bibliográficos, pervierte y encorseta la obra de Freud, Marx, Ambrose Bierce, Sartre, Simone de Beauvior, José Revueltas o Simón Rodríguez. Sin embargo, una lectura atenta y crítica del momento histórico –no desprovista de sarcasmo e imaginación mordiente- nos permite acceder a la obra de voces imprescindibles, lúcidas y reivindicativas de lo que honra y dignifica el Decir y Hacer de los hombres.
Un ejemplo de excepción que nos sacude de una abulia mortal, lo constituye la obra poligráfica de Nelson Guzmán. No hallamos en sus abundantes textos un regodeo en los códigos del escándalo y, por ende, del narcisismo intelectual. Por el contrario, prevalece la transparencia formal y la profundidad conceptual como contribución a un diálogo necesario, plural y autocrítico. Guzmán, a tal respecto, se vale de caminos múltiples que se tocan y complementan, esto es una encrucijada afortunada del pensamiento humanista: Desde la docencia universitaria en la UCV que monta en más de veinte años; recalando en el periodismo de opinión que excede la futilidad egocéntrica de las voces autorizadas y apuesta por una conversación viva de los grandes temas del pensamiento y la cotidianidad; hasta ese universo en movimiento perpetuo y radical desarrollado en su trabajo narrativo, ensayístico y poético.
En este caso, la poligrafía deviene en un ejercicio complejo y revolucionario de escritura, además de manifestar un pensamiento crítico interdisciplinario. El Doctor Nelson Guzmán ha publicado libros diversos que apuestan por las Humanidades venezolanas: Ontología política en Jean Paul Sartre (2009), Subjetividad, ideología, modernidad (2008), La crisis del logos y las utopías de la modernidad (2008) y La moral como envenenamiento (2010) en el terreno de la filosofía; además de los poemarios Contertulios (2004), Ráfagas de Olvido (2004), Muecas del Tiempo (2009), la novela Nostalgias de la Calle Larga (2012) y la colección de ensayos Panorámica de la literatura en la Venezuela moderna. Cátedras de Salamanca (2014), títulos que integran parte de su repertorio bibliográfico que promociona nuestra cultura dentro y fuera del país. La filosofía encarnada en el vivaz, polémico y respetuoso comentario de las voces paradigmáticas de Sartre, Nietzsche y Heidegger no nos aísla del mundo académico occidental pero tampoco se compadece de sus vicios ideológicos, metodológicos y políticamente correctos. La literatura se explaya con desenfadada bondad, previo marco poético, para configurar una visión del mundo afilada, contundente, prevaricadora y, sin embargo, esperanzadora. En síntesis, la palabra creadora no edifica armatostes que disuaden a los lectores del placer indecible y libertario de la conversación con los libros. Por el contrario, Nelson Guzmán nos invita a cambiar el mundo desde la revolución interior que pica y se extiende al entorno sin miramientos.
José Carlos De Nóbrega
El humanismo actual, muy a pesar de la banalización pervertida de los discursos, pareciera encontrarse de bajo perfil. Peor aún, desconociendo sus antecedentes históricos y culturales, se pretende reducirlo unidimensionalmente en la aridez nefasta de slogans huecos que, eso sí, entenebrecen el pensamiento universal. Por supuesto, sin importar la óptica o cosmovisión, sea Occidental u Oriental. La confrontación de las culturas, según Huntington, justifica vilmente los terrorismos de Estado y de grupúsculos fundamentalistas minoritarios. A los rebaños humanos alienados por los aparatos ideológicos del Estado burgués, les aterroriza el discurso y la praxis de la libertad que implican la autonomía y el placer ciudadano cuando concilian lo individual y lo colectivo. La educación bancaria y burocrática si no puede quemar sus referentes bibliográficos, pervierte y encorseta la obra de Freud, Marx, Ambrose Bierce, Sartre, Simone de Beauvior, José Revueltas o Simón Rodríguez. Sin embargo, una lectura atenta y crítica del momento histórico –no desprovista de sarcasmo e imaginación mordiente- nos permite acceder a la obra de voces imprescindibles, lúcidas y reivindicativas de lo que honra y dignifica el Decir y Hacer de los hombres.
Un ejemplo de excepción que nos sacude de una abulia mortal, lo constituye la obra poligráfica de Nelson Guzmán. No hallamos en sus abundantes textos un regodeo en los códigos del escándalo y, por ende, del narcisismo intelectual. Por el contrario, prevalece la transparencia formal y la profundidad conceptual como contribución a un diálogo necesario, plural y autocrítico. Guzmán, a tal respecto, se vale de caminos múltiples que se tocan y complementan, esto es una encrucijada afortunada del pensamiento humanista: Desde la docencia universitaria en la UCV que monta en más de veinte años; recalando en el periodismo de opinión que excede la futilidad egocéntrica de las voces autorizadas y apuesta por una conversación viva de los grandes temas del pensamiento y la cotidianidad; hasta ese universo en movimiento perpetuo y radical desarrollado en su trabajo narrativo, ensayístico y poético.
En este caso, la poligrafía deviene en un ejercicio complejo y revolucionario de escritura, además de manifestar un pensamiento crítico interdisciplinario. El Doctor Nelson Guzmán ha publicado libros diversos que apuestan por las Humanidades venezolanas: Ontología política en Jean Paul Sartre (2009), Subjetividad, ideología, modernidad (2008), La crisis del logos y las utopías de la modernidad (2008) y La moral como envenenamiento (2010) en el terreno de la filosofía; además de los poemarios Contertulios (2004), Ráfagas de Olvido (2004), Muecas del Tiempo (2009), la novela Nostalgias de la Calle Larga (2012) y la colección de ensayos Panorámica de la literatura en la Venezuela moderna. Cátedras de Salamanca (2014), títulos que integran parte de su repertorio bibliográfico que promociona nuestra cultura dentro y fuera del país. La filosofía encarnada en el vivaz, polémico y respetuoso comentario de las voces paradigmáticas de Sartre, Nietzsche y Heidegger no nos aísla del mundo académico occidental pero tampoco se compadece de sus vicios ideológicos, metodológicos y políticamente correctos. La literatura se explaya con desenfadada bondad, previo marco poético, para configurar una visión del mundo afilada, contundente, prevaricadora y, sin embargo, esperanzadora. En síntesis, la palabra creadora no edifica armatostes que disuaden a los lectores del placer indecible y libertario de la conversación con los libros. Por el contrario, Nelson Guzmán nos invita a cambiar el mundo desde la revolución interior que pica y se extiende al entorno sin miramientos.