Tuesday, March 21, 2006

BUDA GAUTAMA HÍPICO


Soñó que el Diablo lo poseía infinitas veces. Sin embargo, no estaba alarmado, pues -como él bien sabía- las dificultades son un don de la vida que hacen posible la evolución del ser. Se sentía una versión postmoderna de San Antonio: lidiando con cientos de demonios pícaros y crueles que pretendían arrastrar cuerpo y alma al muladar. Sólo que esta vez la cavidad del culo se dilataba al paso del sulfúrico miembro. Se mantenía en una actitud estoica e imperturbable; el dolor es la antesala de la revelación, de un nirvana embellecido por el vuelo de graciosos y divinos colibríes sosteniendo el misterio de la vida en sus leves alas. De improviso, masticaba y tragaba hongos alucinógenos en una montaña cubierta de niebla. Apareció la mujer en toda su pícnica desnudez, inclinándose ante él con una vara de vera. La tomó y con ella le golpeó todo el cuerpo, en un acceso de furia escatológica. Más tarde se solazó en un coito larguísimo, devorando su cuerpo crepuscular a fuerza de los chicotazos. Libaron mutua y simúltáneamente los efluvios de su carne. Apoyándose en las bien lubricadas paredes de la vulva, se internó en una oscura gruta tenuemente iluminada por la luz neón. Topó con amigos, enemigos y discípulos que yacían como monigotes de carne en una alfombra carmesí. Compuso una extensa Silva con la cual los reducía a la nada, a punta de retruécanos, elipsis, metáforas e hipérboles que nadaban en un espeso y ocre caldo de mezquindad. Amodorrado, sintió sobre sí la huesuda constitución de su socio, Remigio, con la erecta lanza pugnando por entrar entre las deprimidas y escoriadas nalgas. Lo sorprendió la vigilia en pose conformista, dejándolo pasar y hacer en la esperanza de que la miseria troque en santidad redentora del alma.

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