Saturday, August 09, 2014

POR UN LEVE TEMBLOR: UNA PROPUESTA NOVELÍSTICA FRANCA Y SIN CONTEMPLACIONES. José Carlos De Nóbrega


     POR UN LEVE TEMBLOR: UNA PROPUESTA NOVELÍSTICA FRANCA Y SIN CONTEMPLACIONES

     José Carlos De Nóbrega

 

     Sólo los ojos de Dios se masturbaron. Eduardo Sifontes.

     Huíamos de la tempestad y nos herían otros dolores. Alfredo Armas Alfonzo.

 


     Constituye para mí, un privilegio, por tercera vez, presentar un libro de Juan Medina Figueredo. Su obra literaria se solaza en la poligrafía: Desde la musicalidad enternecedora y variada de poemarios tales como “Reverberaciones” (1995); atravesando por  el libro comuna que es “Siglo XXI, educación y revolución” (2010) con su estructura reticular que comunica a la crónica y el ensayo; hasta el volumen de cuentos “La Visita del Ángel” (2010) que hace posible la recuperación del Edén por asalto, no obstante la desilusión ideológica y estética. Hoy nos toca conversar brevemente sobre la novela “Por un leve temblor” (2014), mural narrativo acreedor del IV Premio Nacional de Literatura Stefania Mosca 2013. Esta obra es un ejercicio de apego compulsivo a la tierra que apareja su refundación poética, no en balde la traición y el despropósito político. El lirismo inmanente de su propuesta novelística, transgenérica y polifónica, forja una crónica contingente y mágica de Aragua de Barcelona, prefigurada en textos poéticos como “La muerte del bodeguero” e iniciada en el conjunto de cuentos “La Visita del Ángel”.

     Es harto destacable la urdimbre de sus múltiples puntos de vista narrativos: Consta o se apoya en el contrapunteo entre Pancho, profesor y juez jubilado, y su discípulo Hussein, guerrillero y trabajador sobreviviente. Esta conversación al borde del precipicio existencial, revela la contundencia polifónica de su discurso narrativo trémulo y lúdico. La cosa apunta paradójicamente al tratamiento poético de la acción y el espacio rescatados por la memoria, la crítica implacable al impío Poder burgués, además de la impostura y la parodia del discurso ideológico y literario. Este concierto complejo de voces disímiles y díscolas, roza las situaciones extremas que van del plagio a la falsificación: Pero, nunca me he atrevido a escribir esa novela, bajo esa perspectiva o punto de vista de un homosexual (Tacho, el partero) … van a decir que este viejo como que es un marico, un raro, sería lo menos que dirían de mí. El inventario portentoso de personajes asemeja al cardumen de tembladores que asombró al Barón de Humboldt, coreografía fluvial y eléctrica de Carlos del Pozo mediante. Estos seres de papel, carnadura y tinta son invocados por la Historia de Venezuela, la imaginación y la memoria colectiva: por ejemplo, la estirpe de los Arreaza Calatrava, la presencia solapada de caudillos godos y liberales, así como también la gente de a pie, Santa Esperanza rezandera, Santa la comadrona, Tacho el partero e incluso el poeta arriero Juan Villaquirán.

     La estructuración y rotulación de los capítulos no sólo apunta a la consolidación de una propuesta transgenérica que emparenta a la crónica, las memorias, el cuento popular y la novela misma, sino también a la riqueza variopinta y conmovedora de las voces que hablan al lector. Sugerimos la cuidadosa revisión del relato humorístico y escatológico que nos recuerda al Salvador Garmendia de “El Inquieto Anacobero y otros relatos” (El camino de los muertos); el cuento breve que, valga la cercanía lingüística y poética, rinde un sentido homenaje al libro “El Osario de Dios” de Armas Alfonzo con sus fantasmas de la Guerra Federal; o el discurso lírico-erótico del texto narrativo de formación que nos vincula al “Cantar de los Cantares” de la dupla Salomón / Fray Luis de León (No sé si, algún día, escribiré esta carta). ¿Qué decir de la dicotomía metafórica que es “Ramón Benito cayó sobre su propia sangre”, en la que la degustación del jobo y el mango supone a la vez el regreso a la Infancia, la Arcadia o el Paraíso, y una requisitoria viva y cruda del oro mal habido?

     Esta novela se lee y se oye con sumo placer, pues en su discurso conviven la oralidad de corte popular, el desencuentro entre las voces autorizadas y los gritos apóstatas, así como también el tenor poético más acabado. Si en la novela “El Otoño del Patriarca”, Gabriel García Márquez apela a la enumeración caótica para evidenciar la decadencia senil del Poder totalitario, Juan Medina Figueredo enumera vocablos y elementos en pos de un estado de gracia que vindique y reconcilie lo culto y lo popular en tanto mixtura indisoluble. Lo dialógico se sostiene en lo paradójico de la existencia, tal como la compulsión por la vida lo hace ante las acechanzas de la muerte.

     Sólo nos resta invitarlos a compartir la afortunada experiencia que representa la inmersión en estas páginas vitalísimas.

     En Caracas, bonita hechicera que encapricha y seduce a un Goya rebelde y solidario, sábado 2 de agosto de 2014.   

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