Monday, April 23, 2012

EL NARCOCORRIDO O DE LO POLÍTICAMENTE INCORRECTO. José Carlos De Nóbrega

Salmos Compulsivos
 EL NARCOCORRIDO O DE LO POLÍTICAMENTE INCORRECTO
 José Carlos De Nóbrega

 (…) Al héroe siempre le tocan faenas sucias. Pero no inventes un sesgo donde no lo hay: los corridos prohibidos son una transmutación artística, un producto simbólico del inconsciente colectivo y eso no lo puede cambiar ni Don Alirio ni las síster. Carlos Valbuena: El Cartel de los Corridos Prohibidos.

 Me he topado con esta curiosidad sociológica y musical, llámese narcocorrido o corrido prohibido, de manera muy curiosa y accidental: un amigo me había referido su asombro cuando su juego de tejo era musicalizado por este canto épico postmoderno, mixtura de los corridos villistas y zapatistas, el romancero español de cordel y la apología a los grandes capos de la droga. A raíz de este comentario, comisioné a mi compadre para que me trajera de Colombia un CD contentivo de dicho género musical –de contrabando, por supuesto-. El volumen 2 de Corridos Prohibidos satisfizo mis expectativas con un dejo de morbo y picardía: son memorables las canciones Cruz de Marihuana, Contrabando en los huevos, Sigo torcido y El Cura, las cuales bordean el ars poética, la crónica policial y la picaresca típica de los bajos fondos. Se nos antoja la revancha del pardaje que estremece los miedos atávicos de la godarria y la burguesía: trátese de los campesinos que se resisten a la sustitución de cultivos y a la fumigación indiscriminada de su conuco cocalero (Hoy soy un coquero, / rebusco dinero / pa’darle a mis hijos / techo y de comer. // Que Dios me perdone / si soy ignorante, / las rachas del hambre / ya las derroté. Por qué soy coquero de Ovidio Herrera); la arrogancia sin par de los capos que escarnece y pone al descubierto el doble discurso y los buenos modales de la oligarquía; o, libidinosamente aún las tetas hinchadas de las guarichas que pretenden tomar por asalto un Paraíso dolarizado e hiperbólico. Una última apelación al anecdotario: Mi aproximación ensayística a Los Días Mayores –ese fantástico volumen de cuentos de Orlando Chirinos-, amén del epígrafe alusivo a un fragmento de Cruz de Marihuana, me permitió contactar a su compositor, Don José Alberto Sepúlveda, alias El Antifaz Negro y alias Beto El Vagabundo, un peculiar juglar progresista que sobrevive a la sombra del vasto Cancionero Latinoamericano. Es sin duda la manifestación inequívoca de lo popular que se afinca en la vida misma. El discurso diabólico comprende lo mítico, lo políticamente incorrecto e incluso el despropósito de los discursos autorizados, provengan de la institucionalidad religiosa, política y cultural. En este caso, el corrido prohibido es una respuesta política y propagandística al imperio mediático que nos envilece, aterroriza y castra en función de mezquinos intereses de clase. No es casual que vaya a la par de la literatura y la cinematografía. Tenemos por ejemplo el texto narrativo mismo y la adaptación cinematográfica de La Virgen de los Sicarios de Fernando Vallejo, Ciudad de Dios de Paulo Lins y Rosario Tijeras de Jorge Franco, además de la trilogía fílmica integrada por Sicario, Huelepega, El Don de los Novoa y la miniserie Sin tetas no hay paraíso. No en balde su carácter marginal, esta revisita al discurso diabólico por intoxicación estupefaciente ha obtenido un éxito comercial rotundo (de nuevo la cultura underground se infiltra en la impiedad del mercado, hasta el punto de su cosificación al igual que el icono del Che Guevara, la lata de sopa de Warhol y las camisas bacterianas que simulan lo psicodélico). Bien nos lo ilustra Carlos Valbuena, el teórico de la música de contrabando –recordemos que nuestros próceres bebieron del veneno del Enciclopedismo Francés introducido en el continente por los caminos verdes-: Esto era la historia contada por el bando de la contra, de los que se colocan al margen de la Ley y de los que la Ley ha marginado. Un discurso de rebeldía, de identidad, de un grupo que disputa al gobierno y sus instituciones la exclusividad en el ejercicio de la violencia en seguimiento de sus propias leyes. La violencia, por supuesto, se justifica en la disputa por el botín económico: Involucra a los banqueros, los militares, la insurgencia, la contrainsurgencia que aduce la autodefensa propia y los narcotraficantes; bandos que recogen y desparraman alianzas y balazos en la configuración de un abstruso discurso de Poder.

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