José Carlos De Nóbrega
Persistiendo en la transparencia e inmediatez de su propuesta pictórica, Milagro Casañas atraviesa un momento de madurez y depuración en su discurso plástico. Lo figurativo convive de manera espontánea y simbiótica con lo abstracto: el pez, ícono con el que se identifica e insiste, asciende la escalera de Jacob empujado por ríos de amarillo vivo y negro petróleo. Encontramos que el tratamiento del color dialoga –en la ausencia de la arrogante cita culterana- con el Chino Hung: son notables su limpieza y brillo que obsequian contentamiento al ojo atento, inmerso en el solaz de la imaginería primigenia. La luna roja, en un cuarto menguante, se recuesta del tallo del caucho que llora esperma y sangre; a la manera de un vía crucis que concilia y conforta al rabí y al ladrón hermanados en la muerte. Nos cuenta Héctor Murena que un Leonardo, sin duda aliviado, completó el conjunto de La última cena con Cristo y Judas, encarnados por el mismo modelo: “Pero cuando supo que era el mismo leñador que años atrás posara como modelo para Cristo, el mismo leñador, que desde entonces se había vuelto criminal y ladrón, Leonardo se quedó, por así decirlo, tranquilizado”. No es para menos, pues la legión divina y satánica de adentro hace añicos el maniqueísmo y el fundamentalismo religioso que apunta al totalitarismo y a la sumisión, no a la humana mayordomía del mundo. En otro caso, la Naturaleza Muerta simula la muerte: Los elementos más sencillos –el pez plasmado en el lienzo colgante, la escala que se enrosca, el tambor y el florero- se integran configurando una visión vívida, lúdica y compasiva de un mundo abigarrado y agobiado. Es Naturaleza vivificada por la multilateralidad del encuadre, la composición y la voz de la artista. ¿Qué decir del remolino de las manchas solares que abraz(s)an al espectador en una danza que desafía voces agoreras, gritos necrofílicos y la cagantina de imágenes terroristas y apocalípticas? El pez, estampado por imágenes variopintas –provenientes del fetichismo religioso, publicitario y crematístico-, se abre paso a duras penas por aguas cagadas por el diablo, llámese economía de libre mercado, globalización o economía centralizada. El cardumen nada a contracorriente, sin embargo, en pos del origen y el clamor primitivo de las aguas mansas.