Presentación de Ocipucio en Librerías del Sur, 27 de mayo de 2010:
De izquierda a derecha, el autor Argenis Salazar, el presentador José Carlos De Nóbrega y el poeta Manuel Da Silva
OCIPUCIO O EL COGOTE DEL BOSCO
José Carlos De Nóbrega
Nos esperan los ataúdes, nuestra nuca está cansada, noblemente cansada, y sin embargo reímos. Somos los alegres desahuciados, los fáciles y divertidos amantes de la muerte.
(…) Y nadó pronto y ágil detrás de la estela abierta por Malva tratando de alcanzarla y morder su blanca nuca que oscilaba entre el vaivén de las olas.
Andrés Mariño-Palacio, Los alegres desahuciados (1947).
Bajo El Jardín de las Delicias de Hieronymus Bosh, El Bosco (1450-1516), dormía el rey Felipe II hasta que la muerte lo arrebató de su vasto imperio terrenal. Sus sueños se mezclarían entonces con las surrealistas y hermosas imágenes del tríptico que ataba la tierra al tercer día de la Creación, el Paraíso, el placer, la lujuria y el Infierno en un estallido sensual. El tríptico cerrado –a su vez naranja en blanco y negro picada en dos- se nos antoja el occipucio o nuca de este cuadro capital que guarda, según su primer biógrafo Antonio de Beatis, “diversas bizarrías, donde se imitan mares, cielos, bosques y campos y muchas otras cosas, unos que salen de una concha marina, otros que defecan grullas, hombres y mujeres, blancos y negros en actos y maneras diferentes, pájaros, animales de todas clases y realizados con mucho naturalismo, cosas tan placenteras y fantásticas que en modo alguno se podrían describir a aquellos que no la hayan visto”. Esta enumeración es directamente proporcional a una mirada henchida que se relame en la lascivia. Argenis Salazar presenta un libro de cuentos, su segunda incursión narrativa o transgenérica, en el que el cogote es cortado como una naranja para vaciar los sesos de nuestra mirada atrofiada por las estridencias propias de este siglo. Ocipucio contiene nueve relatos que se regodean o rompen los postigos en la mixtura de lo culto y lo popular que es el habla oral latinoamericana, la cual se hace harto notable en la Diáspora sudamericana regada y desdeñada por España; el discurso transgenérico como aproximación lúdica al mundo; y los inusitados más conmovedores giros metafóricos del lenguaje que configuran atmósferas que ganan la solidaridad y la complicidad de los lectores y los nuevos amigos. Lo cual nos lo corrobora el autor sin disimulo estilístico alguno: “Los mejores amigos, y cuando digo los mejores, digo los mejores con mayúsculas por los aires. Los más urgentes y necesarios: Poetas, artistas, médicos, locos y psiquiatras. Las mejores mentes, cabezas u occipucios con dobles rostros de la ciudad, del país, e indudablemente también entre los mejores del mundo”.
José Carlos De Nóbrega
Nos esperan los ataúdes, nuestra nuca está cansada, noblemente cansada, y sin embargo reímos. Somos los alegres desahuciados, los fáciles y divertidos amantes de la muerte.
(…) Y nadó pronto y ágil detrás de la estela abierta por Malva tratando de alcanzarla y morder su blanca nuca que oscilaba entre el vaivén de las olas.
Andrés Mariño-Palacio, Los alegres desahuciados (1947).
Bajo El Jardín de las Delicias de Hieronymus Bosh, El Bosco (1450-1516), dormía el rey Felipe II hasta que la muerte lo arrebató de su vasto imperio terrenal. Sus sueños se mezclarían entonces con las surrealistas y hermosas imágenes del tríptico que ataba la tierra al tercer día de la Creación, el Paraíso, el placer, la lujuria y el Infierno en un estallido sensual. El tríptico cerrado –a su vez naranja en blanco y negro picada en dos- se nos antoja el occipucio o nuca de este cuadro capital que guarda, según su primer biógrafo Antonio de Beatis, “diversas bizarrías, donde se imitan mares, cielos, bosques y campos y muchas otras cosas, unos que salen de una concha marina, otros que defecan grullas, hombres y mujeres, blancos y negros en actos y maneras diferentes, pájaros, animales de todas clases y realizados con mucho naturalismo, cosas tan placenteras y fantásticas que en modo alguno se podrían describir a aquellos que no la hayan visto”. Esta enumeración es directamente proporcional a una mirada henchida que se relame en la lascivia. Argenis Salazar presenta un libro de cuentos, su segunda incursión narrativa o transgenérica, en el que el cogote es cortado como una naranja para vaciar los sesos de nuestra mirada atrofiada por las estridencias propias de este siglo. Ocipucio contiene nueve relatos que se regodean o rompen los postigos en la mixtura de lo culto y lo popular que es el habla oral latinoamericana, la cual se hace harto notable en la Diáspora sudamericana regada y desdeñada por España; el discurso transgenérico como aproximación lúdica al mundo; y los inusitados más conmovedores giros metafóricos del lenguaje que configuran atmósferas que ganan la solidaridad y la complicidad de los lectores y los nuevos amigos. Lo cual nos lo corrobora el autor sin disimulo estilístico alguno: “Los mejores amigos, y cuando digo los mejores, digo los mejores con mayúsculas por los aires. Los más urgentes y necesarios: Poetas, artistas, médicos, locos y psiquiatras. Las mejores mentes, cabezas u occipucios con dobles rostros de la ciudad, del país, e indudablemente también entre los mejores del mundo”.
En el primer cuento, Pol Libro, la fascinación por el lenguaje apunta a la oralidad más descarnada en contraposición –e incluso simbiosis oportunista- de las trampas que nos tiende la Academia en una inútil perorata filosófica. Si no, lo podemos notar en el primer párrafo aquejado de una caótica y excesiva subordinación: el discurso se estira y dispersa en una sintaxis enrevesada y miedosa a la hora de que el narrador protagonista enfrente al otro en una vulgar, insulsa y cotidiana conversación. Ello justifica el silencio de diez líneas en blanco que sigue después de los balbuceos iniciales, y que al punto divide el relato asimétricamente en dos toletes. La lengua, según un famoso y esclarecido sofista, es a la vez la máxima virtud y el peor vicio del ser humano: Por ejemplo, ella misma ha producido la poesía de San Juan de la Cruz y el intolerante discurso propagandístico de la Iglesia Católica que ha llevado a la hoguera a judíos, moros, indios, latinoamericanos y niños desvalidos (al calor de las antorchas, los rifles o las camas arzobispales). En este caso, pol libro puede tener por acepciones una hembra de lo más divina que puede ser disfrutada repetida y prolongadamente “sin perder la enjundia de la vez primera”, la lúdica lectura hermenéutica del texto literario o, peor aún, la indigestión que produce una lectura o mirada arrogante y alienada de la cultura universal. No queda duda de la desolación del protagonista en su retorno a Brooklyn: “Debo reconocer que después de soportar tanto ruido, tonterías y humillaciones de parte de Sosa, me he quedado a su vez con la inquietante duda de si las orejas, mis orejas y sus conductos, u orejones-cojones con puñal en medio como en el infierno del Bosco, forman parte de alguna de las mitades de mi cabeza, o son tan sólo la infranqueable fontera entre mi solitario rostro y mi simplón occipucio”.
Giraffe descansa en el poderío de lo metafórico que significa a su vez la decadencia y la sepultura crítica del pensamiento universitario tanto del centro como de la periferia. El protagonista nos tortura con su discurso monotemático que se resume en la anáfora: “Soy suizo y estoy secuestrado”. Su proyecto de movilización territorial, política, social y cultural comprende la revisita de propuestas como el Mito de la Edad de Oro recogido en La Eneida y Don Quijote, el intercambio de los roles entre pacientes y psiquiatras durante el Carnaval en el Psiquiátrico de Bárbula, o Mimicking on the air del mismo Argenis Salazar en la que los conejillos de Indias que somos los hombres remedamos el habla del Otro (en mi caso del idioma portugués a través de la lectura de un poema de Drummond de Andrade). Vitico Peralta derrota tan esperpéntico proyecto apelando a la Jirafa en tanto novísima forma de pensamiento: “Sólo bastaba con observar detenidamente a una jirafa y se entendería totalmente: larga, comprobada y profunda capacidad para la adaptación en la evolución de la especie”. Son, por ejemplo, nuestros barrios y favelas “como manadas de jirafas superpuestas, caóticas, poéticas y miserablemente deslumbrantes”. Si bien la jirafa blanca del Bosco, ubicada detrás del árbol del bien y del mal en el Jardín del Edén, puede constituir un magnífico referente, el suizo es rehén en el laberinto de los tres minotauros: el discurso salvaje lo seduce en el marco de nuestro mestizaje (no olvidemos los discursos correspondientes a la Europa segunda y al pensamiento mantuano), como destino cultural e impronta muy peculiar. Recordemos la reconversión del antropólogo Carlos Castaneda bajo el influjo del brujo yaqui Don Juan: de sujeto a objeto de consideración a merced de otra realidad aparte. Valga este intermedio: Si bien hemos citado a Briceño Guerrero, lamentablemente existen docentes universitarios de este lado que confunden la falsificación de los discursos eurocéntricos y salvajes –en tanto herramienta de disección crítica del ser latinoamericano- con la arrogancia y la ceguera de Occidente respecto a lo que han denominado culturas periféricas.
Si revisamos Ya tú sabes, QTAL? y Perico universitario, se constata la vinculación de lo poético y lo humorístico sin que mengüe una asombrosa complicidad e identificación con sus personajes, que van desde la más absoluta marginalidad hasta el anonimato más letal (típico de los que no exceden de la mitad de la tabla social, ni para arriba ni para abajo). Ya tú sabes desarrolla la vida épica, picaresca y religiosa de Eleazar Hurtado, alias El Heladero. Contada por su abogado, otro personaje que es devoto lector de Lévinas y el Talmud, nos retrotrae al médico y narrador protagonista seducido por Celina y su mundo de tangos y milongas magistralmente descrito en Las Puertas del Cielo de Julio Cortázar. Heladero aguantador, atracador, traficante de armas, narrador de carreras hípicas imaginarias y reverendo evangélico, Eleazar es el espejo astillado en el que se ve sin misericordia nuestro abogado litigante: la irreverencia caribeña del Heladero patente en la frase que da título al cuento, lo conduce al cuestionamiento de los absolutos abismos provenientes de la manipulación insana del conocimiento y la moral. QTAL? apela al medio electrónico en boga, Twitter o Facebook, para exhibir de guisa impune la insoportable medianía de los ciudadanos de la clase media. Dos chavalas, Cenizasblancas y Candelafue, intercambian mensajes de texto que abordan sus trabajos académicos sobre el antisemitismo de cierta poesía española medieval, para luego empalmar con el descubrimiento de la bastardía de una de ellas años después. No es casual que la escritura electrónica se parezca al castellano del siglo XII o al ladino, lo cual implica que la crisis de identidad de la chica esté atada significativamente a la diáspora judía expulsada de Sefarad hacia el Nuevo Mundo o la tumba misma. Perico universitario constituye un ejercicio de fábula postmoderna o un capítulo de un cínico manual de zoología fantástica del siglo XXI: Un periquito –aratinga chloroptera- adosado a un portatítulo, se introduce de contrabando a España y refiere la historia de sus amos, dos hombres de la etnia Wayúu llamados Edo Blanco Epieyú y su hijo Ricardo. El cuento es un pretexto para referirse al término cable pelao en tanto pérdida de la identidad o alienación. Por ejemplo, la novela Macunaíma, o herói sem nenhum carater (1928) de Mário de Andrade parodia el texto épico, pues su protagonista comete un acto de traición cultural al optar por Occidente en detrimento de su cultura tribal o aborigen. El conflicto consiste en la tensión entre la globalización y la especificidad del alma mestiza que se resiste de nuevo a ser engullida así nomás. José Cemí, protagonista de Paradiso de José Lezama Lima, reaparece en El Evangelio según Satanás de Luis Eustáquio Soares: “Nuestra generación de desterrados no tiene patria, no tiene dogma, es inclasificable, su verdad está en la justicia o en su voluntad, o, principalmente, en su necesidad desesperada y libidinosa”.
Cierra este conjunto cuatro cuentos de muy buena factura: Plátano de mal aforo, Emy e Inmy, Narren y Pica y juye. Persistiendo en esa escritura de oído, la cual va a la par de su trabajo musical, Plátano de mal aforo opta por el contrabando de los géneros de la crónica y la mitología prehispánica. Apuesta por el enriquecimiento del léxico que describe el abigarrado paisaje físico e interior de América Latina. Esta vez, la mágica configuración del continente nos remite a los hombres de plátano: “Titiaro, Patacón, Guineo, Lacatán, Dedo de Dama, Macho, Maduro o Maricongo (seudónimos). ¿Qué más da? ¡Mucho más!” Emy e Inmy es una historia de inmigrante amor gatuno –con ribetes multiculturales, judíos, moros y gitanos- que nos reconcilia con la narrativa tierna y juguetona de Julio Cortázar, el anarquismo del Diccionario del Diablo de Ambrose Bierce y el refranero sefardí: “La gatada no estaba escrita. // Macrogatadas no escritas del holocausto, operación cóndor, estalinismo, Limpiezas étnicas, y Nakba, donde mueren niños y seguirán muriendo por la perversión de las gatadas aún no escritas”. Muy a pesar de que Andrés Mariño-Palacio utiliza un gato como detonante misógino y celópata en el cuento Ese turbio amor, tanto él como Argenis Salazar están convencidos que los gatos poseen reacciones suaves, elásticas y engañosas propias de nuestras bien amadas mujeres. En Narren, vincula el discurso universitario con el de los pacientes psiquiátricos, más allá del arco-ocipucio de Bárbula: La casa de luz que vence a las sombras no logra arropar, preñada de su típico estiércol burocrático, el magnífico lenguaje esquizoide de seres humanos secuestrados en sus entrañas. Pica y juye –valga la sonoridad popular con que nos embarga el título- es afortunadamente una recreación poética de la infancia que se abre paso en el precario laberinto de la adultez, con sus escuelas rígidas y castradoras, sus tribunales que aúpan la muerte y el sin sentido de la vida, amén del complejo penitenciario que cautiva y sume a la ciudad –Valencia de San Desiderio o de San Simeón el estilita, Nueva York o Madrid-. Sin embargo, la voz del matriarcado –que siempre nos acompaña: Augusta Flor o Teresa- nos hace retornar a un calmado e insondable mar amniótico.
En Valencia de San Simeón el estilita, jueves 27 de mayo de 2010.
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