SALMOS AL EXILIO: UNA APROPIACIÓN
APASIONADA DEL PAISAJE
José Carlos De Nóbrega
Julio César Borromé (Trujillo,
1972), sin que medien las fatuas fronteras generacionales y estéticas con las
que la crítica academicista pretende desvincular a los escritores de raza,
conjuga en su oficio literario honestidad, agudeza, generosidad e incluso
desparpajo. Su trabajo crítico reciente en las páginas del suplemento Letras
del diario Ciudad Ccs así lo evidencia: El atento ojo caníbal nos reconcilia
con un discurso ensayístico limpio, inmediato y respetuoso con el Otro, lo cual
va a contracorriente de la mezquindad, el silencio cómplice o la lisonja
complaciente de las roscas literarias del momento. Se trata del solaz inherente
al tono conversado del ensayo que propicia una comunión maravillosa o, mejor
aún, una colmena alucinante de lectores y autores. No podemos obviar su
entrañable y precisa aproximación a la obra de José Manuel Briceño Guerrero, la
cual muestra y se regocija en la respiración poética, la pericia transgenérica
y el magistral tratamiento del lenguaje. No se trata de acreditar el ego propio
utilizando al Otro, sino de tejer una red que celebre a esta comunidad de
poetas expulsada de los Paraísos artificiales que el Poder pretende fagocitar
en nuestras cabezas. De un salmista compulsivo a un poeta proscrito que no
quiere olvidar, queda la placentera impresión que nos causó su poemario Salmos
al exilio, publicado en el año 2007 por la Fundación Editorial el perro y
la rana. Poesía breve que implica no sólo la interiorización luminosa del
paisaje, sino también el vínculo afectivo con la poesía de Basho, José Juan
Tablada, Ana Enriqueta Terán, Garcilaso de la Vega, Vicente Gerbasi y Ramón
Palomares. El poema padre o madre no constituye la sintomatología neurótica que
puede traer consigo el fenómeno de las influencias literarias, deviene más bien
en la sonoridad diáfana y sinfónica del texto poético en tanto diálogo que no
cesa. Prevalece entonces el Decir ajeno al encandilamiento estilístico, el oído
atrofiado y la nadería de fondo: La autenticidad de la voz radica
paradójicamente en el trazo sentido y primario del paisaje, la emocionada
auscultación de las voces disímiles de adentro y, en especial, la veneración
responsable de la lengua que bendice al mundo en el esplendor y la precariedad.
La glosa que festeja y se conduele con la voz del Otro, nos remite a la
experiencia creadora propia afincada en la solidaridad: La luna / en el
reflejo del agua / la pértiga / lanza un grito milenario. La alusión al
haikú trasciende lo literario para descansar impunemente en una indagación
personal, multifactorial y sinestésica de los elementos que nos conmueven hasta
las vísceras. La propedéutica del olvido, Chucho Ñáñez dixit, complementa el
afán memorístico de Borromé en la panteísta captación vivaz del entorno
como casa o templo carnal: El rostro se oculta / en el nido / comparte la
soledad rabiótica / del azulejo / en la garganta duele / el canto de la mañana.
La vibrante se arrastra en la sencillez expresiva, no en la efectista
configuración de las imágenes que no calzará con la angustia del canto. “Bajo
el árbol”, primer segmento del libro, recapitula la noble y amable genealogía
del bosque en un tenor místico e inquietante: Tiempo preñado / de luciérnagas / cabe el espacio en los labios / sorbo
/ la claridad del silencio. El poeta argentino Ricardo Herrera se suma a esta
cofradía poética díscola, diversa y agradecida: Porque, al fin, el recuerdo
renace sólo en su halo de olvido, suscitando el efecto impresionista de una
nitidez suspensa en una masa tenue de niebla o de débiles ecos. Expectación e
impresión, psalmos y paisajes. “La
Crucifixión de la infancia”, segunda estación de este libro, emparenta la
procesión polifónica y dolorosa del discurso con la comparsa circense, pues la
simulación de la voz apuesta por el ars poética, el bestiario y la
reconsideración lúdica de la metáfora salvaje. El origen se confunde con el
cierre, pues el poema es un perro mestizo y travieso que danza con su propia
cola: Alumbrado desde la soledad quimérica / regresa ido / con capa de chirulí // ojos de búho
/ silencio de tierra // en el bosque / la puerta se ha cerrado.
En Caracas, achicando el diluvio, viernes 8
de noviembre de 2013.
Carlos de Nóbrega, perro sucio, hijo de puta.
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