Premio Nacional del Libro 2006, capítulo centro occidental, a la mejor página web (otorgado por el CENAL)
Tuesday, January 31, 2012
MANSO. Alejandro Cardozo Hernández. Nota de Luis Alberto Angulo
Les presentamos hoy un poema y una nota de Luis Alberto Angulo que tratan el reciente asesinato terrorista del perro "Dominó" en la Facultad de Derecho de la Universidad de Carabobo. Evidentemente en nuestra universidad prevalece la fetidez del albañal antes que los silenciosos actos que nos reconcilian con la vida. Suponemos entonces que la próxima promoción de abogados honrará a Charles Manson: alguno de sus miembros lo liberará de la prisión para proponer a la U.C. el Doctorado Horroris Causa correspondiente (por supuesto, compartido por curas cabrones, periodistas misóginos y docentes terroristas). El administrador compulsivo de este blog.
Manso
Alejandro Cardozo Uzcátegui
Si no muerdes
te lanzarán de un tercer piso
manso animal
menearás la cola hasta la muerte
por eso ¡muerde rabioso!
¡muerde perro!
¡muerde hasta el final del hueso!
que tu dentada asuste a los hijos de puta que te quieren tirar
al precipicio
tritura atenaza rasga roe
a otros
para que sepan
que no serás presa fácil
que tus colmillos se bañarán con la sangre del primero
que no conozca tus andares.
Nota de Luis Alberto Angulo: El poeta Alejandro Cardozo, junto al poema que presentamos, escribe un correo desde el país Vasco diciendo: “Ayer -o anteayer- lanzaron a un perrito del tercer piso de un edificio de tu Universidad. Te adjunto un poema al respecto, a ver, si hay suerte, y le llega el viento del poema a la hez que lanzó al indefenso animal”. Debo contestarle que esa no es mi Universidad, nunca lo ha sido ni lo será jamás. Esa es quien niega la mía, la nuestra, la posible. La negadora, no solamente ha lanzado un perrito desde un tercer piso, en fecha reciente asesinó a balazos a una estudiante de último año de medicina. Otro estudiante de derecho (graduado en la Facultad de Educación) fue asesinado por un sicario mientras abría un pequeño negocio en la misma casa de estudios. Recuerdo también a otro estudiante asesinado mientras trataba de conciliar a dos grupos en pugna. No poeta, no es esa mi Universidad. Gracias por el poema y por estar atento pese a la distancia, usted pertenece a la mía.
Thursday, January 26, 2012
PASTICHE DE AFORISMOS SOBRE POÉTICA (2). José Carlos De Nóbrega
PASTICHE DE AFORISMOS SOBRE POÉTICA (2)
José Carlos De Nóbrega
Ilustración: Mujer sentada de Cristóbal Ruiz
6.- Un poema es absurdo: a los ojos, a los oídos, a la inteligencia. No al estómago donde residen las emociones, dice Aquilino, Reynaldo Pérez Só. El poema es una experiencia única e irrepetible, tanto en su escritura como en su generosa y sentida lectura. Su existencia no radica ni se justifica en el acercamiento escolástico de parte de despistados críticos y amargados profesores. Es texto que afecta maravillosa y terriblemente a otros libros vivos, los hombres, como bien lo dice Gracián en El Confesionario. Por eso el poeta nos recuerda que “La palabra es muy posterior en la construcción de un poema”, ello en una vindicación a la primera de sus instancias: el Poema-Vida que apunta a la transparencia de la expresión y no, mil veces no, a la construcción fútil de fachadas barrocas y abstrusas que tan sólo esconden ruinas y objetos estériles.
7.- El Mal introduce la sorpresa, la innovación en este mundo rutinario. Sin él, llegaríamos a la uniformidad, sucumbiríamos en la idiotez, José Antonio Ramos Sucre. ¿Acaso la Poesía tiene color? ¿Es moral o amoral? ¿Es blanca o negra? ¿La Poesía salva o extravía al hombre? De lo que si se puede estar seguro, en la precariedad de la lengua y el habla, es su actitud escurridiza ante la discusión y la polémica estériles. No presta su voz a homilías moralistas desde oxidados púlpitos, ni a discursos consolatorios que provengan de socialistas utópicos u organizaciones de caridad. Parafraseando a Eliot, cuando se aproximaba a la obra de Baudelaire, la poesía puede transformarse en una blasfemia u oración invertida que cante a la vida en las sucias calles pletóricas de prostitutas chupando en los rincones, cadáveres acuchillados y borrachos de cráneos aplastados por los caballos. Se detiene en la dulce orgía que se adueña de la belleza de los objetos en el mundo, sin importar su consistencia o tenor. Es oportuno un comentario de la poeta portuguesa Sophia de Mello Breyner Andresen: “La moral del poema no depende de ningún código, de ninguna ley, de ningún programa que le sea exterior, pero, porque es una realidad vivida, se integra en el tiempo vivido”. De ahí su intemporalidad, así simule ser un objeto apremiado por la entropía o la depreciación del tiempo histórico.
8.- En el poema el cuerpo es el espacio / y es el lastre, El Gallo Enrique Mujica. El aforismo sugiere que el poema es la contemplación y la autopsia de un cadáver exquisito, por supuesto, más allá de la escritura automática, bien sea la descubierta por André Breton o la vivenciada hasta los tuétanos por un tipo llamado Antonin Artaud.
9.- Quien no ve el mundo para perturbar, no merece respeto ni paciencia, René Char. El poema no es una insípida fotografía del entorno. Por el contrario, nos puede conmover en la plácida transparencia de un haiku o por medio de la increpación en la simulación de un código del escándalo, a la manera de las crudas letrillas satíricas de Quevedo. Antes que transformar el mundo, la Poesía procura una mirada sesgada e inédita de él. Fundada, eso sí, en la capacidad de asombro del hombre, atrofiada por el ruido y la prisa pecuniaria y consumista.
10.- La belleza del ánfora de barro pálido es tan evidente, tan cierta, que no puede ser descrita. Pero yo sé que la palabra belleza no es nada, sé que la belleza no existe en sí pero es apenas el rostro, la forma, la señal de una verdad de la cual ella no puede ser separada. No hablo de una belleza estética pero sí de una belleza poética. Sophia de Mello Breyner Andresen.
Thursday, January 19, 2012
PASTICHE DE AFORISMOS SOBRE POÉTICA (1). José Carlos De Nóbrega
PASTICHE DE AFORISMOS SOBRE POÉTICA (1).
José Carlos De Nóbrega
El propósito de las palabras es transmitir ideas. Cuando las ideas se han comprendido, las palabras se olvidan. Chuang Tzu.
1.- La poesía es arte que se manifiesta por la palabra, como la música es arte que se manifiesta por los sonidos, y la pintura arte que se manifiesta por los colores y las líneas, Johannes Pfeiffer. Pese a su óptica e influjo fenomenológicos, tal concepto es pertinente en su transparencia y simplicidad. La Poesía, sin duda, constituye la afortunada fusión de la palabra, la musicalidad y la imagen en la aproximación paradójica al mundo que seduce tanto al poeta como al lector devoto. Es la más grande y omnipresente de las artes, pues ennoblece la lengua de los hombres, como dice Jorge Luis Borges. Además, no puede circunscribirse al estrecho y mezquino espacio del término “literatura”, o -peor aún- de la infame categoría “género literario”. Ha forjado desde sus inicios –lo cual desborda la mismísima invención de la escritura- un metalenguaje propio que abarca e impregna al mundo y sus objetos. Las pinturas rupestres de las cuevas de Altamira suponen el vínculo habido entre filosofía y poesía: El asombro contenido en la mítica visión del universo que se ha plasmado en tan ásperas y primigenias paredes.
2.- Un poema no se baña dos veces en el mismo río, Efrén Barazarte. En este caso, antes del comento, es obligatorio aclarar que el poeta lo manifestó en el último tercio de una faena presocrática, blandiendo la toledana frente al escurridizo miura. El aforismo apunta a la multiplicidad de lecturas que el texto poético sugiere. Asunto que aparenta ser obvio, pero de difícil asimilación: Pues una ramplona y presuntuosa hermeneútica del poema sólo conduce a un callejón sin salida, llámese análisis estructural o lectura transdisciplinaria del texto literario, o mútese en la estúpida costumbre de asirlo por vía de la consideración biográfica y anecdótica del poeta. La lectura y el lúdico goce del poema estriban en el sacro y delicuescente instante en que nuestros ojos topan –de improviso- con la revelación portentosa: las abejas bullen en la colmena, ebrias de miel, tendiendo un puente pleno de emociones.
3.- La Naturaleza ama esconderse, Heráclito. La Poesía es una apología de tal aforismo. Es un suplicio de Tántalo o un extenuante afán de Sísifo determinar qué verdad subyace en el poema. Los versos no forman parte de decálogo moral alguno, ni mucho menos de la inútil preceptiva de tratadistas que utilitariamente buscan hallar la comprensión de lo incomprensible. El paisaje interiorizado se oculta tras la geografía y la aprehensión topográfica fundada en la biografía del poeta. Es comparable a los cervatillos traviesos, candorosos, febriles y juguetones que recorren la mística campiña que es el Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz.
4.- Sin mentir, no decir toda la verdad que es un desangrar del corazón, Baltasar Gracián. Si tomamos en cuenta el aforismo anterior y lo contrastamos con una consideración cursi y kitch del poema, el comento de este aserto descansa entonces en el silencio de los espacios en blanco con el que nos premia la Poesía. ¿Cómo describir el imperceptible sonido de los pétalos de los tulipanes estrellándose deliciosamente en el piso?
5.- Porque no el mucho saber harta y satisface al alma, sino el sentir y gustar las cosas internamente, San Ignacio de Loyola. Más allá de ver y experimentar con la imaginación de los sentidos “la longitud, anchura y profundidad del infierno”, no es posible la Poesía apelando solamente a los artilugios del intelecto y la retórica. En muchos afortunados casos, el poema comienza a moverse en el vislumbre de una imagen aparentemente salida de no se sabe dónde. Como bien lo comenta Octavio Paz, en ello consiste el salto al vacío. Sin embargo, la imagen fue sentida, acariciada y soñada en la imprecisión del momento, en el estremecimiento de las vísceras. Entonces, la preocupación gramatical pasa a un segundo plano o, mejor aún, queda de lado y a la vera del juego del lenguaje.
Friday, January 06, 2012
Camilo Jiménez, periodista y profesor de Comunicación Social de la Javeriana, renunció a su cátedra (pues sus alumnos son analfabetas funcionales).
El siguiente texto -desconocemos si es real o apócrifo- no pretende asumir el pesimismo de los profetas del desastre o la soledad de la voz que clama en el desierto, sin embargo puede constituir una advertencia pertinente acerca del pobrísimo uso que hacemos de la lengua. Esperamos trascender la perplejidad de la perrita que ilustra este post: Es menester que los docentes destierren la apatía fruto de salarios bajos y polémicas politiqueras estériles, en tanto primer paso para agarrar al toro por los cachos. P.S.: Evidentemente, a los que aspiran ser comunicadores sociales sólo les importa el oropel de la Televisión. ¿Cuál es el interés de los estudiantes de Letras que sienten repulsión por la Poesía?
El compulsivo administrador de esta página blog.
Camilo Jiménez, periodista y profesor de Comunicación Social de la Javeriana, renunció a su cátedra.
Un párrafo sin errores. No se trataba de resolver un acertijo, de componer una pieza que pudiera pasar por literaria o de encontrar razones para defender un argumento resbaloso. No. Se trataba de condensar un texto de mayor extensión, es decir, un resumen, un resumen de un párrafo, en el que cada frase dijera algo significativo sobre el texto original, en el que se atendieran los más básicos mandatos del lenguaje escrito -ortografía, sintaxis- y se cuidaran las mínimas normas: claridad, economía, pertinencia. Si tenía ritmo y originalidad, mejor, pero no era una condición. Era solo componer un resumen de un párrafo sin errores vistosos. Y no pudieron.
No voy a generalizar. De 30, tres se acercaron y dos más hicieron su mejor esfuerzo. Veinticinco muchachos en sus 20 años no pudieron, en cuatro meses, escribir el resumen de una obra en un párrafo atildado, entregarlo en el plazo pactado y usar un número de palabras limitado, que varió de un ejercicio a otro. Estudiantes de Comunicación Social entre su tercer y su octavo semestre, que estudiaron doce años en colegios privados. Es probable que entre cinco y diez de ellos hubieran ido de intercambio a otro país, y que otros más conocieran una cultura distinta a la suya en algún viaje de vacaciones con la familia. Son hijos de ejecutivos que están por los 40 y los 50, que tienen buenos trabajos, educación universitaria. Muchos, posgraduados. En casa siempre hubo un computador; puedo apostar a que al menos 20 de esos estudiantes tiene banda ancha, y que la tele de casa pasa encendida más tiempo en canales por cable que en señal abierta. Tomaron más Milo que aguadepanela, comieron más lomo y ensalada que arroz con huevo. Ustedes saben a qué me refiero.
Por supuesto que he considerado mis dubitaciones, mis debilidades. No me he sintonizado con los tiempos que corren. Mis clases no tienen presentaciones de Power Point ni películas; a lo más, vemos una o dos en todo el semestre. Quizá, ya no es una manera válida saber qué es una crónica leyendo crónicas, y debo más bien proyectarles una presentación con frases en mayúsculas que indiquen qué es una crónica y en cuántas partes se divide. Mostrarles la película Capote en lugar de hacer que lean A sangre fría. Quizá, no debí insistir tanto en la brevedad, en la economía, en la puntualidad. No pedirles un escrito de cien palabras, sino de tres cuartillas, mínimo. Que lo entregaran el lunes, o el miércoles.
De esas limitaciones y dubitaciones, quizá, vengan las pocas y tibias preguntas de mis estudiantes este último semestre, sus silencios, su absoluta ausencia de curiosidad y de crítica. De ahí, quizá, vengan sus párrafos aguados, con errores e imprecisiones, inútilmente enrevesados, con frases cojas, desgreñadas. Esos párrafos vacilantes, grises, que me entregaron durante todo el semestre. Pareciera que estoy describiendo a un grupo de zombis. Quizá, eso es lo que son. Los párrafos, quiero decir.
El curso se llama Evaluación de Textos de No Ficción y pertenece a la línea de Producción Editorial y Multimedial de la carrera de Comunicación Social de la Universidad Javeriana. En cuanto a lecturas, siempre propuse piezas ejemplares en los géneros más notorios de la no ficción: crónica, perfil, ensayo, memorias y testimonios. A partir de clásicos nacionales y extranjeros, los estudiantes componían escritos como los que debe elaborar un editor durante su ejercicio profesional. Primero, un resumen: todos los textos de los editores son breves, o deberían serlo -contracubiertas, textos de catálogo, solapas, etcétera-. Una vez que la mayoría hubiera conseguido un resumen pertinente y económico, pasábamos a escritos más complejos: notas de prensa y contracubiertas, para terminar con un informe editorial o una reseña.
En el centro de todo el programa estaban la participación y la escritura de textos breves a partir de otro texto mayor. Insistí siempre en la participación en clase para fomentar actividades que noto algo empañadas en la actualidad: la escucha atenta, la elaboración de razones y argumentos, oír lo que uno mismo dice y lo que dice el otro en una conversación.
El otro concepto transversal, la economía lingüística, buscaba mostrarles la importancia de honrar la prosa. Si uno en 100 palabras debe sintetizar un libro de 200 páginas, debe cuidar cada palabra, cada frase, cada giro. En últimas, la palabra escrita les dará de comer a estos estudiantes cuando sean profesionales, no importa si se desempeñan como editores de libros, revistas o páginas web, como periodistas o como profesores e investigadores.
Los estudiantes de este último semestre, y los de dos o tres anteriores, nunca pudieron pasar del resumen. No siempre fue así. Desde que empecé mi cátedra, en el 2002, los estudiantes tenían problemas para lograr una síntesis bien hecha, y en su elaboración nos tomábamos un buen tiempo. Pero se lograba avanzar. Lo que siento de tres o cuatro semestres para acá es más apatía y menos curiosidad. Menos proyectos personales de los estudiantes. Menos autonomía. Menos desconfianza. Menos ironía y espíritu crítico.
Debe ser que no advertí cuándo la atención de mis estudiantes pasó de lo trascendente a lo insignificante. El estado de Facebook. "Esos gorditos de más". El mensaje en el Blackberry.
Nunca he sido mamerto ni amargado ni ñoño: a los 20 años, fumaba marihuana como un rastafari y me descerebraba con alcohol cada vez que podía al lado de mis cuates. Quería ver tetas, e hice cosas de las que ahora no me enorgullezco por tocarlas. Empeñé mucho, mucho tiempo en eso. Pero leía.
No sé. En esos tiempos lo importante, creo, era discutir, especular, quedar picados para buscar después el dato inútil. Interesaba eso: buscar. Estoy por pensar que la curiosidad se esfumó de estos veinteañeros alumnos míos desde el momento en que todo lo comenzó a contestar ya, ahora mismo, el doctor Google.
Es cándido echarle la culpa a la televisión, a Internet, al Nintendo, a los teléfonos inteligentes. A los colegios, que se afanan en el bilingüismo, sin alcanzar un conocimiento básico de la propia lengua. A los padres que querían que sus hijos estuvieran seguros, bien entretenidos en sus casas. Es cándido culpar al "sistema". Pero algo está pasando en la educación básica, algo está pasando en las casas de quienes ahora están por los 20 años o menos.
Mi sobrino le dice a su madre, mi hermana, que él sí lee mucho, en Internet. Lo que debe preguntarse es cómo se lee en Internet. Lo que he visto es que se lee en medio del parloteo de las ventanas abiertas del chat, mientras se va cargando un video en Youtube, siguiendo vínculos. Lo que han perdido los nativos digitales es la capacidad de concentración, de introspección, de silencio. La capacidad de estar solos. Solo en soledad, en silencio, nacen las preguntas, las ideas. Los nativos digitales no conocen la soledad ni la introspección. Tienen 302 seguidores en Twitter. Tienen 643 amigos en Facebook.
Dejo la cátedra porque no me pude comunicar con los nativos digitales. No entiendo sus nuevos intereses, no encontré la manera de mostrarles lo que considero esencial en este hermoso oficio de la edición. Quizá la lectura sea ahora salir al mar de Internet a pescar fragmentos, citas y vínculos. Y en consecuencia, la escritura esté mudando a esas frases sueltas, grises, sin vida, siempre con errores. Por eso, los nuevos párrafos que se están escribiendo parecen zombis. Ya veremos qué pasa dentro de unos pocos años, cuando estos veinteañeros de ahora tengan 30 y estén trabajando en editoriales, en portales y revistas. Por ahora, para mí, ha llegado el momento de retirarme. Al tiempo que sigo con mis cosas, voy a pensar en este asunto, a mirarlo con detenimiento. Pongo el punto final a esta carta de renuncia con un nudo en la garganta.