Friday, August 22, 2008

UNA APROXIMACIÓN HEROICA DE JULIO RAFAEL SILVA A LA OBRA DE JOSÉ LEÓN TAPIA




UNA APROXIMACIÓN HEROICA DE JULIO RAFAEL SILVA A LA OBRA DE JOSÉ LEÓN TAPIA. José Carlos De Nóbrega.


Los libros de ensayo de Julio Rafael Silva pueden obviar el índice: se dejan leer de un solo tirón, pues conjugan erudición amable y respetuosa, transparencia y pasión que rayan al punto en una ternura cortazariana: por supuesto, la que se refiere a los conejitos incubados en el estómago –indudable enclave de las emociones-, el goce sensual que provocan los muslos de Silvia o el estar balbuciendo el asombro ante las puertas del cielo, mientras Celina baila en el bar con todos los parroquianos. De ello doy devota fe afincada en la amistad. En especial cuando leí Cinco ensayos como (pre)textos para a(r)mar a Venezuela (2002), si bien se mantiene aún inédito por razones o peripecias de difícil comprensión, sin embargo constituye el origen de sus otros libros más afortunados: Del retrato a la máscara en el laberinto literario de Arturo Úslar Pietri (2004), el volumen dedicado a Carlos Noguera bajo el sello editorial el perro y la rana (2005), Francisco Lo Russo: Un ángel de María Lionza (2007) y el título que hoy nos ocupa celebrar Héroes y villanos, llaneros y llanura en las narraciones de José León Tapia (2008, UNELLEZ). Julio Rafael, más que agudo ensayista, se nos antoja un bondadoso relator a la manera del capitán Marlow: se conversa con el texto ataviado de blanco, anclado el barco o el bongo en cualquier río emblemático de Venezuela, llámese Tirgua, Apure o Arauca.


En este caso, la aproximación de Julio a la obra de José León Tapia es gratamente afectiva, oportuna y estimulante, muy a pesar de la estridencia electoral que nos embarga sin misericordia escurriendo el bulto –la mayoría de las veces- a la discusión de altura. Nos incita a realizar una lectura inédita y poética de la obra narrativa de este gran escritor barinés (valga el intermedio: José León Tapia pertenece a la estirpe de escritores que ejercen la medicina, además de él tenemos por ejemplo a Jesús Semprum, José Solanes, Francisco Herrera Luque, Reynaldo Pérez Só, Pedro Téllez y José Horakyo Guillén). Nuestro amigo ausculta sin arrogancia académica su esencia, dirigida o presidida por una indagación personalísima en la historia venezolana: la vindicación de los vencidos, aquellos seres olvidados por la Academias de la Historia o Sociedades Bolivarianas mediatizadas en los recovecos grasientos del discurso del poder, marcado por el caudillismo de tenor decimonónico, puntofijista o postmoderno. Julio Rafael Silva lo sintetiza sin dar cuartel: “Sus textos son el fiel testimonio de una laboriosa empresa, de una difícil y penosa tarea: buscar en la entraña humana de nuestros héroes patrios, analizar su obra, su vida y sus pasiones desmontándolas (para comprenderlas, aprehenderlas y disfrutarlas más) del parapeto sacro en el cual la ingenuidad, la mojigatería y el negocio político han oficiado por turno su incienso de mentiras, como fieles turiferarios de ocasión” (p. 60). No nos sorprende entonces que este libro funcione también como una antología mínima narrativa de José León Tapia: la panorámica se detiene atentamente en libros tales como Por aquí pasó Zamora (1972), Maisanta, el último hombre a caballo (1974), Tierra de Marqueses (1977) o El Tigre de Guaitó (1979) –es de resaltar, por ejemplo, que una concepción neogoda pretende con su ignorancia histórica reducir a Zamora y a Maisanta como meros bandoleros, contrastándolos con civilistas que han promovido la represión, la corrupción y la exclusión de las mayorías-; las citas destacadas en negrillas respiran de manera espontánea, ello en virtud del ojo atinado y respetuoso del coleccionista en la selección que no desentona con el comentario colindante. La vecindad del texto narrativo y el ensayístico supone entonces una de sus grandes virtudes, pues el diálogo abierto se regodea en el placer único e irrepetible de la lectura en múltiples instancias. Sobre todo en la atmósfera plena de camaradería y solaz que destila el libro en su inicio mismo: el hermoso texto Los Julios (Anotaciones para un centenario) con el que nos obsequia José León Tapia, como si la conversación fluyera de chinchorro a chinchorro una tardecita cualquiera en Barinas, luego de atender a sus pacientes de siempre.


Este libro de una amenidad sin par, no excluye una preocupación crítica del autor en el rescate de nuestros escritores, la mayoría de las veces huérfanos de lectores agradecidos y estudiosos despiertos en la fiesta de la palabra; desdice tan lamentable e imperdonable acto de omisión. Es bien sabida la parasitaria que roe las entrañas de las escuelas, universidades y bibliotecas públicas: el imperio de una burocracia ignorante y ruin, afín al mero marcaje estafador de la tarjeta de entrada y salida del infierno que el poder ha forjado en la promoción de la medianía y la indolencia. Escuchemos a José León Tapia en su denuncia a otro vicio no menos neurálgico: “Vivo inconforme con esta sociedad, te diría asqueado por una sociedad donde el dinero es dios, y donde todo es individualismo, donde todo es ganancia y se explota al otro para enriquecerse tú” (p. 136). El decir poético del discurso narrativo de este curandero de cuerpos y almas es indiscutible, de honda raigambre oral, popular y humanística; parte de la problemática y maravillosa convivencia con los fantasmas de su pueblo y su personal memoria, sin un llorón apego necrológico pero sí en tanto lucha insomne que nos aferra a la vida que nos bendice y ennoblece: “Todavía en mí habitan fantasmas. Tanto así, que me trasnochan: no me dejan dormir, todas las noches me tengo que levantar a escribir. El que más me despierta es mi padre, un gran llanero fantasioso, que supo en vida llenarme de cuentos (…) Con mi bisturí salvé a media Barinas, pero con mi palabra la he salvado toda” (p.137). Este volumen es a la vez diario de lectura o guía enternecida que nos conduce a José León Tapia sin tramoyas ni fanfarronerías del intelecto, mucho menos callejones sin salida; nos recuerda la experiencia comunitaria y divina en el embotellamiento vehicular de la Autopista del Sur fabulada por Julio Cortázar.


Julio Rafael Silva cree denodadamente en la belleza del libro como objeto de arte, pues la Criba Fotográfica lo convierte en un Álbum Familiar que va del sepia a la fotografía en color: Se retrata a José León Tapia como figura pública y –mejor aún- en la intimidad de su circulo familiar y afectivo. No es para menos, siguiendo a Julio Rafael, pues se trata de celebrar la lectura de este libro-puente que empalma con los libros de amor e imaginación de José León Tapia. Lean entonces en voz alta y se sentirán bien acompañados.




En Valencia de San Desiderio, Librerías del Sur, sábado 16 de agosto de 2008.

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