Tuesday, October 28, 2008

CÁTALOGO DE INFAMIAS O DE LA FOTOGRAFÍA MILITANTE DE YURI VALECILLO




CATÁLOGO DE INFAMIAS O DE LA FOTOGRAFÍA MILITANTE DE YURI VALECILLO
José Carlos De Nóbrega


La fotografía
es un tiempo muerto
ficticio regreso a la simetría
Ana Cristina Cesar, Cómo afeitar el paisaje.

A Humberto Méndez Figueredo, in memoriam.
A Alexander Castillo, en la esperanza de que no todo esté perdido.

El viejo Valecillo, soldador y comunista militante, le obsequió a sus hijos un variopinto santoral católico en tanto juguete para exorcizar el miedo a Dios: los santos eran bañados, apaleados y convertidos en superhéroes por los chicos. Y tenía mucha razón el viejo: los católicos reaccionarios y los evangélicos fanáticos convirtieron el cristianismo de las catacumbas en un modo de vida terrorista, una teoría del poder que ha desgraciado la vida de muchos amputando la libertad y el placer. Cuarenta años después, Yuri Valecillo ha persistido en una actitud vital traviesa, iconoclasta y prevaricadora; afincada –eso sí- en la autenticidad militante socialista, reñida con la verticalidad burocrática y vinculada al amor festivo por la gente de abajo. Bien lo afirmaba el teólogo protestante alemán Dietrich Bonhoeffer –fusilado por los nazis en el compromiso con la patria alemana-: “Con el desprecio de los hombres sucumbimos al error capital de nuestros enemigos. Quien desprecia a un hombre, nunca logrará hacer algo de él”. Por tal razón, Yuri sigue siendo el joven radical que conocimos hace más de veinticinco años. Cosa de la cual no se escapa su magnífico trabajo fotográfico: pleno de inteligencia, solidaridad y amor por la humanidad.



Catálogo de Infamias lo corrobora de guisa fehaciente. Es el trabajo de un gran reportero gráfico, de afán proletario y humanístico, sin la contaminación de un esteticismo afín a la publicidad o al maquillaje rococó de nuestra bien amada realidad, por más resbaladiza que ésta sea. México y Cuba son los espacios abordados que nos retrotraen a Venezuela y el resto de América Latina. La hermeneútica del paisaje urbano es cruda e inmediata, en el impacto de la ternura solidaria por el otro: lo revela, por ejemplo, la desnudez de las mujeres trabajadoras y los pepenadores mexicanos en una marcha de protesta que desafía el poder omnímodo y decadente del Estado; o las fachadas que se astillan en la micosis de la descomposición y el caos urbanístico. No en balde nos recuerda al Buñuel de la etapa mexicana: los laberintos de la miseria en la ciudad de México que registra el film Los Olvidados, o el amor por los marginales y los outsiders en Nazarín, siendo este último título un “regaño” a la vastedad y la belleza de los cielos fotografiados por Gabriel Figueroa que apunta a la pobreza a ras de piso, es el perro arrastrado cruelmente por la carreta. Coincide la propuesta fotográfica con el canto del poeta brasileño Ledo Ivo a nuestra patria húmeda que es América: “Ninguna lengua engañosa es la patria. / Ella sirve apenas para que yo celebre mi grande y pobre patria muda, / Mi patria disentérica y desdentada, sin gramática y sin diccionario, / Mi patria sin lengua y sin palabras” (traducción del mexicano Jorge Lobillo). La patria no es la bandera arriada por la soberbia de los militares mexicanos como lo denuncia el lente crítico de Yuri: curiosamente tan sólo se aprecia el color rojo, en un remedo de la heráldica romántica y decimonónica, del que se infiere la sangre y la lucha de los trabajadores latinoamericanos. Es a la vez un homenaje sentido a la heráldica revolucionaria de la fotógrafa Tina Modotti que conjuga en un collage exquisito la hoz, la mazorca de maíz y las balas de la metralla.



No falta la calaca en sepia como alusión a la vida y la muerte, en ese paradójico tono de raigambre azteca que celebra la desilusión y la esperanza. Nos conmovieron las bellas mujeres acosadas por las paredes oscuras que forja la ciudad; los zapatos que penden de la maraña de cables que evidencian la venalidad de severos tribunales; el machismo que segrega a las mujeres y los menores de edad, manifiesto en la fachada de las cantinas y los lamederos de tequila y mezcal. No hay concesión alguna a los mitos con que nos atosigan los medios de comunicación masivos: la finalización de la era de los grandes relatos que procura reivindicar los derechos de los más pobres. Los trapos del detritus capitalista se exhiben sin pudor: al igual que la ropa recién lavada y la carne en venta. El lente se convierte en un ojo salvaje que hace referencia al Rembrandt carnicero y anatomista: la carne muerta delata a gritos las contradicciones y la descomposición de la sociedad occidental, muy a pesar de la tramoya mediática y propagandista que se empecina en decir lo contrario, entenebreciendo las almas sin ninguna dispensación.



La invitación es propicia para acompañar a este reportero gráfico y poeta visual sin el yugo de los concilios burocratizantes, ni de las fallidas muecas culteranas, mucho menos el imperio de lo establecido. Yuri apuesta sin descanso por una fotografía libertaria y militante, la cual implica nuestra reconciliación con el que va a pie y almuerza un suculento emparedado de mortadela a la vera de la calle.

Valencia de San Simeón el Estilita, 27 de octubre de 2008.

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