Salmos Compulsivos
MIGUEL HERNÁNDEZ CUMPLE CIEN AÑOS
José Carlos De Nóbrega
Los poetas somos el viento del pueblo: nacemos para pasar soplando a través de sus poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hacia las cumbres más hermosas. Miguel Hernández.
Para beneplácito de los lectores, disgusto de los fascistas e indiferencia de los funcionarios culturales, nuestro poeta Miguel Hernández cumple cien años en el marco generoso de la vigencia y la pertinencia de su maravillosa obra poética. Encontramos en el corpus de su poesía la convergencia de lo clásico y lo renovador: Nos retrotrae la poesía y la prosa de los gigantes del Siglo de Oro Español, amén de erigirse en testigo y partícipe despiadado de su tiempo histórico, colindante con la Guerra Civil Española y el ascenso del totalitarismo en Europa (Hitler, Mussolini y Stalin –el dispensador de derrotas, según un visionario Trotsky, que contribuyó decisivamente a la caída de la República Española-). Miguel, nuestro pastor cara de papa, abrevó en la poesía barroca de Góngora y Quevedo sin que se viera afectado el vínculo y el compromiso de su propia obra con la cultura popular, lo cual sumó calidad expresiva a su denodado rol profético en la denuncia de la injusticia que es la opresión de los más pobres. Por eso afirmamos que Miguel Hernández es el padre de la Poesía del Decir: aquella que se concibe desde imágenes poderosas que recreen al mundo, en la ausencia de viles dispositivos retóricos; esto es compulsión por la vida que conversa con el Otro y, por ende, consigo misma. El discurso poético cobra una transparencia sin par, antítesis irreconciliable de grises veladuras neblinosas que extravíen a hacedores y lectores en una daltónica comparsa. Luis Alberto Angulo, poeta inequívoco del Decir, publicó en 2005 (bajo el sello editorial el perro y la rana) una conmovedora antología del pastor de Orihuela, la cual comprende los poemarios Imagen de tu huella (1934), El silbo vulnerado (1934), El Rayo que no cesa (1934-35), Otros poemas (1935-36), Viento del pueblo (1937), El hombre acecha (1937) y el libro póstumo Canciones y romanceros de ausencias (1958), amén de dos poemas sueltos. Esta cariñosa colección incita una primera y reveladora lectura por parte de los más jóvenes y, a la vez, una revisita placentera y necesaria de ojos más viejos y no menos asombrados. Luis Alberto nos presenta a uno de los más grandiosos sonetistas de la lengua española, de la estirpe poética de Quevedo, Góngora y Garcilaso (permítasenos agregar a dos sonetistas de lengua portuguesa: Luis de Camoens y Lêdo Ivo), amén de la precisión expresiva y conceptual de Gracián. Para muestra, valga esta inigualable estrofa: Gozar y no morirse de contento, / sufrir y no vencerse en el sollozo: / ¡Oh, qué ejemplar severidad del gozo / y qué serenidad del sufrimiento! También esta afortunada selección clava en las rugosas paredes del corazón textos elegíacos de honda belleza como el dedicado a Ramón Sijé: Yo quiero ser llorando el hortelano / de la tierra que ocupas y estercolas, / compañero del alma, tan temprano. No es contradictorio el influjo surrealista en el poema Sino sangriento o las Odas dedicadas a Aleixandre y a Neruda, si lo confrontamos con el persistente realismo contundente de textos como Sentado sobre los muertos y El tren de los heridos: La inmediatez de la imagen poética es perfectamente válida sin perderse en los vericuetos de los estilos o las escuelas literarias, lo cual no es comprendido por los críticos, empecinados siempre en colocar la carreta antes que los caballos. Por supuesto, la bella complejidad inmediata de la poesía de Miguel Hernández no es territorio de repetidores de slogans mustios, ni de onanistas personalidades culturosas que anteponen las carreras de carritos con rolineras a estrofas amorosas como esta: Morena de altas torres, alta luz y ojos altos, / esposa de mi piel, gran trago de mi vida, / tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos / de cierva concebida. Valga la invitación, amigo lector, a la celebración del Cumplesiglo de Miguel Hernández el sábado 30 de octubre de 2010, 9:30 am, en la sede de Librerías del Sur Valencia. Acude cantando Para la libertad, sólo la poesía nos colma y satisface.
MIGUEL HERNÁNDEZ CUMPLE CIEN AÑOS
José Carlos De Nóbrega
Los poetas somos el viento del pueblo: nacemos para pasar soplando a través de sus poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hacia las cumbres más hermosas. Miguel Hernández.
Para beneplácito de los lectores, disgusto de los fascistas e indiferencia de los funcionarios culturales, nuestro poeta Miguel Hernández cumple cien años en el marco generoso de la vigencia y la pertinencia de su maravillosa obra poética. Encontramos en el corpus de su poesía la convergencia de lo clásico y lo renovador: Nos retrotrae la poesía y la prosa de los gigantes del Siglo de Oro Español, amén de erigirse en testigo y partícipe despiadado de su tiempo histórico, colindante con la Guerra Civil Española y el ascenso del totalitarismo en Europa (Hitler, Mussolini y Stalin –el dispensador de derrotas, según un visionario Trotsky, que contribuyó decisivamente a la caída de la República Española-). Miguel, nuestro pastor cara de papa, abrevó en la poesía barroca de Góngora y Quevedo sin que se viera afectado el vínculo y el compromiso de su propia obra con la cultura popular, lo cual sumó calidad expresiva a su denodado rol profético en la denuncia de la injusticia que es la opresión de los más pobres. Por eso afirmamos que Miguel Hernández es el padre de la Poesía del Decir: aquella que se concibe desde imágenes poderosas que recreen al mundo, en la ausencia de viles dispositivos retóricos; esto es compulsión por la vida que conversa con el Otro y, por ende, consigo misma. El discurso poético cobra una transparencia sin par, antítesis irreconciliable de grises veladuras neblinosas que extravíen a hacedores y lectores en una daltónica comparsa. Luis Alberto Angulo, poeta inequívoco del Decir, publicó en 2005 (bajo el sello editorial el perro y la rana) una conmovedora antología del pastor de Orihuela, la cual comprende los poemarios Imagen de tu huella (1934), El silbo vulnerado (1934), El Rayo que no cesa (1934-35), Otros poemas (1935-36), Viento del pueblo (1937), El hombre acecha (1937) y el libro póstumo Canciones y romanceros de ausencias (1958), amén de dos poemas sueltos. Esta cariñosa colección incita una primera y reveladora lectura por parte de los más jóvenes y, a la vez, una revisita placentera y necesaria de ojos más viejos y no menos asombrados. Luis Alberto nos presenta a uno de los más grandiosos sonetistas de la lengua española, de la estirpe poética de Quevedo, Góngora y Garcilaso (permítasenos agregar a dos sonetistas de lengua portuguesa: Luis de Camoens y Lêdo Ivo), amén de la precisión expresiva y conceptual de Gracián. Para muestra, valga esta inigualable estrofa: Gozar y no morirse de contento, / sufrir y no vencerse en el sollozo: / ¡Oh, qué ejemplar severidad del gozo / y qué serenidad del sufrimiento! También esta afortunada selección clava en las rugosas paredes del corazón textos elegíacos de honda belleza como el dedicado a Ramón Sijé: Yo quiero ser llorando el hortelano / de la tierra que ocupas y estercolas, / compañero del alma, tan temprano. No es contradictorio el influjo surrealista en el poema Sino sangriento o las Odas dedicadas a Aleixandre y a Neruda, si lo confrontamos con el persistente realismo contundente de textos como Sentado sobre los muertos y El tren de los heridos: La inmediatez de la imagen poética es perfectamente válida sin perderse en los vericuetos de los estilos o las escuelas literarias, lo cual no es comprendido por los críticos, empecinados siempre en colocar la carreta antes que los caballos. Por supuesto, la bella complejidad inmediata de la poesía de Miguel Hernández no es territorio de repetidores de slogans mustios, ni de onanistas personalidades culturosas que anteponen las carreras de carritos con rolineras a estrofas amorosas como esta: Morena de altas torres, alta luz y ojos altos, / esposa de mi piel, gran trago de mi vida, / tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos / de cierva concebida. Valga la invitación, amigo lector, a la celebración del Cumplesiglo de Miguel Hernández el sábado 30 de octubre de 2010, 9:30 am, en la sede de Librerías del Sur Valencia. Acude cantando Para la libertad, sólo la poesía nos colma y satisface.
Gracias Carlos por honrar al poeta Miguel Hernandez con tan hermosas palabras
ReplyDeleteBesos
Gracias a ti, por estar siempre atenta a las empresas quijotescas que aún nos empeñamos en sostener.
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