Wednesday, January 14, 2015

UNA CARRETILLA ACARREANDO LECTURAS. José Carlos De Nóbrega

UNA CARRETILLA ACARREANDO LECTURAS, José Carlos De Nóbrega.///

A los 43 jóvenes normalistas desaparecidos en el estado de Guerrero, México.///

A José Briceño Guerrero, pues de él aprendimos que ser es ser dicho.///

Como esos libros antiguos, los de los microbios y lectores muertos, los libros están antes de nosotros y seguirán después. Pedro Téllez.///

Mis inicios como lector se deben, paradójicamente, a los libros escolares recién comprados o, mejor aún, salidos del horno. Especialmente los manuales de Castellano y Literatura, Educación Artística e Historia de Venezuela y Universal. Embargado por el olor a tinta y papel frescos, me dejaba llevar por el hiperrealismo crudo de los cuentos grotescos de Pocaterra, el giro lúdico e inverso de “La Noche boca arriba” de Cortázar o el Doppelgänger criollo y cínico que es “El difunto yo” de Julio Garmendia. Asimismo, leía con asombro la solidaridad con los desposeídos en “Los Comedores de papa” de Van Gogh, el discurso satírico y terrorista de “Los Caprichos” de Goya, la desolación campesina que hermana a César Rengifo y Héctor Poleo, o la requisitoria antifascista que es “Guernica” de Picasso. El legendario Paso de los Andes de Bolívar, sin salvar las distancias convencionales ni los lugares comunes, la Gran Marcha de Mao y el avance del frente ruso que motivó el suicidio de Hitler y Eva Braun, impresionaron mi febril imaginación y la inteligencia épica; por supuesto, la épica histórica empalmaría con la cinematográfica, de allí nuestra predilección por “Gallipoli” de Peter Weir, “Los Siete Samuráis” de Kurosawa, “La Batalla de Argel” de Pontecorvo y “El Tambor de Hojalata” de Volker Schlöndorff. No puedo obviar un film de culto antibélico como “Senderos de Gloria” de Kubrick. Luego, amorochadas con los soporíferos libros de texto, vendrían las novelas que no me sabían a aceite de ricino sino al asopado de arroz, lentejas y carne a la jardinera de mi madre: Desde las teticas de guayaba de Carmen Rosa en “Casas Muertas” de Otero Silva; pasando por la insolación física, política y social de “Cantaclaro”, para nuestro gusto caprichoso la mejor de Gallegos; hasta ese librazo cómplice y camarada que es todavía “Piedra de Mar” de Pancho Massiani.///

Mención aparte merece el Gabo, uno de los nuestros por la vecindad geográfica, cultural, estética y especialmente afectiva: En la indecente apreciación de este narrador y ensayista compulsivo, constituye mi primera referencia literaria: Ambos estamos conscientes de que sólo servimos para escribir con la mollera, el corazón y las tripas. Si “La Hojarasca” me trajo visceralmente a Macondo con su tropical calor pegajoso, sus supersticiones y miedos veterotestamentarios (no en balde los catorce grados centígrados de la Caracas de entonces aparejados con los ardores púberes), “Cien Años de Soledad” supuso una revelación asombrosa, esto es la literatura como apertura y cierre de la Totalidad contingente y discontinua que nos abraza: bandada de múltiples voces entrecortadas que recoge y desparrama en la recreación del oprobioso mundo amado, los amores no correspondidos y las causas inauditas a defender que sólo delatan nuestra inconformidad y desadaptación. He de confesar que obtuve más plata escribiendo trabajos diferentes sobre ambas novelas para mis flojos condiscípulos distraídos, que los bolívares viejos que me deparaban las dupletas hípicas con las que recorría La Pastora en Caracas o Tarapío y Caprenco en Valencia, la de San Simeón el estilita. Como pueden constatar, de ahí viene esta terca pasión por las palabras que tan sólo busca ensayar junto a ustedes una conversación sobre los autores que nos gratifican y honran en el juego bifronte del lenguaje. No nos caigamos a embustes: Soy un cronista mercenario de estos días sin dispensación, flaco de hambres y hambriento de amores como el protagonista de “Memorias de mis putas tristes”, indudablemente una de sus novelas más simpáticas y enternecedoras. ¿Cómo no reencontrarme con García Márquez en el realismo poético de “Apuntes y congojas de una decadencia novelada en tres muertes” de nuestra Doña Ana Enriqueta Terán, o las mariposas amarillas de Mauricio Babilonia recreadas por Billo, o ese homenaje vitalísimo de Rubencho Blades y Seis del Solar que es “Agua de Luna”? Pese al terror compartido con Salvador Garmendia en cuanto a revisitar las páginas monstruosas de las grandes novelas que cautivan la memoria, me resta abrevar en el lamedero magnífico de “Cien Años de Soledad”, pues los condenados de la Tierra siempre forjan sus oportunidades de redención con maniático denuedo.///

Otra de las lecturas púberes a las que tampoco he vuelto, apunta a dos novelas maravillosas de Hermann Hesse, “El Lobo Estepario” y “Demian”, las cuales exceden con creces las etiquetas confortables de la crítica y el mercadeo editorial: No son meras narraciones de formación, sino hermosos y rebeldes instrumentos de búsqueda interior que van a contracorriente de la chatura y el oropel con la que los poderes fácticos pretenden ocultar la belleza vinculante y poética del mundo. Al mismo tiempo, nuestro entusiasmo juvenil se avivó con tres libros breves publicados por Fundarte: “Última luna en la piel” (1979) de Orlando Chirinos, “Antología de la Casa Sola” (1981) de Luis Alberto Angulo y “25 poemas” (1982) de Reynaldo Pérez Só, autores radicados en el exilio valenciano con quienes comparto hoy no sólo una gran amistad sino sus enseñanzas en el campo de la narrativa y la poesía. Treinta años después, ha persistido mi afán de lector y comentarista respecto al resto de la obra de cada quien y cada cual, al punto de tocar decisivamente mi trabajo ensayístico. Hemos conversado dentro y fuera del bonapartista campus universitario, en los afectos y las repulsiones que implica una visión crítica y descarnada del entorno académico. No es accidental que nos detengamos a revisitar la obra de escritores de transición tales como Enriqueta Arvelo Larriva, Elías David Curiel y Andrés Mariño Palacio, lo cual conduce a una configuración personal y problematizadora del Canon venezolano. En el claustro arterioesclerótico de la Universidad de Carabobo, al igual que el endemoniado atribulado por la Legión interior, accedimos a Marx, Proudhon, Bakunin, Gramsci, Trotsky, Domingo Alberto Rangel y Ludovico Silva. Sin embargo, creemos que esta Torre de Babel revolucionaria apuesta por este pasaje del Manifiesto del Partido Comunista: “En sustitución de la antigua sociedad burguesa, con sus clases y antagonismos de clase, surgirá una asociación en que el libre desenvolvimiento de cada uno será la condición del libre desenvolvimiento de todos”. Muy a pesar del desencanto ideológico y estético de los años ochenta, sumado a la edificación ardua y contradictoria de un proyecto socialista alternativo en el país de hoy, esta cita textual nos convoca a persistir en el cambio estructural de la sociedad con un espíritu crítico y libertario que desdiga la banalidad del discurso y el despropósito político.///

La necedad presuntuosa de no escribir una sola palabra mía sin antes haber leído bibliotecas a raudales, fue conjurada afortunadamente por Pedro Téllez, quien me tendió la mano y ofreció las páginas de la revista “La Tuna de Oro” de la U.C., en las cuales se iniciaron mis comentarios con el “Manual del Distraído” de Alejandro Rossi. Diez años antes, Luis Cedeño había publicado la mitad de un primer cuento en la página literaria de “La Braga” amparada en el desaparecido diario “El Regional”. Por supuesto, el relato original y las copias del diario fueron destruidos por mí en un acceso de rabia inútil y visceral: La mala imitación del Vargas Llosa de “La Casa Verde” no justificaba suprimir ese primer y tonto intento. Escribir y publicar en revistas y diarios, supune construir una bitácora accidentada y significativa de lecturas variopintas. Reynaldo Pérez Só, otro de mis amigos y maestros tutelares, me instó a publicar reseñas y ensayos en la revista "Poesía", lo cual diversificaría mis lecturas, pues mis ojos se sumergían casi exclusivamente en la prosa, el hermano díscolo, devoto y diabólico de la Poesía. Curiosamente, un taller de traducción de poesía brasileña y portuguesa coordinado por Reynaldo, despertó la lengua de mis padres madeirenses que se hallaba enmarañada en mi memoria. Si bien mis apreciados condiscípulos desertaron, me queda como certificado atípico de aprobación tres libros de traducción que me aproximan a la poesía contemporánea de Brasil, a dos poemarios de Lêdo Ivo y una novela de Clarice Lispector. Además, mi tesis de maestría fue un ensayo sobre la obra de Lêdo, previa sugerencia de Luis Alberto Angulo. No había conocido personalmente a ese marinero del fuego sino años después, gigante bajito y travieso con los pies enfundados en zapatos de goma que hoy patean su natal Maceió: É a este lugar que retorno / quando a chuva cai em Maceió e derruba as folhas / dos cajueiros floridos. Antes de despedirse de este comentarista compulsivo, quien no es de Nueva York ni ha viajado más allá de los Puertos de Altagracia, nos obsequió un dueto poético bilingüe con Luis Alberto en el Teatro Teresa Carreño. Esto es el uno celebrando al otro. Cómo echamos de menos esa línea exploratoria de la revista “Poesía” que reivindicaba otras poéticas como la brasileña, la portuguesa, la gallega, la catalana, la china, la japonesa, la africana o la caribeña y nos proveía de otra vuelta de tuerca respecto a la gran poesía latinoamericana de habla castellana.///

No es casual entonces la similitud fonética de las palabras “lectura” y “aventura”: Leer implica la configuración mágica de una épica personal que se confronta de golpe y porrazo con un entorno inhóspito. Se asemeja a esa “Comuna en Alta Mar” que fue el asalto al trasatlántico portugués “Santa María” el 22 de enero de 1961: El disparate de Galvão, Soutomaior y Velo refundó su navío de locos como el “Santa Liberdade”, siendo el nombre quijotesco de la operación “Dulcinea”, al punto de poner de cabeza no sólo a las dictaduras de Franco y Salazar, sino también a la mismísima VI Flota norteamericana. La lectura no es posible en la antiséptica soledad del estudio, por el contrario, se completa con intensa vivacidad cuando la compartimos con el Otro en las aulas, las calles, los textos garrapateados en la fiebre y los bebederos que pican las lenguas y las gargantas. Esta épica que se opone a los convencionalismos y las comodidades pésimamente negociadas, se asimila tanto a la búsqueda mística y poética de San Juan de la Cruz, como a la crónica lírica y transparente que Miguel Hernández trina respecto a su tiempo convulsivo. Don Quijote nos recrea una maravillosa y libertaria Edad de Oro ante los cabreros y después es apaleado sin misericordia por la villanía del Poder feudal. La lucidez, ese atributo demoníaco que aún nos espanta, puso en cana a Oscar Wilde y volatilizó a Ambrose Bierce en el México de Villa y Zapata. Leer es un acto placentero pero también controversial y revolucionario, con los sinsabores y la amargura que inevitablemente traen consigo. Persiste en la memoria la inquietud aterrada del poeta Roque Dalton ante el libro de León Trotsky que le acechaba desde la mesita de noche: El brazo de Stalin y sus agentes es muchísimo más largo que el de Poseidón, de allí la jodisea de estos héroes nuestros que la mayoría de las veces termina ante el pelotón de fusilamiento o en la más atroz de las emboscadas. Sin embargo, la lectura nos conduce a unas islas extrañas pero paradisíacas. La felicidad no es una falsa recompensa sin fin que esconde los mecanismos reales del Poder. Se nos presenta a chispazos contingentes, inesperados y deslumbrantes. El embotellamiento fantástico de la Autopista del Sur troca en comuna automotriz que triza por momentos al fetichismo, el consumismo y la misma Catedral del Siglo XX que es el automóvil como bien lo diagnosticó Roland Barthes.///

Las lecturas de mi infancia remitían al Santo, el enmascarado de plata, con su atmósfera naif en el imperio del color sepia. Hoy no puedo desvincular la obra de Juan Rulfo del magnífico trabajo plástico de José Guadalupe Posada, pues me suenan a la recreación de una revolución traicionada por los politicastros y los burócratas. Siempre nos encantaron las viñetas antiguas que abundaban en la revista “Poesía”, al igual que los dibujos de Doré que se fundían como si nada en el Quijote de Cervantes o el Barón de Münchhausen de Raspe. Asimismo los autorretratos de Juan Calzadilla que lo desdibujan ad infinitum. Leer y comentar “El Elefante muere” de Guillermo Cerceau, esa estupenda revisita del mundo circense, constituiría un falaz ejercicio si no retrotraemos la fotografía de Diane Arbus o la película “Freaks” de Tod Browning. La integración de las artes enriquece y estructura la apreciación respetuosa del texto literario. En el cuento “Aguas Permanentes”, Laura Antillano mixtura la crónica boxística, la imaginería alienante de la T.V. y el amarillismo periodístico para poner en escena una tragedia por partida doble: la del malogrado Kim Duk Koo y la del desesperanzado campeón sobreviviente Ray Mancini, confundiéndose los roles de la víctima y del victimario. El “Torito” de Cortázar, los guerreros homéricos, mi “Dragón Lusitano”, los taxistas de Téllez o los médicos y pacientes de “Px” se hermanan en el ardor y las intermitencias de una lucha insomne y peripatética: “en el fragor de la lucha / apenas el triunfo le conmueve / se vence a sí mismo / esa es su guerra”, valga la cita al poeta Kid Pambelé que comparte esta mesa conmigo. Adversar el discurso y la realización materialista del Poder, por vía de la lectura de los bien amados volúmenes y el teatro de operaciones que es la vida, implica en unos casos ser el campeón defensor o ser el sparring vapuleado. No podemos pretender salir ilesos de este difícil pero delicioso atolladero. El pisapapeles que inventó Julio Garmendia para parodiar la adaptación artificial y alienante a la realidad circundante, nos servirá de senda ñasca para quebrantar día tras día la vidriera que nos impide salir a jugar bajo el aguacero.///

En la Valencia de la Cofradía de San Desiderio, para la mayor gloria del Dios de los anarcoteístas, miércoles 5 de noviembre de 2014.

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