Sunday, November 30, 2008

2 textos sobre Reynaldo Pérez Só: 1.- La Encrucijada de la Soledad y el Dolor


LA ENCRUCIJADA DE LA SOLEDAD Y EL DOLOR


José Carlos De Nóbrega

Entrevistado por Joaquín Soler Serrano, Borges afirmaba que el poeta trabaja continuamente transmutando sus experiencias cotidianas en símbolos, lo cual se traduce a su vez en una indagación en el lenguaje. Sólo así el poema permanece vigente en el tiempo. El ojo y la voz del poeta se sustentan entonces en la capacidad de asombro ante el mundo y su cotidianidad. De lo contrario, estaríamos ante una actitud mezquina: “Ni aún la claridad del sol les revelaba cosa inteligible. Todo surgía y se borraba ante sus ojos de cierta manera inconexa y falta de propósito”, contundente apreciación de Conrad (1). Es el reflejo de la medianía y del extravío de tantos escritores, que sólo pueden apelar a artificios diversos – la ilusoria grandilocuencia del tema, la ampulosidad del estilo – para evadir infructuosamente su miopía y su tedio: se hace notorio el divorcio entre la vida, la poesía y la ética, no hay reconciliación posible en la persistencia de tramoyas manieristas, de paredes falsas. Se erige un armatoste endeble, osteomielítico.


El poeta Pérez Só manifiesta en Px la continuidad y la coherencia (consecuencia) de su discurso poético, sólo que resalta una vertiente de cariz ético, en la que se superponen la óptica y la confrontación de la voz poética con la crudeza del entorno y su inmediatez; el lenguaje es cada vez más desnudo y descarnado respecto a sus libros anteriores. El tratamiento espacial es harto atrevido, pues el hospital no es mero habitáculo de palabras, sino organismo vivo y enfermo, vértice de la asepsia y la septicidad; sus pasillos desembocan en la insomne pugna entre la vida y la muerte, la redención de la carne y el espíritu no es fuera de lo que el poeta confiesa su aceptación de “lo bueno y lo malo, (...) los crímenes contra el hombre y la misma naturaleza, la bondad sin retribución, la maldad gratuita” (2). No se plantea el distanciamiento, más bien el vínculo comprometido y solidario en el dolor, el sufrimiento y la desolación que hallan cabida en nuestras precarias instalaciones hospitalarias; ello sin fracasar en la manipulación maniqueísta ni en la denuncia del panfleto.


Tampoco – por fortuna – se traslada al verso manual deontológico alguno, como en otro orden lo intentara fallidamente Resnais en el film Mi tío de América con las teorías del biólogo Henri Laborit. Tomemos el primer texto, que nos resulta ser el eje de este brillante y conmovedor poema -en tanto que nos toca-,

el hospital el hospital es nave , metáfora completada al final de la guardia, “hay días en que se mata / el tiempo mirando por la ventana / y se ve / el cielo obscuro de la noche contra el poste / de luz cruzado por la lluvia de / este invierno / un poco más allá pasa la calle / que va al cementerio y los vendedores / de café / se recogen en el porche de una / panadería / porque al lado tengo una cama con / un niño / todavía despierto a estas horas / uno cree que todo el hospital sea un barco / por el ruido o los cambios / de adentro y afuera / cuando cada mañana atraca / al lado de la calle”. Tras la ráfaga y el agobio, la calma chicha augura la recomposición de otra oprobiosa y tediosa jornada, la cual acentuará sobremanera el anonimato de los pacientes, los Px según la nomenclatura propia del oficio; no es stultifera navis, pues de esa masa informe leudará la transubstanciación del pan y el café de la mañana en “un trozo / de bello objeto / un cuadro sin ser aún naturaleza muerta / con desdibujamiento / fuera de la idea de perfección / cuando la soledad pertenece al silencio / de quien no habla”.


Para el poeta sólo incumbe que la poesía interactúe con la vida, en toda la intensidad del presente, pues la memoria no debe prestarse a las regresiones nostálgicas, ni mucho menos a las inmisericordes poses del desprecio o la lástima por el otro. Lo cual involucra a los actores, objetos y sus ámbitos; la recreación del hospital no está exenta de realismo (no unívoco), de un tono sensible, cierto asco e inconformidad. Hay un deliberado, mas no moralizante, juego especular. Se conjugan efectos contritos y festivos a la vez, ello reconociéndose en el Otro: “anónimo sin historia ni familia / me quedo soportando / adónde llegará la espesa y asfixiante / nave de la sala de partos / de mujeres sin nombre ni cara / llenas de sangre / las placentas en un tobo / abandonadas cuando el hijo / resbaloso igual que ellas / cambia el panorama de los uniformes / verdes / y el olor de los antisépticos por la vida”.


La empatía establecida entre el poeta, el médico y el paciente, no precisa genuflexiones afectadas, como tampoco imágenes abstrusas y deslumbrantes; Pérez Só recurre de nuevo a imágenes primarias, duras y viscerales, de donde la aliteración –“aunque un quejido se escape”- y el encabalgamiento –recurso que a lo largo de su obra ha utilizado con maestría y personalidad- los emparenta y confunde en los dolores, el tenesmo, en el miedo: “la mirada indolente del médico/ o de mí / que no me atrevo / a ser hombre seguro / de la vida / o del medicamento / que le ofrezco a un pobre hombre / con su hijo moribundo / mientras el estetoscopio se desliza por / el corazón / real / infantil / y oigo rozar mi mano a una membrana / transparente / donde el llanto pide por favor / la vida / mientras mis piernas parecen sostener / alguna referencia / y es el miedo visitante / deshaciendo sus maletas / golpeando puertas / o un quejido”. No obstante le corresponden estos versos de Rosalía de Castro: “Dóiome de dór ferida, / que antes tiña vida enteira / e hoxe teño media vida”.


La ventana que comparte el poeta con sus lectores no será espacio de recreación morbosa, tampoco instrumento de manipulación del objeto poético; es el espejo que refracta nuestra condición en su más plena crudeza: “he visto / mi calavera / detrás de mi piel”, “porque la ventana es de hospital / la puerta / y la sábana azul con remiendos y / las marcas / de siglas de un hombre hace tiempo muerto”. La presencia de la muerte a nuestra diestra acarrea un canto, vamos del hospital al matadero, “mi camarada / muerte / flaca y aproximada / de lado a pecho / teta contra teta”. A lo que el poeta complementa y opone con la celebración y consagración de la pelvis: “ porque del amor se supone una estancia / enorme / y no del tamaño limitado de la pelvis / por eso / su feroz esfuerzo por amar / aunque sea lunes”.


Cierra el poemario un excelente texto, “Elegía”, que condensa la substancia del conjunto, pues la agonía del padre trae abatimiento pero al punto se aviva en la memoria su figura: “y todavía / se relaciona al agua y los árboles”, evocación y enlace con este texto de “25 Poemas”: “estoy pleno / de sol y corro / entre campos / crece el árbol crece / en mi vista”. Lo cual trae consigo la dicotomía médico/hijo: “y yo no me puedo morir / con sus dolores de vientre / su tenesmo / su mal olor / y la vejiga vacía”, la impresión diagnóstica deviene en tensión y angustia, los pujidos corroen el cuerpo magro, el hálito desfalleciente, como en procura de la purificación, de la redención, “para que la noche no baje por las ventanas / levante las cortinas / y se acueste / infiel en su cuerpo sin vida”. La voz poética asume el papel de víctima propiciatoria, flaca en el punzante dolor, quebrantada la cerviz: “y yo / voy hacia el baño / cierro la puerta / y dejo correr el agua del lavamanos”, ocultando para sí el estrépito tanto de las entrañas como del lamento disuelto en el llanto. Pérez Só en este libro nos recuerda al Vallejo de “Poemas Humanos” (“Que es verdad que sufrí en aquel hospital que queda al lado / y está bien y está mal haber mirado / de abajo para arriba mi organismo”), pues ambos comparten la “Confianza en la ventana, no en la puerta; / en la madre, mas no en los nueve meses; / en el destino, no en el dado de oro, / y en ti sólo, en ti sólo, en ti sólo.”
Valencia, septiembre de 1998.


(1) Joseph Conrad: Una Avanzada del Progreso, Laertes S.A. de ediciones, Barcelona, España, 1979, pág. 27.
(2) Reynaldo Pérez Só: No he perdido el asombro, Serie AUTORRETRATOS (XV), en Papel Literario, Diario El Nacional, Caracas, 1-6-97, primera página.


Tomado del libro Derivando a Valencia a la Deriva (2007, Fundación Editorial el perro y la rana), el cual puede conseguirse en Librerías del Sur Valencia, Centro Comercial Camoruco, primer nivel, Avenida Bolívar Norte.

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