Presentación del libro (de izquierda a derecha José Carlos De Nóbrega, Luis Ernesto Gómez y Luis Delgado Arria) en Valencia, sábado 9 de abril de 2011.
Nuestros amigos compiladores, al parecer, construyeron este poemario colectivo forzando la barra que significa la noción tradicional de antología, en tanto formato literario. La brevedad del lapso de consignación de los poemas, el núcleo temático harto focalizado, el mecanismo electrónico de difusión del concurso, la invitación inclusiva (sin importar el divorcio positivista de lo culto y lo popular), amén de su premiación en ausencia de Don Dinero, apuntan a un peculiar objeto poético comunitario, solidario y por demás paradójico. La justificación no obedece a egóticas ni inconfesables razones, por el contrario, supone una inequívoca posición estética y política respecto al 27 F y sus implicaturas: Se ha denunciado que el 27F hace parte de una larga “gramática del olvido” tras la cual vegetan la indolencia y la injusticia. Esta obra busca entonces consignar una contragramática del recuerdo como guiño problematizador a todas luces político. Este mosaico poético cumple a cabalidad su cometido: poema popular, canto de gesta de consonántico rock, poema versolibrista, rapeo urbano de barrio hasta la pata o canción necesaria, configuran un Decir poético que hace añicos todo discurso pequeño burgués que apalea a la clase trabajadora sin misericordia. Qué podemos esperar de la Derecha venezolana, ridícula en su gestualización, lumpen burguesa en su precariedad filosófica, miserable en la negación de la humanidad.
El 27 F es un fenómeno social y político de insurgencia popular difícil de aprehender, pues trascendió los diques y las alcabalas del Estado, sus aparatos ideológicos y laberintos burocráticos. Asimismo, sorprendió a la mismísima Izquierda –en repliegue táctico o no-, hasta el punto de perder el autobús de la revolución (bien lo ilustra Earle Herrera en su trabajo antes citado: En verdad, nadie estaba en la parada. Ni la izquierda, ni la derecha, ni el Gobierno, ni la oposición). A diferencia de la “Intifada” piquetera argentina, en tanto pedrada inmediata al “corralito” financiero y al decadente gobierno de De la Rúa, el Sacudón o Caracazo fue una propuesta rebelde y contundente producto de una enfermedad crónica cuya sintomatología databa del Viernes Negro de 1983. La corrupta indolencia de la clase política más la desilusión ideológica y ontológica de una izquierda trizada (no diversa precisamente), desviaron las miradas de la depauperación del nivel de vida de la mayoría de los venezolanos, amén de la metástasis del modelo de democracia representativa: ¿Hasta cuándo los traficantes del desmadre / y la congoja ahorcando las gargantas y sus gritos? / ¿Hasta cuándo, señores del poder, las manos vacías / llenas sólo por callos de esclavitud?, diagnóstico y denuncia de Valeria Cortés.
Exploremos algunas voces de este concierto polifónico y comprometido: “El Arado” de Leonardo Alezones es un instrumento lírico que indaga a la Patria en las corrientes submarinas que empinan a las olas –el mar está picado-, embriagados le cantaremos a una patria / una dama esbelta y ondeante / pudimos sentarla sobre una danta / dónde habrán quedado mis bueyes; “27-28 f” de Armando Amanaú se inscribe en la Poesía del Decir, esta vez nos dispara versos rabiosos a partir de imágenes fotográficas de Frasso y Tom Grillo, el cadáver de un hombre / cruzando la solitaria avenida / sostenido por un motorizado // montado como un ángel / apocalíptico en su nave; o el “Himno para un Pueblo Arrecho” de Obitual Pérez, con música de Lino Gallardo, es un ejercicio satírico que se deriva de nuestro Himno Nacional –anarquista en la crítica, inmediato en lo popular, Gloria al pueblo arrecho / que la vitrina rompió, / la ley ignorando, / con hambre y furor. No podían faltar dos voces urbanas de primer orden: Juan Calzadilla dibujando el caos de nuestra colmena escindida, Y una gruesa columna de humo / cuelga de la nube remota / como de un gancho de carnicería; William Osuna simula el aterrado discurso portuñol de un bodeguero en fuga, Queridos hermanos renuncio al abasto flor de Coimbra / (…) // Joâo murió defendiendo latas de atún / rollos de papel tualé viejas chuletas de cerdo / una multitud hambrienta lo colgó / en el garfio de una grúa. La lucha de clases, flaca de hambres, abunda en víctimas y victimarios: obreros, estudiantes, amas de casa, policías, militares y pacientes psiquiátricos. Los politicastros y los banqueros ven desde lejos el matadero que han creado, por lo que Diego Sequera les espeta su villanía sin concesiones escatológicas: Hijos de no las putas sino algo / verdaderamente bajo / como sus casas limpias o bibliotecas / con sus formaciones inocentes // ¿Qué nombre tienen ahora nuestros muertos en La Peste? Buena parte de nuestra intelectualidad se escondió en el discurso postmoderno, la mutua lectura onanística de la historia y el arte, amén del aplauso egótico y fútil en academias inútiles.
Precisa y pertinentemente, esta antología desafía silencios cómplices, intenciones inconfesables y despropósitos políticos y académicos. Es menester la conciliación de lo culto y lo popular, pues de lo contrario persistirá la cerca de alambre que aún nos separa. Bien nos lo canta y advierte Luis Ernesto Gómez: Solidaridad con solidaridad se paga, si no es así, el vuelto sólo / puede ser: fuego. Hay que quemar definitivamente el Renegado CJ7, esa metáfora desdichada de nuestro malestar que nos propone Luis Delgado Arria, para que su chasis sea invadido por el monte y las matas de auyama.
En Valencia de San Simeón el estilita, sábado 9 de abril de 2011.
27 F: LA VITRINA ASTILLADA EN EL CANTO
José Carlos De Nóbrega
José Carlos De Nóbrega
Fotografía de Luis Ernesto Angulo
Si algo aprendimos del Caracazo o Sacudón, no en balde su condición de materia pendiente, es el de constituir a la vez un episodio neurálgico de nuestra historia reciente, amén de una escurridiza metáfora que nos marca (y nos duele). Es la ciudad embargada por un estado de sitio que excede lo militar y lo policial; el cerco oprobioso y violento nos conduce a una ineludible encrucijada: el envilecimiento de un orden predatorio que somete a la humanidad o la búsqueda denodada y libertaria de una sociedad más justa. Por supuesto, las interpretaciones son variadas: comprenden el extremismo político, el diálogo transgenérico e interdisciplinario (a tal respecto, recomendamos la lectura de Ficción y realidad del Caracazo de Earle Herrera, Monte Ávila, 2011), la literatura o el conservadurismo patente en el ojo moderado y temeroso. El pensamiento reaccionario se hace sentir por vía de un discurso arraigado en la indolencia y la estupidez: Tenemos la invocación al complot de las cachitas por parte de Maricarmen Sobrino o, peor aún, la denuncia histérica de Milagros Socorro referida a la compasiva respuesta de los militares a los terrícolas saqueadores (¿acaso más de 3000 muertos no bastan?). Por fortuna, los poetas cantan a nuestras víctimas a la manera del memorial martirológico: y una bola de lava barre / a una clase gobernante / decadente y cínica, nos lo relata Armando Amanaú en el revelador volumen de 27F Poesía, memoria y revolución, colección poética bajo la curaduría de Luis Delgado Arria y Luis Ernesto Gómez y el sello del Fondo Editorial Fundarte. Entonces, la metáfora se desplaza en un espíritu comunitario y proclive al cambio: De una colmena sin miel (Joaquín Sabina dixit), manifestación de una sociedad vertical y estratificada, a Otra integrada por un mismo enjambre que goza el almibarado maná en común (sin la mediación de convencionales y represivas relaciones de Poder).
Nuestros amigos compiladores, al parecer, construyeron este poemario colectivo forzando la barra que significa la noción tradicional de antología, en tanto formato literario. La brevedad del lapso de consignación de los poemas, el núcleo temático harto focalizado, el mecanismo electrónico de difusión del concurso, la invitación inclusiva (sin importar el divorcio positivista de lo culto y lo popular), amén de su premiación en ausencia de Don Dinero, apuntan a un peculiar objeto poético comunitario, solidario y por demás paradójico. La justificación no obedece a egóticas ni inconfesables razones, por el contrario, supone una inequívoca posición estética y política respecto al 27 F y sus implicaturas: Se ha denunciado que el 27F hace parte de una larga “gramática del olvido” tras la cual vegetan la indolencia y la injusticia. Esta obra busca entonces consignar una contragramática del recuerdo como guiño problematizador a todas luces político. Este mosaico poético cumple a cabalidad su cometido: poema popular, canto de gesta de consonántico rock, poema versolibrista, rapeo urbano de barrio hasta la pata o canción necesaria, configuran un Decir poético que hace añicos todo discurso pequeño burgués que apalea a la clase trabajadora sin misericordia. Qué podemos esperar de la Derecha venezolana, ridícula en su gestualización, lumpen burguesa en su precariedad filosófica, miserable en la negación de la humanidad.
El 27 F es un fenómeno social y político de insurgencia popular difícil de aprehender, pues trascendió los diques y las alcabalas del Estado, sus aparatos ideológicos y laberintos burocráticos. Asimismo, sorprendió a la mismísima Izquierda –en repliegue táctico o no-, hasta el punto de perder el autobús de la revolución (bien lo ilustra Earle Herrera en su trabajo antes citado: En verdad, nadie estaba en la parada. Ni la izquierda, ni la derecha, ni el Gobierno, ni la oposición). A diferencia de la “Intifada” piquetera argentina, en tanto pedrada inmediata al “corralito” financiero y al decadente gobierno de De la Rúa, el Sacudón o Caracazo fue una propuesta rebelde y contundente producto de una enfermedad crónica cuya sintomatología databa del Viernes Negro de 1983. La corrupta indolencia de la clase política más la desilusión ideológica y ontológica de una izquierda trizada (no diversa precisamente), desviaron las miradas de la depauperación del nivel de vida de la mayoría de los venezolanos, amén de la metástasis del modelo de democracia representativa: ¿Hasta cuándo los traficantes del desmadre / y la congoja ahorcando las gargantas y sus gritos? / ¿Hasta cuándo, señores del poder, las manos vacías / llenas sólo por callos de esclavitud?, diagnóstico y denuncia de Valeria Cortés.
Exploremos algunas voces de este concierto polifónico y comprometido: “El Arado” de Leonardo Alezones es un instrumento lírico que indaga a la Patria en las corrientes submarinas que empinan a las olas –el mar está picado-, embriagados le cantaremos a una patria / una dama esbelta y ondeante / pudimos sentarla sobre una danta / dónde habrán quedado mis bueyes; “27-28 f” de Armando Amanaú se inscribe en la Poesía del Decir, esta vez nos dispara versos rabiosos a partir de imágenes fotográficas de Frasso y Tom Grillo, el cadáver de un hombre / cruzando la solitaria avenida / sostenido por un motorizado // montado como un ángel / apocalíptico en su nave; o el “Himno para un Pueblo Arrecho” de Obitual Pérez, con música de Lino Gallardo, es un ejercicio satírico que se deriva de nuestro Himno Nacional –anarquista en la crítica, inmediato en lo popular, Gloria al pueblo arrecho / que la vitrina rompió, / la ley ignorando, / con hambre y furor. No podían faltar dos voces urbanas de primer orden: Juan Calzadilla dibujando el caos de nuestra colmena escindida, Y una gruesa columna de humo / cuelga de la nube remota / como de un gancho de carnicería; William Osuna simula el aterrado discurso portuñol de un bodeguero en fuga, Queridos hermanos renuncio al abasto flor de Coimbra / (…) // Joâo murió defendiendo latas de atún / rollos de papel tualé viejas chuletas de cerdo / una multitud hambrienta lo colgó / en el garfio de una grúa. La lucha de clases, flaca de hambres, abunda en víctimas y victimarios: obreros, estudiantes, amas de casa, policías, militares y pacientes psiquiátricos. Los politicastros y los banqueros ven desde lejos el matadero que han creado, por lo que Diego Sequera les espeta su villanía sin concesiones escatológicas: Hijos de no las putas sino algo / verdaderamente bajo / como sus casas limpias o bibliotecas / con sus formaciones inocentes // ¿Qué nombre tienen ahora nuestros muertos en La Peste? Buena parte de nuestra intelectualidad se escondió en el discurso postmoderno, la mutua lectura onanística de la historia y el arte, amén del aplauso egótico y fútil en academias inútiles.
Precisa y pertinentemente, esta antología desafía silencios cómplices, intenciones inconfesables y despropósitos políticos y académicos. Es menester la conciliación de lo culto y lo popular, pues de lo contrario persistirá la cerca de alambre que aún nos separa. Bien nos lo canta y advierte Luis Ernesto Gómez: Solidaridad con solidaridad se paga, si no es así, el vuelto sólo / puede ser: fuego. Hay que quemar definitivamente el Renegado CJ7, esa metáfora desdichada de nuestro malestar que nos propone Luis Delgado Arria, para que su chasis sea invadido por el monte y las matas de auyama.
En Valencia de San Simeón el estilita, sábado 9 de abril de 2011.
Creo recordar que alguien escribió alguna vez, que la reprensión, el vituperio y el halago o la cucamona; deben de estar siempre alejados de la crítica. El gusto, sobre todo el "bueno": cerca. Muy de cerca. (de alambre o empaliza-DA.). UN ABRAZO FRATERNAL AMIGO JOSÉ CARLOS.
ReplyDeleteA.S.