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Wednesday, August 10, 2011
ROSAE ROSARUM: LA LITURGIA COTIDIANA Y EL DESTIERRO. José Carlos De Nóbrega
ROSAE ROSARUM: LA LITURGIA COTIDIANA Y EL DESTIERRO
José Carlos De Nóbrega
Desarraigo siempre multiplicado, de la tierra, la lengua y de Dios. Reynaldo Pérez Só.
En el nº 129 (mayo-junio de 2000) de la revista “Poesía”, el cual nos parece el cierre de un importante ciclo evolutivo suyo, Reynaldo Pérez Só publicó un ensayo que aún hoy nos atrapa: “Máscaras y desarraigo”. Sin deponer el cariz crítico y polémico de sus convicciones poéticas, Pérez Só plantea que el enmascaramiento (por vía de heterónimos, cultismos cosmopolitas o apropiación del lenguaje y la cultura local) se configura en el clima del desarraigo o exilio físico o interior, incluso la ocurrencia simultánea de ambos. Desfilan, entonces, los casos de poetas como Pessoa, Sá-Carneiro, Darío, Vallejo, Martí y Ramos Sucre en tanto soporte argumental que aviva la discusión. Observémoslo en sus propias palabras: Lo determinante es que el poeta, con la máscara, sobreviva y convierta la materia bruta de la angustia generada por el destierro en auténtica poesía. Sin embargo, no todos tienen esta suerte y la solución es mucho más drástica al no tener sentido una existencia en donde todo está en contra. Quizá este ensayo cause escozor en unos o, mejor aún, haga rechinar los dientes de otros. La problemática del desarraigo y sus antifaces también fue tocada por Reynaldo en el cuento “Viento Sur”, esto es experiencia dolorosa y vivificante que desborda al escarceo narrativo-ficcional. Por lo que este poemario,”Rosae Rosarum”, supone no sólo una recapitulación temática sino también discursiva. Ratifica la condición paradójica y escurridiza de la ciudadanía del poeta: Aquí el poeta no es más que el vocero, lenguaje del conjunto al que pertenece, pues un país no llega a serlo sin la existencia de sus poetas. Se trata, como él mismo lo dice en el arranque, de la simulación (¿impostura o sobrevivencia?) que es un parecer siendo para poder, realmente, ser. Expresar una visión del mundo en la apostasía o la complicidad.
El cuarteto que trae consigo “Rosae Rosarum” –Tremor (1997), Buscada (1999-2000), Poemas de la cuesta (2002) y el conjunto homónimo final (2003)- propone tres núcleos temáticos: Además de la problemática del desarraigo, tenemos el de la búsqueda religiosa (modo de vida válido, en el diálogo contingente y significativo del Hombre con Dios y consigo mismo) y la rosa como motivo de consideración y reflexión poéticas. En una primera lectura, esta colección poética constituye la continuidad del discurso lírico de Reynaldo Pérez Só: Despojamiento verbal que se contrapone al artificio retórico, verso breve y contenido que sin embargo es multisugerente, fragmentación del texto poético que recrea la escindida precariedad del ser y –por ende- el Decir. Si seguimos a Nabokov en la pertinencia de la relectura como praxis cotidiana, notamos con asombro propuestas o aristas que renuevan y enriquecen la Suma Poética a la fecha de este apreciadísimo poeta (a tal efecto, no es necesario el bullicio del fondo y la forma para catarlos con calidez).
Tremor se nos antoja un prólogo poético extenso que prefigura el resto del corpus del volumen: se dialoga sobre el extravío vivencial que es el exilio, destierro no es luz blanca (poema que se repetirá más adelante, página 93, alineado a la derecha y en una sola estrofa); encontramos la transfiguración lírica del trueque de la primogenitura de Esaú por un tentador plato de lentejas (si éstas se cocinan en un guiso de carne a la jardinera, tal como las preparaba mi madre, yo sería otro incauto a manos de la mamá de Jacob); o el desconcierto que nos provoca el Dios empequeñecido de los dos últimos poemas. Hay un punzante abordaje del Decir poético que no lo es: dice / que decía / pero su boca estaba tapada. No en balde el encabalgamiento y la supresión de la puntuación, el poema gana transparencia e inmediatez en la atenuación del afán fragmentario. ¿Las negritas del primer verso simulan un posible título?
Buscada, en palabras del autor, se asocia más al sentido de búsqueda que a la mera religión como generalmente se entiende. El sentimiento religioso no estriba en un monólogo onanista, exaltado y farisaico. Por el contrario, se revitaliza en el discurso solidario con el Otro, tal como lo estimuló Enmanuel Lévinas: él se hace de gente / mía mientras yo / le abra la puerta y quede sin techo / sin paredes ni ventanas él. El discurso poético-religioso asume un inquietante sesgo dialéctico (¿acaso las intermitencias de la relación entre Dios y los hombres no colindan con la experiencia traumática del desarraigo?): él me mira / con dos ojos / en uno me señala / en el otro me respira // a muerte / con dos manos / una me estrangula / la otra me levanta // mientras vivo / me pongo a un lado / y me encono /huyendo de su abrazo / espantándome la vista. La auténtica poesía es tocable: la mística adquiere pleno sentido en el teatro de operaciones que es el cuerpo.
Poemas de la cuesta es un hermosísimo libro sobre el exilio. Los poemas se alinean a la derecha y se inician con mayúscula: ¿esta crónica de viajes a la inversa, registra experiencias superlativas afines a la búsqueda religiosa? Los poemas dedicados a las islas Canarias son memorables, la interiorización de su paisaje y el tono que linda la saudade –némesis de nostalgias lloronas- nos complacen y acometen al punto: En canarias / anda la muerte en forma / de puerto / nunca de mar ni fuego ni piedra / a veces hay subidas / a veces hay bajadas / (…) / pero la muerte llega en forma de pescado / seco / momia / para que la otra muerte coma / mirando de isla en isla. Sin alarde metafórico, la escalera de Jacob vincula a Israel y Tenerife levantando un puente lírico, religioso y popular: en israel se dice que subieron muchos / sin embargo bajó jesús y remontó mohammed / donde bajando subió isaac // pero en Tenerife sólo se baja / cuando se cree ascender. La mirada es encandilada por los trazos francos y, si se quiere, hiperrealistas de un paisaje agreste y diverso: las cabras, los perros, las lagartijas y los hombres integran el mismo bestiario que se contrapone a la costa y la montaña.
“Rosae Rosarum” se vale de alusiones diversas (Rioja, Huidobro e incluso el tísico Agustín Lara), emociones contradictorias y afinidades afectivas en la proposición de un discurso experimental exento de arrogancia y futilidad. Simula con brillo el discurso taxonómico de catálogos botánicos o diccionarios filosóficos. Nos llama la atención el dinamismo de la diagramación del poema: un collage sensual de la fuente standard, las cursivas y los paréntesis. La aproximación a la rosa es múltiple en su aceptación o negación como objeto poético –vivo o cosificado-. Por ejemplo, “rosa plástica” alude a los objetos mágicos de Mario Abreu: pero la de plástico / es pura a dios / dueña de camposantos.
Indudablemente, comunidad lectora, este libro es digno de nuestra consideración mientras Pena un frágil aroma de aguacero.
En Valencia de San Desiderio, ofrecemos este Homenaje Panorámico a Reynaldo Pérez Só, sábado 16 de julio de 2011.
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