Sunday, June 10, 2012

CARACAS REVISITA A EDDIE PALMIERI (SC 76). JOSÉ CARLOS DE NÓBREGA

Salmos Compulsivos (76)



CARACAS REVISITA A EDDIE PALMIERI


José Carlos De Nóbrega



Esto si se pone mejor se daña. Eddie Palmieri en la celebración de sus setenta y cinco años.



Caracas se puso de fiesta al reencontrarse con uno de los suyos, el Sapo Eddie Palmieri. Son memorables sus presentaciones a cable pelao en el Nuevo Circo en 1967 y tiempo después en San Agustín del Sur. No en balde sus setenta y cinco años de edad y sus cincuenta y cinco de carrera musical, Palmieri nos obsequió el sábado 26 de mayo de 2012 en la Plaza Diego Ibarra una antología mínima de su son montuno, experimental y comprometido con las barriadas bailómanas de América Latina. Su orquesta “La Perfecta II”, sin fotocopiar inútilmente las glorias del pasado ni sentirse fuera de lugar muy a pesar de la perorata monocorde de la música idiota (Sabina dixit), le acompañó con suma dignidad y sabrosura. Destacaron el tresista Nelson González –en especial sus solos en “Tirándote flores” y “Ritmo Caliente”, una fusión del sonido tradicional y la distorsión eléctrica del instrumento-, la flautista que desbordó su garbo africano y la transparencia de la charanga, amén de la sección de metales integrada por el trombonista Conrad Herwing y el trompetista Brian Lynch.

El concierto, previamente concebido a la manera del Agendario de Juan Calzadilla, consistió en un repertorio de ocho canciones: Ajiaco Caliente, Tirándote Flores, Muñeca, Lázaro y su Micrófono, Sujétate la Lengua, Ritmo Caliente, El Molestoso y Azúcar pa’ti. Este corpus o mosaico musical extenso reivindica la esencia de la compleja y cadenciosa propuesta estética de Eduardo Palmieri: Las líricas breves y precisas, que abordan el desamor, la denuncia político-social, el desmadre festivo y la pincelada anecdótica y urbana, tienden una alfombra propicia a la perfecta mixtura musical que reivindica sin artilugios discursivos nuestra condición mestiza. El son, la guaracha, el cha cha cha, la charanga, lo clásico y el jazz se funden en un ajiaco o cruzao unitario, insurgente y lúdico que complace tanto al melómano como al bailador de la calle. Leíamos en “El Libro de la Salsa” de César Miguel Rondón que la peculiar configuración del mercado de la Salsa en los 70’s, nos referimos al Imperio de la Fania y especialmente a su controversial mentor Jerry Masucci, evidenció la relativa soledad del genio de Palmieri en la transgresión del género musical afrocubano. No obstante, no somos pocos de sus seguidores que argumentamos a su favor con desparpajo y fervor: “El montuno de Palmieri es el montuno de Palmieri, y nadie, nadie lo pone y lo suelta como él”. Esta apología se canta siguiendo a Ismael Quintana en el tema “Mozambique”, en el momento más alto de la primera orquesta “La Perfecta”, esto es ‘arrollando como é’.

Lamentamos no haber estado allí (tampoco al día siguiente y en otro lugar, cuando Luis Ernesto Gómez y Carmen Borregales presentaron sus estupendos “Cantos Veloces”, malanga que se come entre lo clásico y el jazz), pues nos vacilamos el festejo por televisión, pero el público visible e invisible fue unánime en una retahíla de peticiones: Palo pa’rumba, La Malanga, Justicia, Twist Africano. Invocando nuevamente a Ismael Quintana, quien junto a Cheo Feliciano y la India de Nueva York integran lo mejor de las voces líderes de la banda de Eddie Palmieri, hicimos nuestra una rogativa proveniente del corazón astillado entre el amor correspondido y el más autodestructivo de los despechos: “Tú, mi delirio” de César Portillo de la Luz (la Vieja Trova en su esplendor) y “Amor Ciego” de Rafael Hernández. Ambos boleros son una demostración indubitable de las extraordinarias condiciones vocales, orquestales e incluso poéticas de la dupla Quintana / Palmieri: En el primero, la atmósfera es plena del placer indecible, intenso y breve de la felicidad del que ama y es amado (la voz y la orquesta van a la par en un arreglo limpio y armónico que es rematado por un magnífico solo de trompeta). En el segundo, la voz se quiebra en la desesperanza y la desolación, mientras que la orquesta coquetea con la distorsión y la estética de la precariedad hecha carne despedazada en el fraseo ronco de la guitarra eléctrica.

Disculpándonos esta divagación decadente en el guayabo, sin importar incluso los inconvenientes técnicos que no afectaron la respiración del concierto, Eddie y su Perfecta II ofrecieron como colofón y ñapa dos piezas cónsonas con la descarga a rumbear: “Óyelo, que te conviene” y “Camagüeyanos y Habaneros”. Es un privilegio, aunque sea vía T.V., compartir esta experiencia sensorial, emotiva y artística con uno de los más grandes hijos adoptivos de Caracas. Eddie, pulsa las teclas con compulsión latina, pues las dientes de leche tienen quien las saque a bailar en los locales espontáneos que colindan el Ciclo Básico Común Simón Bolívar y el rancherío y sus habitantes (gatos, perros vikingos y trabajadores pintados por César Rengifo) que aún en la memoria le ven las tripas al Puente El Guanábano.



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