Saturday, September 25, 2010

PAJARITOS ANIDADOS EN LA INFANCIA (SC7). José Carlos De Nóbrega


PAJARITOS ANIDADOS EN LA INFANCIA
José Carlos De Nóbrega

Muy a pesar de su juventud, Yisbel Navas (1996) es una poeta que ha ganado nuestra atención y simpatía. Ocho encantadores poemas suyos fueron publicados en la magnífica antología El Silencio del Agua (Poesía escrita por niños), cuya asombrosa selección debemos al poeta y escritor Arnaldo Jiménez; su milagrosa publicación fue posible en 2007 por el Gobierno Bolivariano de Carabobo, muy a pesar de la hórrida cultura escuálida del entonces gobernador Luis Felipe Acosta Carles y del flautista culturoso de turno Mtro. Gerardo Estrada. Fíjense en este poema que prefigura a Eclipse de Pajarito, su primer poemario que también nos convoca aquí:


el árbol sería una casa
pero una
que sostiene
al pájaro
que usa de ella
nace y muere
en la fronda profunda

Por tal razón, coincidimos con Arnaldo –su maestro y descubridor-: “A esta edad ha escrito (diez años en ese momento) poemas que pueden ser memorables para muchas personas, los lectores de poesía así lo comprenderán cuando la lean”. Los textos están cargados de actualidad, en tanto herencia de poetas como Reynaldo Pérez Só, pues prescinden de signos de puntuación y mayúsculas, así como también de expresiones herméticas que poco sugieren y nada dicen, ganando el poema libertad expresiva y creativa; la interiorización del paisaje es impecable e inmediata, lo cual nos hace evocar el trabajo de grandes poetas venezolanos como Enriqueta Arvelo Larriva. Sólo así la escuela deja de ser un aparato ideológico del Estado, para erigirse en un lúdico entorno propicio al aprendizaje significativo, la poesía y el conocimiento ligado a la vida.

Este Eclipse de Pajarito recreado por Yisbel, es un gratísimo obsequio a los posibles y afortunados lectores que descansen la mirada en sus asombrosos y tiernos versos. No nos cansamos de elogiar la transparencia y honestidad de su discurso poético: un precioso bosque amenizado por el trinar polifónico de inquietos pajaritos. Acompañemos su lectura con el poema “Pajarito que venís tan cansado” de Ramón Palomares y el disco “Birds” del grupo de rock sinfónico Trace, en la recreación de nuestro bosque propio. La temática humanista de la auténtica poesía es tratada con templanza y suma madurez, destacando el brillo indudable del poema breve:

qué felicidad tiene
la muerte
para seguir
disfrutando
el poco tiempo
que nos da ella

Textos como el que sigue, nos recuerdan el impacto sensorial y emocional del haikú japonés (en este caso, la confrontación infancia-adultez excede lo generacional para evidenciar la apropiación daltónica del Otro, la estulticia nuestra encerrada en la frase muchacho no es gente):

niños jugando
en el camino
hombres que pasan
y no los ven

Se nos revela que somos ciegos guiando a otros ciegos, acto cotidiano que nos impone no sólo el estatus quo, sino –peor aún- nuestra propia mezquindad; resultando absurdo y pretencioso ocultarla en el bochinche de nuestros abstrusos y dobles discursos que apuntalan –por desgracia- nuestra modorra y abulia. La poesía es la cruel y amorosa espátula que arrancará tal micótica e impía capa de nuestros pobres corazones. He aquí otro texto conmovedor que refiere el padecimiento de la legión de voces, o yoes, que nos atribulan sin descanso:

arriba tengo carama
como tu estómago triste
agua clara y sentimiento oscuro
que corre por mis venas
arriba tengo carama
y un bote volando
¿soy claro?
¿fresco y contrario?

La alocada nave (¿la loca de la casa?) se deja llevar por un río que la anuda a la carama de troncos, ramas y miasmas en su peregrinar en pos de la diafanidad de la voz poética que la nombra, la piensa y la recrea. La compulsión del alma en su ascenso hacia la realización y el disfrute de sí misma, no precisa de estructuras complicadas ni de la arrogancia intelectual. Por el contrario, se halla en la simplicidad y la autenticidad de un discurso lírico que establezca un fructífero y emocionante diálogo con sus amigos lectores, los pajaritos y los barones rampantes que se empecinan en vivir encaramados en los amables árboles que contraponen un paisaje urbano lleno de bulla y desesperanza.

En Bejuma, prima hermana de la Valencia de San Desiderio, 24 de septiembre de 2010.

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