EL CICLO DE LA VIDA Y LA POESÍA DEL DECIR
José Carlos De Nóbrega
Adhely Rivero: La Vida Entera (The entire life). Dirección de Cultura de la Universidad de Carabobo, Colección El Cuervo, Valencia, Venezuela, 2009, 103 pp.
Se toparon los vaqueros
muertos de sol los caballos:
¡Hermano, ah tierra bien sola!
¡Ah vida bien dura, hermano!
Alberto Arvelo Torrealba.
Adhely Rivero se ha preocupado por revisar y componer su obra poética en la estructuración de un solo libro dividido en sucesivas entregas, integradas por el tono austero e inmediato de la Poesía del Decir. Acompañamos a Enrique Mujica cuando refiere que la poesía de Rivero dice tanto sin apelar a artificios estilísticos ni a una musicalidad engorrosa e inútil: “Hallar y decir. Descubrir. Mostrar. Tal es el itinerario de esta escritura, de esta descarnada sociología de lo rural, de esta densa antropología del solitario”. La interiorización del paisaje no se regodea en el barroco trazo deslumbrante del llano, más bien se nos antoja despojada y minimalista, en pos de una revelación enmarcada en la cotidianidad del diálogo entre el entorno y su habitante asombrado y silencioso: “Una barcaza me recuerda la vaca / que se balancea sobre su ubre cada mañana”. Por supuesto, hay un ejercicio persistente de la memoria poética que involucra nostalgia y desarraigo: “En esta ciudad no hay caballos, ni vacas, ni toros. / Tendrá un río, una plaza, una gallera y un cine, / pero no es un pueblo”. Los poemas establecen un diálogo endógeno consigo mismos, de entrega en entrega, y exógeno con antecedentes tales como Alberto Arvelo Torrealba, Enriqueta Arvelo Larriva y Francisco Lazo Martí, sin caer en la glosa repetitiva y localista; por el contrario, hallamos una relación de continuidad respecto a poemas fundacionales que reconcilian la patria con la universalidad del discurso poético que reivindica la lengua y el habla de los hombres. El ars poética se desliza plácidamente sobre la veloz y necesaria cabalgadura, sin preceptivas esterilizantes que la detengan ni la perviertan: “La palabra que me enseña / a montar / corre apacible / Duro es el acto / de sostener la línea del cuerpo / en la pendiente del lomo”. La poesía decanta, entonces, las múltiples voces interiores en una escritura responsable, lúdica y macerada con terco denuedo. Nos complace esta reciente entrega de Adhely Rivero, una estupenda antología poética bilingüe que cuenta con la traducción al inglés de los poetas Esteban Moore y Sam Hamil. Los textos originales conviven naturalmente con las esclarecedoras versiones en la lengua anglosajona: Permanece el hermoso e inmediato tono conversacional de ambos casos, además de la profunda humanidad que ata la voz poética con el paisaje. Por lo que más allá del despistado discurso de la arrogancia académica, no nos resulta absurdo vincular en el decir a William Carlos Williams con Adhely Rivero: la voz que se regodea en el robo y la deglución culposa de las ciruelas del Otro, se solidariza de guisa dinámica y dialógica con el hambre predatoria del gavilán que se abalanza lascivo sobre la belleza de las queridas. Revisemos, por ejemplo, el conmovedor y cómplice cierre del poema “Gavilán” en ambos vehículos de la poesía del decir: “Love has thunderclouds and Lightning. / Loving is the rain, / in which one gets wet and dries”; “El amor tiene relámpagos y centellas. / Amorosa es la lluvia, / uno se moja y se seca”. Destaca la transparencia de ambas versiones del poema, dada la solidez de las correspondencias de tono y fondo que las vinculan y vindican. O qué nos resta decir y disfrutar de este delicioso puente, que toma como pretexto uno de los mejores textos poéticos de “Los Poemas de Arismendi”: “God is so small / in the solitude of a man / who whistles / with a dry mouth”; “Dios es tan ínfimo / en la soledad de un hombre / que silba / con la boca seca”. No en balde sus diferencias en el corte de algunos versos debido a la peculiaridad musical de cada lengua, los textos líricos pudieran ser cantados así nomás por Bob Dylan tocando las puertas del cielo o por Alí Primera Cunaviche Adentro. La experiencia poética se afinca a una tierra concreta que se nos escurre húmeda o reseca entre los dedos, sin embargo, Arismendi o Arizona trascienden lo local para establecerse en el imaginario poético universal. La traducción no es un ejercicio utópico que fracasa en versionar al Otro, por el contrario, construye un diálogo vivaz y sentido que nos aproxima al decir y a la cultura del Otro, completando el abigarrado mosaico de la humanidad revisitada y ennoblecida en la plenitud de su diversidad. Celebramos entonces la Colección El Cuervo, la cual nos ha obsequiado traducciones de poetas como Casimiro de Brito, Humberto Ak`abal, Sam Hamil, Francois Migeot, Michael Agustin, Sujata Bhatt, Tarek Eltayeb y Adhely Rivero.
José Carlos De Nóbrega
Adhely Rivero: La Vida Entera (The entire life). Dirección de Cultura de la Universidad de Carabobo, Colección El Cuervo, Valencia, Venezuela, 2009, 103 pp.
Se toparon los vaqueros
muertos de sol los caballos:
¡Hermano, ah tierra bien sola!
¡Ah vida bien dura, hermano!
Alberto Arvelo Torrealba.
Adhely Rivero se ha preocupado por revisar y componer su obra poética en la estructuración de un solo libro dividido en sucesivas entregas, integradas por el tono austero e inmediato de la Poesía del Decir. Acompañamos a Enrique Mujica cuando refiere que la poesía de Rivero dice tanto sin apelar a artificios estilísticos ni a una musicalidad engorrosa e inútil: “Hallar y decir. Descubrir. Mostrar. Tal es el itinerario de esta escritura, de esta descarnada sociología de lo rural, de esta densa antropología del solitario”. La interiorización del paisaje no se regodea en el barroco trazo deslumbrante del llano, más bien se nos antoja despojada y minimalista, en pos de una revelación enmarcada en la cotidianidad del diálogo entre el entorno y su habitante asombrado y silencioso: “Una barcaza me recuerda la vaca / que se balancea sobre su ubre cada mañana”. Por supuesto, hay un ejercicio persistente de la memoria poética que involucra nostalgia y desarraigo: “En esta ciudad no hay caballos, ni vacas, ni toros. / Tendrá un río, una plaza, una gallera y un cine, / pero no es un pueblo”. Los poemas establecen un diálogo endógeno consigo mismos, de entrega en entrega, y exógeno con antecedentes tales como Alberto Arvelo Torrealba, Enriqueta Arvelo Larriva y Francisco Lazo Martí, sin caer en la glosa repetitiva y localista; por el contrario, hallamos una relación de continuidad respecto a poemas fundacionales que reconcilian la patria con la universalidad del discurso poético que reivindica la lengua y el habla de los hombres. El ars poética se desliza plácidamente sobre la veloz y necesaria cabalgadura, sin preceptivas esterilizantes que la detengan ni la perviertan: “La palabra que me enseña / a montar / corre apacible / Duro es el acto / de sostener la línea del cuerpo / en la pendiente del lomo”. La poesía decanta, entonces, las múltiples voces interiores en una escritura responsable, lúdica y macerada con terco denuedo. Nos complace esta reciente entrega de Adhely Rivero, una estupenda antología poética bilingüe que cuenta con la traducción al inglés de los poetas Esteban Moore y Sam Hamil. Los textos originales conviven naturalmente con las esclarecedoras versiones en la lengua anglosajona: Permanece el hermoso e inmediato tono conversacional de ambos casos, además de la profunda humanidad que ata la voz poética con el paisaje. Por lo que más allá del despistado discurso de la arrogancia académica, no nos resulta absurdo vincular en el decir a William Carlos Williams con Adhely Rivero: la voz que se regodea en el robo y la deglución culposa de las ciruelas del Otro, se solidariza de guisa dinámica y dialógica con el hambre predatoria del gavilán que se abalanza lascivo sobre la belleza de las queridas. Revisemos, por ejemplo, el conmovedor y cómplice cierre del poema “Gavilán” en ambos vehículos de la poesía del decir: “Love has thunderclouds and Lightning. / Loving is the rain, / in which one gets wet and dries”; “El amor tiene relámpagos y centellas. / Amorosa es la lluvia, / uno se moja y se seca”. Destaca la transparencia de ambas versiones del poema, dada la solidez de las correspondencias de tono y fondo que las vinculan y vindican. O qué nos resta decir y disfrutar de este delicioso puente, que toma como pretexto uno de los mejores textos poéticos de “Los Poemas de Arismendi”: “God is so small / in the solitude of a man / who whistles / with a dry mouth”; “Dios es tan ínfimo / en la soledad de un hombre / que silba / con la boca seca”. No en balde sus diferencias en el corte de algunos versos debido a la peculiaridad musical de cada lengua, los textos líricos pudieran ser cantados así nomás por Bob Dylan tocando las puertas del cielo o por Alí Primera Cunaviche Adentro. La experiencia poética se afinca a una tierra concreta que se nos escurre húmeda o reseca entre los dedos, sin embargo, Arismendi o Arizona trascienden lo local para establecerse en el imaginario poético universal. La traducción no es un ejercicio utópico que fracasa en versionar al Otro, por el contrario, construye un diálogo vivaz y sentido que nos aproxima al decir y a la cultura del Otro, completando el abigarrado mosaico de la humanidad revisitada y ennoblecida en la plenitud de su diversidad. Celebramos entonces la Colección El Cuervo, la cual nos ha obsequiado traducciones de poetas como Casimiro de Brito, Humberto Ak`abal, Sam Hamil, Francois Migeot, Michael Agustin, Sujata Bhatt, Tarek Eltayeb y Adhely Rivero.
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