Saturday, July 05, 2008

ARMINDO TREVISAN EN VALENCIA DE SAN DESIDERIO




ARMINDO TREVISAN EN VALENCIA DE SAN DESIDERIO.
Selección, traducción y notas José Carlos De Nóbrega.


El primero de julio de 2008 tuvimos el placer de escuchar al poeta brasileño Armindo Trevisan (Santa Maria, 1933) en la sede de Librerías del Sur, en el marco del VII Encuentro Internacional de Poesía de la Universidad de Carabobo. Su disertación titulada Explicando la poesía al gran público constituyó un discurso en el que calzaban a la perfección la poesía, el humor, la humildad y la emotividad; nos dejó el olfato seducido por los más primarios aromas anclados en el recuerdo. La presentación a cargo de nuestro amigo y poeta Reynaldo Pérez Só fue impecable, asertiva y de un humor cortante. Caracterizó con palabras precisas y despojadas de adjetivaciones innecesarias la obra poética de Armindo: un ejercicio suave y viril de la palabra; incluso -a petición del propio poeta de Rio Grande do Sul- tradujo un hermosísimo poema titulado Los cafés, el cual conmovió y alegró al público (más bien un grupo de buenos amigos, entre los que destacan Gonzalo Fragui, Ana María Oviedo, el catire Hernández D' Jesús, Susan Castro, Luis Alberto Angulo, María Fernanda Chacón, Norma Agatón y Rhadamés Serrano). Por cierto esta dupla de grandes poetas la encontramos en el volumen Antología poética de Reynaldo Pérez Só (Monte Ávila : 2003; 1ra. reimpresión en 2006) con un magnífico prólogo de Armindo. Me encantó su definición de poesía, cónsona con la aproximación de Reynaldo: es lucidez enternecida, apropiada por los sentidos; visión y apetito de un mundo comestible. Siguiendo a Lorca, apreciamos una sentida exposición digna de un profesor en los cinco sentidos. Incluso citó un verso de nuestra amiga Niddy Calderón: Mis silencios inflamados esperan por tus palabras. Lamentablemente, las constantes y toscas interrupciones de un Carlos Osorio -fungiendo de espaldero no contratado, mucho menos convidado- desentonaron con una jornada simpática: presumimos misantropía o una vocación militante por la mala educación y la mezquindad. Agradeceríamos que nuestro amigo y poeta Adhely Rivero -por el bien del evento- le asignara al funcionario Osorio labores que no impliquen contacto con público alguno, pues no creo que nos quede más paciencia para tales desplantes. Olvidando el estúpido incidente de marras, he aquí una breve muestra poética de Armindo para el deleite en la comunidad de la carne y el espíritu:

Desnudez Septenaria


La primera desnudez
es la desnudez apresada,
la desnudez que cubre
a la Amada.


La segunda desnudez
es la desnudez demorada,
la desnudez que adorna
la pausa.

La tercera desnudez
es la desnudez casi fija,
la desnudez que se inserta
entre los amantes.

La cuarta desnudez
es la desnudez pasmada,
la desnudez que ignora
el Amor.

La quinta desnudez
es la desnudez sin espacio,
la desnudez que divide
el enlace.

La sexta desnudez
es la desnudez sin tiempo,
la desnudez que sustenta
la memoria.

La séptima desnudez
es la desnudez eterna,
la desnudez que acaba
en Dios.

La luz de tu piel



La luz de tu piel inventó la noche.
En ella me interno hasta la muerte ajena.
Nadie es más solito de lo que el azote
que apaga tu luz, y me incendia.


En buena hora tu carne


En buena hora tu carne sea la misma:
¿quién pone en tu brasero otro carbón,
e irrita la flama que se torna azul
para cambiar de lengua y de baile?
¿Quién hace girar tu esmeril, y afila
la lámina que no te deja fría?

El Tránsito


¿Qué queda de este tránsito? Es la seda
con su gusano dentro del capullo,


cubriendo la soledad. Y, en su músculo,
la fuerte puntería de una flecha

que, en el aire helado y azul, abate el ave,
sin destruirle vuelo tan suave.


Estos poemas -excepto el primero- fueron extraídos del poemario La Danza del Fuego (A Danca do Fogo), 2001, Artes e Oficios, Porto Alegre, 111 p.

2 comments:

  1. Carlos gracias por tus palabras. Me contaron lo de la cita a uno de mis poemas por parte del poeta Armindo, hombre gentil. Digo me contaron porque lamentablemente debí cumplir con mi trabajo: dar clases, a la que asistieron sólo 2 alumnos. (Tal vez debí llevarmelos a la libreria del sur a compartir con ustedes). Más tarde escribire una nota del encuentro y el poema citado

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