Thursday, December 15, 2011

LA PUNTUALIDAD DEL VENEZOLANO: ENTRE EL MITO Y LA ANARQUÍA. José Carlos De Nóbrega


LA PUNTUALIDAD DEL VENEZOLANO: ENTRE EL MITO Y LA ANARQUÍA
José Carlos De Nóbrega


No es que he llegado tarde: ustedes llegaron demasiado temprano. Héctor Lavoe, el Rey de la Puntualidad (valga la paráfrasis).

Hace mucho tiempo que desconfiamos de la caracterización de las personas por vía del gentilicio y la idiosincrasia: Sea apología o descrédito, tal juicio apunta a lo Standard, al lugar común y –en consecuencia- a la simplificación del pensamiento. Por ejemplo, contrastemos dos ópticas que fracasan en el tratamiento del mismo asunto: esto es el mito de la pureza de la raza en nuestro medio (muy a pesar de la tolerancia y afabilidad del venezolano). Por un lado, se afirma que nuestro mestizaje es una tara genética que ha traído consigo la impuntualidad, la flojera, la improvisación y una disposición dionisíaca al bochinche (jurunguen, a tal respecto, el fofo corpus teórico de la antropóloga neonazi Beatriz de Majo, discípula del CEN de AD). Tan sólo se salvarían nuestras mujeres, acreedoras de premios de belleza y deudoras del bisturí famélico de Osmel Sousa. Cruzando la calle en dirección a la acera opuesta, pensadores de la izquierda venezolana insisten que la inmigración europea de los años cincuenta respondió a una política pérezjimenista de blanqueamiento racial (lo cual implica la confortabilidad de las teorías conspirativas en la consideración de los fenómenos sociales). ¿Qué decir de los desplazados, políticos o no, por el acoso del fascismo y el hambre durante la guerra y la postguerra? El único blanqueamiento político-racial admisible es el de Barack Obama, heredero de la saga tejana de los Bush. Por supuesto, atribuimos el blanqueamiento literal de Michael Jackson al influjo maternal -¿filicida?- de Diana Ross y Elizabeth Taylor. Es menester la prevención respecto a las líneas simplistas del pensamiento, pues son un sucedáneo de la sociedad esclavista que persiste en promover la infelicidad (como se sabe, la tercerización laboral es uno de sus productos más recientes). Así ocurre con la tan divulgada y escarnecida impuntualidad de los venezolanos, un pretexto que añora a la godarria zahiriendo impíamente al pardaje, clase a la cual pertenecemos y que se desternilla de la risa ante las afectadas maneras de los defenestrados amos del valle y sus estúpidos apólogos.

La impuntualidad del venezolano es proverbial, colindante con la cotidianidad y la mitología urbana. ¿Tal vicio tiene su origen en nuestra condición mestiza o en la esencia misma de un orden de cosas que se nos impone sin piedad? Mientras que Beatriz y sus cachimbos anglosajones pontifican nuestra parda indisciplina, observamos que masas de venezolanos madrugan para acudir a sus centros de trabajo y de estudio. Muy a pesar del desmadre urbanístico que desemboca en el colapso, la ineficacia del sistema de transporte privado por obra y gracia de su cartelización (amén de las debilidades del Metro) y el despropósito político encaramado en el autobús del progreso, esa masa trabajadora es susceptible de ser retratada en su precariedad y belleza por un arte comprometido (a contracorriente del panfleto).

La burocracia moderna venezolana, en especial la criada a expensas del manguareo adeco-copeyano, ha sido una dispensadora de ineficiencia, impuntualidad y villanía: Posee la odiosa patente de la cultura de los números, esto es repartir 20 tickets numerados para atender a tan pírrico grupo de personas en una jornada y someter a la gran mayoría a la vacuna impuesta por gestores corrompidos. Mientras la masa ciudadana espera su turno a la intemperie, los funcionarios llegan en el impune ejercicio del retardo comentarios insulsos y hablillas mediante. No vale nada madrugar, dado el infierno de cuello blanco que aún nos espera en ciertas dependencias.

Obviamente, es un imperativo deslastrarnos del modo de producción capitalista que nos reseca y explota a más no poder: Se nos va el tiempo en la plusvalía que nos arrebatan, no sólo en su forma económica sino en la estragada condición física y mental del cuerpo (respecto al imperialismo, tenemos que tan sólo ha cambiado la tecnología armamentista, la práctica colonial hoy es incluso peor que la del siglo XIX; pregúntenle a Obama, Sarkozy o Berlusconi). La acumulación del capital no olvida ni perdona: No hay siquiera cortos plazos para la autorrealización de la clase trabajadora, lo cual es harto indignante. Ustedes me increparán: ¿Quién carrizo es este polemista compulsivo que pontifica contra el orden establecido? Un obrero de la educación y la escritura que mañana viernes debe hacer un desayuno-almuerzo-merienda a las 5 am, a los fines de completar una negrera jornada de trabajo en la Universidad y luego en el liceo. Sin embargo, hacemos de tripas corazón para escribir textos que bordean el anarcotrostkismo, la poesía y la compulsión por la vida. Como dice Joaquín Sabina, de las dos majas de Goya me gusta la misma que tú.

3 comments:

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